Hermosa Exaltación al Espíritu Santo


Oh, Espíritu Santo, dulce llama de amor eterno, tú que eres la caricia de Dios sobre nuestras almas. Tú que, con tu ternura infinita, tocas nuestros corazones y los llenas de paz y consuelo. Eres el susurro suave que calma nuestras tempestades, el rayo de luz que disipa las sombras de nuestras dudas, y el calor que abraza nuestras heridas más profundas.

Amoroso Espíritu, eres la bondad encarnada, la dulzura que penetra nuestros corazones endurecidos, derritiendo con tu presencia toda frialdad y desánimo. Nos envuelves con tu amor incondicional, nos acaricias con tu brisa suave y nos recuerdas que somos hijos amados del Padre. ¡Qué inmenso es tu amor, que siempre permanece, aun cuando nuestras almas se alejan!

Eres el consuelo en las noches de soledad, la esperanza en los días de tristeza y la fuerza en los momentos de debilidad. Te revelas como el amigo fiel, el guía seguro que nos conduce por los caminos de la verdad. Nos enseñas a amar como ama Jesús, a perdonar con el corazón abierto y a vivir con la alegría de quienes han sido tocados por tu gracia.

Oh, Espíritu de bondad, qué gran maravilla es sentir tu presencia que llena de sentido cada paso de nuestro caminar. Haznos dóciles a tu voz, enséñanos a escuchar tus inspiraciones y a vivir siempre bajo tu guía. Que nunca olvidemos que en tu ternura infinita encontramos el refugio perfecto, el hogar donde nuestras almas hallan descanso y paz.

Ven, Espíritu Santo, ven a morar en nosotros y haznos instrumentos de tu amor. Amén.

El Papa Francisco le recuerda a los jóvenes: "La Iglesia es mujer, no varón", un mensaje de igualdad y compromiso con la creación


En su reciente visita a Bélgica, el Papa Francisco se reunió con un grupo de jóvenes en la Universidad Católica de Lovaina, donde ofreció un mensaje lleno de reflexión y profundidad. Durante el encuentro, el Pontífice abordó la cuestión de la presencia y el papel de la mujer en la Iglesia, así como el rol de los jóvenes en la defensa de la ecología y la justicia social. A lo largo de su discurso, Francisco dejó en claro la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres y la necesidad de cuidar la creación divina frente a las amenazas de la corrupción y los intereses económicos.

La Iglesia es mujer: el mensaje de Francisco

El aula magna de la Universidad Católica de Lovaina fue el escenario donde el Papa Francisco abordó un tema que resuena en la Iglesia actual: la invisibilidad y el papel de la mujer. Los jóvenes y profesores presentes entregaron al Pontífice una carta que defendía su enfoque sobre la ecología integral y planteaba preguntas sobre la falta de visibilidad de las mujeres en la Iglesia. En respuesta, Francisco fue contundente al afirmar que “la Iglesia es mujer, no varón”. Esta frase, que pronunciaba con convicción y espontaneidad, se convirtió en el eje central de su discurso.

La mujer no es ‘el’ Iglesia, es ‘la’ Iglesia”, enfatizó el Papa, dejando claro que la esencia de la Iglesia está intrínsecamente ligada a lo femenino. Sin entrar en debates específicos sobre el diaconado o el sacerdocio femenino, el Papa subrayó la importancia de la mujer en el contexto del mensaje cristiano, destacando que “la mujer es más importante que el hombre” porque “la mujer se encuentra en el centro del acontecimiento salvífico, del ‘sí’ de María, Dios en persona viene al mundo”. Este reconocimiento del papel central de María en el relato de la salvación es, para Francisco, una reafirmación de la dignidad y la relevancia de la mujer dentro de la Iglesia.

“Es feo cuando la mujer quiere hacer la parte del hombre”

Durante su discurso, el Papa Francisco no solo destacó la importancia de la mujer, sino que también hizo un llamado a entender la complementariedad de los roles en la sociedad y la Iglesia. En un tono directo, afirmó que “es feo cuando la mujer quiere hacer la parte del hombre”, refiriéndose a la necesidad de que hombres y mujeres trabajen en conjunto, respetando sus diferencias y funciones particulares. Sin embargo, esto no significa que la mujer deba ser relegada o que se le nieguen espacios dentro de la Iglesia, sino que debe ser reconocida y respetada en su propia identidad.

Reconociendo las agresiones e injusticias

El Papa también reconoció que, a lo largo de la historia, las mujeres han sufrido “agresiones e injusticias, junto con prejuicios ideológicos” en la Iglesia. Francisco admitió que estos problemas persisten y, por ello, instó a los presentes a “recuperar el punto de partida: quién es la mujer y quién es la Iglesia”. Para el Papa, es fundamental recordar que “la Iglesia es el pueblo de Dios, no una empresa multinacional”. Esta afirmación resalta la necesidad de entender que la Iglesia no es una estructura de poder, sino una comunidad de creyentes que deben trabajar juntos en igualdad y respeto mutuo.

La igualdad entre hombre y mujer

Uno de los momentos más destacados del discurso del Papa fue cuando explicó que la igualdad entre hombre y mujer no debe basarse en la confrontación. “No deben avanzar en opuestas reivindicaciones, sino el hombre para la mujer y la mujer para el hombre, juntos”, aseguró Francisco. Al reafirmar que “la mujer en el pueblo de Dios es hija, hermana y madre”, el Papa subrayó la necesidad de construir una relación de respeto y colaboración. Para él, la igualdad no es una cuestión de competencia, sino de trabajar en comunión y solidaridad, construyendo una “dignidad, común y compartida”.

La visión del Papa Francisco sobre la igualdad es clara: no se trata de enfrentarse uno al otro, sino de reconocerse y apoyarse mutuamente. “La cultura cristiana elabora siempre nuevamente, en los diferentes contextos, la vocación y misión del hombre y de la mujer y su ser recíproco para el otro, en la comunión”, explicó el Pontífice. Esta afirmación es un recordatorio de que la Iglesia, a lo largo de su historia, ha sabido adaptarse y evolucionar, y que ahora es el momento de reafirmar la igualdad y el respeto en la relación entre hombres y mujeres.

El llamado a cuidar la creación frente a la corrupción y los intereses económicos

Más allá de la cuestión de la mujer en la Iglesia, el Papa Francisco también aprovechó la ocasión para instar a los jóvenes a comprometerse con la defensa de la creación y a ser agentes de cambio en un mundo que enfrenta múltiples desafíos. En su discurso, hizo un llamado a trabajar por el cuidado de la creación “frente a la guerra, la corrupción y los intereses económicos”. Según Francisco, estos males afectan no solo a la sociedad en general, sino que, en ocasiones, “contaminan la misma religión, convirtiéndola en un instrumento de dominio, esto es una blasfemia”.

En este sentido, el Papa fue claro al señalar que “Dios es Padre, no un patrón; es Hijo y Hermano, no un dictador; es Espíritu de amor, no de dominio”. Este mensaje tiene un profundo significado, ya que resalta la necesidad de que los jóvenes sean conscientes de los valores fundamentales de la fe y se alejen de cualquier forma de opresión o abuso de poder. La invitación del Papa es a vivir una vida de integridad y santidad, buscando siempre la justicia y la felicidad para todos, un llamado que hizo explícito al afirmar que “el desarrollo integral apela a nuestra santidad: es vocación a la vida justa y feliz, para todos”.

Un llamado a vivir en coherencia y a rechazar el individualismo

Al concluir su discurso, el Papa Francisco se dirigió directamente a los jóvenes, instándolos a ser coherentes con sus valores y principios. Les pidió que fueran “buscadores y testigos de la verdad” y que no cayeran en las “luchas y dicotomías ideológicas” que tantas veces dividen a la sociedad. Con una sinceridad desarmante, confesó: “Me da pena cuando encuentro universidades que únicamente preparan a los estudiantes para ganar dinero o para tener poder, es puro individualismo”.

