En tiempos recientes, la Iglesia Católica ha sido testigo de una serie de movimientos y figuras que, en nombre de una supuesta defensa de la ortodoxia, han desafiado abiertamente la autoridad del Papa Francisco y las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Desde obispos y cardenales hasta comunidades religiosas enteras, este fenómeno plantea una pregunta inquietante: ¿Estamos viendo una verdadera defensa de la fe, o un resurgimiento de actitudes que recuerdan más a las rebeliones de la Reforma Protestante?
Un repaso a los protagonistas
Entre los nombres más destacados en esta ola de resistencia se encuentran el obispo Joseph Strickland de Tyler, Texas; el arzobispo Carlo Maria Viganò, exnuncio en Estados Unidos; el cardenal Raymond Leo Burke; y las monjas clarisas de Belorado. Cada uno de estos casos ofrece una ventana a las complejidades y tensiones actuales dentro de la Iglesia.
Joseph Strickland, por ejemplo, ha criticado repetidamente las reformas del Papa Francisco en áreas como la pastoral familiar y la acogida a personas LGBTQ. Para Strickland, el Papa está "confundiendo" a los fieles y desviándose de la doctrina tradicional. Sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica subraya la autoridad del Papa como Pastor Supremo (CIC 882). La actitud de Strickland, aunque revestida de una defensa de la tradición, se enfrenta peligrosamente a la unidad y la obediencia que deben caracterizar a los miembros de la Iglesia.
El arzobispo Carlo Maria Viganò se hizo famoso por su carta de 2018, en la que acusó al Papa Francisco de encubrir los abusos sexuales del cardenal McCarrick. Viganò ha pedido públicamente la renuncia del Papa y ha promovido una narrativa de confrontación. En lugar de buscar soluciones dentro de la comunión eclesial, ha optado por una estrategia que ha aumentado las divisiones. San Pablo nos exhorta en Efesios 4,3 a "esforzarnos por conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz". La manera en que Viganò ha manejado sus acusaciones parece ir en contra de este llamado a la unidad.
El cardenal Raymond Leo Burke, conocido por su enfoque ultraconservador, ha sido un crítico constante de las aperturas pastorales del Papa Francisco. Su retórica sugiere que el Papa está llevando a la Iglesia hacia la herejía. Burke parece olvidar que el Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium, resalta la colegialidad y la autoridad del Papa como principio de unidad en la Iglesia (LG 23). La desconfianza y el desafío constantes al sucesor de Pedro amenazan con fragmentar el Cuerpo de Cristo.
Finalmente, las monjas clarisas de Belorado han decidido desconocer al Papa Francisco y al Concilio Vaticano II. Esta postura extrema no solo desafía a un pontífice, sino a un concilio ecuménico entero. El Concilio Vaticano II fue un hito en la renovación de la Iglesia, buscando un diálogo más profundo con el mundo moderno. Rechazar sus enseñanzas y reformas es rechazar un esfuerzo colectivo por revitalizar la misión de la Iglesia.
Reflexión sobre la obediencia y la unidad
La cuestión central que surge de estos casos es la naturaleza de la fidelidad y la obediencia en la Iglesia. ¿Es la fidelidad una adhesión rígida a interpretaciones tradicionales, incluso a costa de la unidad eclesial? O, por el contrario, ¿debe la obediencia al Papa y a los concilios ser vista como una expresión de verdadera fe y humildad?
El Concilio Vaticano II nos ofrece una visión de la Iglesia como un "sacramento de unidad" (LG 1). Esto significa que la Iglesia, en su diversidad, está llamada a ser un signo y un instrumento de unidad en el mundo. Las divisiones internas, especialmente aquellas que surgen de la desobediencia a la autoridad legítima, socavan este testimonio.
Es vital recordar que la obediencia al Papa no es una mera formalidad. Es una expresión de fe en la guía del Espíritu Santo. En Mateo 16,18-19, Jesús le dice a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia [...] Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". Esta autoridad conferida a Pedro y a sus sucesores es un pilar fundamental de nuestra fe católica.
¿"Ultra católicos" o neoprotestantes?
El término "ultra católico" sugiere una adhesión extrema a la tradición y doctrina. Sin embargo, cuando esta adhesión conduce a un rechazo de la autoridad papal y conciliar, comienza a parecerse peligrosamente a una forma de neoprotestantismo. La Reforma Protestante del siglo XVI se caracterizó por la ruptura con la autoridad del Papa y la fragmentación en múltiples interpretaciones. Las rebeldías contemporáneas, aunque nacidas de un deseo de preservar la "pureza" de la fe, corren el riesgo de crear divisiones similares.
El Papa Francisco ha trabajado incansablemente por una Iglesia más inclusiva y misericordiosa, en línea con el espíritu del Concilio Vaticano II. Su ministerio no es una desviación de la tradición, sino una profundización en la verdadera misión de la Iglesia: ser un faro de amor y esperanza en un mundo necesitado de ambos. Aquellos que se oponen a su liderazgo y las reformas del Concilio no están defendiendo la fe, sino sembrando discordia y confusión.
Un llamado a la unidad y al apoyo al Papa Francisco
En este contexto, es esencial que los fieles católicos rechacen estas actitudes divisivas y apoyen al Papa Francisco y su ministerio. La unidad de la Iglesia es una manifestación de la obra del Espíritu Santo y un testimonio poderoso para el mundo. San Pablo nos recuerda en 1 Corintios 1:10: "Os ruego, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito".
Es tiempo de dejar de lado las actitudes de rebeldía y desconfianza. La verdadera fidelidad a la Iglesia no se encuentra en la desobediencia y la crítica constante, sino en la obediencia, la caridad y el apoyo al Papa y a las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Al hacerlo, estaremos construyendo una Iglesia más fuerte, más unida y más capaz de cumplir con su misión en el mundo de hoy.
Autor: Padre Ignacio Andrade.
Que vergüenza que tengan que ensuciar nombres de hombres santos y de la boca de un “padre” hola a Dios los perdone porque la calumnia es un pecado tan horrible para el pueblo de Dios! El Cardenal Burke está en plena comunión con Roma
ResponderBorrarBurke está en comunión, el artículo del padre Andrade no dice lo contrario, pero también es cierto que es un rebelde que está a dos pasos del cisma
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