El Padre Joel (su apellido será omitido a petición suya, sin embargo todo lo que se relata es absolutamente real) es un sacerdote joven y devoto, pero hace no mucho tiempo estuvo atravesando una fuerte crisis de fe. Debido a su inquietud intelectual, el Padre Joel leía mucho, y entre sus lecturas había mucho material cientificista, naturalista y materialista, pues le gustaba conocer de todo. Influido por sus lecturas había llegado a un punto en el que no podía entender cómo Jesucristo podía estar realmente presente en la Eucaristía, parecía ilógico que una persona pudiera contener su cuerpo en un simple pedazo de pan. Debido a sus dudas decidió pasar largas horas en la iglesia frente al Santísimo, tratando de encontrar respuestas, que Jesús le dijera algo.
Una noche, mientras estaba rezando, el Padre Joel sintió una presencia extraña a su alrededor. Entonces, escuchó una voz siniestra que parecía venir del mismo infierno.
"Joel, ¿por qué tienes dudas sobre la presencia de Jesucristo en la Eucaristía?"
El Padre Joel se sorprendió y se asustó al mismo tiempo. No podía ver a nadie en la iglesia, pero la voz parecía real.
"¿Quién eres tú?", preguntó el Padre Joel
"Soy un mensajero del infierno", respondió la voz. "He venido a decirte que Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía, aunque mi señor, Satanás, quiere que los hombres pierdan la fe. He sido enviado a tentarte, a sembrar en ti la duda para que pierdas la fe y abandones el sacerdocio, pero hoy él está aquí, Jesús me está obligando a decirte la verdad. Yo soy el que he estado logrando que cuestiones la Eucaristía, soy yo el que hago que leas contenido que pone en duda tu fe cristiana, pero no puedo hacer nada contra Él. Jesús no va a permitir que te pierdas, así que me obliga a decirte la verdad".
El Padre Joel se quedó desconcertado.
"¿Qué verdad?", preguntó.
"La verdad sobre mí", dijo la voz. "Estoy trabajando para que pierdas la fe en Jesucristo, pero él me está obligando a decirte la verdad sobre la Eucaristía. Jesucristo está realmente presente en ella".
El Padre Joel no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo podía ser cierto? ¿Cómo podía un mensajero del infierno saber algo así?
"¿Por qué me estás diciendo esto?", preguntó Padre Francisco.
"Porque Jesucristo quiere que sepas la verdad. Quiere que tengas fe en él y que compartas la Eucaristía con los demás", respondió la voz. "Mi señor sabe que nunca podrá vencer a la verdad, y la verdad es que la Eucaristía es el mayor regalo que Dios ha dado a la humanidad".
El Padre Joel reflexionó sobre las palabras del mensajero del infierno. ¿Podría ser que realmente hubiera una presencia divina en la Eucaristía?
"Gracias por tus palabras", dijo Padre Francisco. "Has revelado la verdad sobre la Eucaristía. Ahora te ordeno en el nombre de Jesucristo que te vayas de aquí y nunca regreses".
El sacerdote cerró los ojos y rezó en silencio. Cuando abrió los ojos de nuevo, la extraña presencia había desaparecido. Padre Francisco se sintió renovado y con una fe más fuerte que nunca antes. Sabía que la Eucaristía era realmente un regalo divino y que debía compartirla con su comunidad de una manera más profunda y significativa.
El Padre Joel había leído muchos libros y artículos científicos que cuestionaban la existencia de Dios y la veracidad de la religión. Había llegado a cuestionar si la fe y la razón podrían coexistir. A menudo, se encontraba luchando para reconciliar sus creencias religiosas con las teorías científicas que había estudiado.
Sin embargo, después de su experiencia con ese demonio, el Padre Joel comenzó a darse cuenta de que su fe y la ciencia no eran mutuamente excluyentes. Comprendió que había muchos aspectos de la vida y del universo que la ciencia no podía explicar, pero que su fe podría proporcionar una explicación más profunda y significativa.
La experiencia del Padre Joel le enseñó que no todo se puede explicar por medio de la ciencia y que la fe puede ser un camino para llegar a la verdad de una manera diferente. Aprendió que la fe y la razón son complementarias y que ambas son necesarias para comprender el mundo y la existencia humana.
Con su fe renovada, el Padre Joel se dedicó a compartir su experiencia con otros, especialmente con aquellos que también luchan con la reconciliación de la fe y la ciencia. Se dio cuenta de que su experiencia no solo había cambiado su propia vida, sino que también podría ser un catalizador para el cambio en la vida de los demás.
En su sermón del domingo siguiente, el Padre Joel habló sobre su experiencia y cómo había encontrado la verdad en la Eucaristía. A partir de ese día, se convirtió en un defensor aún más ferviente de la Eucaristía y de su papel en la vida de los cristianos.
Los fieles comenzaron a notar un cambio en la forma en que el Padre Joel oficiaba las misas. Se convirtió en un líder más devoto y comprometido con su comunidad, y su fe y entusiasmo se reflejaron en las celebraciones religiosas.
Esta experiencia no solo cambió su propia vida, sino que también se convirtió en un catalizador para el cambio en la vida de los demás.
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