Este último mensaje es un recordatorio de que la verdadera educación y formación no deben estar orientadas únicamente hacia el éxito material, sino hacia la construcción de una sociedad más justa, solidaria y respetuosa con la dignidad de cada persona y la creación.

Reflexiones finales: un mensaje que resuena

La intervención del Papa Francisco en la Universidad Católica de Lovaina dejó un impacto profundo en quienes estuvieron presentes. Sus palabras, llenas de verdad y sinceridad, son un llamado a la reflexión sobre el papel de la mujer en la Iglesia, la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres, y el compromiso con la creación y la justicia social.

El Papa ha mostrado una vez más que su liderazgo está centrado en la humanidad, en el amor y en la verdad. Al afirmar que “la Iglesia es mujer, no varón”, Francisco ha querido recordarnos que la fe y la comunidad cristiana se construyen en la reciprocidad, el respeto y la colaboración mutua. Su mensaje no solo es relevante para la Iglesia, sino para toda la sociedad, que necesita urgentemente modelos de inclusión, equidad y respeto.

En un mundo marcado por las divisiones y los conflictos, el Papa Francisco ofrece una visión de esperanza y unidad, invitando a todos, especialmente a los jóvenes, a ser agentes de cambio y a vivir en coherencia con los valores del Evangelio.

El Papa Francisco se da una "escapada" a una cafetería en Luxemburgo: un café y una bendición en su travesía


En un gesto que refleja su cercanía y espontaneidad, el Papa Francisco protagonizó una nueva y curiosa travesura durante su visita a Luxemburgo. El pontífice, conocido por su estilo único y poco convencional, decidió tomarse un breve descanso de su agenda oficial y se aventuró a una cafetería cercana para disfrutar de un café. Este acto, que dejó sorprendidos tanto a su equipo de seguridad como a los presentes, es solo una muestra más de la personalidad sencilla y cercana que ha caracterizado su papado.

Una parada inesperada en la jornada del Pontífice

En la tarde de su visita a Luxemburgo, el Papa Francisco, con su característico carisma, se escapó de la sede del arzobispado, donde descansaba después de la comida, y decidió caminar hacia una cafetería ubicada en las proximidades del edificio. Según información difundida por la agencia EFE, el Papa estuvo acompañado por el comandante de la Gendarmería Vaticana, Gianluca Gauzzi Broccoletti, y otro miembro de la gendarmería que se encarga de la seguridad del Pontífice. Este pequeño paseo improvisado por la ciudad resultó en un momento inesperado para los lugareños y para el personal del café, quienes no podían creer que tenían a un cliente tan especial.

La sorpresa del camarero y los curiosos

La llegada del Papa a la cafetería fue, sin duda, un momento que quedará grabado en la memoria del camarero que tuvo el honor de servirle. Es poco común ver a una figura de la talla del Papa Francisco disfrutar de un café en un entorno tan cotidiano, y la escena generó rápidamente la atención de quienes estaban presentes en el lugar. La imagen del Papa sentado tranquilamente, acompañado de su equipo de seguridad y tomándose un respiro para saborear un café, contrastaba con la rigidez y la formalidad que suelen rodear a este tipo de visitas oficiales.

Un encuentro providencial: bendición a una mujer embarazada

En su breve trayecto desde la sede del arzobispado hasta la cafetería, el Papa Francisco tuvo un encuentro que se sumó a la lista de momentos especiales que ha protagonizado a lo largo de su pontificado. En el camino, se topó con una mujer embarazada y, en un gesto lleno de ternura y espiritualidad, se detuvo para ofrecerle una bendición. Este gesto, sencillo pero cargado de significado, es una muestra más del papel pastoral que el Papa desempeña, incluso en medio de sus compromisos oficiales.

La bendición a la mujer embarazada refleja la cercanía que el Papa Francisco busca tener con los fieles, independientemente del lugar o la ocasión. Este tipo de actos, que humanizan y acercan al líder de la Iglesia Católica a las personas comunes, son parte del estilo que ha marcado su papado y que tanto ha cautivado a millones de creyentes alrededor del mundo.

Regreso al arzobispado y continuación de la agenda

Tras disfrutar de su café y compartir un momento de cercanía con la gente que se encontraba en el lugar, el Papa Francisco regresó a la sede del arzobispado de Luxemburgo, donde retomó su agenda con la misma energía y dedicación que lo caracteriza. Minutos después, se trasladó a la emblemática catedral de Notre Dame, donde tenía programado un encuentro con el clero local.

Este evento forma parte de su misión pastoral y su compromiso de estar cerca de los miembros de la Iglesia, fomentando el diálogo y la comunión. La visita a la catedral es, sin duda, uno de los puntos más importantes de su viaje a Luxemburgo, ya que representa un momento de encuentro y fortalecimiento de los lazos con la comunidad católica local.

La sencillez que caracteriza al Papa Francisco

Este tipo de gestos no son nuevos para el Papa Francisco, quien a lo largo de su pontificado ha demostrado que su liderazgo se basa en la humildad, la sencillez y el deseo de acercarse a la gente común. Desde el inicio de su papado, ha optado por un estilo de vida más sencillo, evitando los lujos y protocolos que suelen acompañar a su cargo.

Por ejemplo, es sabido que desde que asumió su rol como Papa, decidió no vivir en el Palacio Apostólico y, en su lugar, reside en la Casa Santa Marta, una residencia modesta dentro del Vaticano. Además, en numerosas ocasiones ha sido visto saludando a la gente en las calles, abrazando a enfermos y ancianos, e incluso, como en este caso, tomándose un momento para disfrutar de un café en una cafetería local.

La importancia del simbolismo en las acciones del Papa

Este tipo de acciones, aunque puedan parecer triviales a primera vista, tienen un profundo significado para los fieles. El hecho de que el líder de la Iglesia Católica se detenga a tomarse un café o a bendecir a una mujer embarazada en su camino, es un recordatorio de que el mensaje del Evangelio no está reservado solo para las ceremonias grandiosas o los actos oficiales. La fe y la espiritualidad se viven en los pequeños momentos del día a día, en los gestos sencillos y en la capacidad de encontrar a Dios en lo cotidiano.

El Papa Francisco ha sabido transmitir este mensaje a lo largo de su papado, mostrando que la esencia de la vida cristiana radica en la humildad, el amor y la cercanía con los demás. Su decisión de "escaparse" por unos minutos para disfrutar de un café en una cafetería local, es un testimonio vivo de que la Iglesia puede y debe estar presente en los espacios cotidianos de la vida de las personas.

Un Papa que rompe esquemas

Este episodio en Luxemburgo es solo un ejemplo más de cómo el Papa Francisco ha roto esquemas y ha redefinido la forma en que se entiende el rol del Papa en la actualidad. Su estilo cercano y accesible ha sido uno de los pilares que han marcado su pontificado y que lo han convertido en una figura querida y respetada, incluso por aquellos que no comparten la fe católica.

Desde su elección en 2013, ha hecho de la sencillez, la misericordia y el amor al prójimo los ejes principales de su mensaje. Ha defendido a los más vulnerables, ha hablado en favor de la justicia social y ha demostrado, a través de sus acciones, que la verdadera grandeza de un líder se encuentra en su capacidad de servir a los demás.

Reflexión final: Un Papa para el pueblo

La escapada del Papa Francisco a una cafetería en Luxemburgo es una pequeña muestra de la forma en que ha decidido vivir su pontificado: cercano, sencillo y siempre dispuesto a estar al lado de la gente. Este acto, aunque aparentemente simple, es un reflejo de su deseo de llevar el mensaje del Evangelio a todos los rincones y de recordarnos que la fe se vive en los gestos cotidianos y en la capacidad de compartir un momento con los demás.

En un mundo que muchas veces se muestra distante y frío, el Papa Francisco nos invita a redescubrir la belleza de lo sencillo y a ser testigos del amor de Dios en cada acción, por más pequeña que parezca. Su café en Luxemburgo quedará en la memoria como uno de esos momentos que, aunque fugaces, nos muestran la esencia de un líder que se esfuerza por ser, ante todo, un pastor cercano a su pueblo.

