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El Papa Francisco invitó a los Luteranos a "caminar juntos, rezar juntos y hacer caridad juntos"


El Papa Francisco se reunió con la Federación Luterana Mundial, en vísperas de la festividad de San Pedro y San Pablo, en un encuentro marcado por el espíritu del ecumenismo y la preparación para el Jubileo 2025

Durante su discurso, el Papa hizo referencia a una "cosa hermosa" mencionada por el obispo Zizioulas, pionero del ecumenismo, quien "conocía la fecha de la unión de los cristianos: ¡el día del Juicio Final!". Citando al obispo, Francisco enfatizó la importancia de "caminar juntos, rezar juntos y hacer la caridad juntos, en nuestro camino hacia ese día 'hiperecuménico' que será el Juicio Final. Así lo dijo. ¡Zizioulas tenía un gran sentido del humor!", señaló el Pontífice.

El encuentro concluyó con una oración conjunta del Padre Nuestro, rezada "cada uno en su lengua". Además de esta anécdota, el Papa Francisco se reunió con el obispo luterano Henrik Stubkjær, nuevo presidente de la Federación Luterana, y con la secretaria general, la reverenda Anne Burghardt. Francisco reconoció en ellos un "importante gesto de fraternidad ecuménica", destacando su contribución al "Dios de la esperanza".

También disfrutarás de leer: Declaración conjunta de la Iglesia Católica y la Iglesia Luterana sobre la doctrina de la Justificación.

El lema del Año Santo, "Todos somos peregrinos de la esperanza", busca reconciliar las distintas vertientes del cristianismo, basándose en los principios del Primer Concilio de Nicea y el credo, que "crea un vínculo ecuménico que tiene su centro en Cristo". El Papa subrayó que "Jesucristo es el corazón del ecumenismo", y recordó la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, de cuya firma se han cumplido 25 años. "Han pasado 25 años desde la firma de aquella Declaración conjunta oficial. Lo que sucedió el 31 de octubre de 1999 en Augsburgo es otro signo de esperanza en nuestra historia de reconciliación. Guardémoslo en nuestra memoria como algo siempre vivo. Que el 25 aniversario se celebre en nuestras comunidades como una fiesta de esperanza", instó el Papa. Concluyó su intervención deseando que "el Dios de la esperanza esté con nosotros y siga acompañando con su bendición nuestro diálogo de verdad y caridad".

¿Existe diálogo ecuménico entre la Iglesia católica y los Testigos de Jehová?


El diálogo ecuménico es algo que la Iglesia católica valora enormemente, ya que busca la unidad entre los cristianos y el entendimiento mutuo. Sin embargo, cuando hablamos de los Testigos de Jehová, lamentablemente, la situación es un poco distinta.

Los Testigos de Jehová, como sabes, tienen sus propias creencias y prácticas religiosas, y aunque también se consideran cristianos, difieren en muchos aspectos doctrinales y teológicos de la fe católica. A lo largo de los años, la Iglesia católica ha expresado su disposición al diálogo y al encuentro fraterno con todas las confesiones cristianas, incluyendo a los Testigos de Jehová. Sin embargo, hasta el momento, no ha habido un diálogo formal entre la Iglesia católica y esta denominación.

La principal razón de esto es que los Testigos de Jehová han mostrado una postura de rechazo hacia la Iglesia católica y han evitado cualquier tipo de diálogo formal con ella. Esto puede deberse a una serie de razones, incluyendo diferencias teológicas profundas, interpretaciones divergentes de la Escritura y cuestiones relacionadas con la autoridad y la tradición.

La Iglesia católica, siguiendo el ejemplo de Jesús, busca siempre el diálogo y el entendimiento con todos, independientemente de las diferencias doctrinales. Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en el párrafo 821: "A los que todavía no han recibido el Evangelio anuncia el amor de Dios manifestado en Jesucristo crucificado y resucitado, ofreciéndoles la posibilidad de entrar más plenamente en comunión con él". Es decir, la Iglesia está llamada a compartir el amor de Dios con todos, incluso con aquellos que aún no comparten plenamente su fe.

Por lo tanto, aunque no ha habido un diálogo formal entre la Iglesia católica y los Testigos de Jehová, eso no significa que no haya lugar para el encuentro, la comprensión mutua y el respeto. La Iglesia católica sigue abierta al diálogo con todas las confesiones cristianas, incluyendo a los Testigos de Jehová, y espera que en el futuro pueda haber oportunidades para conversar y compartir mutuamente nuestras creencias y preocupaciones.

La puerta está siempre abierta para el diálogo, y como cristianos, estamos llamados a amarnos los unos a los otros y a buscar la unidad en la fe. Como dice San Juan Pablo II en su encíclica Ut Unum Sint: "La búsqueda sincera de la unidad es un signo de esperanza para el mundo". Por lo tanto, seguimos rezando y trabajando por la unidad de todos los cristianos, con la esperanza de que algún día podamos caminar juntos en la plenitud de la comunión cristiana.

