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¿De qué se trataban las ofrendas y los diezmos en la biblia?


En el Antiguo Testamento, los diezmos y las ofrendas tenían un propósito fundamental: sustentar a los sacerdotes y levitas, quienes no poseían tierras para cultivar o animales para criar, ya que su dedicación era al servicio del templo y a las necesidades espirituales de la comunidad. En el libro de Levítico, por ejemplo, encontramos la instrucción divina de los diezmos: "Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando entren en la tierra que yo les doy, la tierra guardará reposo para el Señor. Seis años sembrarás tu tierra y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos; pero el séptimo año será un año de descanso sabático para la tierra, un reposo en honor del Señor" (Levítico 25, 2-4). Durante este tiempo de reposo, las ofrendas y los diezmos eran especialmente importantes para sostener a aquellos que se dedicaban al servicio religioso.

En cuanto a los diezmos, la palabra "diezmo" proviene del latín "decimus", que significa "décimo". La práctica de los diezmos implicaba dar el diez por ciento de la cosecha, los animales o los ingresos a Dios como una muestra de gratitud y reconocimiento de que todo pertenece a Dios. Este principio se encuentra en el Antiguo Testamento, en pasajes como Levítico 27, 30: "Todos los diezmos de la tierra, ya sea de la semilla sembrada o del fruto de los árboles, son del Señor; son cosas consagradas al Señor". Los diezmos se destinaban a sostener a los sacerdotes y a los levitas, quienes a su vez ayudaban a los necesitados en la comunidad.

Las ofrendas, por otro lado, eran donaciones voluntarias ofrecidas al Señor para financiar los sacrificios, el mantenimiento del templo y las necesidades de los pobres y los extranjeros. Las Escrituras nos enseñan sobre la importancia de dar con generosidad y alegría. En 2 Corintios 9, 7, San Pablo nos dice: "Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría".

Es importante mencionar que en el Nuevo Testamento, específicamente en el libro de Hebreos, encontramos una perspectiva interesante sobre los diezmos. En Hebreos 7, 8, se compara a Melquisedec, un sacerdote y rey en el Antiguo Testamento, con Cristo, y se dice que Abraham, el padre de la fe, le dio el diezmo. Esto se presenta como un ejemplo de cómo el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio levítico, ya que Melquisedec era un sacerdote de Dios Altísimo mucho antes de que existiera la ley del Antiguo Testamento. Esta conexión nos recuerda que nuestra relación con Dios y nuestro compromiso financiero con la Iglesia deben basarse en la fe, el amor y el discernimiento, y no simplemente en obligaciones legales.

Ahora, con respecto a las prácticas modernas de diezmos que algunas iglesias evangélicas han adoptado, es importante entender que cada denominación puede interpretar y aplicar los principios bíblicos de manera diferente. Algunas iglesias evangélicas enseñan la importancia de dar el diezmo como una muestra de obediencia a Dios y confianza en su provisión, mientras que otras pueden tener un enfoque más flexible basado en el principio del dar con generosidad y alegría.

Sin embargo, es verdad que en algunas comunidades evangélicas, los diezmos pueden ser interpretados de manera más legalista, lo que lleva a un énfasis en el cumplimiento de esta obligación en lugar de enfocarse en el corazón y la alegría de dar. En estos casos, los fieles pueden sentirse presionados o incluso manipulados para dar el diezmo, lo cual no refleja el espíritu de generosidad y gratitud que encontramos en las Escrituras.

Es muy triste, pero la realidad es que muchas personas que se han nombrado a sí mismos "pastores", sin ninguna formación teológica formal o sin que comunidad eclesiástica alguna los haya ordenado como tales, hacen un gran negocio amenazando a sus seguidores con pasajes del Antiguo Testamento, atemorizándolos con amenazas sobre castigos o maldiciones si no pagan (a ellos, obviamente) el diezmo.

Los israelitas daban el diezmo a su propio Magisterio, es decir, a las autoridades del Templo de Jerusalén, lo extraño es que las comunidades evangélicas no reconocen Magisterio alguno, puesto que afirman que no hay espiritualmente hablando autoridad humana alguna en el Nuevo Pacto, ya que la única autoridad que el creyente debe reconocer, según ellos, es la Escritura, por tanto, ¿a qué "magisterio" estaría obligado el hermano separado a pagar el diezmo? He ahí una contradicción que evidentemente los cobradores del diezmo no dejan que sea reconocida. Lamentablemente muchas de estas "iglesias" (no confundir con las comunidades protestantes históricas), terminan siendo en los hechos una gran estafa financiera.

Es fundamental entender que el Nuevo Testamento nos invita a vivir la generosidad de corazón y a dar de acuerdo con nuestras posibilidades y con alegría, pero nunca bajo el temor de las amenazas. En 2 Corintios 9, 7-8, San Pablo nos dice: "Cada uno dé como haya decidido en su corazón, no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario y toda buena obra en abundancia".

En resumen, los diezmos y las ofrendas en la Biblia se basan en principios de gratitud, generosidad y servicio a Dios y a los demás. En el Antiguo Testamento, los diezmos y las ofrendas sostenían a los sacerdotes, el templo y las necesidades de los menos afortunados en la comunidad. En el Nuevo Testamento, la Iglesia nos enseña que tenemos una responsabilidad de sostener financieramente a nuestras parroquias, capillas, etc., pero esta enseñanza se enfoca en dar con alegría, generosidad y libremente, sin sentirse obligado, amenazado, ni presionado. 

En la Iglesia católica el diezmo es solo un día del salario al año, por lo que, aunque se sigue llamando "diezmo", realmente no representa ni de cerca el 10% de los ingresos de una persona.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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