Las críticas dirigidas al Papa Francisco por parte de algunos sectores de la comunidad católica por haber encabezado un encuentro con un grupo de diálogo entre católicos y marxistas revelan una resistencia arraigada en una supuesta "ortodoxia tradicional", la cual, en ocasiones, se manifiesta de manera desproporcionada y sin considerar el contexto y la intención de las acciones papales.
En primer lugar, es esencial comprender que el Papa Francisco no está respaldando el comunismo ni comprometiendo la doctrina católica al promover el diálogo con intelectuales marxistas. Su llamado a la apertura al diálogo busca encontrar puntos en común para abordar problemas sociales, una acción alineada con los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, centrada en la justicia social y la solidaridad.
Las críticas que acusan al Papa de simpatizar con el comunismo ignoran la distinción entre el diálogo constructivo y el respaldo incondicional a una ideología específica. Esta falta de discernimiento puede deberse a interpretaciones selectivas y a la polarización creciente en el seno de la Iglesia entre los que reclaman una "pureza" doctrinal anclada en la visión de hace siglos, la cual según estos fieles debería ser inmutable y los que creen que la Iglesia deberá seguirse reformando y revisando sus posturas en relación a las nuevas realidades del mundo (dejando intacto lo dogmático, claro está), pues es hasta la venida del Señor cuando la Iglesia será hecha completamente perfecta.
Son esos mismos sectores socialmente conservadores que ahora acusan al Papa de querer "canonizar a Marx" o de montar una nueva Iglesia "marxista" los que también se enfurecieron cuando Francisco hizo revisar el Catecismo en su abordaje sobre la pena de muerte y cuando en ese mismo tenor nos pidió a los católicos luchar por la total abolición de la misma, pues esos grupos ultra conservadores, que recurren a citas de Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII, desearían que el Magisterio siguiera defendiendo esa cruel e inhumana medida como lo hizo hace siglos, sin tomar en cuenta los avances técnicos de las prisiones modernas que hacen de la pena de muerte un castigo completamente innecesario.
Algunos críticos parecen resistirse a aceptar el dinamismo y la flexibilidad necesarios para abordar los desafíos contemporáneos. La Iglesia, a lo largo de la historia, ha enfrentado situaciones cambiantes y ha ajustado su enfoque para cumplir con su misión fundamental. ¿Todos están al tanto que en un principio la Iglesia vio con mucha desconfianza y recelo a los nacientes Estados Democráticos en el siglo XIX? Hoy en día la Iglesia es defensora de las formas de estado democráticas. Que en otro tiempo, por situaciones históricas muy específicas, la Iglesia haya tenido que condenar al marxismo, no significa que hoy no pueda sentarse a escuchar a los marxistas (sin que por eso se tenga que aceptar todo lo que dicen o proponen. 'Escuchar no es aceptar').
El rechazo automático del diálogo con corrientes de pensamiento diferentes puede reflejar una perspectiva dogmática (en el sentido negativo) que no permite la adaptación necesaria para enfrentar los problemas del mundo moderno.
La resistencia a aceptar la importancia del diálogo refleja también una falta de comprensión sobre la naturaleza inclusiva de la Iglesia. La diversidad de pensamientos y perspectivas dentro de la comunidad católica ha sido una característica constante, y el Papa Francisco, al buscar el diálogo, está respondiendo a la riqueza de esta diversidad. Las críticas que no reconocen esta realidad pueden estar ancladas en una visión más estrecha y excluyente de la Iglesia.
Además, las críticas al Papa pueden revelar una resistencia a abandonar posturas conservadoras y una nostalgia por una visión más rígida de la Iglesia. Este anhelo de mantener una pureza doctrinal a veces lleva a una cerrazón hacia nuevas interpretaciones y enfoques que podrían ser más relevantes para el mundo actual.
Es relevante destacar que las acusaciones recurrentes de comunismo contra el Papa Francisco son exageradas y simplistas y muchas veces, malintencionadas. El llamado del Papa a proteger a los pobres y promover la justicia social no es exclusivo del comunismo; más bien, refleja los principios fundamentales del Evangelio y la enseñanza católica. Reducir estas acciones a etiquetas ideológicas simplistas demuestra una falta de apreciación por la riqueza y la complejidad de la enseñanza católica.
Es imperativo que los católicos superen el anti-marxismo simplista e infantil y se abran al diálogo maduro y constructivo con una mente receptiva. El llamado del Papa Francisco a la apertura y al entendimiento mutuo no debe interpretarse como una renuncia a los valores fundamentales del Evangelio, sino como una invitación a aplicar esos principios a las complejidades de la realidad contemporánea. La Iglesia, en su rica tradición, ha abrazado en muchos momento el diálogo como una herramienta esencial para la construcción de puentes y la promoción de la justicia social. Al reconocer la diversidad de pensamientos en el mundo moderno, se fortalece la capacidad de abordar los desafíos actuales de manera más completa y efectiva sin renunciar a nuestros valores cristianos. La aceptación del diálogo no implica un compromiso ideológico total, sino más bien una disposición a encontrar puntos en común y construir sobre ellos, manteniendo siempre los valores cristianos arraigados en el amor, la solidaridad y la defensa de los más vulnerables.
Autor: Padre Ignacio Andrade
SS: Francisco puede relacionarse hasta con el diablo. por ser el Papa, pero los feligreses en lo temporal podemos tener opiniones enfrentadas, como estar a favor de la pena de muerte, que no es teológicamente abominable, no tener ningún interés en relacionarse con el fracasado comunismo. ser de tendencia liberal conservadora y no estar de acuerdo con el populismo,
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