¿Por qué los católicos casi nunca nos decimos cristianos? ¿Por quë le hemos dejado esa identidad a los evangélicos?


¡Qué buena pregunta! Y te digo desde ya que este es un tema que vale la pena aclarar porque a veces hasta los mismos católicos nos confundimos un poquito. Vamos a tratarlo como si estuviéramos sentados en un café, charlando tranquilamente.

Primero, partamos de lo básico: todos los católicos somos cristianos. Decir “soy cristiano” y decir “soy católico” es prácticamente lo mismo, solo que "católico" es un poquito más específico. Cuando decimos que somos cristianos, estamos afirmando que creemos en Jesucristo, que lo seguimos y que lo reconocemos como nuestro Señor y Salvador. Esto está clarísimo en el Credo que recitamos en la Misa, donde decimos: "Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios...". Así que en lo fundamental, somos cristianos, porque el centro de nuestra fe es Cristo.

¿Por qué entonces no nos decimos tan a menudo "cristianos"?

Te confieso que hay un par de razones, y ninguna es que no queramos serlo. La primera tiene que ver con la historia y la evolución del lenguaje religioso. En los primeros siglos de la Iglesia, no había tanta división entre los que seguían a Cristo. Eran simplemente "los cristianos" (Hechos 11,26). Pero, con el tiempo, empezaron a surgir diferencias doctrinales y teológicas. Estas diferencias llevaron a la aparición de otras comunidades y denominaciones cristianas que se separaron de la Iglesia católica, como la Iglesia ortodoxa y, siglos después, las iglesias protestantes. Por eso, el término "católico" empezó a usarse para distinguirnos como la Iglesia universal que tiene continuidad directa desde los apóstoles. De hecho, "católico" significa "universal". Lo que buscamos es resaltar que nuestra Iglesia no es una más entre tantas, sino que es la misma fundada por Cristo y extendida por todo el mundo.

En la actualidad, muchas personas identifican a los "cristianos" con los evangélicos o protestantes, porque ellos hacen mucho énfasis en llamarse así. Y nosotros, los católicos, nos quedamos como más tranquilos en nuestro rincón, diciendo "católicos". Pero eso no significa que hayamos dejado de ser cristianos; es más una cuestión de costumbre que de realidad.

¿Nos hemos dejado robar la identidad de "cristianos"?

Sí y no. Te explico: no es que nos la hayan robado, pero sí es cierto que a veces nosotros mismos no la hemos defendido lo suficiente. ¿Cuántas veces, cuando alguien nos pregunta “¿Tú eres cristiano?”, respondemos “No, soy católico”? En ese momento, estamos perdiendo la oportunidad de decirles: “Sí, soy cristiano y, de hecho, pertenezco a la primera y más antigua Iglesia cristiana, que es la católica”. Ahí es donde tenemos que ser un poquito más valientes y recordar que la palabra "cristiano" nos pertenece también.

El Papa Francisco ha insistido en muchas ocasiones que debemos sentirnos orgullosos de ser cristianos y no dejar que esa identidad se quede como algo exclusivo de otras denominaciones. Así que cuando te pregunten la próxima vez, ¡no dudes en decirlo con toda seguridad! Somos cristianos católicos, es decir, seguidores de Cristo dentro de la tradición que Él mismo fundó a través de sus apóstoles.

¿Qué dice la Biblia sobre esto?

Si vamos a la Biblia, veremos que el término "cristiano" se usó por primera vez en Antioquía (Hechos 11,26). Ahí, los seguidores de Jesús empezaron a ser llamados “cristianos” porque proclamaban a Cristo como el centro de sus vidas. Luego, San Pablo en sus cartas a menudo se refería a los creyentes como “en Cristo” o “de Cristo” (por ejemplo, en 1 Corintios 3,23 y Gálatas 3,28), destacando que nuestra identidad está plenamente en Jesús.

El hecho de que nosotros los católicos no usemos tanto el término no quiere decir que no seamos verdaderos cristianos. Lo somos, y lo somos desde el principio. La Iglesia católica ha transmitido la fe en Cristo desde hace más de 2,000 años. Entonces, si alguien te dice que "solo los evangélicos son cristianos", puedes responderle con tranquilidad: “La Iglesia católica es la primera Iglesia cristiana, y yo soy un cristiano que vive su fe en la Iglesia fundada por Cristo mismo”.

El Catecismo también lo aclara

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) es muy claro en afirmar que somos cristianos. En el numeral 818, dice que "todos los que han sido justificados por la fe en el bautismo son incorporados a Cristo; por consiguiente, tienen derecho a llamarse con razón cristianos, y con razón son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia católica." Ahí está: ¡somos cristianos y lo hemos sido desde siempre!

Además, en el numeral 1694, el Catecismo nos invita a vivir como cristianos, es decir, siguiendo el modelo de Cristo y viviendo conforme al Espíritu. En otras palabras, nos recuerda que nuestra identidad como seguidores de Cristo está en el centro de nuestra fe y práctica.

¿Cómo podemos recuperar esa identidad?

Ahora, ¿cómo podemos recuperar ese sentido de ser cristianos sin abandonar nuestra identidad católica? Bueno, una forma muy sencilla es empezar a usar la palabra "cristiano" con más frecuencia. Cuando hables con tus amigos, familiares o incluso desconocidos, no tengas miedo de decir: “Soy cristiano, y mi fe cristiana la vivo en la Iglesia católica”. Es una manera de recordarles (¡y recordarnos!) que seguimos a Cristo y que no hay nada más importante que eso.

Otra forma es estudiar y conocer más sobre nuestra fe. Cuanto más sepamos sobre la historia de la Iglesia y la riqueza de la doctrina católica, más entenderemos que somos parte de una comunidad cristiana que tiene sus raíces en los mismos apóstoles. Así, cuando alguien nos diga que los católicos no somos cristianos, podremos responder con amor y conocimiento, demostrando que somos tan seguidores de Cristo como cualquier otro.

En conclusión…

No hemos dejado de ser cristianos, ni nunca lo haremos. El problema es que a veces hemos permitido que la costumbre o la falta de conocimiento nos haga olvidar que ser católico es ser un cristiano pleno, en toda la riqueza de la palabra. Somos parte de la Iglesia que Cristo fundó, una Iglesia que ha mantenido su fe en Jesús durante más de dos mil años. Así que la próxima vez que te pregunten, di con alegría: "¡Soy un cristiano católico, un seguidor de Jesucristo en la Iglesia que Él mismo fundó!".

Y si quieres un último consejo, recuerda lo que nos dijo San Pedro en su primera carta: “Estén siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de la esperanza que tienen” (1 Pedro 3,15). Esa esperanza es Cristo, y como cristianos católicos, ¡tenemos mucho que compartir con el mundo!

Autor: Padre Ignacio Andrade

La Esencia o Sustancia más pura de Dios es el Amor; nosotros experimentamos Amor, pero Dios es Amor en su naturaleza más profunda


A ver, empecemos por lo básico: todos hemos experimentado el amor, ¿verdad? Ese cosquilleo en el estómago, ese sentimiento que nos hace ver las cosas de forma diferente, que nos mueve a hacer cosas increíbles por alguien más. Pero la realidad es que, aunque experimentamos amor, ese amor que conocemos es solo un reflejo de algo mucho más grande y perfecto. Y es que la esencia más pura de Dios es el amor, pero no un amor cualquiera, sino un amor que define Su misma existencia. Dios no solo ama, ¡Él es amor! Como lo expresa San Juan: "Dios es amor" (1 Juan 4,8).

Dios es Amor en su naturaleza más profunda

Imagina por un momento un sol brillante y resplandeciente. Cuando te paras bajo sus rayos, sientes su calor y su luz. Pero esos rayos que tocan tu piel no son el sol en su totalidad; son solo una manifestación de su naturaleza. De la misma manera, lo que nosotros experimentamos como amor son destellos de la fuente infinita de amor que es Dios.

