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Pregúntale al Padre: ¿Por qué la Iglesia se empeña tanto en regular la sexualidad de las personas?

 

Qué bueno que me hayas preguntado esto, es un tema que a veces se malinterpreta y puede parecer que la Iglesia está ahí solo para ponernos reglas y restricciones. Pero no es así, ¡te lo aseguro! La Iglesia, más que regular nuestra sexualidad, busca guiarnos hacia una vida plena y feliz, tal como Dios la diseñó.

Primero, déjame contarte un poco sobre la idea de la revelación divina. La Iglesia Católica cree que Dios, en su amor infinito, ha querido revelarnos su plan para nosotros a través de las Sagradas Escrituras y la Tradición. Esta revelación no es otra cosa que una guía para vivir de una manera que nos lleve a la felicidad verdadera y eterna. Y sí, dentro de esta revelación, hay enseñanzas específicas sobre la sexualidad humana.

La sexualidad es un don maravilloso de Dios. Es una parte integral de quienes somos como personas y tiene un propósito profundo en su diseño. En la Biblia, especialmente en el Génesis, vemos que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza y les dio la capacidad de ser co-creadores con Él al dar vida. Génesis 1,27-28 dice: "Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: 'Sed fecundos y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla'". ¡Qué increíble es pensar que participamos en el acto creador de Dios!

La Iglesia enseña que la sexualidad tiene dos propósitos principales: la unión y la procreación. Estos dos aspectos están entrelazados de manera que no pueden separarse sin perder el significado pleno de lo que es el amor conyugal. La unión se refiere a la comunión total de las personas, no solo en un sentido físico, sino también emocional y espiritual. Es un donarse completamente al otro. San Pablo lo expresa muy bien en Efesios 5,31-32, donde dice: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este misterio es grande; pero yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia".

El segundo propósito, la procreación, es la apertura a la vida. Cada acto conyugal debe estar abierto a la posibilidad de la vida, porque es así como reflejamos el amor generoso y creativo de Dios. Esto no significa que cada acto sexual deba resultar en un hijo, sino que no debemos cerrar la puerta a la vida de manera artificial. La encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI, publicada en 1968, aborda esta enseñanza con mucha claridad. Allí se explica que cualquier acto conyugal debe respetar las leyes naturales de Dios y estar abierto a la transmisión de la vida.

Ahora, hablemos un poco sobre la castidad y la pureza. A veces estas palabras pueden sonar anticuadas o difíciles de entender, pero son fundamentales para comprender la visión de la Iglesia sobre la sexualidad. La castidad no es simplemente la abstinencia sexual, sino una virtud que nos ayuda a vivir nuestra sexualidad de acuerdo con nuestro estado de vida. Para los solteros, significa abstinencia, pero para los casados, significa ser fieles y vivir la sexualidad dentro del matrimonio de manera que refleje el amor de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) tiene mucho que decir sobre esto. En el número 2337, se define la castidad como "la integración lograda de la sexualidad en la persona". No se trata de reprimir nuestros deseos, sino de ordenarlos de manera que nos lleven a una vida de amor auténtico. La pureza, por otro lado, es mantener nuestro corazón y mente libres de todo lo que pueda degradar nuestra dignidad como hijos de Dios. Jesús mismo nos llama a esto en el Sermón de la Montaña cuando dice: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5,8).

Sé que a veces puede parecer que las enseñanzas de la Iglesia son difíciles de seguir, especialmente en un mundo que a menudo tiene una visión muy diferente de la sexualidad. Pero debemos recordar que estas enseñanzas no son arbitrarias ni están destinadas a hacernos la vida más difícil. Al contrario, están ahí para ayudarnos a vivir de una manera que nos lleve a la verdadera felicidad y realización.

El mundo nos dice que la libertad es hacer lo que queramos cuando queramos, pero la verdadera libertad es poder elegir el bien, vivir en la verdad y amar de manera auténtica. La libertad que nos ofrece Cristo es una libertad que nos libera del pecado y nos capacita para vivir plenamente. Como dice San Juan en su Evangelio: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8,32).

Entonces, ¿por qué la Iglesia se empeña tanto en "regular" la sexualidad? Porque ha recibido una revelación que debe conservar y defender, una revelación que nos muestra el camino hacia la verdadera felicidad. En esta revelación hay reglas claras sobre la sexualidad humana que nos llaman a la castidad, la pureza y a vivir nuestra sexualidad de manera abierta a la vida. No se trata de imponernos cargas pesadas, sino de guiarnos hacia una vida de amor verdadero y libertad.

Espero que esto te ayude a entender mejor la posición de la Iglesia. Y recuerda, la Iglesia está aquí para acompañarte, no para juzgarte. Todos estamos en este camino juntos, tratando de vivir de la mejor manera posible según el plan de Dios. ¡No dudes en seguir preguntando y buscando respuestas, que estamos aquí para caminar contigo!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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