Durante la noche del 13 de julio de 2018, un ataque de paramilitares del régimen de Daniel Ortega causó la muerte de dos jóvenes y dejó varios heridos en la parroquia Divina Misericordia de Managua, Nicaragua. Durante 15 horas, los estudiantes refugiados allí tuvieron que soportar balas de diferentes calibres que pasaban cerca de sus cabezas.
A pesar del repudio y la solidaridad mundial, el ataque dejó huellas en la iglesia, incluyendo las marcas de los impactos de bala en la imagen de Jesús de la Misericordia, que se ha convertido en un símbolo indeleble de un Cristo que sufre junto al pueblo.
El cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, lideró una misa de desagravio en la parroquia y ha recordado en visitas posteriores la persecución a los cristianos y los ataques a templos. Desde entonces, la Iglesia de Nicaragua se ha convertido en un ejemplo emblemático de la persecución a los cristianos en América Latina, con hostigamientos que han aumentado en los últimos años y que alcanzaron un punto de inflexión durante la rebelión civil de abril de 2018.
A pesar de los esfuerzos de la Iglesia para mediar en un diálogo por la paz, el régimen de Ortega los calificó de terroristas y golpistas, lo que llevó a un aumento de la persecución. Además, se cerraron medios de comunicación católicos, se expulsó a religiosos y se condenó a monseñor Rolando Álvarez a 26 años de cárcel, lo que ha generado repudio a nivel internacional. Los balazos a la Divina Misericordia son un recordatorio de que la persecución a la Iglesia en Nicaragua va más allá de sus fronteras.
Autor: Redacción CDTF
Es irrelevante el disparo a una imagen sin valor alguno. Lo aberrante, y de valor, es el asesinato de dos personas.
ResponderBorrarCiertamente lo más repudiable es el asesinato de las dos personas. Sin embargo, la imagen sí tiene valor, pues representa a Dios.
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