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¿No deberían sentarse hombres y mujeres separados en la Misa como era antes?


Qué bueno que me has planteado esta pregunta tan interesante. Vamos a charlar sobre esto con calma y de manera amena, como si estuviéramos tomando un café juntos.

Primero, entendamos un poco el contexto histórico y el porqué de la separación de hombres y mujeres en la iglesia en el pasado. En muchas culturas y durante varios siglos, se practicó la separación por cuestiones de decoro, respeto y tradición. En la Iglesia Católica, esta práctica también se veía en algunos lugares y momentos históricos. Se buscaba mantener un ambiente de reverencia y concentración en el acto litúrgico. En la Misa antes del Concilio los hombres se sentaban a la izquierda y las mujeres a la derecha viendo de frente hacia el presbiterio. 

Sin embargo, es importante recordar que la Iglesia es una comunidad viva, que a lo largo de los siglos ha adaptado algunas de sus prácticas disciplinarias para responder mejor a las necesidades y realidades de los tiempos. Ahora, la mayoría de las parroquias no separan a hombres y mujeres durante la Misa. Esto no significa que se haya perdido la reverencia o la concentración, sino que se busca integrar a la familia y a la comunidad de una manera más unida.

Dicho esto, entiendo tu preocupación por las distracciones y comportamientos inadecuados durante la Misa. La Misa es el momento más sagrado de nuestra semana, el encuentro más íntimo con Jesús en la Eucaristía. Es natural que queramos mantener este espacio con la mayor reverencia posible. Pero más allá de volver a prácticas del pasado, creo que hay maneras más efectivas y espiritualmente saludables de abordar este tema.

La Reverencia en la Misa

La reverencia y el respeto en la Misa no dependen necesariamente de la disposición física de las personas, sino de la disposición de sus corazones. San Pablo en su primera carta a los Corintios nos dice: "Todo lo que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios" (1 Corintios 10:31). Esta es una invitación a todos nosotros a ser conscientes de nuestra actitud y comportamiento en todo momento, especialmente durante la Misa.

La Misa es un encuentro con Dios, y cuando asistimos a ella, debemos hacerlo con el corazón dispuesto, en un estado de gracia y con la intención de participar plenamente en el sacrificio de Cristo. 

La Familia en la Iglesia

Una de las razones por las que hoy en día no se practica la separación de hombres y mujeres es que la Iglesia quiere resaltar la importancia de la unidad familiar. La familia es la iglesia doméstica, como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 1655-1658). Celebrar la Misa juntos como familia fortalece los lazos familiares y enseña a los niños, desde pequeños, la importancia de la fe y la reverencia en la liturgia.

Distracciones y Comportamientos Inapropiados

Es cierto que a veces podemos observar comportamientos que no son apropiados durante la Misa, como besos o charlas que distraen. Pero en lugar de ver esto como una razón para separar a las personas, podríamos verlo como una oportunidad para educar y formar mejor a nuestra comunidad en la importancia de la reverencia y el respeto en la casa de Dios.

Quizás sería útil que los sacerdotes y líderes laicos recordaran de vez en cuando, con amor y paciencia, la importancia de mantener una actitud de reverencia durante la Misa. Podría ser a través de homilías, boletines parroquiales, o incluso talleres de formación litúrgica.

La Intimidad y la Misa

Entiendo que ver a una pareja besándose durante la Misa puede parecer inapropiado, pero también es importante recordar que el amor y el afecto son dones de Dios. La clave está en discernir cuándo y cómo es apropiado mostrar ese amor en diferentes contextos. La Misa es un momento para centrar nuestro amor y devoción en Dios. Invitar a las parejas y familias a expresar su amor de manera que no distraiga a otros es una enseñanza que puede ser hecha con caridad y paciencia.

Educando con Amor

Una manera efectiva de abordar este tema es a través de la catequesis. Enseñemos a nuestros fieles, especialmente a los jóvenes, sobre la belleza y la profundidad de la Misa. Cuanto más comprendan el misterio y la importancia de la Eucaristía, más naturalmente adoptarán una actitud de reverencia y respeto.

Podríamos organizar retiros, días de reflexión, o simplemente momentos de formación después de la Misa para hablar sobre estos temas. Fomentar una comunidad que entiende y valora la liturgia contribuirá a un ambiente más reverente.

El Ejemplo Personal

Finalmente, nunca subestimemos el poder del ejemplo personal. Si nosotros mismos, como individuos y como familias, demostramos una actitud de reverencia, otros pueden inspirarse en nuestro comportamiento. Recordemos las palabras de San Francisco de Asís: "Predica el Evangelio en todo momento. Si es necesario, usa palabras". Nuestro ejemplo puede ser una poderosa forma de evangelización.

En resumen, no creo que la solución a las distracciones en la Misa sea volver a separar a hombres y mujeres. Más bien, se trata de educar, formar y recordar a nuestra comunidad la importancia de la reverencia en la liturgia. Fomentemos un ambiente de respeto y amor en nuestras iglesias, donde todos, independientemente de dónde se sienten, comprendan y valoren la santidad de la Misa.

Recuerda que cada uno de nosotros tiene un papel importante en la creación de una atmósfera reverente y devota. A través de la educación, el ejemplo personal y el amor, podemos ayudar a nuestra comunidad a acercarse más a Dios durante la celebración de la Eucaristía.

Si tienes más preguntas o quieres seguir charlando sobre este u otros temas, sabes que siempre estoy aquí para ti. Que Dios te bendiga y te guíe siempre en tu camino de fe.

Autor: Padre Ignacio Andrade

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