Dios, en Su ser más íntimo, no tiene amor como algo añadido. El amor no es algo que Dios hace, es lo que Él es. Y es aquí donde entra uno de los misterios más hermosos y profundos de nuestra fe: la Santísima Trinidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas distintas pero un solo Dios, viviendo en una relación de amor eterno e inquebrantable. En esta unión, el Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y ese amor es tan perfecto, tan pleno, que es una Persona, el Espíritu Santo. Es como un círculo de amor que no tiene principio ni fin. ¡Esa es la esencia de Dios!

El amor humano frente al Amor Divino

Ahora bien, cuando hablamos de nuestro amor, nos damos cuenta de que siempre está condicionado de alguna forma. Amamos porque alguien nos ama de vuelta, porque encontramos algo hermoso o valioso en esa persona. Pero el amor de Dios rompe con todas estas limitaciones. Él no necesita nada de nosotros; no le damos nada que Él ya no tenga. Y, sin embargo, nos ama con una intensidad que no podemos ni imaginar.

La mejor manera de entender esto es mirando a Jesús, la máxima expresión del amor de Dios hecho carne. San Pablo nos lo dice muy claro en Romanos 5,8: "Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros". Piensa en eso por un momento. Dios no esperó a que fuéramos perfectos o a que mereciéramos su amor. Nos amó primero, y lo demostró entregando a su Hijo por nosotros. ¡Ese es el amor en su forma más pura!

Cuando Jesús está en la cruz, clavado, desfigurado por los latigazos, y a punto de morir, pronuncia palabras que resuenan a lo largo de los siglos: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34). En ese momento, Dios nos muestra que su amor no tiene límites. Ama incluso cuando es rechazado, ignorado, insultado. Ese es el amor que Dios es en su naturaleza más profunda.

El Catecismo y la naturaleza del Amor de Dios

El Catecismo de la Iglesia Católica también nos habla de este amor tan maravilloso. En el número 221, dice: "Dios es Amor: La Escritura lo dice en muchas ocasiones. El amor de Dios es ‘eterno’ (Is 54,8); ‘leal’ (Sal 25,10); ‘misericordioso’ (Sal 103,8); ‘fiel’ (Os 2,21); ‘bondadoso’ (Is 54,10). El amor de Dios es gratuito y sin condiciones, un amor que se entrega sin medida ni reserva alguna". Qué impresionante, ¿no? Nos muestra que el amor de Dios no se agota, no tiene fin, y es completamente gratuito. No hay nada que puedas hacer para merecerlo, y nada que puedas hacer para perderlo. Es un amor que simplemente ES.

Nuestro llamado a reflejar el Amor de Dios

Ahora bien, uno podría preguntarse: "¿Y qué hago yo con todo esto?". Pues resulta que, aunque no podamos ser amor en nuestra esencia como Dios lo es, estamos llamados a reflejar ese amor en nuestra vida. Jesús nos dejó un mandamiento muy claro: "Ámense los unos a los otros como Yo los he amado" (Juan 15,12). ¡Fácil de decir, pero qué difícil es ponerlo en práctica!

Nos cuesta amar al que nos hace daño, al que piensa diferente, al que nos cae mal. Pero si queremos parecernos a Dios, si queremos experimentar ese amor en su plenitud, tenemos que hacer el esfuerzo de amar sin condiciones, tal como Él lo hace con nosotros. Aquí es donde entra la caridad, que es ese amor desinteresado, sacrificado, que busca el bien del otro por encima del propio.

San Pablo lo describe de una forma bellísima en su carta a los Corintios: "El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece. No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor" (1 Corintios 13,4-5). Este es el tipo de amor que se nos pide vivir. Es un amor que se entrega, que se da sin esperar nada a cambio, que se sacrifica por el bien del otro.

El Amor de Dios como fuente de Esperanza

Y te digo algo, en un mundo tan lleno de dolor, de sufrimiento y de desesperanza, el hecho de saber que Dios es amor, que Él nos ama de una manera tan personal, tan íntima, debería llenarnos de consuelo y esperanza. No estamos solos. No somos un accidente en el universo. Somos amados, y no de cualquier manera, sino con un amor que supera cualquier cosa que hayamos experimentado o imaginado.

Cada vez que te sientas perdido, cada vez que sientas que nadie te comprende o que no eres digno de amor, recuerda que hay un Dios que te conoce mejor que tú mismo, que sabe de tus heridas, de tus luchas, de tus fracasos, y que aún así te dice: "Tú eres mío. Te amo". Ese amor es el que le da sentido a nuestra vida, y es el que nos impulsa a amar a los demás, incluso cuando es difícil, incluso cuando duele.

Conclusión

Dios es amor en su naturaleza más pura, y nuestra vida adquiere su verdadero sentido cuando respondemos a ese amor, cuando dejamos que Él nos transforme y nos llene con Su amor para compartirlo con el mundo. Así que, cada vez que veas un acto de amor, por pequeño que sea, recuerda que estás viendo un reflejo de ese amor infinito que es Dios. Y cada vez que ames, aunque sea un poquito, aunque te cueste, estarás participando de la esencia misma de Dios, porque Dios es amor, y nosotros, creados a Su imagen y semejanza, estamos llamados a ser, aunque sea un pequeño reflejo de ese Amor eterno.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

La Advocación de la Virgen que Liberó a los Cristianos Esclavizados: La Historia de la Devoción a Nuestra Señora de la Merced


El mes de septiembre está cargado de celebraciones marianas que son especialmente queridas por los fieles católicos de todo el mundo. Entre ellas, figuran fiestas como la Natividad de la Virgen María el 8 de septiembre, el Santísimo Nombre de María el 12 de septiembre, Nuestra Señora de los Dolores el 15 de septiembre y Nuestra Señora de La Salette el 19 de septiembre. Pero hay una festividad que, aunque menos conocida en América del Norte, tiene una profunda importancia en el mundo hispano: la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, celebrada cada 24 de septiembre.

El Origen de una Devoción que Cambió el Destino de los Cautivos

La festividad de Nuestra Señora de la Merced fue añadida oficialmente al calendario litúrgico en 1960, pero su origen se remonta muchos siglos atrás, en la turbulenta España del siglo XIII. En aquella época, los sarracenos, también conocidos como moros, habían capturado gran parte del territorio español y reducido a muchos cristianos a la esclavitud. Fue en este contexto donde la historia de Nuestra Señora de la Merced comenzó a forjarse, revelando un mensaje de esperanza y liberación que cambiaría la vida de miles de cautivos.

En 1218, la Virgen María se apareció simultáneamente a tres hombres: San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort y el Rey Jaime de Aragón. Lo sorprendente de este acontecimiento es que los tres experimentaron la visión de forma separada, cada uno en un lugar diferente. En esta aparición, la Virgen les expresó un mensaje claro y urgente, un llamado que resonaría a lo largo de los siglos: les dijo que “complacería a su Hijo si se estableciera una orden para rescatar a los cristianos de su cautiverio.”

La Fundación de la Orden de Nuestra Señora de la Merced

A raíz de esta aparición, y motivados por el llamado de la Virgen, San Pedro Nolasco, junto con su confesor San Raimundo de Peñafort y el Rey Jaime de Aragón, fundaron la Orden real, militar y religiosa de Nuestra Señora de la Merced en la ciudad de Barcelona. Esta orden, más tarde conocida simplemente como los Mercedarios, fue creada con un propósito muy específico: liberar a los cristianos que habían sido capturados y esclavizados por los sarracenos. La misión de la nueva orden fue, en todos los sentidos, un reflejo del mensaje de amor y misericordia que Nuestra Señora de la Merced había transmitido.

La labor de los Mercedarios era tan intensa y comprometida que, además de recoger limosnas para rescatar a los cautivos, sus miembros se comprometieron a un voto adicional, un cuarto voto que marcaba la diferencia con otras órdenes religiosas de la época. Este voto, que sigue siendo exigido a los miembros hoy en día, consistía en "prometer morir si era necesario para salvar a aquellos en peligro de perder su fe." En otras palabras, los mercedarios estaban dispuestos a entregar su propia vida a cambio de la libertad y la fe de los cautivos, reflejando así el sacrificio y la entrega absoluta que María había pedido en su aparición.

