Páginas

BÚSQUEDA POR TEMA

Sacerdote Martin Lintner afirma que la rígida moral sexual de la Iglesia causa graves problemas de conciencia en los fieles y también cuestiona el celibato sacerdotal.


“En el libro trato de manera integral y crítica el desarrollo de la moral sexual de la Iglesia. Me gustaría mostrar por qué la Iglesia a menudo ha adoptado una posición sexualmente hostil y cómo podemos superar esta visión negativa”. Es el objetivo explícito del teólogo y sacerdote Martin M. Lintner, quien con la obra Ética de las relaciones cristianas: desarrollos históricos - fundamentos bíblicos - perspectivas actuales (Herder), asegura que la institución eclesial, “con su rígida moral sexual, dificultaba innecesariamente la vida de las personas y les causaba graves problemas de conciencia”.

Y desde ahí, pretende “hacer una contribución teológicamente sólida y constructiva en el área de la ética sexual y de las relaciones. Veo mi libro como una oferta de diálogo al Magisterio sobre temas que hasta el día de hoy conducen a dolorosos conflictos entre la teología y el Magisterio y donde la Iglesia claramente ha perdido crédito”.

“Para decirlo de manera sencilla, fueron los Padres de la Iglesia, es decir, clérigos o religiosos predominantemente célibes, quienes moldearon la moral sexual de la Iglesia a lo largo de los siglos. La idea de que el deseo sexual es inherentemente pecaminoso se remonta a Agustín. Lo asocia directamente con la caída del hombre. Sin embargo, tuvo que aceptarlo como un mal menor porque, al menos en los hombres, está indisolublemente ligado al acto de procreación a través de las relaciones sexuales”, señala este profesor en entrevista con Katholisch.

Una visión con efectos perversos

Sin embargo, esta perspectiva meramente reproductiva ha tenido efectos perversos, como el propio Lintner ha podido comprobar durante su ministerio pastoral. “Me he encontrado con personas mayores que me han hablado de este dilema, porque se sentían culpables porque -como aprendieron en la catequesis- ‘abusaron del matrimonio’ y se avergüenzan de tener relaciones sexuales o intercambiar afectos cuando son mayores”, es decir, cuando ya no pueden reproducirse.

“Escuchar algo así en una confesión -prosigue el sacerdote- me da rabia y tristeza al mismo tiempo. Porque pienso: ¿Qué le hemos hecho a la gente con una moral sexual tan estrictamente regulada? ¿Qué carga les hemos impuesto, capaz de robarles la alegría y la espontaneidad al abordar su sexualidad? ¡Qué centrados estábamos en la reproducción, sospechando de todo lo que tuviera que ver con la atracción erótica!”, señala el moralista.

En este sentido, Litner, a quien el año pasado Roma le negó el nihil obstat para asumir las funciones de decano de la Universidad de Filosofía y Teología de Brixen, aborda también la cuestión del celibato, para reiterar que se trata de una práctica que no existía en las comunidades primitivas y que fue implementada en la Iglesia en el siglo XII.

Celibato opcional

“En la Iglesia primitiva, los líderes comunitarios podían casarse, pero sólo una vez, probablemente para diferenciarse de prácticas que existían en la época, como la promiscuidad o volver a casarse después de una separación. Incluso la propia Iglesia subraya que el modo de vida célibe no es esencial para el sacerdocio. Sin embargo, se considera un modo de vida sacerdotal apropiado, en referencia, por un lado, a Jesús, que, según el testimonio de los Evangelios, vivió célibe, y, por otro, a la tarea sacerdotal de estar completamente entregado a su comunidad”, apunta.

El celibato sacerdotal obligatorio no se estableció definitivamente en la Iglesia latina hasta el siglo XII. Esto tenía que ver no solo con la interpretación negativa de los actos sexuales, que harían impuro a un sacerdote por celebrar los sacramentos en la persona de Cristo, sino también con cuestiones muy prácticas y seculares, como las obligaciones sucesorias hacia los hijos, que la Iglesia quería prevenir”.

Preguntado sobre el celibato sigue teniendo sentido hoy, Litner apuesta por hacerlo opcional. “No porque no crea que este modo de vida tenga sentido (yo también lo elegí como sacerdote) ni porque crea que con él podríamos solucionar la escasez de sacerdotes, sino por otra razón. Hay sacerdotes que, por cualquier motivo, no observan el celibato y entablan una relación con una mujer o se convierten en padres. Esto muchas veces significa un gran sufrimiento para ellos, sus parejas y sus hijos. O viven una vida secreta de doble rasero o se enfrentan a la decisión de elegir. Si eligen la familia, la Iglesia perderá sacerdotes comprometidos y competentes”, justifica.

Una ética renovada de la sexualidad

Desde ahí hay que entender lo que pretende con esta nueva obra, con la que no ignora que pueda acarrearle nuevas dificultades como profesor de teología moral. “Pero no dejaré que este miedo me paralice. Me veo como un teólogo moral y un sacerdote religioso que forma parte de la comunidad de la iglesia y que, según mi leal saber y entender”.

“Me gustaría seguir pensando en esta visión de una ética renovada de la sexualidad, las relaciones y el matrimonio en la línea del Concilio Vaticano II, y también incorporar perspectivas de las ciencias naturales, humanas y sociales, incluidos los estudios de género. Se trata de apoyar a las personas como Iglesia para que descubran y acepten su identidad sexual, sean reconocidas con ella y practiquen y vivan un enfoque responsable de su sexualidad. Considero que la moralidad eclesiástica de prohibiciones y mandamientos no ayuda a una ética de relaciones que sirva a la vida”, concluye.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Publicaciones más leídas del mes

Donaciones: