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Un Testigo de Jehová me dijo que no debemos celebrar las Fiestas Patrias, ¿Qué dice la Iglesia Católica al respecto?


¡Qué tema interesante el que te planteó ese Testigo de Jehová! Este asunto de las Fiestas Patrias y cómo las celebramos puede generar algunas dudas cuando nos ponemos a pensar en nuestra fe católica y en lo que significa ser cristianos. Así que me alegra que me preguntes esto.

La Iglesia católica no enseña que sea incorrecto celebrar las Fiestas Patrias. De hecho, amar a tu patria no es pecado, ni mucho menos. Las Fiestas Patrias suelen ser una ocasión para dar gracias a Dios por el lugar donde vivimos, recordar la historia de nuestra nación y también pedirle a Dios que nos ayude a construir una sociedad más justa, pacífica y solidaria. ¿Qué tiene de malo eso? ¡Nada! Más bien, la enseñanza de la Iglesia sobre el amor a la patria está enraizada en una visión de gratitud por los dones que Dios nos ha dado, y entre esos dones está el país en el que nacimos o donde vivimos.

Ahora, ¿por qué algunos grupos como los Testigos de Jehová se oponen a celebrar las Fiestas Patrias? Bueno, ellos tienen una interpretación muy particular de ciertos textos bíblicos, sobre todo de los que hablan de que no debemos idolatrar ni poner ninguna nación o cosa por encima de Dios (lo cual es cierto, por cierto). En su opinión, las celebraciones patrióticas son una forma de idolatría. Pero desde la perspectiva católica, esto no es así. Amar a tu patria no es lo mismo que adorarla. La clave está en mantener siempre a Dios en el centro de nuestras vidas. Podemos sentirnos orgullosos de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y de nuestra historia, pero sin perder de vista que nuestra lealtad suprema es hacia Dios.

La Biblia nos enseña a dar "a cada uno lo que le corresponde: paguen a quien deban pagar impuestos, den respeto y honor a quien corresponda" (Romanos 13,7). Esto implica que es correcto honrar a las autoridades y a nuestra patria de manera justa. Pero al mismo tiempo, San Pablo nos recuerda que "nuestra ciudadanía está en los cielos" (Filipenses 3,20), es decir, no debemos olvidar que nuestro verdadero hogar está en Dios.

La Iglesia también habla de este equilibrio en el Catecismo, donde nos enseña que el amor a la patria es parte del cuarto mandamiento, el de honrar a tu padre y a tu madre. Dice así: “El deber de los ciudadanos es trabajar al servicio del bien común de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2239). Entonces, no solo es válido amar a nuestro país, sino que es parte de nuestra responsabilidad como católicos contribuir al bien de nuestra nación. ¡Eso es algo hermoso! Estamos llamados a ser buenos ciudadanos, a promover la justicia, a luchar contra la pobreza, a cuidar la creación y a trabajar por la paz.

Pero ojo, hay que tener cuidado de no irnos a los extremos. Aunque es bueno amar a nuestra patria, nunca debemos usar ese amor como excusa para despreciar a los demás. Como cristianos, creemos en la fraternidad universal. Esto significa que, aunque tengamos un amor especial por nuestro país, somos hermanos en Cristo con todos los bautizados del mundo. No hay lugar para el racismo, la xenofobia o cualquier forma de discriminación. Todos formamos parte del Cuerpo de Cristo, y el amor cristiano no conoce fronteras. Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo, y ese "prójimo" no está limitado por la nacionalidad. Cuando celebramos nuestra patria, debemos hacerlo con un espíritu de gratitud, pero también de apertura hacia los demás.

Me gusta pensar en la Iglesia como una gran familia, donde todos somos hijos de Dios. Y aunque cada uno tiene su hogar, su cultura y sus tradiciones, todos compartimos una misma fe y un mismo bautismo. San Pablo lo expresa muy bien cuando dice: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28). Esto no significa que tengamos que dejar de lado nuestras identidades nacionales, sino que debemos verlas a la luz de nuestra fe en Cristo, reconociendo que todos somos hermanos, independientemente de dónde venimos.

En resumen, no es pecado celebrar las Fiestas Patrias ni amar a tu patria. Es más, es algo bueno, porque el amor a nuestra patria nos impulsa a buscar su bien y a construir una sociedad más justa y solidaria. Lo importante es que nunca perdamos de vista que nuestra identidad más profunda es la de ser hijos de Dios, y que, como cristianos, estamos llamados a amar y acoger a todos, sin importar su origen. Así que si quieres celebrar las Fiestas Patrias, hazlo con alegría y gratitud, pero también con un corazón abierto y generoso hacia los demás. ¡Que Dios te bendiga en todo momento, y que sigamos construyendo juntos una patria más cercana al Reino de Dios!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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