¿Qué debo hacer si alguien me dice que el Rosario es una práctica "repetitiva" o "supersticiosa"?


¡Qué interesante pregunta! Y es una inquietud que muchas personas tienen cuando escuchan comentarios negativos sobre el Rosario. Quizás tú mismo, en algún momento, te has preguntado si rezar el Rosario puede parecer repetitivo o incluso supersticioso. No te preocupes, aquí te voy a explicar por qué estas opiniones son malentendidos comunes, y cómo puedes responder a estas afirmaciones de una manera que refleje el amor y la profundidad espiritual que encierra esta hermosa devoción mariana.

1. ¿Es el Rosario una práctica repetitiva?

Para comenzar, es verdad que en el Rosario repetimos muchas veces la misma oración: el Ave María. Pero debemos preguntarnos: ¿esto hace que sea malo o vacío? No necesariamente. De hecho, la repetición en la oración tiene un valor profundo, no solo en el cristianismo, sino en muchas otras tradiciones religiosas.

Mira, incluso en la Biblia encontramos ejemplos de oraciones repetitivas. Un caso muy conocido es cuando Jesús ora en el Huerto de Getsemaní. Allí, según el Evangelio de San Mateo, Jesús se retiró tres veces para rezar, repitiendo la misma oración: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mateo 26,39). ¡Jesús mismo repetía sus súplicas! Esto nos muestra que la repetición no es en sí un problema, sino que puede ser una expresión de una oración persistente y fervorosa.

Además, si lo piensas bien, la repetición es algo natural en nuestras relaciones humanas. Cuando amamos a alguien, no le decimos “te quiero” una sola vez y ya está. Lo repetimos, no porque la primera vez no haya valido, sino porque el amor necesita expresarse una y otra vez. Algo similar ocurre con el Rosario: es una manera de reiterar nuestro amor y devoción a Dios y a la Virgen María. Cada vez que decimos el Ave María, es como si estuviéramos diciendo “Te amo, Madre de Jesús. Ruega por mí”. Es una forma de meditar y mantenernos en presencia de Dios, un acto de amor constante.

2. La profundidad detrás de la repetición

Lejos de ser una oración vacía, el Rosario es una meditación profunda sobre los misterios de la vida de Cristo y de la Virgen María. Cuando rezamos el Rosario, no estamos simplemente repitiendo palabras, sino que estamos meditando en el corazón de nuestra fe cristiana. Cada decena del Rosario nos invita a contemplar un misterio específico de la vida de Jesús y María, ya sea de gozo, dolor, gloria o luz. Estos misterios son como ventanas hacia la vida de Cristo, y mientras repetimos el Ave María, nuestra mente se sumerge en la contemplación de esos momentos sagrados.

San Juan Pablo II lo explicó muy bien en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae cuando dijo: "El Rosario, aunque se distingue por su carácter mariano, es en el fondo una oración cristocéntrica. Con la oración del Ave María, se va casi tejiendo un diálogo ininterrumpido en el que la Madre de Dios y los fieles intercambian saludos llenos de admiración y veneración por el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios" (RVM, 1).

Es decir, la repetición del Rosario nos ayuda a enfocar nuestra mente y nuestro corazón en el amor de Dios y en su plan de salvación. A través de la repetición, logramos una forma de oración contemplativa que nos lleva más allá de las palabras y nos acerca más profundamente a los misterios de Cristo.

3. ¿Es superstición rezar el Rosario?

Otra objeción que algunas personas plantean es que el Rosario puede parecer supersticioso, como si fuera una especie de “amuleto” o un “ritual mágico”. Esta es una confusión bastante común, pero muy fácil de aclarar.

El Catecismo de la Iglesia Católica define la superstición como “una desviación del culto que rendimos al verdadero Dios, y se manifiesta también en las diversas formas de adivinación, magia y brujería” (CIC 2111). La superstición ocurre cuando creemos que ciertos objetos o prácticas tienen poder en sí mismos, como si fueran capaces de manipular a Dios o controlar el futuro de manera mágica.

