Primero que todo, recordemos que en la doctrina cristiana, Jesús es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Esto es algo asombroso, ¿verdad? En su naturaleza divina, Jesús comparte la misma esencia que el Padre y el Espíritu Santo. Sin embargo, en su naturaleza humana, vivió entre nosotros, compartiendo nuestras alegrías y penas, nuestras risas y lágrimas.
La necesidad de Jesús de orar durante su vida terrenal nos muestra la profundidad de su humanidad. Aunque es Dios, decidió experimentar plenamente lo que significa ser humano. Y la oración fue una expresión vital de esa humanidad. A través de la oración, Jesús mostró su dependencia y comunión con el Padre. En el Evangelio de Mateo, nos revela esta conexión íntima en el Monte de los Olivos, justo antes de ser arrestado: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú" (Mateo 26,39).
Imagina esto como una conversación entre amigos cercanos. Jesús, como hombre, compartía con Dios sus pensamientos, deseos y anhelos. La oración fue su manera de estar en constante comunicación con el Padre celestial. No porque fuera débil o careciera de poder, sino para mostrarnos el camino de la relación íntima y confiada con Dios.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, encontramos que la oración es "el levantarse del corazón hacia Dios" (Catecismo 2559). Jesús, al orar, nos dio un ejemplo claro de cómo elevar nuestro corazón hacia el Padre. Él nos enseñó a no depender únicamente de nuestras fuerzas, sino a buscar la fuerza y la guía divina a través de la oración.
Además, la oración de Jesús también nos enseña sobre la voluntad del Padre. En la misma oración en el Monte de los Olivos, Jesús agregó esas palabras tan poderosas: "no sea como yo quiero, sino como quieres tú". Aquí, nos muestra la importancia de someterse a la voluntad de Dios. Aunque Jesús es divino, eligió obedecer al Padre en todo momento, incluso en los momentos más difíciles.
La obediencia de Jesús se manifiesta no solo en su oración, sino también en su vida cotidiana. En el Evangelio de Juan, Jesús dice: "Yo no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 5,30). Este es un recordatorio de que la comunión con Dios implica alinearnos con Su voluntad, confiando en que Sus planes son siempre mejores que los nuestros.
Hablando de la importancia de la oración, el apóstol Pablo nos alienta en la carta a los Filipenses: "No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias" (Filipenses 4,6). Aquí vemos cómo la oración es un medio para encontrar paz en medio de las preocupaciones y confiar en la providencia divina.
Ahora, volviendo a Jesús, su oración también nos enseña sobre la relación íntima que podemos tener con Dios. En el Evangelio de Mateo, nos anima a orar con sencillez y confianza: "Y cuando oren, no hablen mucho, como los gentiles, que se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No los imiten, porque el Padre sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan" (Mateo 6:7-8).
Así que, en esencia, Jesús oraba como un acto de humildad, confianza y comunión con el Padre. Aunque es el Hijo de Dios, nos mostró que la oración no es solo para momentos de necesidad, sino una expresión continua de nuestra relación con Dios. Nos invita a confiar en la providencia divina, a someternos a la voluntad del Padre y a experimentar la paz que proviene de una vida de oración constante.
En resumen, la oración de Jesús siendo Dios nos enseña sobre su humanidad profunda y su deseo de guiarnos hacia una relación íntima con el Padre celestial. Nos muestra la importancia de confiar en Dios en todo momento, someternos a Su voluntad y experimentar la paz que proviene de la oración constante.
Autor: Padre Ignacio Andrade.
Muchas Gracias Padre Ignacio Allende por la explicación de la importancia de la Oración.
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