El Papa ha animado a afrontar los cambios del mundo “con acogida profética”, lo cual significa “aprender a reconocer los signos de la presencia de Dios en la realidad”
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El papa Francisco ha continuado el programa de su viaje apostólico a Hungría esta tarde, tras visitar la Nunciatura, acudiendo a la concatedral de Santo Stefano donde, a las 17.00 horas, se ha reunido con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagradas y consagradas, seminaristas y agentes de pastoral, en un acto en el que ha advertido acerca de las “dos grandes tentaciones” a las que se enfrenta la Iglesia.
Y es que, tal como ha señalado el Papa, “una de las exigencias más importantes para nosotros” es la de “interpretar los cambios y las transformaciones de nuestro tiempo, tratando de afrontar los desafíos pastorales de la mejor manera posible”.
Sin embargo, “esto sólo es posible mirando a Cristo como nuestro futuro”. “Cristo resucitado, centro de la historia, es el futuro. Nuestra vida, aunque marcada por la fragilidad, está puesta firmemente en sus manos. Si olvidamos esto, también nosotros, pastores y laicos, buscaremos medios e instrumentos humanos para defendernos del mundo, encerrándonos en nuestros confortables y tranquilos oasis religiosos; o, por el contrario, nos adaptaremos a los vientos cambiantes de la mundanidad y, entonces, nuestro cristianismo perderá vigor y dejaremos de ser sal de la tierra”, ha explicado el Pontífice.
Ni derrotismo ni conformismo
“Estas son, pues”, ha continuado, “las dos tentaciones de las que siempre debemos cuidarnos como Iglesia”. En primer lugar, “hacer una lectura catastrofista de la historia presente, que se alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del pasado, que no sabemos dónde iremos a parar”. Por otro lado, el otro riesgo es el de “la lectura ingenua de la propia época, que en cambio se basa en la comodidad del conformismo y nos hace creer que al fin de cuentas todo está bien, que el mundo ha cambiado y debemos adaptarnos”.
De esta manera, “contra el derrotismo catastrofista y el conformismo mundano, el Evangelio nos da ojos nuevos, nos da la gracia del discernimiento para entrar en nuestro tiempo con actitud de acogida, pero también con espíritu profético”.
Por tanto, Francisco ha animado a afrontar los cambios del mundo “con acogida profética”, lo cual significa “aprender a reconocer los signos de la presencia de Dios en la realidad, incluso allí donde no aparece explícitamente marcada por el espíritu cristiano y nos sale al encuentro con ese carácter que nos provoca y nos interpela”, y, al mismo tiempo, “interpretarlo todo a la luz del Evangelio, sin mundanizarse, sino como anunciadores y testigos de la profecía cristiana”.
Por otro lado, el Papa ha apuntado que “el compromiso de entrar en diálogo con las situaciones de hoy exige que la Comunidad cristiana esté presente y dé testimonio, que sea capaz de escuchar las preguntas y los retos sin miedo ni rigidez”. “Esto no es fácil en la situación actual”, ha reconocido, “porque tampoco faltan las dificultades internas”. Y, en este sentido, ha señalado la “sobrecarga de trabajo de los sacerdotes”.
Contra la rigidez pastoral
Aún así, Francisco ha recordado que “buena pastoral es posible si somos capaces de vivir el mandamiento del amor que el Señor nos ha dado y que es don de su Espíritu”, porque “si estamos distanciados o divididos, si nos volvemos rígidos en nuestras posiciones y en los grupos, no damos fruto”. Así, ha animado a superar las divisiones humanas “para trabajar juntos en la viña del Señor. Sumerjámonos en el espíritu del Evangelio, arraiguémonos en la oración, especialmente en la adoración y en la escucha de la Palabra de Dios, cultivemos la formación permanente, la fraternidad, la cercanía y la atención a los demás”. “Un gran tesoro ha sido puesto en nuestras manos, ¡no lo desperdiciemos buscando realidades secundarias respecto al Evangelio!”, ha aseverado.
Por ello, ha recordado a los sacerdotes que es necesario tratar “de no ser rígidos, sino de tener miradas y enfoques misericordiosos y compasivos”. “Esto nos ejercita para la acogida profética, para transmitir el consuelo del Señor en las situaciones de dolor y pobreza del mundo, acompañando a los cristianos perseguidos, a los migrantes que buscan hospitalidad, a las personas de otras etnias, a cualquiera que lo necesite”, ha añadido.
Autora: Elena Magariños.
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Fuente: https://www.vidanuevadigital.com/
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