Pero el Rosario no es eso. No lo rezamos para "convencer" a Dios de que haga algo que no haría, ni pensamos que el simple acto de rezarlo automáticamente nos concederá favores, como si fuera una varita mágica. Al contrario, el Rosario es una oración de intercesión, de humildad y de confianza. Le pedimos a la Virgen María que interceda por nosotros ante su Hijo, Jesucristo, tal como lo hizo en las Bodas de Caná cuando dijo a Jesús: “No tienen vino” (Juan 2,3). Ella no obligó a Jesús a actuar, sino que confió en su misericordia y dejó que Él decidiera el mejor curso de acción.

El Rosario es una herramienta de oración, una manera de acercarnos más a Dios y pedir su gracia, pero siempre con una actitud de apertura a su voluntad. No es un ritual mágico ni un truco para conseguir lo que queremos. Por eso, el Rosario está lejos de ser una superstición.

4. Cómo responder a quienes critican el Rosario

Ahora, cuando alguien te dice que el Rosario es “repetitivo” o “supersticioso”, es una buena oportunidad para compartir lo que realmente significa esta devoción. Aquí te dejo algunos puntos que podrías compartir con ellos, de manera respetuosa y amigable, porque no se trata de imponer, sino de invitar a los demás a descubrir la belleza del Rosario.

  • Comparte tu experiencia personal. Si el Rosario ha sido una fuente de paz, consuelo o crecimiento espiritual en tu vida, comparte esa experiencia con ellos. A veces, una historia personal toca el corazón de las personas más que un argumento teológico. Puedes decir algo como: “A mí también me pareció repetitivo al principio, pero poco a poco descubrí que la repetición me ayudaba a meditar mejor en la vida de Jesús y sentirme más cerca de Él y de María”.

  • Explica la meditación en los misterios. Muchas personas no saben que el Rosario incluye la meditación de los misterios de la vida de Cristo. Puedes explicarles cómo cada decena del Rosario nos lleva a contemplar momentos claves de nuestra fe, como el nacimiento de Jesús, su pasión en la cruz y su resurrección. Así, no se trata solo de repetir oraciones, sino de entrar en un diálogo profundo con Dios a través de la meditación.

  • Habla sobre la tradición y la Biblia. Puedes señalar que el Rosario es una práctica muy antigua en la Iglesia, y que está profundamente arraigada en las Escrituras. El Ave María, por ejemplo, está compuesto en gran parte por palabras tomadas directamente de la Biblia. La primera parte de la oración (“Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo”) proviene del saludo del ángel Gabriel a María en Lucas 1,28, y la segunda parte (“Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”) es lo que le dijo Santa Isabel a María en Lucas 1,42. ¡Estamos literalmente repitiendo palabras bíblicas!

5. El Rosario como arma espiritual

Finalmente, no olvidemos que el Rosario ha sido llamado una poderosa arma espiritual. Los santos a lo largo de la historia han testificado del poder del Rosario para protegernos del mal y acercarnos a la gracia de Dios. San Padre Pío solía decir: “El Rosario es el arma para estos tiempos”, y Nuestra Señora de Fátima nos pidió que rezáramos el Rosario para alcanzar la paz y la conversión de los pecadores. No se trata de magia ni superstición, sino de una confianza profunda en la intercesión de María y en el poder de la oración.

A modo de conclusión

En resumen, el Rosario no es una práctica repetitiva vacía ni supersticiosa, sino una forma de oración profundamente enraizada en la tradición cristiana y en la Biblia. Es una manera de acercarnos a Dios a través de la meditación en los misterios de la vida de Cristo y bajo la guía amorosa de María. Si alguna vez alguien te dice que el Rosario es “repetitivo” o “supersticioso”, puedes invitarlo a conocer su verdadero significado, explicando cómo la repetición en la oración nos ayuda a meditar y cómo el Rosario es una expresión de confianza en la intercesión de María, no un ritual mágico. Así que no tengas miedo de rezar el Rosario, porque es una de las formas más bellas y poderosas de oración en nuestra Iglesia. ¡Sigue adelante y que la Virgen María te acompañe siempre!

Autor: Padre Ignacio Andrade

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