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¿Es pecado tener pensamientos sexuales por una persona que siempre veo en Misa?


Como sacerdote católico, mi respuesta es que tener pensamientos sexuales hacia una persona (que ve en Misa o en cualquier otro lugar) no es en sí mismo un pecado, pero podría convertirse en uno, por lo que hay que estar alerta.

La sexualidad es una parte natural e integral de la vida humana y los pensamientos sexuales son una realidad común que muchas personas experimentan. Sin embargo, la Iglesia Católica enseña que la sexualidad es un don de Dios que debe ser vivido dentro del contexto del matrimonio y en un compromiso de amor y fidelidad.

Los pensamientos sexuales que experimentamos no son necesariamente pecaminosos, siempre y cuando no los convirtamos en acciones y no los alimentemos con fantasías inapropiadas (fantasías que impliquen una infidelidad, por ejemplo). La Iglesia Católica considera que la lujuria, es decir, la búsqueda de placer sexual desordenado, es un pecado grave. La lujuria puede manifestarse no solo en acciones, sino también en pensamientos y deseos inapropiados que no están de acuerdo con el plan de Dios para la sexualidad humana.

Es importante recordar que la persona hacia la que tienes pensamientos sexuales es un ser humano creado a imagen y semejanza de Dios. La Iglesia Católica enseña que cada persona es un digno receptor del amor y el respeto, independientemente de su estado de vida o circunstancias personales. Por lo tanto, es importante tratar a la persona hacia la que tienes pensamientos sexuales con respeto y consideración, y no utilizarla como objeto para la gratificación de tus deseos.

Si los pensamientos sexuales se vuelven persistentes o si comienzan a afectar negativamente tus relaciones o tu vida diaria, puede ser útil buscar ayuda y apoyo. Hablar con un consejero espiritual, un terapeuta o un amigo de confianza puede ayudarte a procesar tus sentimientos y a encontrar maneras saludables de abordarlos.

La Biblia es una fuente de guía y enseñanza de nuestra fe. En el Evangelio de Mateo, Jesús enseña que la lujuria es un pecado grave, diciendo: "Pero yo os digo que todo aquel que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5,28). Esta enseñanza de Jesús nos recuerda la importancia de no sólo abstenernos de la acción sexual inapropiada, sino también de controlar nuestros pensamientos y deseos. La Carta de Santiago también nos advierte sobre los peligros de la lujuria, diciendo: "Pero cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte" (Santiago 1,14-15). Estas enseñanzas bíblicas nos recuerdan la importancia de mantener nuestra sexualidad dentro del plan de Dios y de tratar a cada persona con respeto y consideración.

Autor: Pbro. Ignacio Andrade.

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