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«Sin el Espíritu Santo, la fe es una mera doctrina y la moral solo un deber»


El Papa Francisco ha cumplido con la agenda programada y, pese a la fiebre del viernes que le obligó a suspender su agenda, este fin de semana ha retomado todos sus compromisos previstos. Este domingo ha presidido la solemnidad de Pentecostés en la basílica de San Pedro. Como ya viene siendo habitual, ha celebrado otro cardenal, en esta ocasión ha sido João Braz de Aviz, prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

En su homilía, el Papa ha explicado el papel del Espíritu Santo. Ha asegurado que «es Aquel que, al principio y en todo tiempo, hace pasar las realidades creadas del desorden al orden, de la dispersión a la cohesión, de la confusión a la armonía». Su ámbito de actuación, ha dicho el Papa, es el mundo que ha creado, la Iglesia y nuestros corazones.

«¡Pidámosle que venga cada día a nuestro mundo!»

Precisamente Francisco ha comenzado su homilía recordando que en el mundo hay mucha discordia provocada por «el que divide», es decir, por el demonio. Él es el culpable de la falta de armonía que se manifiesta en guerras y conflictos porque «es el espíritu de la división» que alimenta las hospitalidades. «Él goza con los antagonismos, con las injusticias, con las calumnias. Y, frente al mal de la discordia, nuestros esfuerzos por construir la armonía no son suficientes», por eso, se hace necesario el Espíritu Santo, que es el Espíritu bueno que se opone a la división y trae la paz. «¡Pidámosle que venga cada día a nuestro mundo!», ha exclamado el Pontífice.

El Espíritu Santo también actúa en la Iglesia desde el día de Pentecostés. Francisco ha asegurado que el Espíritu no llegó «impartiendo instrucciones y normas a la comunidad, sino descendiendo sobre cada uno de los apóstoles dándoles gracias y carismas distintos»: «Todos llenos, así empieza la vida de la Iglesia; no por un plan preciso y articulado, sino por la experiencia del mismo amor de Dios».

«Ser dóciles al soplo del Espíritu»

Fue una pluralidad que no generó confusión: «Al Espíritu, como en la creación, le gusta crear armonía partiendo precisamente de la pluralidad. Su armonía no es un orden impuesto y homologado. No es así; en la Iglesia hay un orden organizado de acuerdo a la diversidad de los dones del Espíritu». El Papa ha indicado que este es también un camino del Espíritu para crear armonía y ha querido referirse al proceso sinodal en curso. Ha insistido en que no se trata de un parlamento «para reclamar derechos y necesidades de acuerdo a la agenda del mundo», sino una ocasión «para ser dóciles al soplo del Espíritu».

Así, Francisco ha destacado que la Iglesia necesita del Espíritu Santo porque «sin Él la Iglesia permanece inerte, la fe es una mera doctrina, la moral solo un deber y la pastoral un simple trabajo. Con Él, en cambio, la fe es vida, el amor del Señor nos conquista y la esperanza renace». Y ha pedido que el Espíritu Santo esté de nuevo en el centro de la Iglesia porque, de lo contrario, «nuestro corazón no será inflamado de amor por Jesús, sino por nosotros mismos». También ha invitado a poner el Espíritu en el centro de los trabajos sinodales.

Armonizar los corazones desgarrados por el mal

Por último, el Pontífice ha explicado que el Espíritu Santo es el que crea armonía en nuestros corazones. Porque cuando Jesús envía al Espíritu Santo «lo da con un fin específico: para perdonar los pecados, es decir, para reconciliar los ánimos, para armonizar los corazones desgarrados por el mal, rotos por las heridas, por los sentimientos de culpa». Por ello, el Papa ha animado a buscar la armonía en el Espíritu y no en sucedáneos mundanos. «Si el mundo está dividido, si la Iglesia se polariza, si el corazón se fragmenta, no perdamos tiempo criticando a los demás y enojándonos con nosotros mismos, sino invoquemos al Espíritu», ha concluido Francisco.

Autora: Ángeles Conde Mir

Fuente: https://alfayomega.es/

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