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¿Qué es la Epiclesis y por qué se dice que es la que hace venir a Jesús al pan y al vino?


La Epíclesis es un término fascinante y lleno de significado en nuestra liturgia, y estoy emocionado de poder compartir contigo sobre ello.

Primero que nada, déjame explicarte que la Epíclesis es una parte crucial de la celebración de la Eucaristía. Es un momento especial durante la Misa en el que pedimos al Espíritu Santo que descienda sobre los dones del pan y el vino, transformándolos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La palabra "Epíclesis" proviene del griego y significa invocación o llamada sobre algo. En este caso, es una invocación al Espíritu Santo para que haga su obra santificadora en la ofrenda.

Si nos sumergimos un poco en las Escrituras, encontramos raíces bíblicas profundas para entender la Epíclesis. En el Antiguo Testamento, vemos cómo el Espíritu Santo se movía sobre las aguas en la creación (Génesis 1:2), y en el Nuevo Testamento, la promesa de Jesús de enviar al Consolador, el Espíritu Santo, a sus discípulos es fundamental (Juan 14,16-17).

En el contexto de la Eucaristía, la Epíclesis nos conecta con la promesa de Jesús de estar con nosotros siempre, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Cuando invocamos al Espíritu Santo sobre el pan y el vino, estamos reconociendo que no es simplemente un rito simbólico, sino un acto divino de presencia real de Cristo en la Eucaristía.

La Epíclesis no se trata de "hacer venir" a Jesús a la hostia en el sentido de que Él esté ausente antes de este momento. Más bien, es un recordatorio y una invocación para que el Espíritu Santo transforme los dones para que, de manera misteriosa pero real, podamos experimentar la presencia viva de Cristo en el Sacramento.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, podemos encontrar una hermosa explicación sobre la Eucaristía y la Epíclesis en los números 1352 y 1353. Se nos enseña que la Epíclesis es una invocación al Espíritu Santo para que santifique los dones, haciendo presente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Aquí, la Iglesia nos recuerda que la Eucaristía es la "fuente y cima de la vida cristiana" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1324) y que en este sacramento, "la Iglesia expresa su fe en la efusión del Espíritu Santo y su acción transformadora en el pan y el vino" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1353).

Ahora bien, es esencial comprender que el Misterio Eucarístico va más allá de nuestra capacidad de comprensión humana. La presencia de Jesús en la Eucaristía es un misterio que creemos y celebramos con fe. La Epíclesis, al invocar al Espíritu Santo, nos ayuda a sumergirnos más profundamente en este misterio y a reconocer la acción divina en la celebración de la Misa.

En nuestra amistad con Jesús, la Eucaristía se convierte en un momento especial de encuentro íntimo. La Epíclesis, al invocar al Espíritu Santo, nos recuerda que este encuentro va más allá de lo meramente físico o simbólico. Es un encuentro espiritual y sacramental en el que el mismo Cristo resucitado se nos da como alimento para fortalecernos en nuestro camino de fe.

Entendamos la Epíclesis como una invitación amorosa al Espíritu Santo para que transforme estos simples elementos del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Jesús mismo nos aseguró: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Juan 6:54). Así que, en la Epíclesis, estamos participando en el misterio de la vida eterna que Jesús nos ofrece.

En resumen, la Epíclesis es como el toque final, la bendición divina que hace que esta ofrenda de pan y vino se convierta en el regalo inigualable de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Al invocar al Espíritu Santo, estamos abriendo nuestro corazón a la acción de Dios, permitiendo que la gracia divina transforme nuestra comunión en algo sagrado y trascendental.

Espero que esta charla haya iluminado un poco más sobre el hermoso significado de la Epíclesis en nuestra fe católica. Estoy aquí para cualquier otra pregunta o reflexión que desees compartir. ¡Que la paz de Cristo esté contigo siempre!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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