Así que, aunque hasta ahora no ha habido un diálogo formal entre la Iglesia católica y los Testigos de Jehová, seguimos abiertos al encuentro, al diálogo y al amor fraterno. Estamos llamados a buscar la unidad en la diversidad, confiando en que el Espíritu Santo nos guiará en el camino hacia la plena comunión cristiana. ¡Sigamos orando y trabajando juntos por la unidad de todos los cristianos, con la esperanza de que un día podamos celebrar nuestra fe en Cristo juntos, como hermanos y hermanas en el Señor!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Papa Francisco llama a construir un Ecumenismo del Amor con todos los cristianos: "Dividir nunca es de Dios, sino del diablo"


En la tarde del 25 de enero, se celebraron las vísperas de la Conversión de San Pablo y la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos en la Basílica papal dedicada al Apóstol de los Gentiles, San Pablo Extramuros. En su homilía, el Papa Francisco hizo un canto a la unidad de los cristianos, porque "todos componemos la 'sinfonía de la humanidad', de la que Cristo es primogénito y redentor"

A su juicio, ésta es la clave de la unidad de los cristianos: el amor. Porque sólo un amor que "en nombre de Dios antepone el hermano a la férrea defensa del propio sistema religioso, nos unirá". Y, porque "dividir nunca es de Dios, sino del diablo".

Por eso, concluyó dando las gracias al Primado de la Iglesia anglicana y al Metropolita Policarpo, en representación del Patriarcado Ecuménico, así como a los líderes de las demás confesiones cristianas presentes en la ceremonia. "Rezar es una tarea santa, porque es estar en comunión con el Señor, que rogó al Padre ante todo por la unidad. Y sigamos rezando también por el fin de las guerras, especialmente en Ucrania y en Tierra Santa", recordó, una vez más.

Homilía del Papa

En el Evangelio que hemos escuchado, el doctor de la Ley, aunque se dirige a Jesús llamándolo «Maestro», no quiere dejarse instruir por él, sino «ponerlo a prueba». Pero una falsedad aún mayor emerge de su pregunta: «¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?» (Lc 10,25). Hacer para heredar, hacer para tener: he aquí una religiosidad distorsionada, basada en la posesión más que en el don, donde Dios es el medio para obtener lo que quiero, no el fin a amar con todo el corazón. Pero Jesús es paciente e invita a ese doctor a encontrar la respuesta en la Ley de la que era experto, que prescribe: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). 

Entonces aquel hombre, «queriendo justificarse», plantea una segunda pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Si la primera pregunta corría el riesgo de reducir a Dios al propio “yo”, esta trata de dividir: dividir a las personas entre las que se deben amar y las que se pueden ignorar. Y dividir nunca es de Dios, sino del diablo. Jesús, sin embargo, no responde teorizando, sino con la parábola del buen samaritano, con una historia concreta, que nos involucra también a nosotros. Porque, queridos hermanos y hermanas, quienes se comportan mal y con indiferencia, son el sacerdote y el levita, que anteponen a las necesidades del que sufre la tutela de sus tradiciones religiosas. 


El que da sentido a la palabra “prójimo” es, en cambio, un hereje, un samaritano, porque se hace prójimo: siente compasión, se acerca y se inclina tiernamente sobre las heridas de ese hermano; se ocupa de él, independientemente de su pasado y de sus culpas, y lo sirve con todo su ser (cf. Lc 10,33-35). Esto permite a Jesús concluir que la pregunta correcta no es “¿quién es mi prójimo?” sino: “¿me hago yo prójimo?” Sólo este amor que se convierte en servicio gratuito, sólo este amor que Jesús proclamó y vivió, acercará a los cristianos separados los unos a los otros. Sí, sólo este amor, que no vuelve al pasado para poner distancia o señalar con el dedo; sólo este amor, que en nombre de Dios antepone el hermano a la férrea defensa del propio sistema religioso, nos unirá. 

Hermanos y hermanas, entre nosotros nunca deberíamos preguntarnos “¿quién es mi prójimo?”. Porque todo bautizado pertenece al mismo Cuerpo de Cristo; y más aún, porque toda persona en el mundo es mi hermano o mi hermana, y todos componemos la “sinfonía de la humanidad”, de la que Cristo es primogénito y redentor. Como recuerda san Ireneo, que tuve la alegría de proclamar “Doctor de la unidad”: «el amante de la verdad no debe dejarse engañar por el intervalo particular de cada tono, ni suponer un creador para uno y otro para otro […], sino uno sólo» (Adv. Haer. II, 25, 2). Entonces, no digamos “¿quién es mi prójimo?” sino “¿me hago yo prójimo?” Yo y también mi comunidad, mi Iglesia, mi espiritualidad, ¿se hacen prójimos? ¿O permanecen atrincheradas en defensa de sus propios intereses, celosas de su autonomía, encerradas en el cálculo de sus propias ventajas, entablando relaciones con los demás sólo para obtener algo de ellas? Si así fuera, no se trataría sólo de errores estratégicos, sino de infidelidad al Evangelio. 


“¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Así comenzó el diálogo entre el doctor de la Ley y Jesús. Pero hoy esta primera pregunta también da un vuelco gracias al Apóstol san Pablo, cuya conversión celebramos en esta Basílica a él dedicada. Pues bien, precisamente cuando Saulo de Tarso, perseguidor de los cristianos, encuentra a Jesús en la visión de luz que lo envuelve y le cambia la vida, le pregunta: «¿Qué debo hacer, Señor?» (Hch 22,10). No “¿qué debo hacer para heredar?” sino “¿qué debo hacer, Señor?” El Señor es el objetivo de la petición, la verdadera herencia, el sumo bien. Pablo no cambia de vida según sus propósitos, no se vuelve mejor por realizar sus proyectos.

