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Este domingo el Papa Francisco ha rezado el Ángelus con las personas reunidas en la plaza de San Pedro. También ha pronunciado una breve meditación sobre el pasaje del Evangelio que se lee este tercer domingo de Cuaresma, sobre Jesús y la samaritana en el pozo de Jacob.
El Papa explica que el hecho de que Jesús, sediento y cansado, se pare a descansar y pida de beber a una mujer, nos muestra “una imagen del abajamiento de Dios: en Jesús, Dios se hizo uno de nosotros; sediento como nosotros”. Esta sed de Cristo, dice Francisco, “no es solo física, expresa las sequedades más profundas de nuestra vida: es sobre todo la sed de nuestro amor”.
Pero el Señor, aquel que pide de beber, también es quien da de beber. “Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con amor. Y hace con nosotros como con la samaritana: se acerca a nosotros en lo cotidiano, comparte nuestra sed, nos promete el agua viva que hace brotar en nosotros la vida eterna”.
Una sed mucho más profunda
Esta frase de Jesús es mucho más profunda, dice el Papa. “Estas palabras no son solo la petición de Jesús a la samaritana, sino un llamamiento – a veces silencioso – que cada día se eleva hacia nosotros y nos pide que nos hagamos cargo de la sed de los demás”.
“Dame de beber es el llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y la indiferencia generan aridez y vacío interior”.
De este modo, señala Francisco, “el Evangelio hoy nos ofrece a cada uno de nosotros el agua viva que puede hacer que nos convirtamos en fuente de refrigerio para los demás”. Y, además, este pasaje nos invita a preguntarnos “¿Yo tengo sed de Dios, me doy cuenta de que necesito su amor como el agua para beber? Y después: ¿Me preocupo de la sed de los demás?”
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