Es una pregunta profunda que muchos fieles se hacen, y tiene implicaciones muy significativas para nuestra vida de fe y nuestra relación con Dios.
Primero, déjame comenzar con un pasaje del Evangelio de Juan que muchos conocen y que se utiliza frecuentemente en este contexto:
“Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano.” (Juan 10,27-28)
Este pasaje nos llena de esperanza y nos asegura que Jesús, como buen pastor, cuida de nosotros y nos protege. Sin embargo, también es importante entender que nuestra relación con Dios es una relación viva y dinámica, no una transacción única y final.
Ahora, vamos a ver algunos pasajes bíblicos que indican que la salvación puede ser perdida si no permanecemos fieles a Dios y no perseveramos en la fe. Primero, en la carta de San Pablo a los Romanos:
“Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios: severidad para con los que cayeron, pero bondad de Dios para contigo, si permaneces en su bondad; de otra manera, tú también serás cortado.” (Romanos 11,22)
San Pablo está advirtiendo a los creyentes que deben permanecer en la bondad de Dios, sugiriendo que si no lo hacen, pueden ser “cortados”. Aquí vemos que hay una condición: debemos permanecer en su bondad.
También en la carta a los Hebreos encontramos otra advertencia:
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la incredulidad que le haga apostatar del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras dure este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca seducido por el pecado.” (Hebreos 3,12-13)
El autor de Hebreos advierte contra la incredulidad y el apartarse de Dios. También menciona la importancia de exhortarnos mutuamente para no ser engañados o seducidos por el pecado, lo que podría llevarnos a apostatar de Dios.
Ambos pasajes nos muestran que la salvación no es algo que podemos tomar a la ligera. Nuestra fe y nuestra relación con Dios requieren de nuestra constante atención y compromiso. No es simplemente una cuestión de aceptar a Jesús una vez y luego vivir como nos plazca.
Jesús también nos dice en el Evangelio de Mateo:
“No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7,21)
Aquí, Jesús enfatiza la importancia de hacer la voluntad del Padre. No basta con simplemente reconocerlo como Señor; nuestras acciones y nuestra obediencia a la voluntad de Dios son cruciales.
El Catecismo de la Iglesia Católica también aborda este tema. En el número 1861, hablando del pecado mortal, dice:
“El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana, como lo es el amor mismo. Él entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no se redime por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna en el infierno, pues nuestra libertad tiene la capacidad de hacer opciones para siempre, sin retorno.”
Esto nos muestra que el pecado mortal puede llevar a la pérdida de la gracia santificante y, por ende, a la exclusión del Reino de Dios, a menos que nos arrepintamos y busquemos el perdón de Dios.
Entonces, ¿qué podemos hacer para asegurarnos de no perder nuestra salvación? La clave está en vivir una vida de fe activa y constante. Esto incluye:
1. Oración y Sacramentos: La oración nos mantiene en comunicación con Dios, y los sacramentos nos fortalecen con la gracia divina. Especialmente, la Eucaristía y la Reconciliación son fundamentales para nuestra vida espiritual.
2. Lectura y Meditación de la Palabra de Dios: La Biblia nos guía y nos da la sabiduría necesaria para vivir conforme a la voluntad de Dios. Meditar en la Palabra de Dios nos ayuda a mantenernos en el camino correcto.
3. Obras de Caridad: Jesús nos llama a amar a nuestro prójimo. Las obras de caridad no solo benefician a los demás, sino que también nos transforman y nos acercan más a Dios.
4. Comunión con la Comunidad de Fe: Exhortarnos y apoyarnos mutuamente, como dice Hebreos 3, es esencial. La vida comunitaria nos ayuda a perseverar y a corregirnos fraternalmente cuando nos desviamos.
5. Vivir en la Voluntad de Dios: Buscar sinceramente hacer la voluntad de Dios en nuestra vida diaria. Esto requiere discernimiento, humildad y una disposición constante a seguir a Jesús.
En resumen, aunque la salvación es un regalo de Dios y Jesús nos promete que nadie puede arrebatarnos de su mano, también tenemos la responsabilidad de permanecer fieles y de vivir conforme a su voluntad. La salvación no es algo garantizado sin nuestra cooperación; debemos perseverar en la fe, luchar contra el pecado y vivir en la gracia de Dios.
Espero que esta reflexión te sea útil y te anime a vivir tu fe con mayor compromiso y dedicación. Recuerda que no estás solo en este camino; la Iglesia, los sacramentos y la comunidad de creyentes están aquí para apoyarte. Que Dios te bendiga y te fortalezca en tu caminar de fe.
Autor: Padre Ignacio Andrade.
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