Su conversión nace de un cambio existencial, donde el primado ya no le pertenece a su perfección frente a la Ley, sino a la docilidad para con Dios, en una apertura total a lo que Él quiere. Si Él es el tesoro, nuestro programa eclesial no puede sino consistir en hacer su voluntad, en conformarse a sus deseos. Y Él, la noche antes de dar la vida por nosotros, oró ardientemente al Padre por todos nosotros, «que todos sean uno» (Jn 17,21). Esa es su voluntad. 


Todos los esfuerzos hacia la unidad plena están llamados a seguir el mismo itinerario de san Pablo, a dejar de lado la centralidad de nuestras ideas para buscar la voz del Señor y dejarle iniciativa y espacio a Él. Lo había comprendido bien otro Pablo, gran pionero del movimiento ecuménico, el sacerdote Paul Couturier, quien rezando solía implorar la unidad de los creyentes “como Cristo la quiere”, “con los medios que Él quiere”. Necesitamos esta conversión de perspectiva y ante todo de corazón, porque, como afirmó hace sesenta años el Concilio Vaticano II: «El verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior» (Unitatis redintegratio, 7). Mientras oramos juntos reconozcamos, cada uno, que necesitamos convertirnos, dejar que el Señor nos cambie el corazón. Esta es la vía: caminar juntos y servir juntos, poniendo la oración como prioridad. En efecto, cuando los cristianos maduran en el servicio a Dios y al prójimo, crecen también en la comprensión recíproca, como declara asimismo el Concilio: «Porque cuanto más se unan en estrecha comunión con el Padre, con el Verbo y con el Espíritu, tanto más íntima y fácilmente podrán acrecentar la mutua hermandad» (Ibíd.).

Por eso estamos aquí esta noche provenientes de diferentes países, culturas y tradiciones. Me siento agradecido con Su Gracia Justin Welby, Arzobispo de Canterbury, con el Metropolita Policarpo, en representación del Patriarcado Ecuménico, y con todos ustedes, que hacen presentes a muchas comunidades cristianas. Dirijo un saludo especial a los miembros de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, que celebran el XX aniversario de su camino, y a los Obispos católicos y anglicanos que participan en el encuentro de la Comisión internacional para la Unidad y la Misión.

Es hermoso que hoy con mi hermano, el Arzobispo Justin, podamos conferir a este grupo de Obispos el mandato de seguir testimoniando la unidad querida por Dios para su Iglesia en sus respectivas regiones, caminando juntos «para difundir la misericordia y la paz de Dios en un mundo necesitado» (OBISPOS IARCCUM, Walking Together, Roma, 7 de octubre de 2016). Saludo también a los estudiantes becarios del Comité para la Colaboración Cultural con las Iglesias ortodoxas del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y a los participantes en las visitas de estudio organizadas para jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales, y para los estudiantes del Instituto Ecuménico de Bossey del Consejo Ecuménico de las Iglesias. 

Juntos, como hermanos y hermanas en Cristo, imploremos con Pablo diciendo: “¿Qué debemos hacer, Señor?”. Y al hacer esta súplica ya tenemos una respuesta, porque la primera respuesta es la oración. Rezar por la unidad es la primera tarea de nuestro camino. Y es una tarea santa, porque es estar en comunión con el Señor, que rogó al Padre ante todo por la unidad. Y sigamos rezando también por el fin de las guerras, especialmente en Ucrania y en Tierra Santa. Saludo asimismo al amado pueblo de Burkina Faso, en particular a las comunidades que allí prepararon el material para la Semana de Oración por la Unidad. Que el amor al prójimo sustituya la violencia que aflige a ese país. 

«“¿Qué debo hacer, Señor?”. Y el Señor —narra Pablo— me dijo: “Levántate y ve a Damasco”» (Hch 22, 10). Levántate, nos dice Jesús a cada uno de nosotros y a nuestra búsqueda de unidad. Levantémonos entonces, en nombre de Cristo, de nuestros cansancios y de nuestras costumbres, y continuemos, vayamos adelante, porque Él lo quiere, y lo quiere «para que el mundo crea» (Jn 17,21). Oremos, pues, y sigamos adelante, porque esto es lo que Dios desea de nosotros. 

¿Cuál es la diferencia entre Ecumenismo y Diálogo Interreligioso?


Ecumenismo y Diálogo Interreligioso. Estos dos términos se refieren a esfuerzos importantes en el mundo religioso para fomentar la comprensión y la colaboración entre diferentes comunidades de fe, pero se centran en diferentes aspectos de la relación entre las religiones.

El ecumenismo se refiere específicamente a los esfuerzos de colaboración y unidad entre diferentes ramas del cristianismo. La palabra "ecumenismo" proviene del griego "oikoumene", que significa "el mundo habitado". El objetivo principal del ecumenismo es promover la unidad entre las iglesias cristianas que han estado separadas históricamente. Esto incluye diversas tradiciones cristianas, como la Iglesia Católica, las iglesias ortodoxas orientales, las iglesias protestantes históricas y otras comunidades cristianas.

