¿Por qué los bautistas no bautizan a los bebés y por qué están bíblicamente equivocados?

Tu pregunta sobre el bautismo, especialmente en relación con la práctica de los bautistas de no bautizar a los bebés, es muy pertinente y merece una consideración profunda y reflexiva. Es esencial entender las diferentes tradiciones y perspectivas en torno al bautismo para apreciar completamente el significado y la importancia de este sacramento en la Iglesia Católica.

El bautismo es un sacramento fundamental en la Iglesia Católica y en muchas tradiciones cristianas. A través del bautismo, los creyentes son incorporados en la familia de Dios y reciben el perdón del pecado original. Este sacramento, que encuentra sus raíces en las Escrituras, tiene profundas implicaciones teológicas y espirituales.

Para entender por qué los bautistas no bautizan a los bebés, es crucial revisar las Escrituras y la tradición cristiana temprana. En el Nuevo Testamento, encontramos ejemplos de bautismos de adultos que profesaban su fe en Jesucristo, como el bautismo de Jesús por Juan el Bautista y los bautismos realizados por los apóstoles y discípulos en las primeras comunidades cristianas. Por esta razón estos hermanos separados creen que el bautismo es y debe ser exclusivo para creyentes, es decir, para personas que ya tengan la suficiente edad y madurez como para creer y tener una fe personal consciente en Jesús, a esto se le llama "credobautismo".

Sin embargo, en la Biblia también encontramos indicios de que el bautismo no se limita a los adultos que profesan su fe personalmente. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, leemos acerca del bautismo de familias enteras. Por ejemplo, en Hechos 16, 15, leemos sobre el bautismo de la familia de Lidia: "Y cuando fue bautizada, junto con su familia, nos rogó, diciendo: 'Si ustedes han juzgado que soy fiel al Señor, vengan a mi casa y quédense'".

Además, el apóstol Pedro declara en Hechos 2, 38-39: "Arrepiéntanse y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios quiera llamar".

Esta declaración de Pedro destaca que la promesa de Dios, que se sella a través del bautismo, incluye a los hijos, lo que implica una conexión directa con la práctica del Antiguo Testamento de la circuncisión. La circuncisión era la señal del pacto en el Antiguo Testamento que se administraba a los bebés varones en la edad de ocho días. Este acto de circuncisión implicaba la entrada del niño en la comunidad del pacto con Dios. En el Nuevo Testamento, el bautismo reemplaza la circuncisión como la señal del nuevo pacto en Cristo.

San Pablo también enfatiza la conexión entre la circuncisión y el bautismo en Colosenses 2, 11-12: "En él, ustedes han sido circuncidados no con una circuncisión hecha por mano humana, sino con la circuncisión hecha por Cristo, al despojarse del cuerpo pecaminoso. Mediante el bautismo, también ustedes fueron sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva".

Este pasaje muestra cómo el bautismo, en el contexto del nuevo pacto, reemplaza la circuncisión. Así como la circuncisión incluía a los bebés varones en el pacto del Antiguo Testamento, el bautismo incluye a los bebés y adultos por igual en el pacto del Nuevo Testamento.

Hay que señalar que no todos los protestantes rechazan el bautismo de bebés; comunidades cristianas como los luteranos y los reformados (calvinistas), como así también los metodistas, practican hasta nuestros días el bautismo de infantes (paidobautismo).

E, cuanto a nosotros los católicos, el Catecismo de la Iglesia Católica subraya la importancia del bautismo como el sacramento del nuevo nacimiento. Se nos enseña que el bautismo, administrado tanto a adultos convertidos como a bebés, nos libera del pecado original y nos hace hijos adoptivos de Dios. El Catecismo también enfatiza que el bautismo es un sacramento de la fe que debe ser recibido con fe, y los padres y padrinos tienen un papel fundamental en asegurar que los niños bautizados crezcan en la fe cristiana.

En resumen, la práctica del bautismo de bebés en la Iglesia Católica y en muchas otras tradiciones cristianas se basa en las Escrituras y en la comprensión teológica del bautismo como el sacramento del nuevo pacto. A través del bautismo, tanto los adultos que profesan su fe como los bebés son incorporados en la comunidad de creyentes y reciben la gracia salvadora de Dios.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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