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“Miró al ángel y pronunció las sagradas palabras”, la increíble visión de la Anunciación de una beata


La Anunciación del Señor,  el momento en que la Virgen María dio su total consentimiento a la voluntad de Dios, es un acontecimiento fundamental en la historia de la la salvación.

Este momento en que María “dio el sí” para llevar en su seno al Salvador es relatado en el Evangelio de San Lucas (Cap. 1, 26-38).

Sin embargo, en distintos momentos de la historia, Dios permitió que algunas personas santas tuvieran visiones de distintos momentos de la vida de Jesús.

La beata Ana Catalina de Emmerick, una de las místicas más importantes junto a sor María Jesús de Agreda, tuvo una serie de revelaciones privadas sobre el momento de la Anunciación.

En el libro de “Visiones y revelaciones completas de la venerable Ana Catalina Emmerick“, Tomo II, la beata narra sus visiones del momento en que la Virgen María le dijo a Dios “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.

Como toda revelación privada, ningún católico tiene la obligación de creer en ella y se debe proceder con prudencia. Siempre el criterio para aceptar las supuestas revelaciones es que jamas contradigan los Santos Evangelios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

Aquí puedes leer un extracto de la revelación privada que la beata Ana Catalina de Emmerick tuvo sobre el momento de la Anunciación:

“La casita de Nazaret, que Ana había preparado para María y José, pertenecía a Santa Ana. (…) En la parte posterior estaba el dormitorio de María: allí tuvo lugar la Anunciación del Ángel.

(….) Entonces del techo de la habitación bajó, a su lado derecho, en línea algún tanto oblicua, un golpe tan grande de luz , que me vi obligada a volver los ojos hacia la puerta del patio. Vi, en medio de aquella masa de luz, a un joven resplandeciente, de cabellos rubios flotantes, que había descendido ante María, a través de los aires. Era el Arcángel Gabriel.

Cuando habló vi que salían las palabras de su boca como si fuesen letras de fuego: las leí y las comprendí.

María volvió entonces el rostro hacia él, como si obedeciera una orden, levantó un poco el velo y respondió. El ángel dijo todavía algunas palabras. María alzó el velo totalmente, miró al ángel y pronunció las sagradas palabras: ‘He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra’ …

El cielo aparecía abierto y mis miradas siguieron por encima del ángel una ruta luminosa. En el punto extremo de aquel río de luz se alzaba una figura de la Santísima Trinidad: era como un fulgor triangular, cuyos rayos se penetraban recíprocamente. Reconocí allí Aquello que sólo se puede adorar sin comprenderlo jamás: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y, sin embargo, un solo Dios Todopoderoso.

Cuando la Santísima Virgen hubo dicho: ‘Hágase en mí según tu palabra’, vi una aparición alada del Espíritu Santo (…) Cuando esta luz penetró en su costado derecho, la Santísima Virgen volvióse luminosa ella misma y como transparente: parecía que todo lo que había de opaco en ella desaparecía bajo esa luz, como la noche ante el espléndido día. Se hallaba tan penetrada de luz que no había en ella nada de opaco o de oscuro. Resplandecía como enteramente iluminada.

Después de esto vi que el ángel desaparecía y que la faja luminosa, de donde había salido, se desvanecía. Parecía que el cielo aspirase y volviese hacia sí la luz que había dejado caer.

(…) Desaparecido el ángel he visto a Maria arrobada en éxtasis profundo, en absoluto recogimiento. Pude ver que ya conocía y adoraba la Encarnación del Redentor en sí misma, donde se hallaba como un pequeño cuerpo humano luminoso, completamente formado y provisto de todos sus miembros“.

Autor: Andrés Jaromezuk

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Fuente: https://es.churchpop.com/

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