El ecumenismo se basa en el deseo de alcanzar una mayor comprensión mutua y superar las divisiones históricas y teológicas que han separado a estas iglesias a lo largo de los siglos. La Biblia nos recuerda la importancia de la unidad en el cuerpo de Cristo. En la Primera Carta a los Corintios, San Pablo insta a los creyentes a estar "unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir" (1 Corintios 1, 10). Esta unidad es un testimonio poderoso para el mundo y refleja el deseo de Cristo de que sus discípulos sean uno, como Él y el Padre son uno (Juan 17, 21).

El diálogo interreligioso, por otro lado, se centra en el entendimiento y la cooperación entre diferentes religiones, no solo dentro del cristianismo, sino también entre el cristianismo y otras tradiciones religiosas como el islam, el judaísmo, el hinduismo, el budismo y muchas otras. Este diálogo tiene como objetivo fomentar el respeto mutuo, la tolerancia y la paz entre las diversas comunidades religiosas.

El diálogo interreligioso reconoce y valora las diferencias teológicas y doctrinales entre las religiones, pero se esfuerza por encontrar puntos en común y áreas de colaboración. Esta forma de diálogo se basa en el principio del respeto por la libertad religiosa y la convicción de que, a través del entendimiento mutuo y el respeto, las comunidades religiosas pueden trabajar juntas para abordar los desafíos globales y promover la paz en el mundo.

El Catecismo de la Iglesia Católica subraya la importancia del diálogo interreligioso al afirmar que "la Iglesia católica rechaza nada de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo" (Catecismo de la Iglesia Católica, 841). Esto significa que, aunque hay diferencias significativas entre las religiones, también existen valores y creencias compartidas que pueden ser puntos de partida para el diálogo constructivo.

En última instancia, tanto el ecumenismo como el diálogo interreligioso están arraigados en el amor y el respeto por nuestros semejantes, independientemente de sus creencias religiosas. El Papa San Juan Pablo II, en su encíclica Ut Unum Sint sobre el ecumenismo, escribió: "La unidad de los cristianos está al servicio de la humanidad, de toda la familia humana" (Ut Unum Sint, 77). Esta afirmación resalta que la unidad y el diálogo entre las religiones no solo son beneficiosos para las comunidades de fe, sino también para toda la humanidad, ya que contribuyen a un mundo más comprensivo, tolerante y pacífico.

En resumen, mientras que el ecumenismo se enfoca en la unidad y colaboración entre las diferentes ramas del cristianismo, el diálogo interreligioso se centra en el entendimiento y la cooperación entre las diversas religiones del mundo. Ambos enfoques son esenciales para fomentar la paz, la tolerancia y el respeto en nuestra diversa comunidad global. Espero que esta explicación haya aclarado las diferencias entre estos dos conceptos importantes. 

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Por qué el papa se reúne con líderes de otras religiones?


El Papa se reúne con líderes de otras religiones por varias razones, todas ellas llenas de amor y comprensión hacia nuestros hermanos y hermanas de diferentes creencias.

En primer lugar, el Papa se reúne con líderes de otras religiones para fomentar el diálogo interreligioso y promover la paz en el mundo. Como católicos, creemos en el mandato de Jesús de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esto incluye a todas las personas, independientemente de su religión. El Papa busca construir puentes entre diferentes tradiciones religiosas para promover la tolerancia, la comprensión mutua y la colaboración en la construcción de un mundo mejor.

La Biblia nos enseña en el libro de Mateo 5,9 que "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". El Papa, como líder de la Iglesia Católica, tiene la responsabilidad de ser un pacificador en el mundo, y una forma de lograrlo es a través del diálogo y la cooperación con líderes de otras religiones.

Además, el Papa se reúne con líderes de otras religiones para buscar puntos en común y trabajar juntos en temas de justicia social. La Iglesia Católica tiene una larga tradición de defensa de los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. Al reunirse con líderes de otras religiones, el Papa busca encontrar áreas en las que puedan unirse para abordar cuestiones como la pobreza, la injusticia y la protección del medio ambiente.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el párrafo 841 que "La Iglesia Católica reconoce que todo lo que en ellos hay de bueno y verdadero, lo encuentra como un reflejo de la Verdad que ilumina a todos los hombres". Esto significa que reconocemos que otras religiones pueden tener elementos de verdad y bondad en ellas. El Papa se reúne con líderes de otras religiones para aprender de ellos, valorar sus contribuciones y buscar formas de colaborar juntos en la construcción de un mundo más justo y solidario.

Además, el Papa también se reúne con líderes de otras religiones para fortalecer los lazos de amistad y promover la unidad entre las diferentes tradiciones religiosas. En el Evangelio de Juan 17,21, Jesús ora para que "todos sean uno". El Papa busca cumplir esta oración de Jesús al trabajar por la unidad entre las diferentes religiones. Al reunirse con líderes de otras religiones, el Papa busca promover la fraternidad y la armonía entre todas las personas, sin importar su religión.

En resumen, el Papa se reúne con líderes de otras religiones por amor a Dios y a nuestros hermanos y hermanas en la humanidad. Busca promover la paz, la justicia y la unidad en el mundo a través del diálogo interreligioso. Como católicos, estamos llamados a seguir el ejemplo del Papa y a trabajar por la construcción de un mundo más justo y solidario, en el que todas las personas sean tratadas con dignidad y respeto, independientemente de su religión.

