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¿Por cuánto tiempo permanece Jesús dentro de mi luego de Comulgar?


Qué alegría poder charlar contigo sobre algo tan profundo y significativo como la presencia de Jesús en nosotros después de comulgar. Es un tema que toca el corazón mismo de nuestra fe y nuestra relación con el Señor.

La Presencia de Jesús en la Eucaristía

Primero, recordemos que al comulgar, recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este es un misterio central de nuestra fe, conocido como la Presencia Real. Jesús mismo nos lo enseñó en la Última Cena cuando tomó el pan y el vino y dijo: "Esto es mi cuerpo" y "Esta es mi sangre" (Mateo 26, 26-28). Este milagro se repite en cada Misa cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Cuando recibimos la comunión, no estamos simplemente realizando un ritual; estamos acogiendo a Jesús mismo en nuestro ser. Esta es una realidad maravillosa y profunda que debería llenarnos de asombro y gratitud.

¿Por Cuánto Tiempo Permanece Jesús en Nosotros?

Ahora bien, ¿por cuánto tiempo permanece Jesús dentro de nosotros después de comulgar? Aunque no hay una respuesta definitiva en términos de minutos u horas, hay aspectos importantes a considerar.

Desde un punto de vista físico, tradicionalmente se ha dicho que Jesús permanece presente en nosotros mientras las especies eucarísticas (el pan y el vino consagrados) se mantienen intactas en nuestro organismo. Esto podría ser aproximadamente entre 10 a 15 minutos, el tiempo que tarda en disolverse el pan en nuestro estómago.

Sin embargo, es crucial entender que la presencia de Jesús en la Eucaristía va más allá de lo físico. La gracia sacramental y la comunión espiritual que recibimos perduran mucho más allá de ese breve tiempo físico. Jesús desea que su presencia transforme nuestras vidas continuamente.

Cada vez que comulgamos, estamos llamados a dejarnos transformar por su amor y su gracia. San Pablo nos recuerda en Gálatas 2, 20: "Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí." Esta transformación no está limitada por el tiempo físico, sino que tiene un efecto duradero en nuestra alma.

Nuestra unión con Jesús no se detiene cuando las especies eucarísticas se disuelven. La comunión nos invita a una unión continua y creciente con Cristo. Esto se logra a través de la oración, la lectura de la Biblia, la participación regular en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, y las obras de misericordia. Vivir nuestra fe a través del servicio a los demás es una manera poderosa de mantener viva la presencia de Cristo en nuestras vidas.

El Catecismo de la Iglesia Católica también nos ofrece luz sobre este tema. En el párrafo 1391, se nos dice: "La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. El principal fruto de la recepción de la Eucaristía en la comunión es la unión íntima con Cristo Jesús." Esto nos muestra que el efecto de la comunión no es efímero, sino que tiene un impacto duradero en nuestra vida espiritual.

Además de la Misa, la Iglesia nos ofrece prácticas devocionales para profundizar nuestra relación con Jesús en la Eucaristía. La adoración eucarística, por ejemplo, es una hermosa manera de pasar tiempo con Jesús, adorándolo y permitiendo que su presencia transforme nuestros corazones. Santa Teresa de Calcuta, conocida por su profunda devoción eucarística, decía: "Cuando miremos al Crucifijo, comprendemos cuánto nos amó Jesús entonces. Cuando miramos a la Eucaristía, comprendemos cuánto nos ama Jesús ahora."

Recuerda que la Eucaristía es alimento para nuestra jornada espiritual. Al recibir a Jesús en la comunión, somos fortalecidos para vivir nuestra fe con mayor fervor y amor. Así que, aunque la presencia física de Jesús en nuestro cuerpo sea breve, su presencia espiritual y la gracia que recibimos perduran y nos llaman a una transformación continua.

Espero que esta reflexión te ayude a profundizar en tu amor y aprecio por la Eucaristía y a vivir cada día en una unión más estrecha con nuestro Señor. ¡Que Dios te bendiga abundantemente!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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