En ocasiones, un icono o cuadro de la Virgen, de forma milagrosa o inexplicable empieza a generar líquido, a menudo con buen olor, y delante de testigos. Su origen es inexplicable, como lo suele ser su cantidad, y se detiene también sin razón aparente, con frecuencia después de empapar el suelo o unos paños o algodones.
Recientemente, como ya lo recogió CariFilii, vivió eso en 2022 el cantante griego Nikos Economópulos, cuando filmaba un documental llamado «Faith» con la cadena televisiva de pago Ant1+ (similar al Canal+ en España). Estando en una iglesia, con cámara y todo, contempló un icono que empezaba a exudar un líquido que él mismo pudo tocar y ver cómo se derramaba, chorreando y empapando el suelo y llenándolo todo de olor a mirra. (Léalo aquí).
Un caso similar se dio en 1982, en el fenómeno de Soufanieh, en Damasco, que tanto los obispos católicos como ortodoxos del lugar reconocieron como verdadero. Un icono de la Virgen María sudó un aceite de origen inexplicado en la casa del matrimonio Nazzour: el marido, Nicolás, era ortodoxo, y la esposa, Myrna, era católica de rito griego. Varias personas dijeron sanarse con este aceite. Myrna dijo además ver a la Virgen en 1982 y 1983.
En España, se celebró hace poco el quinto centenario del caso de la Virgen del Milagro de Cocentaina (Alicante), que lloró (o más bien se cubrió de una sustancia misteriosa que olía bien) en 1520, durante una misa en el palacio de los duques. Levantaron acta notarial los testigos ese mismo año (el acta se guarda en Alcoy y se ha expuesto durante este quinto centenario).
Y vamos a comentar con detalle un caso que sucedió el 9 de mayo de 1636 (cada 9 de mayo se celebra) en Santa Fe, Argentina, ciudad que hoy tiene unos 400.000 habitantes. Se parece al de Cocentaina, porque incluye también un cuadro de la Virgen, autoridades cultas asombradas y acta notarial o documentación, además de una investigación formal. Nada de rumores y habladurías.
Una iglesia y un cuadro obra de jesuitas
En 1573 se fundó Santa Fe, como una población a mitad de camino entre Asunción (Paraguay) y Buenos Aires, en la costa. Sus primeros habitantes eran criollos, españoles nacidos en tierra americana. Muy pronto, en 1595, pidieron al provincial de los jesuitas de Asunción que enviaran sacerdotes jesuitas a Santa Fe. Así, en 1609 llegaron el padre Francisco del Valle y el hermano Juan de Sigordia. En 1610 empezaron a edificar su escuela e iglesia.
En 1634 pasó por la ciudad, camino de las misiones paraguayas, el hermano jesuita francés Luis Berger. Además de ser un músico virtuoso y el primer lutier (fabricante de instrumentos) de Paraguay, era pintor y maestro de pintura.
Unos Congregantes de la Virgen le pidieron que pintara una imagen de la Mujer del Apocalipsis (capítulo 12), con la luna de pedestal y su corona de doce estrellas. El nombre de la advocación que le dieron era «La Pura y Limpia Concepción». El lienzo aún se conserva: hoy se venera en el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros, y algunos consideran que puede ser la pintura más antigua de Argentina.
El 9 de mayo de 1636, la imagen estaba alta en el templo jesuita, edificio junto a la plaza mayor. Pronto por la mañana, el padre Pedro de Helgueta oraba arrodillado ante el cuadro que dos años antes había dejado el hermano Berger. En cierto momento, se dio cuenta de que el lienzo brillaba, estaba húmedo. Se acercó y vio que la pintura estaba seca en la mitad superior, pero en la mitad inferior caían hilos de agua, innumerables gotas, como un sudor, que caían del cuadro y mojaban los manteles del altar.
El sacerdote no estaba solo en la iglesia, había más personas que se acercaron y contemplaron asombradas el fenómeno. Empaparon algodones y lienzos en el líquido que caía del cuadro, y empezaron las exclamaciones de asombro y alegría. ¿No era eso un signo de la Virgen, un regalo del Cielo?
Enseguida llegaron las autoridades, que eran:
– el sacerdote Hernando Arias de Mansilla, vicario y juez eclesiástico de Santa Fe;
– el teniente de gobernador y Justicia Mayor, Alonso Fernández Montiel;
– el general Juan de Garay, hijo del fundador de la ciudad;
– y, para que no falte documentación y papeles, el escribano del rey, Juan López de Mendoza.
El sacerdote se subió a un banco y tocó con sus dedos la tela del cuadro. El líquido manaba copiosamente y desbordaba sus manos. Y, según recoge el acta de ese mismo día, sucedió así durante más de una hora.
También se conservan aún los algodones tocados en el sudor, guardados en un relicario. Los devotos pueden besarlo el día 9 de cada mes.
Milagros e investigación del obispo
En los siguientes días y meses, e incluso años, los fieles empezaron a atestiguar numerosos favores, milagros y curaciones asombrosas que atribuían a la Virgen, y que el mismo escribano real, López de Mendoza, anotaba con detalle. Los santafesinos empezaron a llamar a esa Virgen «Nuestra Señora de los Milagros».
Antes de acabar el año, el 22 de diciembre, el obispo de Asunción del Paraguay, Cristóbal de Aresti, benedictino de Valladolid, que había llegado a Paraguay siete años antes, al ser nombrado obispo con unos 30 años, reconoció el líquido exudado como milagro auténtico, dada la abundancia de testigos. Muchos lo vieron, se levantó acta al instante, se describieron los hechos con detalle y abundaron luego las curaciones.
De hecho, el mismo obispo, camino de Buenos Aires, pasó por Santa Fe y certificó personalmente varias curaciones y hechos milagrosos.
Así, no nos encontramos ante una historia de rumores o habladurías, sino un hecho bien documentado e investigado con actitud crítica desde el primer momento.
La ciudad no es la misma: se trasladó 80 kilómetros
Hoy Santa Fe no está en el mismo lugar. Debido a las inundaciones constantes y ataques de indios, en 1660 la ciudad se trasladó 80 km más al sur. Los jesuitas volvieron a construir su templo, terminado en 1670, el mismo que hoy se puede visitar como santuario.
En 1767 los jesuitas fueron expulsados de los territorios españoles. Su templo y escuela se mantuvo cerrado y se impidió el culto a Nuestra Señora de los Milagros hasta 1862, casi un siglo. Pero se mantuvo su recuerdo. Cuando volvieron los jesuitas en 1862, reabrieron escuela y templo y volvió el cuadro a la nave lateral, actual altar de Santa Teresa.
Trescientos años después del milagro, en 1936, el templo jesuita nuevo fue declarado santuario, y también Monumento Histórico Nacional. Pío XI otorgó la Coronación Pontificia al cuadro de Nuestra Señora y se nombró a Nuestra Señora de los Milagros como Patrona de los jesuitas de la provincia argentina, como detalla en un artículo para El Litoral Carlos Eduardo Pauli, del Centro de Estudios Hispanoamericanos.
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