Espero que esta respuesta haya sido de tu agrado, querido feligrés. Recuerda que siempre puedes acudir a tu sacerdote local para obtener más información y orientación sobre cualquier tema relacionado con nuestra fe. ¡Que Dios te bendiga y te llene de alegría y paz!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Por qué necesitamos el Ecumenismo si nosotros somos la verdadera Iglesia de Cristo?


El Ecumenismo es una importante tarea de la Iglesia católica, y es necesario porque nos llama a buscar la unidad y la reconciliación entre todos los cristianos. Aunque como católicos creemos que la Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Cristo, reconocemos que hay otros cristianos que también buscan seguir a Jesús y vivir de acuerdo con su enseñanza.

La Biblia nos enseña sobre la importancia de la unidad entre los cristianos. En el Evangelio de San Juan (17,20-21), Jesús oró al Padre diciendo: "No ruego solo por estos, sino también por aquellos que creerán en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste". Estas palabras de Jesús nos muestran su deseo de que todos los creyentes sean uno, para que el mundo pueda ver la verdad de su mensaje.

El Catecismo de la Iglesia Católica también nos recuerda la importancia del ecumenismo. En el párrafo 820 se afirma: "Cristo siempre da a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar sin cesar para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella". Esto implica que debemos esforzarnos por mantener y fortalecer la unidad entre todos los cristianos.

La Patrística también nos ofrece enseñanzas importantes sobre la unidad de la Iglesia. San Agustín, por ejemplo, escribió en su obra "Sobre la unidad de la Iglesia": "La unidad de la Iglesia es un don de Dios y un deber de los cristianos". Esto nos muestra que la unidad de la Iglesia es un don que debemos valorar y un deber que debemos cumplir.

El ecumenismo nos llama a buscar la unidad y la reconciliación entre todos los cristianos, reconociendo que aunque tengamos diferencias en nuestras creencias y prácticas, todos somos seguidores de Jesús y miembros del cuerpo de Cristo. Como católicos, creemos que la Iglesia católica tiene la plenitud de la verdad y los sacramentos instituidos por Cristo, pero esto no significa que debamos excluir o menospreciar a otros cristianos.

El ecumenismo también nos ayuda a superar divisiones históricas y prejuicios mutuos. En el pasado, ha habido conflictos y divisiones entre diferentes tradiciones cristianas, y el ecumenismo nos llama a superar estas divisiones y buscar la reconciliación. El Catecismo, en el párrafo 821, nos recuerda que "la Iglesia católica ha buscado siempre la unidad de todos los cristianos" y que "este es el deseo de Cristo".

El ecumenismo también nos ayuda a promover la paz y la justicia en el mundo. En un mundo dividido por conflictos religiosos y tensiones, el ecumenismo nos llama a trabajar juntos para promover la paz y la justicia, y para ser testigos del amor de Cristo en el mundo. El Catecismo, en el párrafo 2444, nos recuerda que "la Iglesia católica ha enseñado constantemente que el amor fraterno exige también una justa distribución de los bienes de la tierra".

Además, el ecumenismo nos ayuda a crecer en nuestra propia fe. Al dialogar y colaborar con otros cristianos, podemos aprender de sus experiencias y perspectivas, y enriquecer nuestra propia comprensión de la fe. El Catecismo, en el párrafo 821, nos dice que "las tradiciones y las espiritualidades de los cristianos son fuente de riqueza para toda la Iglesia".

Es importante recordar que el ecumenismo no significa comprometer nuestras creencias o renunciar a la verdad. Como católicos, creemos que la Iglesia católica tiene la plenitud de la verdad revelada por Dios, y debemos ser fieles a esta verdad. Sin embargo, esto no significa que debamos excluir o menospreciar a otros cristianos. El Catecismo, en el párrafo 818, nos dice que "todos los hombres están llamados a esta catolicidad de la salvación" y que "la Iglesia católica debe entrar en diálogo con los demás cristianos".

En conclusión, el ecumenismo es necesario porque nos llama a buscar la unidad y la reconciliación entre todos los cristianos. Aunque como católicos creemos que la Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Cristo, reconocemos que hay otros cristianos que también buscan seguir a Jesús y vivir de acuerdo con su enseñanza. La Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica y las enseñanzas de los Padres de la Iglesia nos llaman a buscar la unidad y la reconciliación entre todos los cristianos, reconociendo que todos somos seguidores de Jesús y miembros del cuerpo de Cristo. El ecumenismo nos ayuda a superar divisiones históricas y prejuicios mutuos, promover la paz y la justicia en el mundo, y crecer en nuestra propia fe. Como católicos, debemos ser fieles a la verdad revelada por Dios, pero también debemos ser abiertos al diálogo y la colaboración con otros cristianos. Al hacerlo, podemos ser testigos del amor de Cristo en el mundo y trabajar juntos para construir el Reino de Dios.

Autor: Padre Ignacio Andrade

¿Por qué hay algunos católicos que ven con muy malos ojos el Ecumenismo?


