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¿Es correcto pedirle a Dios tener más dinero?



Me encanta la pregunta. A muchos les da un poco de incomodidad hablar sobre el dinero en el contexto de la fe, pero la realidad es que es algo con lo que todos lidiamos, ¿no? Nos levantamos todos los días, trabajamos, pagamos cuentas, y en medio de todo eso, hay momentos en los que nos preguntamos: "¿Está bien que le pida a Dios por más dinero?". Como sacerdote, quiero ayudarte a ver esto desde una perspectiva espiritual, pero también práctica, porque al final, nuestra fe tiene que ver con cómo vivimos cada día.

Lo que significa pedir dinero a Dios

Primero que nada, no hay nada de malo en pedirle a Dios algo que necesitamos. De hecho, Jesús mismo nos invita a pedir en nuestras oraciones. En el Evangelio según San Mateo, Jesús dice: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá" (Mateo 7,7). Esta es una invitación clara de Jesús a acudir a Dios con nuestras necesidades, sean grandes o pequeñas.

El problema no está en el acto de pedir, sino en qué hay detrás de esa petición. ¿Por qué estás pidiendo más dinero? ¿Qué quieres hacer con él? Aquí es donde el corazón y las intenciones juegan un papel crucial. Si le pedimos a Dios más dinero solo para acumularlo o para gastarlo en cosas que no necesitamos, estamos enfocando mal nuestra oración. San Pablo lo dice de manera muy directa: "El amor al dinero es la raíz de todos los males" (1 Timoteo 6,10). Y ojo, aquí no dice que el dinero en sí sea malo, sino el amor al dinero, la obsesión con tener más y más, puede llevarnos a alejarnos de Dios y de lo que realmente importa.

Dios y nuestras necesidades materiales

La enseñanza de la Iglesia siempre ha sido muy clara sobre cómo debemos ver nuestras necesidades materiales. En el "Padre Nuestro", la oración que Jesús nos enseñó, pedimos: "Danos hoy nuestro pan de cada día" (Mateo 6,11). Es una frase tan sencilla, pero llena de significado. Estamos pidiendo lo que necesitamos para vivir, para el día a día. Y Dios, que es un Padre amoroso, quiere darnos lo que necesitamos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que esta petición incluye “todo alimento necesario para la subsistencia de la vida” (CIC 2830), y esto claramente puede incluir el dinero para cubrir nuestras necesidades básicas.

Pero aquí está la clave: necesidades. No estamos pidiendo lujos, excesos, o acumular riquezas sin fin. Estamos pidiendo lo necesario para vivir dignamente, para cuidar de nuestra familia, para cumplir con nuestras responsabilidades. Y Dios, que nos conoce mejor que nadie, sabe lo que realmente necesitamos. A veces, lo que creemos que es una necesidad puede no serlo realmente. Por eso es importante pedirle también a Dios la sabiduría para discernir entre lo que necesitamos y lo que simplemente deseamos.

¿Qué significa tener más dinero para un cristiano?

Ahora, pongamos que Dios te bendice con más dinero. ¡Qué bien! Pero la pregunta entonces es: ¿qué vas a hacer con ese dinero? Aquí es donde el tema del dinero se conecta profundamente con nuestra fe. Como cristianos, somos llamados a vivir en caridad y justicia. Jesús nos enseña que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22,39) y que “donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6,21). Si tu tesoro está en acumular dinero solo para ti, te vas a perder lo que realmente importa.

San Juan Pablo II dijo algo muy profundo sobre esto en una de sus encíclicas, la Centesimus Annus. Él nos recuerda que el dinero y los bienes materiales son medios para un fin, no el fin en sí mismo. El dinero en sí mismo no es malo, pero depende de cómo lo usemos. ¿Lo estás usando para ayudar a los demás? ¿Para mejorar la vida de tu familia? ¿Para apoyar la Iglesia y las obras de caridad? Porque esa es una de las grandes enseñanzas del Evangelio: cuando Dios nos bendice con algo, nos llama a compartirlo.

La virtud de la generosidad

Y aquí entra en juego una virtud muy importante: la generosidad. Jesús nos enseña que hay más alegría en dar que en recibir (Hechos 20,35). Cuando Dios nos da más, lo hace también para que seamos instrumentos de su amor y bendición para los demás. Es fácil caer en la tentación de querer acumular y aferrarnos a lo que tenemos, pero el cristiano sabe que todo lo que tenemos, incluso el dinero, es un regalo de Dios y estamos llamados a administrarlo bien.

San Francisco de Asís es un gran ejemplo de esto. Él era de una familia muy rica, pero eligió vivir en la pobreza para estar más cerca de Dios y servir a los demás. Ahora, no estoy diciendo que todos debamos venderlo todo y vivir en la pobreza, pero sí que aprendamos a desprendernos un poco de ese deseo de tener más y más. Cuando aprendemos a compartir y a ser generosos, encontramos una alegría que el dinero por sí solo no puede darnos.

La confianza en Dios

Finalmente, quiero hablar de la confianza en la providencia de Dios. En el Sermón de la Montaña, Jesús nos dice algo que a veces es difícil de aceptar en la práctica: "No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis" (Mateo 6,25). Y más adelante dice: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura" (Mateo 6,33). Es una llamada a confiar profundamente en que Dios cuidará de nosotros. Claro, eso no significa que nos quedemos de brazos cruzados sin trabajar ni esforzarnos. Pero sí que pongamos nuestras prioridades en orden. Si buscamos primero a Dios, si vivimos según su voluntad, Él cuidará de nuestras necesidades.

En resumen, pedir a Dios por más dinero no es malo en sí mismo, siempre y cuando lo hagamos desde un corazón humilde, reconociendo nuestras verdaderas necesidades, dispuestos a compartir lo que tenemos y confiando en la providencia de Dios. Dios es un Padre amoroso que quiere lo mejor para nosotros, pero también nos llama a vivir en caridad y generosidad con los demás. Así que sí, puedes pedirle a Dios por más dinero, pero no olvides lo que harás con él cuando llegue.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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