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Santa Isabel de Portugal


SANTA ISABEL DE PORTUGAL, RUEGA POR NOSOTROS
4 de julio Siglo XIV

Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en con seguir que hiciesen las paces reyes enfrentados y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de Santa Clara de Estremoz, en Portugal, que ella misma había fundado, y en este mismo monasterio murió, cuando se ocupaba en conseguir la reconciliación de un hijo y un nieto suyos enfrentados.

Vida de Santa Isabel de Portugal


Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.

Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .

La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.

El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.

Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.

Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.

Forjadora de la paz

El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.

Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.

Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.

A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".

A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".

Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.

Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar

Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.

Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.

Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.

Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.

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San Francisco Caracciolo


SAN FRANCISCO CARACCIOLO
Fundador
Año 1608
4 junio

Señor: que también nosotros, después de una vida dedicada a tu santo servicio, vayamos un día a acompañarte en tu Patria feliz del cielo, para siempre. Amen.

El que quiera ser el primero que se haga el servidor de todos (Jesucristo).

Este santo nació en los Abruzos (Italia) en 1536 y como era de familia rica había dispuesto dedicarse al comercio y a la política. Le agradaban fuertemente el deporte y las fiestas.
Pero a los 21 años le dio una enfermedad tan terrible a la piel, que parecía lepra, y todos creían que sería incurable. Entonces Francisco le hizo a Dios esta promesa: "Si me curas de esta enfermedad, dedicaré mi vida al sacerdocio y al apostolado". Y cuando menos se lo esperaba quedó curado de su enfermedad, de una manera tan admirable que muchos consideraron esta curación como un verdadero milagro. Entonces nuestro joven cumplió su promesa y se dedicó a prepararse al sacerdocio. Se fue a Nápoles, y allá, apenas ordenado de sacerdote se unió a un grupo de apostolado que se dedicaba a atender a los presos de las cárceles. Este trabajo le iba a ser muy útil para cuando más tarde fundara su Comunidad religiosa.
En el año 1588 un gran apóstol llamado Juan Adorno, dispuso fundar una comunidad religiosa que dedicara la mitad del tiempo a la oración y la otra mitad al apostolado y para esto mandó una carta a un tal Ascanio Caracciolo, pidiéndole consejos acerca de este proyecto y proponiéndole que le colaborara. Y sucedió que los que llevaban la carta se equivocaron de destinatario y en vez de entregarla a Ascanio la entrega fue a nuestro santo. Y él al leerla encontró que esta comunidad era lo que él había deseado por muchos años y se fue donde Juan Adorno y entre los dos fundaron la nueva congregación.
Juan y Francisco hicieron un Retiro Espiritual de 40 días en un monasterio de camaldulenses, en perfecto silencio y dedicados totalmente a la oración, después de ayunar y rezar y meditar mucho, y de haber pedido insistentemente al Espíritu Santo que los iluminara, redactaron los Reglamentos de la Nueva Congregación.
La nueva comunidad recibió el nombre de "Clérigos regulares" y su reglamento tenía detalles como los siguientes: 1º. Cada día alguno de los religiosos hará ayuno (por que Jesús dijo: "Ciertos espíritus malos no se alejan sino con la oración y el ayuno"). 2º. Todo lo religioso pasará cada día al menos una hora en el templo en oración ante el Santísimo Sacramento. 3º. Los religiosos prometerán no aspirar a cargos importantes ni a altos puestos. Los dos fundadores se fueron a Roma y el Papa Sixto V aprobó la nueva Congregación, y les fue concedida una casa junto a la famosa Basílica Santa María la Mayor y pronto empezaron a llegarles muchos jóvenes con la aspiración de pertenecer a la comunidad recién fundada. Los fervorosos religiosos se dedicaban a predicar misiones por pueblos y veredas y a hacer apostolados en las cárceles y hospitales. Tenían ciertos sitios apartados y solitarios para retirarse de vez en cuando a dedicarse a la oración y a la meditación.
Al morir su compañero, fue nombrado nuestro santo como superior general de la Congregación, pero él se sentía totalmente indigno y firmaba así sus cartas: "Francisco el pecador".
Aunque había sido nombrado Superior General, sin embargo Francisco seguía haciendo su turno semanal para barrer las habitaciones, tender las camas de los huéspedes, y lavar la loza en la cocina, como todos los demás. Las pocas horas que concedía al sueño las pasaba sobre una mesa, o en las gradas del altar.
Sus amados pobres sabía que siempre tenía lago para regalarles, y muchas veces tuvo que salir por las calles de la ciudad a pedir limosnas para regalarles a los necesitados. En pleno invierno se quitaba su propio abrigo y lo regalaba a los más pobres.
Los pecadores sabían que en el confesionario los estaba esperando todos los días con un corazón inmensamente comprensivo.
Los envidiosos le inventaron horribles calumnias, y él callaba humildemente, dejando a Dios que se encargara de su defensa. Muchos le demostraban desprecio y otros se oponían agriamente a sus labores apostólicas, pero el santo lo soportaba todo con gran mansedumbre y paciencia. Nadie le escuchaba jamás una queja contra los que lo hacían sufrir.
Sus sermones trataban casi siempre acerca de la gran misericordia que Dios tiene para con nosotros los pecadores. Tanto que la gente lo llamaba "El predicador del Amor de Dios". Y no se cansaba de propagar en sus sermones la devoción a la Sma. Virgen.
De vez en cuando con la señal de la cruz devolvía la salud a los enfermos. La gente se arrodillaba al verlo pasar por las calles.
Fundó una gran casa religiosa en Nápoles, que pronto se llenó de nuevos religiosos de su congregación. Fundó también casas en Madrid, Valladolid y Alcalá en España. En 1607 renunció a todos sus cargos y se dedicó a la oración y a la meditación, como preparándose para la muerte. Escogió como habitación un cuartucho debajo de una escalera en la casa religiosa de Nápoles, y allí varias veces lo encontraron en el suelo, con los brazos en cruz, en éxtasis, orando mirando al crucifijo y sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.
El Sumo Pontífice le ofreció varias veces nombrarlo obispo, pero el santo que había hecho juramento de no aspirar a altos puestos, no quiso aceptar. Se sentía indigno.
En el año 1608 se fue hacia el santuario de la Sma. Virgen de Loreto y allá le permitieron pasar la noche orando ante la imagen de Nuestra Señora, y en una visión sintió que su antiguo compañero Juan Adorno le decía: "Pronto nos encontraremos de nuevo en la eternidad". Al día siguiente amaneció con alta fiebre. Recibió los últimos sacramentos y después de comulgar por viático empezó a decir: "Vayamos jubilosos, vayamos jubilosos". Uno de los presentes le preguntó: - Vayamos jubilosos, ¿a dónde Padre Francisco?" y él respondió: "A la Patria Celestial. Al cielo. Al cielo para siempre". Y tan pronto terminó de decir estas palabras le fue concedido su deseo y murió en santa paz, pasando a la eternidad a recibir el premio de sus muchas buenas obras. Era el 4 de junio del año 1608. Tenía apenas 44 años. Su cuerpo, después de muerte despedía suaves fragancias que por tres días llenaron aquel recinto.

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