Rezar por quien está en busca de trabajo o enfrenta problemas en él es una bella causa.
Sé de personas que todos los días rezan la letanía de san José por esa intención. Sé de jóvenes que, de vez en cuando, ofrecen misas por los desempleados y por quien está preocupado con el trabajo.
Una buena oración a san José, por cualquier motivo, pero especialmente por los problemas económicos, es el Memorare (“Acordaos”), escrito por san Bernardo en honor de Nuestra Señora, pero aplicado también a san José:
Acordaos,
Oh, piadoso
san José,
que jamás se ha
oído decir
que ninguno de los
que han acudido a vuestra presencia,
implorando vuestra asistencia
y reclamando vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos.
Animado por esta confianza,
a Vos también acudo,
Oh, padre, virgen,
entre todos singular,
como a un padre recurro a Vos, de Vos me valgo
y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer
ante vuestra presencia soberana.
No desechéis mis humildes súplicas;
Oh, padre putativo del Verbo de Dios encarnado,
antes bien, escuchadlas y
atendedlas favorablemente.
Así sea.
Sé de personas que lo recitan nueve veces por día, como si fuera una novena perpetua. Yo he visto con mis propios ojos las maravillas de la oración hecha a san José por las causas económicas y de trabajo. Es verdad que nadie que se haya dirigido a san José ha sido abandonado.
Me gusta recordar el bello testimonio de santa Teresa de Ávila a favor de la intercesión de san José. Santa Teresa escribe:
Pues como me vi tan tullida y en tan poca edad y cuál me habían parado los médicos de la tierra, determiné acudir a los del cielo para que me sanasen; que todavía deseaba la salud, aunque con mucha alegría lo llevaba, y pensaba algunas veces que, si estando buena me había de condenar, qué mejor estaba así; mas todavía pensaba que serviría mucho más a Dios con la salud. Este es nuestro engaño, no abandonarnos del todo a lo que el Señor hace, que sabe mejor lo que nos conviene.
Comencé a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que hacen algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no podía sufrir y a ellas les hacía devoción; después se ha dado a entender no convenían, que eran supersticiosas.
Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien de lo que yo le sabía pedir.
No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros de los que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, de este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide.
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