¿Qué debo responder a un protestante que me dice que debo aceptar a Cristo como mi único Señor y Salvador personal?


Este es un tema importante y que merece ser tratado con cariño y claridad. Como católicos, es fundamental entender lo que implica aceptar a Cristo como nuestro único Señor y Salvador personal, y cómo se relaciona con nuestra fe.

Primero que todo, es esencial recordarle a nuestros hermanos separados que los católicos somos cristianos porque aceptamos la verdad de fe que Cristo murió por nuestros pecados (y debemos recordarlo de igual modo nosotros, pues solemos decir "tengo un amigo que es cristiano", como si nosotros no lo fuéramos también). Lo primero que te sugeriría responderle al hermano protestante, con mucha caridad, paz y respeto sería esto: "Cristo es el centro de nuestra fe, y claro que los católicos lo aceptamos como nuestro único Señor y Salvador personal. Esta afirmación está arraigada en el corazón de nuestra fe católica. Al rezar el Credo, declaramos nuestra creencia en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador: "Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos".

Ahora, ¿qué significa aceptar a Cristo como nuestro único Señor y Salvador personal? Para entenderlo mejor, es útil examinar algunas palabras de la Sagrada Escritura. En la carta a los Romanos, San Pablo nos enseña: "Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo" (Romanos 10,9). Aquí, San Pablo nos muestra que la confesión de Jesús como Señor y la creencia en su resurrección son fundamentales para nuestra salvación.

Sin embargo, es importante notar que aceptar a Cristo como nuestro único Señor y Salvador personal va más allá de una simple declaración verbal. Implica un compromiso profundo con él, un seguimiento de sus enseñanzas y una entrega total de nuestra vida a su servicio. Como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: "La fe en Jesucristo comporta, además, el cumplimiento de sus mandamientos. En la fe, el cristiano realiza el compromiso de seguir a Jesucristo y de imitarlo en su vida" (Catecismo, 1814).

En este sentido, como católicos, no solo reconocemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, sino que también nos esforzamos por vivir de acuerdo con sus enseñanzas y ejemplos. Buscamos seguir sus mandamientos y ser testigos de su amor y misericordia en el mundo.

Ahora bien, cuando un hermano protestante nos exhorta a aceptar a Cristo como nuestro único Señor y Salvador personal, es importante recordarle que compartimos la misma fe en Cristo como cristianos que ambos somos. Nuestro desacuerdo no está en la esencia de nuestra fe en él, sino en ciertas interpretaciones y énfasis doctrinales.

Es comprensible que haya diferencias entre las tradiciones cristianas, pero es fundamental recordar que, en última instancia, todos buscamos seguir a Cristo y vivir según su voluntad. Como nos enseña el Concilio Vaticano II: "Todos los fieles de Cristo, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" (Lumen Gentium, 40).

Por lo tanto, cuando nos encontramos con la exhortación de nuestros hermanos protestantes a aceptar a Cristo como nuestro único Señor y Salvador personal, podemos responder con humildad y gratitud lo que te sugerí párrafos atrás, reconociendo nuestra fe común en Jesús y nuestro compromiso compartido de seguir sus enseñanzas y ejemplos. No se trata de pelear, sino de aclararle que como católicos de hecho ya reconocemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador y confirmamos esa fe cada que recitamos el Credo en la Misa.

Es importante recordar que el diálogo y el respeto mutuo son fundamentales en nuestras interacciones con nuestros hermanos cristianos de otras tradiciones. Como nos enseña el Papa Francisco: "El diálogo nos permite ponernos a la escucha del otro, comprender su punto de vista y su posición, y expresar la nuestra con claridad y respeto" (Evangelii Gaudium, 250).

Que el Señor nos guíe y fortalezca en nuestro camino de fe, y que podamos ser testigos de su amor y misericordia en el mundo. ¡Dios te bendiga abundantemente!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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