Como sacerdote católico, es mi deber y responsabilidad abordar el tema del ecumenismo desde una perspectiva bíblica y catequética. El ecumenismo es un término que se refiere al movimiento hacia la unidad de las diferentes tradiciones cristianas. Aunque la Iglesia Católica ha abrazado y promovido el ecumenismo desde el Concilio Vaticano II, es cierto que hay algunos católicos que ven con malos ojos este movimiento. Para comprender esta actitud, debemos examinar algunos factores clave.

En primer lugar, es importante reconocer que la Iglesia Católica considera que tiene la plenitud de la verdad revelada en Jesucristo. Creemos que Jesús fundó una Iglesia visible y una sola, y que esta Iglesia es la continuación de su misión en el mundo. En el Evangelio según Mateo (16, 18-19), Jesús dice a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Esta afirmación de Jesús establece la autoridad y la continuidad de su Iglesia.

Además, en el Evangelio según Juan (17,20-23), Jesús ora para que todos los creyentes sean uno: "Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti". Este pasaje bíblico es una invitación al ecumenismo y a la unidad de los cristianos. Sin embargo, es importante destacar que la unidad a la que se refiere Jesús no es simplemente una unidad superficial o una unión de creencias diluidas. Más bien, es una unidad en la verdad y en el amor.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que "la unidad de la Iglesia es inseparable de la unidad del Dios trinitario" (CCC 813). La unidad de la Iglesia se basa en la profesión de fe en un solo Dios, en la adoración de un solo Señor y en el bautismo en un solo Espíritu Santo. Esta unidad se expresa a través de la comunión con el Papa, sucesor de Pedro, y con los obispos en comunión con él.

Sin embargo, algunos católicos pueden ver con malos ojos el ecumenismo debido a ciertos malentendidos o preocupaciones legítimas. Uno de los malentendidos comunes es la idea de que el ecumenismo implica comprometer o diluir la verdad católica. Es importante aclarar que el ecumenismo no significa renunciar a la verdad, sino buscar la unidad en la verdad. La Iglesia Católica afirma que "la plenitud de los medios de salvación subsiste solamente en la Iglesia católica" (CCC 816). Esto significa que la Iglesia Católica tiene los medios más plenos y completos para alcanzar la salvación, pero no excluye la posibilidad de que otros cristianos puedan encontrar la salvación fuera de la Iglesia visible.

Otra preocupación legítima es el relativismo religioso. Algunos católicos pueden temer que el ecumenismo promueva una actitud relativista que equipare todas las religiones y minimice las diferencias doctrinales. Sin embargo, el ecumenismo auténtico no niega las diferencias doctrinales, sino que busca superarlas a través del diálogo sincero y respetuoso. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que "el ecumenismo auténtico no consiste en negociar la verdad" (CCC 821). El objetivo del ecumenismo es buscar la reconciliación y la unidad en la verdad revelada por Dios.

Es importante recordar que el ecumenismo no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar la unidad deseada por Jesús. El Papa San Juan Pablo II afirmó que "la unidad de los cristianos no es fruto de nuestras estrategias humanas, sino don del Espíritu Santo" (Ut Unum Sint, 18). Por lo tanto, el ecumenismo debe ser guiado por el Espíritu Santo y basado en la oración y la humildad.

Además, es importante reconocer que el ecumenismo no se limita a las relaciones entre las diferentes tradiciones cristianas, sino que también incluye el diálogo interreligioso con otras religiones. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que "la Iglesia católica reconoce que todo lo bueno y verdadero presente en las diversas religiones proviene de Dios" (CCC 841). Esto significa que podemos encontrar elementos de verdad y santidad en otras religiones, pero la plenitud de la verdad se encuentra en la Iglesia Católica.

En conclusión, el ecumenismo es un llamado a la unidad de los cristianos basado en la verdad revelada por Jesucristo. Aunque algunos católicos pueden ver con malos ojos el ecumenismo debido a malentendidos o preocupaciones legítimas, es importante recordar que el ecumenismo no implica renunciar a la verdad o diluir las creencias católicas. Más bien, busca la unidad en la verdad y el amor, reconociendo que la plenitud de los medios de salvación subsiste en la Iglesia Católica. El ecumenismo auténtico se basa en el diálogo sincero y respetuoso, guiado por el Espíritu Santo y basado en la oración y la humildad. Como católicos, debemos abrazar el llamado al ecumenismo y trabajar por la unidad deseada por Jesús, buscando siempre la verdad y el amor en nuestras relaciones con otros cristianos y personas de otras religiones.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

El Papa recibió a miembros de la Federación Luterana Mundial, instó a todos los cristianos a rezar por la unidad del Cuerpo de Cristo

 


El Papa Francisco recibió a representantes de la Federación Luterana Mundial a quienes animó a rezar por la unidad de los cristianos y a recorrer “el camino del conflicto a la comunión”.

En su discurso, el Santo Padre recordó su visita a Suecia en octubre de 2016 en la que participó en una oración ecuménica conjunta en la Catedral luterana de Lund y añadió que “en esa inolvidable etapa ecuménica experimentamos la fuerza evangélica de la reconciliación, atestiguando que a través del diálogo y el testimonio compartido ya no somos extraños. Ya no somos extraños, sino hermanos”.

Luego el Papa citó las palabras de San Pablo en la Carta a los Efesios: “Un solo cuerpo, un solo bautismo, un solo Dios”, y reflexionó en la Confessio Augustana para subrayar “la fe en el Dios uno y trino” refiriéndose específicamente al Concilio de Nicea.