Una Devoción que Inspiró Sacrificio y Esperanza

La historia de los mercedarios está llena de ejemplos heroicos de hombres que, fieles a su cuarto voto, se ofrecieron como esclavos a cambio de la libertad de sus compañeros cristianos cuando no había suficientes limosnas para pagar el rescate. Estos actos de valentía y sacrificio eran la manifestación viva del amor y la devoción hacia Nuestra Señora de la Merced, quien no solo se convirtió en un símbolo de esperanza para los cautivos, sino también en la madre que los guiaba hacia la libertad, tanto física como espiritual.

“Nuestra Señora de la Merced deseaba ayudar a sus hijos hace tantos siglos a ser liberados del cautiverio físico y espiritual.” Esta frase encapsula perfectamente el propósito de esta advocación mariana. Su misión no se limitaba a la liberación de los cristianos cautivos en tiempos de guerra, sino que también representaba la lucha contra las cadenas invisibles que atan a las personas y que las alejan de la verdadera libertad que se encuentra en el amor de Dios.

Una Patrona que Sigue Liberando a los Cautivos del Siglo XXI

Si bien la devoción a Nuestra Señora de la Merced tiene sus raíces en un contexto histórico muy particular, su mensaje sigue siendo relevante hoy en día. En una época donde muchas personas se sienten atrapadas por "el cautiverio de las ideologías que nos alejan de Dios y que atan tanto nuestras almas y nuestros cuerpos en cadenas demoníacas", la figura de Nuestra Señora de la Merced cobra un significado especial. Ella no solo representa el amor y la misericordia de Dios hacia los cautivos de siglos pasados, sino que también es la madre que sigue trabajando para liberarnos de las cadenas del pecado, la desesperanza y la falta de fe.

La devoción a Nuestra Señora de la Merced se mantiene viva, especialmente en España y América Latina, donde es considerada la patrona de Barcelona y de muchas comunidades que la han acogido como protectora y madre. En su papel de liberadora, sigue inspirando a aquellos que buscan la libertad que solo se encuentra en la verdadera fe y en el amor a Dios.

Un Llamado a la Libertad y la Misericordia

La historia de Nuestra Señora de la Merced es un testimonio de cómo el amor y la fe pueden transformar vidas y liberar a los cautivos, no solo de las cadenas físicas, sino también de las espirituales. Por eso, hoy más que nunca, es necesario recordar su mensaje y pedirle que interceda por nosotros para liberarnos de aquello que nos impide vivir plenamente como hijos de Dios. “Pidamos a Nuestra Señora de la Merced que restaure nuestras vidas a la libertad de los hijos de Dios. De esta manera, podremos ayudar a liberar a otros y servir al Rey de la Misericordia.”

Así, la devoción a Nuestra Señora de la Merced se convierte en un recordatorio de que, incluso en medio de la oscuridad y el sufrimiento, la misericordia de Dios es más poderosa que cualquier cadena que nos ate. Y es a través de la intercesión de la Virgen que podemos encontrar la fuerza y la esperanza para romper las ataduras que nos alejan de la verdadera libertad y del amor eterno de Dios.

Conclusión

Nuestra Señora de la Merced nos invita a vivir una vida llena de misericordia, amor y sacrificio, tal como lo hicieron los mercedarios en el siglo XIII. Su mensaje de libertad y esperanza es un faro de luz en tiempos de dificultad, y su intercesión sigue siendo una fuente de consuelo para todos aquellos que buscan ser liberados de sus propias cadenas. Es un llamado a recordar que, así como la Virgen rescató a los cautivos de la esclavitud hace siglos, sigue ayudando a sus hijos a encontrar la verdadera libertad que se encuentra en la fe y en el amor de Dios.

Oración a las Llagas de Cristo (Cabeza, Manos, Pies y Costado)


Oración a las Llagas de Cristo (Cabeza, Manos, Pies y Costado)

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Llaga de la cabeza

Señor Jesús, te adoramos por la llaga de tu cabeza, coronada de espinas por nuestra salvación. Que tu sufrimiento por nuestras ofensas sane nuestra mente y nos libere de los pensamientos de pecado. Espíritu Santo, purifica nuestras intenciones, y haznos dóciles a la voluntad del Padre. Virgen María, ruega por nosotros para que vivamos con la mente puesta en las cosas de arriba.

Llagas de las manos

Señor Jesús, te veneramos por las llagas de tus manos, perforadas por los clavos de nuestra redención. Que nuestras manos, fortalecidas por tu gracia, que recibimos por obra del Espíritu Santo, obren siempre el bien y la caridad. Padre amado, recibe nuestras obras como una ofrenda de amor. Virgen Santísima, enséñanos a trabajar en humildad y servicio, como tú lo hiciste.

Llagas de los pies

Señor Jesús, te glorificamos por las llagas de tus pies, que soportaron el peso de la cruz en el camino hacia nuestra salvación. Dirige nuestros pasos, Espíritu Santo, para que sigamos siempre el sendero que conduce a la vida eterna. Dios Padre, guía nuestros caminos y aleja de nosotros todo mal. María, Madre del Camino, acompáñanos en cada paso.

Llaga del costado

Señor Jesús, adoramos tu costado abierto, de donde brotaron sangre y agua, signo de la misericordia y los sacramentos. Que el Espíritu Santo, que fluye de tu corazón traspasado, nos santifique y nos renueve. Padre celestial, acógenos en tu amor infinito, y Virgen María, Madre Dolorosa, enséñanos a contemplar este misterio con un corazón humilde y agradecido.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

El Vaticano da su "SÍ" a Medjugorje como lugar de Peregrinación, pero no avala aun las apariciones, pide precaución con los presuntos videntes.


El fenómeno de Medjugorje ha sido un tema de discusión en la Iglesia Católica durante décadas. Desde que en 1981 un grupo de niños afirmó haber visto a la Virgen María, miles de personas han viajado a este pequeño enclave de Bosnia-Herzegovina, convertido en un lugar de peregrinación mariano de gran popularidad. Sin embargo, la postura oficial de la Iglesia sobre la validez de estas apariciones ha sido siempre cuidadosa y mesurada. Ahora, el Vaticano ha dado un paso importante en este asunto, otorgando un respaldo explícito a las peregrinaciones, pero con ciertas advertencias importantes sobre los mensajes y los supuestos videntes.

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con el apoyo del papa Francisco, ha emitido un informe en el que se otorga el ‘nihil obstat’ a Medjugorje, lo que se traduce en un visto bueno formal a este lugar como santuario espiritual. Este sello es el más alto de los seis grados establecidos por el Vaticano para el discernimiento de fenómenos sobrenaturales. Sin embargo, este reconocimiento no implica que la Iglesia haya aceptado como auténticas las apariciones de la Virgen María en Medjugorje.

Peregrinaciones permitidas, con reservas

El informe del Vaticano subraya que, aunque las peregrinaciones al santuario de Medjugorje están permitidas y se reconoce la abundancia de "frutos espirituales" que han surgido de las visitas a este lugar, también se insiste en la necesidad de aclarar ciertos aspectos. El documento pone énfasis en que “no se han difundido en el Pueblo de Dios efectos negativos o de riesgo” a raíz de estas peregrinaciones, lo que ha motivado que se permita a los fieles continuar visitando el lugar. No obstante, se mantiene una vigilancia pastoral y doctrinal para garantizar que las actividades y mensajes en Medjugorje se mantengan en línea con la enseñanza de la Iglesia.

Uno de los puntos clave que resalta el informe es que la Santa Sede no certifica que las apariciones de la Virgen María sean auténticas. De hecho, el Dicasterio se refiere a los "presuntos mensajes" y a los "supuestos videntes" con un tono de cautela. A los fieles se les recuerda que “no están obligados a creer” en estas revelaciones privadas, pues la Iglesia no ha emitido un juicio definitivo sobre su sobrenaturalidad.

