Cuando hablamos del diablo y la razón por la cual ya no tiene esperanza de ser perdonado, nos adentramos en temas profundos sobre la naturaleza de los ángeles, la eternidad y la voluntad. Todo esto puede parecer complejo, pero lo vamos a desglosar poco a poco.
Primero, hablemos de la naturaleza de los ángeles, que incluye al diablo antes de su caída. Los ángeles son seres espirituales creados por Dios con una inteligencia y voluntad mucho más perfectas que las nuestras. A diferencia de nosotros, los ángeles no viven en el tiempo como lo hacemos los seres humanos. Nosotros experimentamos el tiempo de manera lineal: hay un pasado, un presente y un futuro. Podemos tomar decisiones, cambiar de opinión, arrepentirnos y aprender de nuestras experiencias porque vivimos en esta secuencia temporal.
Los ángeles, en cambio, existen en un estado de "eterno presente". Este concepto puede ser difícil de entender porque estamos acostumbrados a pensar en términos de tiempo. Pero, básicamente, los ángeles no están sujetos al paso del tiempo. Cuando un ángel toma una decisión, lo hace con un conocimiento pleno y perfecto, y esa decisión se fija de una vez para siempre. No hay "cambio de opinión" o "arrepentimiento" porque no hay un "después" en el que puedan reconsiderar su elección. Su acción volitiva, es decir, su capacidad de decidir, opera fuera del tiempo.
Esto nos lleva al tema de la caída de los ángeles, liderados por Lucifer, que luego conocemos como el diablo. Según la tradición de la Iglesia, Lucifer fue un ángel de altísimo rango que, en su soberbia, decidió rebelarse contra Dios. No quiso aceptar la supremacía de Dios y, en su deseo de ser igual o superior a Él, arrastró consigo a otros ángeles en esta rebelión. Esta decisión no fue un error momentáneo o un acto impulsivo que podrían corregir más tarde. Fue una decisión tomada con total conocimiento y voluntad, fuera del tiempo, y por lo tanto, es una decisión irrevocable.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: "Esta 'caída' consiste en la libre elección de estos espíritus creados, que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino" (CIC, 392). Aquí la palabra "irrevocablemente" es clave. Porque los ángeles, al tomar decisiones en un estado fuera del tiempo, no pueden cambiar su voluntad una vez que ha sido fijada. No es que Dios no quiera perdonar al diablo, sino que el diablo y los ángeles que lo siguieron no pueden ni quieren arrepentirse. Su voluntad está fijada en ese acto de rebelión, y, por lo tanto, no tienen la capacidad de volverse hacia Dios para pedir perdón.
En cambio, nosotros, los seres humanos, sí vivimos en el tiempo y nuestras decisiones son mucho más dinámicas y cambiantes. Podemos tomar una mala decisión hoy, darnos cuenta de nuestro error mañana, y arrepentirnos sinceramente. Nuestra voluntad es flexible porque opera dentro del tiempo. Es por eso que siempre tenemos la oportunidad de arrepentirnos y volver a Dios mientras vivamos.
San Juan, en su primera carta, nos da una promesa que resuena profundamente: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1, 9). Esta es una promesa de esperanza para nosotros. A lo largo de nuestra vida, Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos, de cambiar, de buscar su misericordia y de ser perdonados.
El diablo, sin embargo, tomó su decisión en un único y eterno acto de voluntad. Al hacerlo fuera del tiempo, su decisión es absoluta y permanente. Es un rechazo total y definitivo de Dios, y en ese estado de existencia, no hay vuelta atrás. No puede arrepentirse porque su voluntad ya está completamente fijada en esa rebelión. Es un estado de obstinación absoluta, no por falta de misericordia de parte de Dios, sino por la propia naturaleza de la decisión tomada por los ángeles caídos.
El profeta Isaías refleja este orgullo y caída del diablo en un pasaje que dice: "¡Cómo has caído del cielo, lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido arrojado por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo; por encima de las estrellas de Dios elevaré mi trono... Subiré sobre las alturas de las nubes, seré semejante al Altísimo.’" (Isaías 14, 12-14). Este pasaje captura la esencia de la rebelión del diablo: un intento de usurpar el lugar de Dios, lo que llevó a su caída.
Nosotros, en cambio, estamos llamados a reconocer nuestra dependencia de Dios y a mantener nuestra voluntad alineada con la suya. La historia del diablo es un recordatorio de los peligros del orgullo y de la importancia de la humildad y el arrepentimiento. Mientras vivamos en el tiempo, siempre tenemos la puerta abierta para regresar a Dios, para pedir su perdón y para recibir su misericordia.
En resumen, el diablo ya no tiene esperanza de ser perdonado porque, al ser un ángel que ejerció su voluntad fuera del tiempo, su decisión de rebelarse contra Dios fue definitiva e irrevocable. Nosotros, en cambio, al vivir en el tiempo, siempre tenemos la oportunidad de arrepentirnos y volver a Dios. La misericordia de Dios es infinita, pero debemos recordar que para recibirla, debemos tener la voluntad de pedirla, una voluntad que el diablo, por su propia elección, ya no tiene.
Así que mientras caminamos por nuestra vida diaria, sigamos buscando a Dios, confiando en su misericordia, y recordando que siempre podemos volver a Él con un corazón arrepentido. ¡Esa es nuestra esperanza y nuestra fortaleza!
Autor: Padre Ignacio Andrade.
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