En la actualidad, las posadas han experimentado una transformación notable. Aquella tradición profundamente cristiana, centrada en la búsqueda de un refugio para María y José, ha evolucionado hacia festividades que, aunque rebosantes de alegría y camaradería, a menudo han perdido su conexión espiritual. La pregunta que resuena es clara: ¿dónde quedó la oración en medio de las luces centelleantes y las risas festivas?
Es innegable que las posadas contemporáneas han adquirido un tono más mundano. La espiritualidad que antes resonaba en el canto de villancicos y el rezo del rosario parece haberse desvanecido en el estruendo de la música popular y los brindis. No se trata de rechazar la diversión inherente a estas celebraciones, sino de cuestionarnos si hemos olvidado el corazón mismo de las posadas.
En el Evangelio de San Mateo (15,8-9), Jesús nos advierte sobre el peligro de rendir culto en vano: "Este pueblo se acerca a mí con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto; las doctrinas que enseñan son preceptos humanos". Estas palabras resuenan con fuerza cuando observamos cómo las posadas se han convertido en eventos festivos desprovistos de la espiritualidad que las inspiró.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el párrafo 2703, destaca que el corazón es el lugar de decisión y el lugar del encuentro con Dios. ¿No deberíamos, entonces, cuestionarnos si nuestras posadas actuales reflejan esta verdad? ¿O hemos permitido que se conviertan en meras fiestas mundanas, donde la oración y la reflexión cristiana han quedado en segundo plano?
La pérdida de la oración en las posadas contemporáneas no implica la eliminación de la diversión, sino más bien la búsqueda de un equilibrio. ¿Por qué no incorporar momentos de reflexión y oración en medio de la celebración? ¿Por qué no rescatar los cantos que narran la historia sagrada de María y José, recordándonos la esencia misma de estas festividades?
La carta a los Filipenses nos invita a "regocijarnos en el Señor siempre". Sin embargo, este regocijo no debe divorciarse de la oración y la conexión espiritual. Recuperar la oración perdida en nuestras posadas implica revitalizar la esencia misma de la celebración cristiana, recordando que la verdadera alegría proviene de la conexión con lo divino.
En conclusión, mientras nos sumergimos en la alegría de las posadas, recordemos que la oración y la reflexión no son elementos desechables. Mantener viva la llama espiritual en estas festividades no solo enriquece la experiencia, sino que también nos permite celebrar de manera más auténtica la llegada de Jesús. Que nuestras posadas no sean solo fiestas mundanas, sino momentos sagrados donde la oración y la alegría cristiana se entrelacen, recordándonos la importancia de buscar a Dios incluso en medio de la celebración festiva.
Autor: Padre Ignacio Andrade.
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