“El credo de Nicea es una expresión de fe vinculante no sólo para los católicos y los luteranos, sino también para nuestros hermanos ortodoxos y para muchas otras comunidades cristianas. Es un tesoro común: esforcémonos para que el 1700 aniversario de ese gran Concilio, que se cumplirá en 2025, dé un nuevo impulso al camino ecuménico, que es un don de Dios y para nosotros un camino irreversible”, afirmó el Papa.

Al referirse al concepto de “un solo bautismo” el Pontífice animó “a todos los que están comprometidos en el diálogo católico-luterano a proseguir con confianza en la oración incesante, en el ejercicio de la caridad compartida y en la pasión por la búsqueda de una mayor unidad entre los diversos miembros del Cuerpo de Cristo”.

Asimismo, el Santo Padre agradeció a los presentes por obsequiarle una patena y un cáliz que fueron realizados en los talleres de la Comunidad de Taizé y alentó a continuar “en el servicio a la causa de la unidad, por la que el Señor oró y ofreció su vida”.

Por último, el Papa los invitó a “mirar con humildad espiritual y teológica las circunstancias que condujeron a las divisiones, confiando en que, si bien es imposible deshacer los tristes acontecimientos del pasado, es posible releerlos dentro de una historia reconciliada”.

Antes de finalizar el encuentro, el Santo Padre rezó un Padre Nuestro con los presentes, cada uno recitó la oración en su idioma natal.

Católicos y evangélicos celebraron encuentro ecuménico en Brasil



Bajo el tema ‘Hemos venido a adorarlo’ conmemoraron el 50 aniversario de la creación de la Comisión Internacional para el Diálogo Católico-Pentecostal

Se trata de la quinta edición de la ‘Conferencia Internacional de Alabanza y Adoración Somos Uno’, evento que se realizó del 19 al 25 de septiembre de 2022, en Río de Janeiro.

Bajo el tema ‘Hemos venido a adorarlo’, Izaías Carneiro, del equipo organizador, ha asegurado que “nos hemos reunido por el puro deseo de testimoniar que el amor de Cristo nos ha unido, para que el mundo crea que Él es el Señor”,

Asimismo ha indicado que con este evento celebramos “el 50 aniversario de la creación de la Comisión Internacional para el Diálogo Católico-Pentecostal y también dará inicio a la década misionera de la Unidad que preparará las celebraciones del 1.700 aniversario del Concilio de Nicea (2025), y el gran Jubileo de Pentecostés en 2033”.

Iniciativa ecuménica


Orani João Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro, hizo lectura de un mensaje de Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, con un saludo y bendición del papa Francisco a todos los participantes por la iniciativa ecuménica.

Carneiro ha señalado que “la Conferencia Internacional de Alabanza y Adoración Somos Uno, más que un evento, es una experiencia de encuentro en el amor de Dios, donde cristianos de diferentes Iglesias o comunidades, de distintos países y estados brasileños, se reúnen para expresar una sincera adoración a Dios, unidos en un profundo espíritu de comunión”.

Durante esa semana los participantes “vivieron un variado programa de diálogos, paneles, veladas de alabanza, además de un clima de fraternidad e intercambio de experiencias de ecumenismo”.

Apologética o Ecumenismo: Dos caras de la misma moneda


APOLOGÉTICA O ECUMÉNISMO: DOS CARAS EN LA MISMA MONEDA
Por Padre Flaviano Amatulli A.P. 

No basta imitar lo que se está haciendo en otras partes. Hay que ser realistas y creativos. Donde hay proselitismo, apologética; donde se acepta el diálogo, ecumenismo.
Situaciones diferentes 

No todos los que no comparten nuestra fe, tienen la misma actitud hacia nosotros. Algunos están abiertos al diálogo y a la comprensión y otros no. Entre estos últimos no faltan quienes tienen una actitud abiertamente agresiva y proselitista. 

Pues bien, ¿cómo tenemos que reaccionar frente a situaciones tan diferentes. ¿Basta la receta del diálogo, la tolerancia y la buena fe? ¿No es esto pecar de ingenuidad, pereza mental y falta de responsabilidad para con los "débiles en la fe", que fácilmente son arrastrados por los "lobos rapaces"? 

ECUMENISMO 

Ya desde fines del siglo XIX, la experiencia misionera en Africa y en Asia puso de relieve los efectos negativos del "escándalo de la división": todos hablando del mismo Dios y usando la misma Biblia, pero divididos entre sí, en una actitud de franca oposición un grupo contra otro. 

Por eso muchos quedaban escépticos acerca de la bondad y eficacia del nuevo credo. "Primero pónganse de acuerdo entre ustedes — pensaban — y después vengan a enseñarnos "su Evangelio", que por lo visto no representa ninguna buena noticia para nosotros, puesto que lleva consigo los gérmenes de la división entre las familias y la sociedad entera". 

Para superar esta situación de escándalo y presentar un frente común delante del mundo no cristiano, a principios del siglo XX se empezó a hablar de "Ecumenismo", hasta constituirse en 1948 el Consejo Ecuménico de las Iglesias. Pues bien, con el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) la Iglesia católica entró en este nuevo orden de ideas, haciéndose poco a poco abanderada de este gran ideal de Cristo: "Que todos sean uno" (Jn 17,21). 