Abundantes frutos espirituales

A pesar de la incertidumbre sobre la autenticidad de las apariciones, el informe destaca que las peregrinaciones a Medjugorje han dado lugar a notables frutos espirituales. Se mencionan numerosas conversiones, un aumento en la práctica sacramental, y vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal, como señales del bien que ha surgido de este santuario. Además, se reconoce que el lugar ha sido un punto de encuentro no solo para católicos, sino también para personas de otras religiones, incluidos musulmanes y ortodoxos.

El informe subraya que “una sana práctica de la vida de la fe” se ha mantenido entre los peregrinos que visitan Medjugorje. Esto incluye la participación en los sacramentos, la oración comunitaria y la reflexión sobre el Evangelio. El documento destaca que estas experiencias positivas ocurren principalmente en el contexto de las peregrinaciones, más que en los encuentros con los videntes o durante las supuestas apariciones.

Análisis del contenido de los mensajes

El Dicasterio también ha llevado a cabo un análisis exhaustivo del contenido de los mensajes atribuidos a la Virgen María en Medjugorje. Se reconoce que muchos de estos mensajes contienen elementos teocéntricos, centrados en la unión con Dios, la paz espiritual y la oración. Sin embargo, el informe también advierte que “algunos pocos mensajes se alejan de estos contenidos positivos y edificantes e incluso parece que llegan a contradecirlos”. Por ejemplo, se han detectado expresiones que podrían interpretarse como contradictorias con la enseñanza católica o que podrían generar confusión entre los fieles.

Un aspecto que se destaca en el análisis es que la Virgen María, tal como se presenta en Medjugorje, no se coloca a sí misma en el centro, sino que dirige la atención hacia Cristo y la unión con Dios. Sin embargo, el informe subraya que es necesario ser cautelosos con los mensajes que “oscurecen la belleza del conjunto” y que podrían comprometer el valor espiritual del santuario.

Advertencias sobre el mal uso del fenómeno

El Vaticano también ha emitido varias advertencias importantes sobre el mal uso que algunas personas o grupos podrían hacer del fenómeno de Medjugorje. El informe menciona que algunos mensajes presentados como provenientes de la Virgen contienen “lenguaje místico impreciso” y en algunos casos “incorrecto desde el punto de vista teológico”. Se menciona, por ejemplo, que en algunos mensajes la Virgen es presentada como “mediadora” ante Dios, un concepto que, aunque compatible en parte con la enseñanza católica, debe ser comprendido adecuadamente para no caer en errores teológicos.

Además, el Dicasterio rechaza las supuestas “reprimendas y amenazas” que algunos de los videntes atribuyen a la Virgen, así como las afirmaciones de que María mostraría “alguna irritación” porque no se han seguido algunas de sus indicaciones. El informe subraya que este tipo de mensajes no deben reemplazar la guía pastoral de los sacerdotes o el trabajo sinodal de la comunidad eclesial.

Mensajes engañosos

El informe también alerta sobre ciertos “mensajes engañosos” atribuidos a la Virgen, como aquel que supuestamente afirma que “El 5 de agosto próximo se celebra el segundo milenio de mi nacimiento […] En estos tres días no trabajéis”. El Vaticano señala que los fieles deben ser prudentes y no prestar atención a este tipo de detalles, ya que carecen de fundamento teológico o histórico.

Enfoque en el encuentro con Cristo

Finalmente, el Vaticano concluye que las peregrinaciones a Medjugorje deben centrarse en el encuentro con Cristo, más que en la búsqueda de los supuestos videntes o las apariciones. El informe insta a los fieles a ver en Medjugorje una oportunidad para profundizar en su fe a través de la oración, la Eucaristía y la adoración eucarística. “A las personas que van a Medjugorje se les debe orientar fuertemente a aceptar que las peregrinaciones no se hacen para encontrarse con supuestos videntes, sino para tener un encuentro con María, Reina de la Paz, y, fieles al amor que ella tiene por su Hijo, encontrarse con Cristo”.

Con estas recomendaciones, el Vaticano busca equilibrar la apertura hacia los fieles que encuentran en Medjugorje un lugar de paz y crecimiento espiritual, con la necesidad de proteger la integridad doctrinal y pastoral de la Iglesia.

“La Virgen no es un cartero que venga para decir a qué hora se debe celebrar la misa”: afirma el Cardenal 'Tucho' Fernández; pide cautela sobre Medjugorje


El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández, se pronunció con cautela, pero de manera crítica, respecto al fenómeno de Medjugorje en una reciente rueda de prensa. A pesar de que el santuario en Bosnia-Herzegovina recibe millones de peregrinos cada año, el Vaticano no ha emitido un juicio definitivo sobre la autenticidad de las supuestas apariciones de la Virgen María que datan de 1981. En palabras de Fernández, “no se ha expresado ningún juicio sobre las apariciones”, y aunque se ha permitido el culto público, advirtió sobre los mensajes y los supuestos videntes que han marcado la historia del lugar.

Críticas a los 'Mensajes Engañosos' y la 'Virgen Cartera'

Uno de los puntos más críticos de la intervención de Fernández fue su postura frente a ciertos mensajes atribuidos a la Virgen en Medjugorje. El cardenal subrayó que es fundamental discernir cuidadosamente entre lo que podría venir de Dios y lo que puede ser producto de la cultura, la formación o los deseos de los videntes. En este sentido, se refirió al concepto de la 'Virgen cartera', un término que él mismo utilizó y que ha sido previamente mencionado por el papa Francisco para señalar la supuesta intervención de la Virgen en asuntos triviales o cotidianos.

“La insistencia en escuchar los mensajes se vuelve problemática en algunos mensajes en los que la Virgen da órdenes sobre fechas, lugares, aspectos prácticos, toma decisiones sobre asuntos ordinarios que deben ser discernidos en comunidad”, señaló Fernández. “Es el modelo de la ‘Virgen cartera’ que el papa Francisco rechaza. Por ejemplo, cuando dice a qué hora se debe celebrar la misa, o qué se debe hacer el próximo Adviento, o cuándo la Iglesia debe celebrar la memoria de su nacimiento”. Enfatizando su postura crítica, sentenció: “La Virgen no es un cartero que venga para decir a qué hora se debe celebrar la misa”.

Esta declaración subraya la preocupación del Vaticano sobre la naturaleza de los mensajes que algunos fieles consideran auténticos. Fernández instó a los fieles a que, “usando prudencia y sentido común, no tomen en serio ni presten atención a estos detalles”. El cardenal agregó que, si bien es posible que haya una intervención divina real en las supuestas apariciones, los videntes no están exentos de error, y por lo tanto, “los videntes podrían y pueden pecar”.

El ‘Efecto Medjugorje’: Entre la Devoción y la Crítica

A pesar de la cautela y las advertencias, Medjugorje sigue siendo uno de los lugares marianos más visitados en el mundo. Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación, también intervino en la rueda de prensa para destacar el impacto positivo que el santuario ha tenido en la vida de muchos fieles. Según Tornielli, “independientemente de las diferentes estimaciones, se puede decir con seguridad que Medjugorje es uno de los lugares marianos más visitados”, recibiendo a tres millones de peregrinos cada año, con una concentración especialmente alta en los meses de verano.

Tornielli acuñó el término ‘efecto Medjugorje’ para describir el aumento en la frecuencia de la práctica religiosa, la recepción de los sacramentos y la oración entre los peregrinos que visitan el santuario. Las estadísticas respaldan este fenómeno: casi la mitad de los peregrinos (48,8%) han visitado previamente Medjugorje, mientras que para el 39% fue la primera vez que peregrinaban a un lugar de este tipo. En total, desde 1985 hasta junio de 2024, se distribuyeron más de 47 millones de comuniones en la parroquia y los lugares vinculados a las apariciones. Tan solo en agosto de 2024, se repartieron 325.000 comuniones, y 9.582 sacerdotes concelebraron misa.

