¿Por qué el bautismo es como un entierro?


Qué alegría poder hablar contigo sobre un tema tan hermoso y profundo como el bautismo. La imagen del bautismo como un entierro puede parecer un poco fuerte al principio, pero cuando entendemos su verdadero significado, nos damos cuenta de que es algo realmente liberador y transformador.

Para empezar, vamos a recordar lo que dice San Pablo en su carta a los Romanos. En el capítulo 6, versículos 3-4, él nos dice: "¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por tanto, por medio del bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva".

Entonces, ¿qué significa esto? Vamos a desglosarlo un poco.

El Bautismo como Entierro

Cuando San Pablo habla de ser "bautizados en su muerte" y "sepultados con él", está usando una metáfora poderosa. El acto de ser sumergido en el agua representa el entierro de nuestra vida antigua, nuestro "hombre viejo" que está cargado de pecado y separación de Dios. Es como si estuviéramos bajando a la tumba con Cristo, dejando atrás todo lo que nos impide vivir plenamente como hijos de Dios.


Este "hombre viejo" del que habla San Pablo es todo aquello que nos aleja de Dios: nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras viejas maneras de pensar y actuar. En el bautismo, nos despojamos de todo esto. Es como si estuviéramos diciendo: "Estoy dejando atrás todo lo que me impide ser la persona que Dios quiere que sea".

Renacer en Cristo

Pero el bautismo no se queda en el entierro. San Pablo continúa diciendo que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, también nosotros somos levantados del agua para vivir una vida nueva. Esta es la parte más hermosa: el bautismo es también un renacimiento. Al salir del agua, simbolizamos nuestra resurrección con Cristo. Ahora somos una nueva creación, hemos nacido de nuevo en el Espíritu.

San Pablo lo expresa maravillosamente en 2 Corintios 5,17: "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación; lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo". Este versículo nos muestra que el bautismo no es solo un rito de paso, sino una verdadera transformación. Ahora vivimos en Cristo y con Cristo, y nuestras vidas están orientadas hacia Él.

El Poder del Bautismo

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que el bautismo es el sacramento de la regeneración por el agua y en la palabra. En el número 1213 del Catecismo, leemos: "El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu ('vitae spiritualis ianua'), y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos".

Esto significa que el bautismo no solo nos limpia del pecado original, sino que también nos introduce en la vida de la gracia, nos hace miembros de la Iglesia y nos permite participar en la vida de Cristo. Es el inicio de nuestro camino de fe, el primer paso en nuestra relación personal con Dios.

Una Vida Nueva

Cuando somos bautizados, no solo somos limpiados del pecado original, sino que también recibimos el Espíritu Santo. Este Espíritu nos da la fuerza para vivir como verdaderos hijos de Dios. San Pablo en su carta a los Gálatas 2,20 dice: "Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí". Esta nueva vida en Cristo nos llama a vivir de una manera diferente, a reflejar el amor y la misericordia de Dios en todo lo que hacemos.

La vida nueva que recibimos en el bautismo nos llama a ser discípulos de Cristo, a seguir sus enseñanzas y a vivir según su ejemplo. No es un camino fácil, pero no estamos solos. El Espíritu Santo nos guía y nos fortalece, y la comunidad de la Iglesia nos apoya y nos acompaña en nuestro camino de fe.

Un Compromiso Personal

Es importante recordar que el bautismo también implica un compromiso personal. Cuando somos bautizados, ya sea como niños o adultos, estamos diciendo "sí" a Dios. Estamos aceptando su amor y su llamada a vivir como sus hijos. Este compromiso requiere que vivamos de acuerdo con los mandamientos de Dios y que busquemos siempre hacer su voluntad.

San Pablo nos recuerda en Efesios 4,22-24: "Despojaos del hombre viejo que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad". Este llamado a la renovación es constante; cada día debemos esforzarnos por vivir de acuerdo con nuestra nueva identidad en Cristo.

Una Comunidad de Creyentes

Finalmente, el bautismo nos incorpora a la comunidad de creyentes, a la Iglesia. No somos cristianos aislados, sino que formamos parte del Cuerpo de Cristo. Este sentido de pertenencia es fundamental. Nos apoyamos unos a otros en la fe, oramos juntos, celebramos juntos y trabajamos juntos por el Reino de Dios.

El Catecismo en el número 1267 dice: "El Bautismo hace participar de la comunión de los santos". Esto significa que, mediante el bautismo, nos unimos a todos los creyentes en Cristo, no solo a los que están vivos hoy, sino también a los santos que ya están en la gloria de Dios. Esta comunión nos fortalece y nos anima a vivir nuestra fe con valentía y alegría.

Conclusión

Así que, en resumen, el bautismo es como un entierro porque simboliza el morir al "hombre viejo" y al pecado, y un renacer a una vida nueva en Cristo. Es el comienzo de nuestra vida como cristianos, el fundamento de nuestra fe y el primer paso en nuestro camino hacia Dios. Nos transforma, nos renueva y nos incorpora a la gran familia de la Iglesia.

Espero que esta reflexión te haya ayudado a entender un poco mejor la profundidad y la belleza del bautismo. Es un sacramento que nos ofrece una vida nueva y una relación personal con Dios que es verdaderamente transformadora. Que el Espíritu Santo siga guiándote y fortaleciendo tu fe cada día. ¡Dios te bendiga!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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