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¿Por qué la mayoría no le creyó a Jesús cuando dijo que su Cuerpo era verdadera comida y su Sangre verdadera bebida?


Primero, hablemos un poco del contexto en el que Jesús hizo esta declaración tan impactante. Nos referimos a lo que se conoce como el Discurso del Pan de Vida, que se encuentra en el Evangelio de Juan, capítulo 6. Para dar un poco de trasfondo, Jesús acababa de realizar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, y la gente estaba asombrada y lo seguía en busca de más señales y, quizás, más comida.

Cuando Jesús dice: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo viva" (Juan 6,51), sus oyentes se encuentran desconcertados y escandalizados. Esto era algo muy difícil de aceptar. Entonces, ¿por qué muchos no le creyeron? Veamos algunas razones que podemos considerar:

1. Un Cambio Radical en el Entendimiento

Los judíos de la época tenían una comprensión muy concreta de la religión y la relación con Dios. Los sacrificios y la ley mosaica formaban parte de su vida diaria. La idea de comer la carne de alguien y beber su sangre era no solo chocante, sino totalmente ajena a su práctica religiosa. En la Ley de Moisés, específicamente en el Levítico, está prohibido consumir sangre porque la vida está en la sangre (Levítico 17,11). Jesús estaba proponiendo algo radicalmente nuevo, un cambio profundo en su manera de entender la relación con Dios.

2. Una Prueba de Fe

Otra razón es la prueba de fe que representaba esta enseñanza. Jesús estaba pidiendo a sus seguidores que confiaran en Él de una manera muy profunda. No se trataba solo de aceptar su enseñanza de manera intelectual, sino de hacer un acto de fe total. Recordemos que, más adelante, en el mismo capítulo, muchos de sus discípulos dijeron: "Este modo de hablar es duro; ¿quién puede hacerle caso?" (Juan 6,60) y dejaron de seguirle. Jesús no suaviza su enseñanza para que sea más fácil de aceptar. En cambio, reafirma su declaración. Esto muestra que seguir a Jesús requiere una fe que va más allá de la lógica humana.

3. Falta de Comprensión del Misterio

El concepto del Misterio es central en nuestra fe católica. Un misterio no es algo que no se pueda entender en absoluto, sino algo que no se puede entender completamente. La Eucaristía es uno de estos misterios. Jesús estaba hablando de algo que iba mucho más allá de la comprensión humana: Su presencia real bajo las especies del pan y el vino. Esto es algo que solo puede ser aceptado plenamente a través de la fe. Para muchos, esto era simplemente incomprensible y, por tanto, inaceptable.

4. Jesús como el Nuevo Alianza

Jesús estaba inaugurando una nueva alianza. En la Última Cena, cuando dice: "Esto es mi cuerpo" y "Esta es mi sangre", está estableciendo una nueva relación entre Dios y su pueblo (Mateo 26,26-28). Los oyentes de Jesús en Juan 6 no tenían aún la experiencia de la Última Cena y la resurrección que darían pleno sentido a sus palabras. Estaban escuchando algo que solo podría ser plenamente comprendido a la luz de estos eventos posteriores.

5. Expectativas del Mesías

Los judíos esperaban un Mesías que los liberara políticamente, no necesariamente uno que les hablara de comer su carne y beber su sangre. Las expectativas mesiánicas de la época estaban muy centradas en un liberador militar o político. Jesús, al hablar de su cuerpo y sangre como verdadera comida y bebida, estaba revelando un tipo de salvación mucho más profundo y espiritual, que no encajaba con las expectativas de muchos.

6. La Humanidad de Jesús

Para muchas personas, era difícil ver a Jesús como algo más que un hombre. Sabían que era un gran maestro, habían visto sus milagros, pero aceptar que este hombre, a quien conocían como el hijo del carpintero, pudiera dar su carne y sangre para la vida del mundo, era un paso gigantesco. La divinidad de Jesús era un concepto que muchos no podían aceptar fácilmente.

Reflexión y Fe Personal

Ahora, pensemos un poco en lo que esto significa para nosotros hoy. Como católicos, creemos en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Esta creencia nos une en un acto de fe profunda, una fe que ha sido transmitida a través de los siglos desde los apóstoles hasta nosotros.

San Pablo nos habla de esta fe en la Eucaristía en su primera carta a los Corintios: "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es una comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es una comunión con el cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10,16). Esta comunión no es solo simbólica, sino real y verdadera. Estamos realmente participando del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

El Catecismo de la Iglesia Católica también nos ilumina sobre este misterio. En el número 1374, se dice: "En el santísimo sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y, por tanto, Cristo entero". Esta enseñanza nos recuerda que en cada misa, en cada Eucaristía, tenemos un encuentro personal y profundo con Jesús mismo.

Cómo Vivir esta Fe en la Eucaristía

Aceptar y vivir esta fe tiene implicaciones profundas para nuestra vida diaria. Aquí te dejo algunas formas en las que podemos profundizar en nuestra fe eucarística:

1. Participación Activa en la Misa: La misa no es solo un rito que observamos, sino un acto de adoración en el que participamos activamente. Al asistir a la misa, participamos en el sacrificio de Cristo y recibimos la gracia que fluye de su sacrificio.

2. Adoración Eucarística: Pasar tiempo en adoración frente al Santísimo Sacramento es una manera poderosa de profundizar nuestra relación con Jesús. En la adoración, estamos ante la presencia real de Cristo y podemos abrir nuestros corazones a su amor y gracia.

3. Reflexión y Estudio: Leer y reflexionar sobre las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia nos ayuda a comprender mejor el misterio de la Eucaristía. Estudiar documentos como la encíclica Ecclesia de Eucharistia de San Juan Pablo II puede ser muy enriquecedor.

4. Vida Sacramental: Vivir una vida centrada en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, nos ayuda a mantenernos en gracia y a estar más abiertos a la acción de Dios en nuestras vidas.

Testimonio y Evangelización

Además de vivir esta fe personalmente, estamos llamados a ser testigos de ella para los demás. En una cultura que a menudo se aleja de las creencias tradicionales, nuestro testimonio de la fe en la Eucaristía puede ser una poderosa forma de evangelización. Podemos compartir cómo la Eucaristía nos da fuerza, paz y dirección en nuestras vidas. No siempre con palabras, sino también con nuestras acciones y la manera en que vivimos nuestra fe.

Conclusión

No es sorprendente que muchos no creyeran a Jesús cuando dijo que su Cuerpo era verdadera comida y su Sangre verdadera bebida. Aceptar esta enseñanza requiere una fe profunda y una apertura a los misterios de Dios. Sin embargo, para aquellos que creen, la Eucaristía se convierte en la fuente y cumbre de nuestra vida cristiana, un tesoro invaluable que nos une íntimamente con Cristo.

Así que, querido amigo, te animo a seguir profundizando en tu fe, a participar activamente en la Eucaristía, y a dejar que este maravilloso sacramento transforme tu vida. Al hacerlo, no solo estarás siguiendo a Jesús más de cerca, sino también compartiendo su amor y su verdad con el mundo.

Que Dios te bendiga abundantemente y que María, nuestra madre, te acompañe siempre en tu caminar de fe. ¡Hasta la próxima charla!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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