El concepto de que el sacerdote actúa en la persona de Cristo es una enseñanza fundamental de la Iglesia Católica. Esta doctrina se basa en la comprensión de que el sacerdote, a través del sacramento del Orden Sagrado, recibe una participación en el sacerdocio de Cristo.
Para entender mejor esta enseñanza, es importante remontarnos a las palabras y acciones de Jesús durante su ministerio terrenal. Jesús, como el Hijo de Dios encarnado, es el único y verdadero Sumo Sacerdote. En la carta a los Hebreos, se nos dice que Jesús es "sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec" (Hebreos 5:6).
En el Antiguo Testamento, el sacerdocio levítico era una figura y prefiguración del sacerdocio de Cristo. Sin embargo, Jesús vino a cumplir y perfeccionar ese antiguo orden sacerdotal. En lugar de ofrecer sacrificios animales repetidamente, Jesús ofreció un único y perfecto sacrificio de sí mismo en la cruz por la redención de la humanidad.
En la última cena, Jesús instituyó la Eucaristía y dio a sus apóstoles el mandato de "haced esto en memoria mía" (Lucas 22:19). En ese momento, Jesús confirió a sus apóstoles el poder y la autoridad de perpetuar su sacrificio redentor a través de la celebración de la Misa. Es en este contexto que entendemos el concepto de que el sacerdote actúa en la persona de Cristo durante la Misa.
El Catecismo de la Iglesia Católica también aborda este tema en el número 1548, donde se afirma que "en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, el sacerdote actúa en la persona de Cristo Cabeza". Esto significa que el sacerdote, al celebrar los sacramentos y especialmente la Eucaristía, actúa en nombre y en representación de Cristo mismo.
La enseñanza de que el sacerdote actúa en la persona de Cristo tiene profundas implicaciones teológicas y sacramentales. En primer lugar, significa que el sacerdote no está actuando por sí mismo, sino como un instrumento de Cristo. Es Cristo mismo quien realiza los sacramentos a través del ministerio del sacerdote.
En segundo lugar, esto nos recuerda que la Misa es mucho más que una simple conmemoración o recuerdo del sacrificio de Cristo en la cruz. Durante la Misa, el sacrificio de Cristo se hace presente de manera real y sustancial bajo las apariencias del pan y el vino. El sacerdote, al pronunciar las palabras de la consagración, invoca al Espíritu Santo para que transforme el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es a través de esta acción sacramental que Jesús se hace presente en medio de nosotros.
En tercer lugar, la enseñanza de que el sacerdote actúa en la persona de Cristo nos llama a reconocer la importancia y la dignidad del sacerdocio ministerial. El sacerdote, al ser configurado sacramentalmente a Cristo, participa de manera especial en su misión de enseñar, santificar y gobernar al pueblo de Dios.
Esto implica que el sacerdote tiene la autoridad y la responsabilidad de administrar los sacramentos, predicar la Palabra de Dios, guiar a los fieles en su vida espiritual y pastoral, y representar a Cristo en medio de la comunidad. El sacerdote es un signo visible y tangible de la presencia de Cristo en la Iglesia y en el mundo.
La enseñanza de que el sacerdote actúa en la persona de Cristo también nos llama a una mayor reverencia y respeto hacia el sacerdocio ministerial. Debemos reconocer que el sacerdote es un mediador entre Dios y los hombres, y que su ministerio es esencial para nuestra salvación.
Al mismo tiempo, esta enseñanza nos invita a orar por nuestros sacerdotes, a apoyarlos en su labor pastoral y a ser conscientes de nuestras propias responsabilidades como miembros del cuerpo de Cristo. Cada uno de nosotros, tanto clérigos como laicos, tiene un papel importante que desempeñar en la vida de la Iglesia y en la misión de llevar el Evangelio al mundo.
Autor: Padre Ignacio Andrade.
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