¿Cuando Jesús baja a la hostia también sigue estando en el cielo?


Comencemos por explorar la doctrina de la presencia real. En la Última Cena, Jesús instituyó la Eucaristía cuando tomó pan y vino, los bendijo, los partió y dijo a sus discípulos: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo" y "Tomad y bebed, esta es mi sangre" (Mateo 26,26-28). En ese momento, Jesús nos dejó un regalo inmenso: la capacidad de recibir su cuerpo y sangre de una manera real y misteriosa bajo las apariencias del pan y el vino. Este es uno de los momentos más sagrados y significativos en la vida de la Iglesia.

La Iglesia Católica, en línea con las enseñanzas de Jesús y la tradición apostólica, sostiene la creencia en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Esto significa que, cuando el sacerdote consagra el pan y el vino durante la Misa, estos elementos se transforman verdaderamente en el cuerpo y la sangre de Cristo. No es un símbolo, sino una realidad sacramental. Esta creencia se basa en las palabras mismas de Jesús en la Última Cena y en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y los concilios ecuménicos a lo largo de la historia.

Ahora, en cuanto a la relación entre la presencia de Jesús en la Eucaristía y su presencia en el cielo, es importante entender que la omnipresencia de Dios es una característica fundamental de su naturaleza divina. Dios no está limitado por el tiempo o el espacio, y su presencia abarca todo el universo. Esto significa que Dios puede estar en todas partes al mismo tiempo.

Cuando Jesús está presente en la Eucaristía, no se trata de una "división" de su presencia divina. Más bien, es una manifestación especial de su presencia en la que se hace accesible de una manera tangible y sacramental para nosotros, sus seguidores. Jesús mismo nos dijo: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Esta promesa es un testimonio de su presencia constante en nuestras vidas.

Ahora, aquí es donde la respuesta se vuelve aún más profunda y hermosa. Cuando participamos en la Misa y recibimos la Eucaristía, experimentamos un misterio divino. Jesús, en su totalidad, se nos da como alimento espiritual. En ese momento, estamos unidos a él de una manera muy especial y cercana. Pero esto no significa que Jesús abandone su lugar en el cielo.

El cielo, en la teología cristiana, es la comunión eterna y perfecta con Dios. Es el destino final de todos los fieles, donde experimentaremos la plenitud de su amor y gloria. Jesús, como Dios, está en el cielo en su totalidad divina. Su presencia en la Eucaristía no disminuye su presencia en el cielo, porque Dios no está limitado por el espacio o el tiempo.

Imagina esto como un reflejo de la Trinidad: Dios es uno en tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en una comunión eterna de amor. Del mismo modo, la presencia de Jesús en la Eucaristía es una manifestación especial de su amor y cercanía con nosotros, pero él sigue siendo plenamente Dios en el cielo. No es una "división" de su ser, sino un don especial para nosotros.

Para ayudarnos a entender mejor esto, podemos recurrir al Catecismo de la Iglesia Católica. En el párrafo 1374, se nos dice: "En la celebración de la Eucaristía, recordamos y hacemos presente el misterio de la muerte y resurrección del Señor, hasta que él venga". Esta declaración destaca que la Eucaristía es un memorial del sacrificio redentor de Cristo en la cruz y que también anticipa su venida final. La Eucaristía es un vínculo entre el tiempo terrenal y la eternidad, entre la Tierra y el cielo.

Así que, en resumen, cuando Jesús está presente en la Eucaristía, sigue estando en el cielo en su totalidad divina. La Eucaristía es un misterio que nos permite experimentar de manera especial y tangible su amor y presencia, pero no limita su presencia divina en el cielo. En la Misa, participamos en la comunión de los santos, unidos a todos los fieles vivos y fallecidos, y anticipamos la gloria eterna que nos espera en el cielo.

La Eucaristía es uno de los tesoros más preciosos de nuestra fe, y nos da la oportunidad de encontrarnos con Jesús de una manera muy íntima. Cuando recibimos la hostia consagrada, estamos en presencia del mismo Cristo que está en el cielo, que nos ama y se nos da como alimento espiritual para fortalecernos en nuestro viaje de fe.

Espero que esta respuesta te haya ayudado a comprender mejor este hermoso misterio de fe. Si tienes más preguntas o deseas explorar más profundamente este tema, no dudes en preguntar. La Eucaristía es un tema que siempre ofrece un río inagotable de reflexión y contemplación. ¡Que Dios te bendiga en tu camino de fe y te guíe en tu relación con Jesús en la Eucaristía y en el cielo! 

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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