En una época donde las mujeres estaban silenciadas dentro de una estructura jerárquica y patriarcal, nace en Santiago del Estero María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula. Se resistió a los mandatos culturales y sociales de mediados del siglo XVIII. Fue una mujer disruptiva, rebelde, que desafió a los poderes máximos: la Corona española y a la Iglesia católica. La misión que abrazó hasta la muerte fue continuar con los ejercicios ignacianos tras la expulsión de los jesuitas de América.
“Está muy cercano el tiempo que pueda ser santa”, aseguró el papa Francisco el 7 de marzo pasado. Jorge Bergoglio, desde que era arzobispo en Buenos Aires, tuvo una particular admiración por Mama Antula y siempre repite “Esta mujer vale oro”.
Mama Antula nació en el seno de una familia de encomenderos de Santiago del Estero en 1730 y se había criado con ventajas propias de su clase, honores y la mejor educación. Pero a contramano de todo lo recibido desde la cuna, a los 15 años tomó una decisión que la marcaría para siempre: vivir como laica en el beaterio de los jesuitas para ayudar a los más necesitados y olvidados. Rechazó por completo los estereotipos femeninos de la época: casarse o ingresar a un convento. Abandonó su apellido familiar y tomó el nombre de María Antonia de San José y también renunció a toda su riqueza. Además, se vio atraída por el mundo intelectual que le ofrecía la Compañía de Jesús.
Con los jesuitas, María Antonia aprendió a organizar el máximo tesoro de la Compañía: los ejercicios espirituales. Pero el 9 de agosto de 1767 Carlos III decidió disolver mediante un decreto la imponente obra jesuítica y posteriormente el papa Clemente XIV suprimiría la orden. A partir de entonces, todo lo relacionado con los jesuitas estaba prohibido. La gente sufría por el vacío espiritual y social que había dejado la ausencia de la Compañía.
Mama Antula, a sus 38 años, considerada vieja para la época, decidió volver con los ejercicios ignacianos a pesar de la tajante restricción. Estaba decidida a hacer flamear la bandera censurada de San Ignacio a lo largo y lo ancho del actual territorio argentino. El primer paso era conseguir el permiso de las autoridades religiosas y civiles y lo que resultaba casi imposible era que aceptaran ese proyecto contrario a la ley. A pesar de todo esto consiguió la complicidad y autorización del obispo Moscoso y Peralta que le daba amplios permisos para toda la gobernación del Tucumán, que abarcaba varias provincias norteñas.
Su preocupación era encontrar una casa para tanta gente, un predicador cómplice, y una abundante limosna para solventar el sustento de todos los ejercitantes durante diez días. Además, la inquietaba que la gente pensara que no estaba en sus cabales, que su idea era excéntrica, que ni siquiera era monja.
Juntos virreyes y esclavos
Mama Antula, para llevar a cabo su proyecto, se rodeó de otras mujeres que espontáneamente empezaron a seguirla cautivadas por su carisma. Reabrió la primera casa de ejercicios en su tierra natal, Santiago del Estero. En su casa participaban todas las clases sociales desde los virreyes hasta los esclavos, todos compartían el mismo espacio y comían la misma comida. Las grandes señoras servían a las campesinas, algo impensado para aquel tiempo donde las clases no se mezclaban y hasta caminaban por diferentes veredas. Este logro de Mama Antula la convirtió en la precursora de los derechos humanos en la Argentina.
El éxito de los ejercicios la motivó a seguir por Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Córdoba, donde se quedó más de dos años. En Córdoba retomó el contacto vía carta con los jesuitas exiliados en los territorios vaticanos. Esas epístolas y las subsiguientes permitieron reconstruir la obra y vida de Mama Antula y además la posicionan como la primera escritora rioplatense.
Al llegar a Buenos Aires contaba con cuatro mil kilómetros caminados. La bienvenida fue muy hostil. Llegó cargando la cruz y arrastrando un carrito desbaratado. Sus ojos azules se destacaban dentro de la capa oscura jesuita, deshilachada, llena de espinas, además tenía los pies descalzos y ultrajados. Su aspecto generó el rechazo inmediato de todos los porteños. La acompañaba un grupo de mujeres también harapientas.
Apenas ingresó a la capital porteña, un grupo de muchachos empezó a burlarse de ellas, a gritarles, hasta tirarles piedras y barro, y consiguieron herirlas. Mama Antula y las otras mujeres se refugiaron en la pequeña iglesia de la Piedad, ubicada en el actual barrio de Congreso, donde hoy descansan sus restos mortales, como fue su voluntad.
Tras meses de espera consiguió los permisos del virrey Vértiz y del obispo Malvar y Pinto para abrir casas de Ejercicios. Su convocatoria fue tan masiva que hasta el teatro tuvo que cerrar por falta de público. En 1788, María Antonia había recibido en sus ejercicios a setenta mil personas entre los que se incluyeron muchos hombres del Primer Gobierno Patrio como Cornelio Saavedra, Manuel Alberti, Mariano Moreno.
Su propia casa de Ejercicios
En 1795 inauguró su propia casa de Ejercicios, “La Santa Casa de Ejercicios”, ubicada en Independencia 1190 en el barrio de Constitución, el edificio colonial más antiguo de la Ciudad.
Mama Antula tenía dones extraordinarios que quedaron registrados en la “Positio”, el documento vaticano que recopila toda la información sobre su causa de beatificación y canonización. Testimonios cuentan que Mama Antula, en varias de sus casas de ejercicios, multiplicaba la comida ante la falta de alimentos. Se bilocaba, es decir aparecía en dos lugares al mismo tiempo, tenía visiones del futuro, mutaba las sustancias, entre otros dones especiales que demostró en reiteradas oportunidades hasta que falleció el 7 de marzo de 1799.
Ya en vida Mama Antula tenía fama de santidad. Por eso, en 1905 se inició su causa de canonización, la primera en Argentina. El 27 de agosto de 2016 fue beatificada en Santiago del Estero tras el reconocimiento de un milagro que realizó post mortem. Se trató de la curación inexplicable en 1904 de María Rosa Vanina, una religiosa de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, que fue decepcionada por los médicos tras contraer una sepsis generalizada, en un tiempo en el que no existía la penicilina, invocando la intercesión de Mama Antula después de pocos días se curó.
Actualmente, Mama Antula sigue esperando ser declarada santa, una vez que sea comprobado un segundo milagro. De ser así se convertirá en la primera santa mujer de la República Argentina, y las recientes palabras del papa Francisco son muy esperanzadoras.
* Las autoras de las biografías: Mama Antula, la fede di una donna indomita (Libreria Editrice Vaticana, 2020). Mama Antula, la Mujer más rebelde de su tiempo. (Planeta 2019). Descalza. Mama Antula la mujer que desafió los poderes máximos. (Ed. Santa Maria, 2017).
Autoras: Nunzia Locatelli y Cintia Suárez
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Fuente: https://www.religiondigital.org/
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