La fe es ciertamente un elemento crucial en la vida de todo creyente, pero la enseñanza católica no puede sostener la idea de "sola fe". El apóstol Santiago nos dice en su carta: "¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe lo puede salvar?" (Santiago 2, 14).
Es decir, la fe por sí sola no es suficiente para salvarnos. La fe debe manifestarse en obras concretas de amor y servicio hacia los demás. De hecho, en el Evangelio de Mateo, Jesús nos dice que seremos juzgados según nuestras acciones: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme" (Mateo 25, 35-36).
Además, la enseñanza católica sostiene que la fe no es solo una creencia intelectual, sino una relación personal con Dios que se vive en comunidad. Jesús instituyó una Iglesia y nos llamó a formar parte de ella, a recibir los sacramentos y a vivir en comunión con nuestros hermanos y hermanas en la fe. San Pablo nos dice en su carta a los Romanos: "Pues como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así también nosotros, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a los demás" (Romanos 12, 4-5).
En resumen, la enseñanza católica no puede sostener la idea de "sola fe" porque la fe debe manifestarse en obras concretas de amor y servicio, y porque la fe se vive en comunidad en la Iglesia que Jesús instituyó.
Además, la enseñanza católica también sostiene que la salvación no es solo una cuestión de fe personal, sino que implica la gracia de Dios y la cooperación humana. Como dice San Pablo en su carta a los Filipenses: "Trabajad en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es quien produce en vosotros el querer y el hacer, según su beneplácito" (Filipenses 2, 12-13).
Es decir, la salvación no es algo que podamos ganar por nuestra cuenta a través de nuestra fe personal, sino que es un don gratuito de Dios que debemos recibir con humildad y gratitud, y que implica nuestra colaboración activa en su obra de amor y redención. Como dice el Concilio de Trento, la salvación es "un don que se recibe a través de la fe, y que se aumenta mediante las obras" (Sesión VI, Capítulo VIII).
En conclusión, la enseñanza católica no puede aceptar la idea de "sola fe" porque la fe debe manifestarse en obras de amor y servicio, porque la fe se vive en comunidad en la Iglesia que Jesús instituyó, y porque la salvación es un don gratuito de Dios que implica nuestra colaboración activa en su obra de amor y redención. Como sacerdote católico, animo a todos los creyentes a profundizar en su fe y a expresarla en obras concretas de amor y servicio hacia los demás, y a buscar siempre la gracia y la colaboración divina en su camino hacia la salvación eterna.
Autor: Padre Ignacio Andrade
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