El Vaticano Permite el Culto, pero sin Emitir Juicio Definitivo

Fernández fue claro al explicar que, aunque el Vaticano ha otorgado el ‘nihil obstat’, que autoriza el culto público en Medjugorje, esto no debe interpretarse como un respaldo completo a las apariciones. El ‘nihil obstat’ no implica un juicio definitivo sobre el origen sobrenatural de las mismas. “El ‘nihil obstat’ no soluciona ni cierra todo para el futuro. Es una determinación abierta a la evolución del tiempo y del espacio”, puntualizó el cardenal.

En su intervención, el purpurado argentino también reflexionó sobre la actitud de los pontífices respecto a Medjugorje, desde Juan Pablo II hasta el papa Francisco, señalando que todos han mostrado “una actitud de gran respeto ante una devoción tan extendida entre el pueblo de Dios”. Para Fernández, lo esencial no es centrarse en los fenómenos sobrenaturales en sí, sino en los frutos espirituales que Medjugorje ha producido en la vida de los peregrinos: “Más allá del origen sobrenatural de las apariciones o no, ¿qué sucede realmente ‘alrededor’ o ‘en medio’ de Medjugorje? ¿Hay vitalidad espiritual, fe, conversión, frutos positivos? ¿Puedes ver que Dios está haciendo cosas buenas?”

Un Lugar de Paz y Conversión

Aunque las advertencias sobre los mensajes continúan, Fernández fue enfático en destacar que el santuario sigue siendo un lugar de conversión y paz interior para muchos. “La gran mayoría de los peregrinos no van a Medjugorje para buscar a los videntes y escuchar sus mensajes, sino para buscar la fuerza, la paz interior, la gracia de ser más santos”, explicó. “Es sobre todo un simple lugar de paz que hace mucho bien”.

El cardenal concluyó que, incluso si los videntes cometen errores, esto no invalida los frutos positivos de Medjugorje: “Dios, en sus misteriosos planes, incluso en medio de las imperfecciones humanas, ha encontrado en Medjugorje una manera de hacer fluir un río de bien y belleza. Probablemente esto seguirá siendo así”.

Un Futuro Abierto a Evaluaciones

El futuro de Medjugorje, especialmente en lo que respecta a los mensajes futuros, permanece abierto a la evaluación. Según Fernández, “si los hay, habrá que evaluarlos y aprobarlos para su posible publicación, y hasta que no sean analizados no se aconseja a los fieles considerarlos como textos edificantes”. Reiteró que no conviene entusiasmarse con mensajes que atribuyen a la Virgen tareas ordinarias, ya que, como dijo el papa Francisco, “no conviene entusiasmarse con una Virgen cartera”.

¿Tiene un significado Eucarístico el que Jesús haya nacido en Belén? ¡Te vas a sorprender!



Al plantear esta pregunta muchos podrán pensar inmediatamente en que el significado está conectado con el Rey David, pues Jesús, según el anuncio del ángel a la Santísima Virgen María, es el heredero del trono de David (Lucas 1, 32), quien era originario de la ciudad de Belén. Por esto mismo estaba profetizado en Miqueas 5, 1 que el mesías habría de nacer en dicha ciudad: "En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos, desde tiempos remotos".

Como sabemos, esta profecía del profeta Miqueas se cumplió tal y como lo relata en el Evangelio de San Mateo 2, 1 "Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalen..." 


Incluso Herodes convoca a los sumos sacerdotes y a los escribas para preguntarles dónde debía nacer el mesías de Israel, y ellos le confirmaron que en Belén usando el texto de Miqueas, como se relata en los versículos posteriores al que ya hemos citado del evangelio de Mateo.

¿Pero aparte de la conexión con el rey David, podrá el nacimiento de nuestro Señor Jesús en Belén tener un significado aun más especial y profundo, un significado Eucarístico?
 

En la Biblia nada es casualidad, Jesús no nació en Belén simplemente porque sí, y tampoco lo hizo únicamente porque de allí fuese originario David, sino también porque el nombre de Belén está relacionado con aquello que Jesús es: El pan de vida.

Jesús, sobre todo en lo relatado en Juan 6, nos anuncia que Él mismo es nuestro pan de vida eterna, el pan del cielo. «"Jesús les respondió: En verdad, en verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo"» (Jn 6, 32-33).
Jesucristo es ese pan de vida eterna ("Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre" Jn 6, 51), quien se da en alimento a nosotros por medio de la Eucaristía.

¿Pero y a todo esto, qué tiene que ver Belén con que Jesús sea el pan vivo bajado del cielo?

Pues es muy sencillo: Belén (בית לחם) significa en hebreo nada más y nada menos que "Casa del Pan", לחם(pan) בית(casa).

Hasta ese detalle estaba finamente ordenado por Dios, que en otro tiempo se apiado de los israelitas y les mandó el maná, una figura del verdadero pan, del pan perfecto que es su Hijo Jesucristo, y como estupendo e inmejorable signo, lo hizo nacer justo en Belén, "la Casa del Pan".

Autor: Alfredo Rodríguez

¿Cómo será la Resurrección de los muertos de la que habla el Credo?


¡Qué tema tan interesante! La resurrección de los muertos, esa verdad que afirmamos cada vez que rezamos el Credo, es una de las promesas más grandes que Dios nos ha hecho, y una de las más misteriosas también. Sabemos que nuestra vida no termina con la muerte, y que hay algo más allá, pero ¿cómo será eso de "resucitar de entre los muertos"? Vamos a verlo con calma, como si estuviéramos platicando después de Misa.

La esperanza de la resurrección

Primero, hay que entender que esta idea de la resurrección no es algo que se le ocurrió a los cristianos de la nada. Viene de las Escrituras, de las promesas que Dios ha hecho a lo largo de la historia. En el Antiguo Testamento, ya vemos vislumbres de esta esperanza. Por ejemplo, en el libro de Daniel, se menciona algo muy cercano a la idea de la resurrección: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno" (Daniel 12,2). Y también hay otros pasajes, como en el libro de Job, donde él dice: "Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se alzará sobre el polvo; y después de mi piel, después de haber sido destruida, veré a Dios en mi carne" (Job 19,25-26). Job está hablando aquí de ver a Dios en su carne, lo cual nos lleva a la idea de que la resurrección no es solo una cosa espiritual, sino algo corporal.

Ya en el Nuevo Testamento, la resurrección cobra un sentido pleno gracias a Jesús. Él mismo lo dijo varias veces: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá" (San Juan 11,25). Aquí es donde vemos más claramente que la resurrección es una realidad que implica nuestra participación en la vida eterna de Dios. Y, por supuesto, el hecho central de nuestra fe es la resurrección de Jesús. San Pablo lo dice clarito: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe" (1 Corintios 15,14). Así que la resurrección no es un extra, es la pieza central de nuestra esperanza cristiana.

¿Qué significa que resucitaremos?

Cuando decimos en el Credo que creemos en "la resurrección de los muertos", estamos diciendo que creemos que después de la muerte, Dios nos devolverá la vida, pero no cualquier vida, sino una vida gloriosa. San Pablo también nos da pistas sobre cómo será esto: "Así también la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; se siembra en deshonra, resucita en gloria; se siembra en debilidad, resucita en poder; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual" (1 Corintios 15,42-44). Es como una transformación: el cuerpo que tenemos ahora, que es frágil, corruptible, limitado, será transformado en algo glorioso, inmortal.

Ahora, ¿cómo será ese cuerpo resucitado? Esa es la gran pregunta. Aunque no podemos saber exactamente todos los detalles, Jesús nos da un buen ejemplo con su propia resurrección. Cuando Él resucitó, tenía un cuerpo real, físico, que podía tocarse (acuérdate de Tomás tocando sus heridas), podía comer, pero también podía aparecer y desaparecer, atravesar puertas cerradas... era un cuerpo glorificado. No estamos hablando de un simple regreso a la vida como la conocemos ahora, sino de una vida nueva, transformada por el poder de Dios. ¡Eso suena bastante emocionante!

