Oh, San Miguel Arcángel, poderoso defensor de la fe, defiende esta casa de todo mal y peligro. Con tu espada flamígera, acortes todas las cadenas que atan al demonio y a sus secuaces, para que no puedan acercarse a esta casa ni hacerle daño.
Con la protección de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, y la intercesión de María, su madre amorosa, te suplicamos que expulses a todo espíritu maligno que se atreva a rondar por aquí. Haz que la luz divina de nuestro Señor ilumine cada rincón de esta casa, para que el mal no pueda encontrar ningún lugar donde esconderse.
Que tu presencia en este lugar sea un escudo de protección, un muro infranqueable que impida cualquier ataque del enemigo. Que la paz y el amor de Dios habiten siempre en esta casa y en cada uno de sus habitantes, para que puedan vivir en armonía y alegría.
Te lo pedimos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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