El hermano César Galán ya es oficialmente sacerdote. Con 50 años, y después de una conflictiva juventud que lo dejó en silla de ruedas, recuerda cómo encontró a Dios en medio de esta tragedia y del dolor por la pérdida de su hermano.
El 3 de junio, el Arzobispo José H. Gómez ordenó ocho nuevos sacerdotes para la Arquidiócesis de Los Ángeles. Entre ellos se encontraba el padre César Galán.
En una entrevista realizada para LA Catholics, el hermano César relató su inspiradora historia de fe.
El hermano César fue el sexto de ocho hermanos y desde temprana edad fue educado en la fe por su padre, quien lo llevaba a Misa y le enseñó a rezar el Rosario.
Sin embargo en Artesia, la ciudad del condado de Los Ángeles en la que creció, las calles que frecuentaba ofrecían muchas tentaciones y pocas esperanzas para jóvenes como él. Para mantenerlo alejado de las calles, un amigo le ofreció un trabajo en un almacén a los 13 años.
Esos años de trabajo en el turno noche le permitieron comprar un auto y mudarse a un mejor vecindario al terminar la escuela secundaria.
Sin embargo, el 3 de abril de 2001 su vida dio un vuelco. Después de salir del trabajo, fue a pasar el rato patio trasero de un amigo con algunos otros conocidos. Entre ellos, recordó el padre César, estaba su hermano Héctor y “uno de los muchachos del barrio” que acababa de salir de la cárcel.
Héctor y el hombre comenzaron a discutir. Eventualmente se fueron para continuar su discusión en el patio delantero, pero Héctor regresó para pedirle a su hermano las llaves de su auto: "Pensé para mí mismo, está bien, no hay problema".
Poco después escuchó un disparo. Inmediatamente salió corriendo y chocó con el hombre que huía después de dispararle a su hermano. César trató entonces de quitarle el arma de las manos al agresor.
Lo siguiente que supo fue que estaba tirado en el pavimento, incapaz de moverse. Había sido alcanzado por dos balas, una en el hombro y otra en la columna.
Un momento de paz se apoderó del joven. “Escuché una voz muy dentro de mí que decía: 'No tengas miedo, estaré contigo siempre'”, recordó.
Descubrir a Dios en medio del dolor
César volvió a abrir los ojos en una habitación de hospital en el Centro Médico St. Francis en Lynwood dos días después, después de haber sido fuertemente sedado por una serie de operaciones. El disparo en la columna lo había dejado permanentemente paralizado de cintura para abajo.
Aún no sabía que su hermano lo esperaba en la habitación de al lado pero nunca despertaría: se encontraba con soporte vital sin posibilidad de supervivencia.
El capellán del hospital dispuso que lo llevaran a la habitación de Héctor mientras aún estaba conectado a las máquinas. Los dos hermanos quedaron frente a frente, acostados en sus respectivas camas.
“No lo dije en voz alta, pero le dije, ya sabes, este no es el final. Le dije: 'Un día cerraré los ojos y cuando los abra, sé que estarás allí, serás el primero en saludarme'”.
Tras el incidente que lo dejó paralítico y el fallecimiento de su hermano, César inició un proceso que describió como "rendición".
En el proceso de recuperación se hizo íntimo amigo del capellán, quien fue la puerta de entrada para reconciliarse con Jesús y volver a la Iglesia.
“Él era Jesús para mí en ese momento”, recordó.
Así, se despertó nuevamente su fe y varios años después, en 2015, decidió dar un paso más e hizo su profesión de votos perpetuos como fraile de los pobres enfermos en la misma capilla del hospital donde había ingresado tras el incidente.
Dos años después ingresó al seminario y el 3 de junio de 2023 se convirtió en sacerdote.
Más de 20 años después del incidente y la pérdida de su hermano recuerda: “Donde hay voluntad, hay un camino”.
Autor: Andrés Jaromezuk
Fuente: https://es.churchpop.com/
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