¿Qué pasa con los que ya murieron?

Una duda muy común es: ¿qué pasa con los que ya murieron? ¿Están dormidos esperando la resurrección? ¿O ya están en el cielo o en otro lugar? La respuesta es que, aunque los cuerpos están en la tierra, el alma sigue viva. El Catecismo nos enseña que "la muerte es la separación del alma del cuerpo, pero en la resurrección Dios dará vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma" (CIC 997). Así que los que han muerto en gracia ya están con Dios, pero esperan la resurrección final, cuando recibirán su cuerpo glorioso.

Es importante recordar que hay un juicio después de la muerte, y según las decisiones que tomamos en esta vida, nuestra alma irá al cielo, al purgatorio (si necesita purificación), o al infierno (si rechaza definitivamente a Dios). Pero la resurrección de los muertos será el momento en que, al final de los tiempos, todos los cuerpos resucitarán y se unirán a sus almas para el juicio final. Ahí es donde se cumplirá esa promesa de Dios de hacer nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21,5).

¿Cuándo será la resurrección?

La resurrección de los muertos ocurrirá al final de los tiempos, cuando Cristo vuelva en gloria. En ese momento, todos resucitaremos: los que hayan hecho el bien, para la vida eterna, y los que hayan hecho el mal, para la condenación eterna (San Juan 5,28-29). El "cómo" y el "cuándo" exactos son un misterio, pero lo que sabemos es que será un momento de justicia y misericordia divina, donde cada uno recibirá según sus obras. Por eso, San Pablo nos exhorta a vivir siempre preparados: "El día del Señor vendrá como ladrón en la noche" (1 Tesalonicenses 5,2).

¿Cómo prepararnos para la resurrección?

La mejor manera de prepararnos para la resurrección es vivir cada día en amistad con Dios. Jesús nos dejó los sacramentos, que nos fortalecen en el camino, y especialmente la Eucaristía, que es ya un anticipo de esa vida gloriosa que esperamos. Cuando comulgamos, recibimos el Cuerpo glorificado de Cristo, y eso nos une a Él de una manera muy profunda. San Ignacio de Antioquía, un mártir de los primeros siglos, llamaba a la Eucaristía "la medicina de la inmortalidad". ¡Qué hermoso! La Eucaristía nos va preparando para esa vida eterna con Dios.

También es clave vivir la caridad. San Juan de la Cruz dijo que al final de la vida seremos juzgados en el amor. Si vivimos amando a Dios y a los demás, estamos asegurando un buen destino para la eternidad. Y si alguna vez caemos, ahí está la Confesión para levantarnos y seguir adelante.

Conclusión

La resurrección de los muertos no es solo una idea lejana, es la esperanza que nos llena de fuerza para vivir cada día en este mundo. Sabemos que nuestra historia no termina con la muerte, sino que está destinada a una vida gloriosa con Dios. Jesús, al resucitar, nos abrió el camino, y nosotros estamos invitados a seguirlo, a través de una vida de fe, sacramentos y amor.

Así que, amigo, aunque la muerte pueda parecer el final, ¡es solo el principio de algo increíble! Mantengamos nuestra esperanza puesta en Cristo, y vivamos cada día como una preparación para ese encuentro final con Dios, cuando, con cuerpos glorificados, seremos parte de su Reino para siempre. ¡Esa es nuestra verdadera meta!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Un Testigo de Jehová me dijo que no debemos celebrar las Fiestas Patrias, ¿Qué dice la Iglesia Católica al respecto?


¡Qué tema interesante el que te planteó ese Testigo de Jehová! Este asunto de las Fiestas Patrias y cómo las celebramos puede generar algunas dudas cuando nos ponemos a pensar en nuestra fe católica y en lo que significa ser cristianos. Así que me alegra que me preguntes esto.

La Iglesia católica no enseña que sea incorrecto celebrar las Fiestas Patrias. De hecho, amar a tu patria no es pecado, ni mucho menos. Las Fiestas Patrias suelen ser una ocasión para dar gracias a Dios por el lugar donde vivimos, recordar la historia de nuestra nación y también pedirle a Dios que nos ayude a construir una sociedad más justa, pacífica y solidaria. ¿Qué tiene de malo eso? ¡Nada! Más bien, la enseñanza de la Iglesia sobre el amor a la patria está enraizada en una visión de gratitud por los dones que Dios nos ha dado, y entre esos dones está el país en el que nacimos o donde vivimos.

Ahora, ¿por qué algunos grupos como los Testigos de Jehová se oponen a celebrar las Fiestas Patrias? Bueno, ellos tienen una interpretación muy particular de ciertos textos bíblicos, sobre todo de los que hablan de que no debemos idolatrar ni poner ninguna nación o cosa por encima de Dios (lo cual es cierto, por cierto). En su opinión, las celebraciones patrióticas son una forma de idolatría. Pero desde la perspectiva católica, esto no es así. Amar a tu patria no es lo mismo que adorarla. La clave está en mantener siempre a Dios en el centro de nuestras vidas. Podemos sentirnos orgullosos de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y de nuestra historia, pero sin perder de vista que nuestra lealtad suprema es hacia Dios.

La Biblia nos enseña a dar "a cada uno lo que le corresponde: paguen a quien deban pagar impuestos, den respeto y honor a quien corresponda" (Romanos 13,7). Esto implica que es correcto honrar a las autoridades y a nuestra patria de manera justa. Pero al mismo tiempo, San Pablo nos recuerda que "nuestra ciudadanía está en los cielos" (Filipenses 3,20), es decir, no debemos olvidar que nuestro verdadero hogar está en Dios.

La Iglesia también habla de este equilibrio en el Catecismo, donde nos enseña que el amor a la patria es parte del cuarto mandamiento, el de honrar a tu padre y a tu madre. Dice así: “El deber de los ciudadanos es trabajar al servicio del bien común de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2239). Entonces, no solo es válido amar a nuestro país, sino que es parte de nuestra responsabilidad como católicos contribuir al bien de nuestra nación. ¡Eso es algo hermoso! Estamos llamados a ser buenos ciudadanos, a promover la justicia, a luchar contra la pobreza, a cuidar la creación y a trabajar por la paz.

Pero ojo, hay que tener cuidado de no irnos a los extremos. Aunque es bueno amar a nuestra patria, nunca debemos usar ese amor como excusa para despreciar a los demás. Como cristianos, creemos en la fraternidad universal. Esto significa que, aunque tengamos un amor especial por nuestro país, somos hermanos en Cristo con todos los bautizados del mundo. No hay lugar para el racismo, la xenofobia o cualquier forma de discriminación. Todos formamos parte del Cuerpo de Cristo, y el amor cristiano no conoce fronteras. Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo, y ese "prójimo" no está limitado por la nacionalidad. Cuando celebramos nuestra patria, debemos hacerlo con un espíritu de gratitud, pero también de apertura hacia los demás.

Me gusta pensar en la Iglesia como una gran familia, donde todos somos hijos de Dios. Y aunque cada uno tiene su hogar, su cultura y sus tradiciones, todos compartimos una misma fe y un mismo bautismo. San Pablo lo expresa muy bien cuando dice: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28). Esto no significa que tengamos que dejar de lado nuestras identidades nacionales, sino que debemos verlas a la luz de nuestra fe en Cristo, reconociendo que todos somos hermanos, independientemente de dónde venimos.

En resumen, no es pecado celebrar las Fiestas Patrias ni amar a tu patria. Es más, es algo bueno, porque el amor a nuestra patria nos impulsa a buscar su bien y a construir una sociedad más justa y solidaria. Lo importante es que nunca perdamos de vista que nuestra identidad más profunda es la de ser hijos de Dios, y que, como cristianos, estamos llamados a amar y acoger a todos, sin importar su origen. Así que si quieres celebrar las Fiestas Patrias, hazlo con alegría y gratitud, pero también con un corazón abierto y generoso hacia los demás. ¡Que Dios te bendiga en todo momento, y que sigamos construyendo juntos una patria más cercana al Reino de Dios!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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