«Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: Bienaventurados...», Mt 5, 1-3
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Las Bienaventuranzas son promesas que hace Jesús de carácter sobrenatural. Bienaventurados significa felices. Pueden resultar desconcertantes debido a que pueden contener contradicciones, y son al mismo tiempo inquietantes y esperanzadoras. Encontramos las Bienaventuranzas en dos Evangelios: Mt 5, 3-12 y Lc 6, 20-26.
Mateo escribe las ocho Bienaventuranzas de forma esperanzadora, sin embargo, Lucas escribe tan solo cuatro, pero las escribe de dos maneras diferentes; como advertencia y de forma esperanzadora.
Las Bienaventuranzas responden al deseo que compartimos todos los hombres: la felicidad. Este deseo lo puso Dios en cada uno de nuestros corazones al crearnos y es nuestro fin último. «Vivo sin vivir en mí, y de tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí; cuando el corazón le di puse en él este letrero: que muero porque no muero» escribe Santa Teresa de Jesús en su poema «Vivo sin vivir en mí».
Ahora bien, no podemos aspirar a la felicidad alejados del Amor con mayúscula; no podemos ser felices sin Dios. El fin último al que Dios nos llama es Él mismo. Dios nos ha puesto en el mundo para amarle, y así ir al cielo. «¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti», afirma San Agustín.
Además de decirnos dónde encontrar a felicidad, la Bienaventuranzas nos indican dónde no la encontraremos.
Bienaventuranzas según San Mateo
Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
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