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¿Qué es el Evangelio de la Prosperidad y por qué es una herejía?


El Evangelio de la Prosperidad es algo que ha ganado mucha atención en los últimos años, y vale la pena entender bien de qué se trata y por qué va en contra de la enseñanza católica.

Para empezar, el Evangelio de la Prosperidad es una doctrina que se ha popularizado principalmente en algunas iglesias cristianas no católicas, especialmente en las denominaciones evangélicas y pentecostales. La esencia de esta enseñanza es que Dios quiere que todos sus fieles sean ricos, sanos y exitosos. Según esta doctrina, la fe, la confesión positiva y las donaciones financieras a la iglesia pueden asegurar a los creyentes bendiciones materiales y bienestar físico. En otras palabras, si tienes suficiente fe y eres generoso con tu dinero, Dios te recompensará con prosperidad y salud.

Pero, ¿qué tiene de malo esto? A primera vista, puede parecer una enseñanza muy atractiva. ¿Quién no quiere ser próspero y saludable? Sin embargo, hay varios problemas graves con esta doctrina desde una perspectiva católica. Vamos a desglosarlo en unos puntos clave.

La Centralidad de la Cruz

El primer y más importante punto es que el Evangelio de la Prosperidad minimiza o ignora el sufrimiento y la cruz, que son centrales en la vida cristiana. Jesús mismo nos enseñó que debemos tomar nuestra cruz y seguirlo (Mateo 16,24). La vida cristiana no se trata de evitar el sufrimiento a toda costa, sino de encontrar a Dios en medio de nuestras dificultades y aprender a confiar en Él incluso en los momentos más oscuros.

La teología católica siempre ha puesto un fuerte énfasis en la redención a través del sufrimiento. San Pablo nos recuerda en su carta a los Romanos que "nos gloriamos también en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza" (Romanos 5,3-4). El Evangelio de la Prosperidad, al centrarse tanto en el éxito material, pierde esta dimensión esencial de la fe cristiana.

La Voluntad de Dios y la Providencia

Otro problema con el Evangelio de la Prosperidad es que sugiere que podemos manipular la voluntad de Dios con nuestra fe y nuestras acciones. Si simplemente creemos lo suficiente y damos suficiente dinero, Dios nos dará lo que queremos. Sin embargo, esto no es coherente con la enseñanza católica sobre la providencia divina.

En la oración del Padre Nuestro, Jesús nos enseñó a decir: "Hágase tu voluntad" (Mateo 6,10). Esto significa que debemos confiar en que Dios sabe lo que es mejor para nosotros, incluso si eso no incluye riqueza o salud perfecta. A veces, Dios permite que enfrentemos dificultades porque tiene un propósito más grande para nosotros. Santa Teresa de Ávila, una gran mística y doctora de la Iglesia, dijo una vez: "La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta: sólo Dios basta". Esto nos recuerda que nuestra felicidad y nuestro propósito no se encuentran en las cosas materiales, sino en Dios mismo.

El Peligro del Materialismo

El Evangelio de la Prosperidad también corre el riesgo de promover el materialismo, que es la creencia de que la posesión de bienes materiales es el principal objetivo de la vida. Jesús nos advirtió sobre esto en varias ocasiones. En el Evangelio de Mateo, nos dice: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hacéos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6,19-21).

La verdadera riqueza, según Jesús, no se encuentra en las posesiones materiales, sino en nuestra relación con Dios y en vivir una vida de amor y servicio a los demás. La Madre Teresa de Calcuta es un excelente ejemplo de esto. Ella vivió en la pobreza, sirviendo a los más pobres entre los pobres, y encontró una alegría y paz profunda en su servicio y en su relación con Dios.

La Caridad y el Amor al Prójimo

El Evangelio de la Prosperidad también puede llevar a una visión distorsionada de la caridad y el amor al prójimo. Si creemos que la prosperidad material es una señal del favor de Dios, podemos comenzar a juzgar a los demás por su falta de éxito material. Sin embargo, Jesús nos enseñó a amar y servir a todos, especialmente a los pobres y necesitados, sin juzgarlos.

En la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,25-37), Jesús nos muestra que el verdadero amor al prójimo no se basa en el estatus económico, sino en la compasión y el servicio desinteresado. San Juan en su primera carta nos dice: "Pero si alguno tiene bienes de este mundo y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede estar el amor de Dios en él?" (1 Juan 3,17). La verdadera caridad implica compartir nuestras bendiciones con los demás, no acumular riquezas para nosotros mismos.

El Testimonio de los Santos

A lo largo de la historia de la Iglesia, los santos han sido modelos de vida cristiana, y muchos de ellos han vivido en la pobreza y el sufrimiento, encontrando su alegría y su propósito en Dios. San Francisco de Asís renunció a una vida de riqueza para vivir en pobreza y servir a los pobres. Santa Teresa de Lisieux, aunque vivió una vida corta y con muchas enfermedades, encontró un profundo sentido en su relación con Dios y en su amor por los demás.

Estos ejemplos de santidad nos muestran que la verdadera prosperidad no se mide en términos de riqueza material, sino en términos de nuestra cercanía a Dios y nuestro amor y servicio a los demás. La vida de los santos es un testimonio poderoso de que la verdadera alegría y paz se encuentran en Dios, no en las cosas materiales.

Conclusión

En resumen, el Evangelio de la Prosperidad es una herejía porque distorsiona la verdadera enseñanza cristiana sobre la cruz, la providencia de Dios, el peligro del materialismo y la verdadera naturaleza de la caridad y el amor al prójimo. Nos aleja del corazón del Evangelio y nos distrae con promesas vacías de riqueza y éxito material.

Como católicos, estamos llamados a seguir a Jesús, a tomar nuestra cruz y a encontrar nuestra alegría y propósito en Dios. Esto no significa que no podamos pedir a Dios por nuestras necesidades o que no podamos prosperar materialmente, pero siempre debemos recordar que nuestra verdadera felicidad y nuestro verdadero tesoro se encuentran en nuestra relación con Dios y en vivir una vida de amor y servicio a los demás.

Espero que esta conversación te haya ayudado a entender mejor por qué el Evangelio de la Prosperidad es problemático y cómo podemos vivir una fe auténtica y centrada en Cristo. Si tienes más preguntas o quieres seguir platicando, siempre estoy aquí para ti. ¡Que Dios te bendiga!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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