DIÁLOGO INTERRELIGIOSO 

Pronto el diálogo con los "hermanos separados" rebasó las fronteras del mundo cristiano, alcanzando a los hebreos, "nuestros hermanos mayores", y a todos los hombres de buena voluntad, pertenecientes a las más variadas expresiones religiosas: islamismo, budismo, hinduismo, taoísmo, confucionismo, etc.

Fundamento: la unidad del género humano y del plan de salvación, que abarca a todos los hombres (1 Tim 2,3); por lo tanto, en todos los hombres y en todas las culturas ya está presente la acción salvadora de Dios, que hay que saber descubrir, apreciar y respetar.
Contra-misión oriental y musulmana 

Mientras Europa, cansada por los estragos de la Segunda Guerra Mundial, causada por el fanatismo de las ideologías, se volcaba hacia los ideales de la comprensión y la unidad, el mundo oriental y el mundo musulmán, pisando tierras europeas con ocasión de la misma guerra, empezaron a vislumbrar la posibilidad de una "conquista ideológico-religiosa del mundo occidental. Así surgieron la contra-misión oriental y los distintos fundamentalismos islámicos, orientados hacia la afirmación de la propia identidad cultural, en una actitud de rechazo hacia todo lo occidental y de conquista con relación al mundo cristiano. 

EXPLOSIÓN DE LAS SECTAS 

En el ámbito del cristianismo, de por sí ya existían grupos separados, profundamente proselitistas: bautistas, mormones, testigos de Jehová, adventistas del séptimo día y la línea evangélica-pentecostal, subdividida en un sinfín de grupúsculos. 

Pues bien, después del Concilio Ecuménico Vaticano II, con el surgimiento de la teología de la Liberación, estos grupos recibieron un fuerte apoyo de parte de los gobiernos de Estados Unidos y de los demás países de Latinoamérica como medio para frenar la acción de la Iglesia, muy comprometida con las causas populares, y volcar en un plan espiritualista la insatisfacción de las masas, causada por su marginación a nivel social, político y económico.

Una de las causas del avance de estos grupos en los países con mayoría católica ha sido el querer aplicar con relación a ellos la receta "ecuménica". Resultados: en lugar de ablandarse, frente a la actitud conciliadora de la Iglesia, se envalentonaron más, logrando éxitos proselitistas insospechados. Lo que ha pasado, ha sido que la visión europea del problema de la división se ha impuesto, impidiendo a las iglesias locales percibir con claridad su problemática real y buscar los medios oportunos para enfrentarla. 

APOLOGÉTICA Y ECUMENISMO: DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA 

En el fondo, se trata del problema de la unidad: una unidad que hay que preservar (apologética) y una unidad que hay que restablecer (ecumenismo). La apologética se dirige esencialmente hacia los que están dentro de la Iglesia, para que se sientan seguros de lo que profesan y no se salgan; mientras el ecumenismo se dirige esencialmente hacia los que están fuera, para que entren en un proceso de búsqueda de la unidad (Jn 17,21). Sin embargo, en la práctica muchos vieron en la apologética una "guerra santa", y por eso la desecharon; y en el ecumenismo la única manera de enfrentar el problema de la división religiosa. Al no poder dialogar con los grupos proselitistas, se quedaron con los brazos cruzados, dejando a los "débiles de la fe" sin ningún tipo de protección frente a la agresión de las sectas, al antojo de los "lobos rapaces". 

Lo que pretendemos los que estamos luchando para "revivir la sana apologética", es que seamos más realistas, viendo lo que realmente necesita nuestro pueblo y tratando de ayudarlo, sin perjudicar la causa del ecumenismo que tiene razón de ser. 

¡Ojalá que todos fueran sinceros y estuvieran abiertos para el diálogo! Pero esto no corresponde a la realidad. El hecho es que existen planes concretos de "conquista" del mundo católico de parte del evangelismo. Frente al avance de un ejército invasor, no se puede hablar de paz y nada más, dejándolo avanzar a su antojo. Primero hay que pararlo. Solamente después será posible hacerlo sentar a la mesa de las negociaciones. 

PRIORIDADES 

Es un hecho que el mundo católico está siendo profundamente perturbado por el fenómeno sectario. Por lo tanto, es urgente una acción encaminada a fortalecer la fe de sus miembros, subrayando la propia identidad y haciendo hincapié en los grandes valores de la unidad, la verdad y la fidelidad: elementos que solamente una sana apologética puede ofrecer. 

Donde es determinante la presencia de iglesias separadas pero al mismo tiempo abierta al diálogo, allá será necesario insistir en el diálogo ecuménico, como medio para favorecer la comprensión mutua y dar pasos concretos en el camino de la plena unidad.
En otros lugares prevalece la presencia de las grandes religiones no cristianas: judaísmo, islamismo, budismo, taoísmo, confucianismo, hinduismo, etc. Allá será necesario intentar el diálogo interreligioso, en la búsqueda de los valores presentes en cada cultura y expresión religiosa, capaces de fermentar la sociedad y encaminarla hacia la realización del Reino. Lo que está pasando ahora, es que en todas partes se quiere hacer lo mismo, sin caer en la cuenta de que se trata de realidades diferentes, que merecen una atención muy particular, caso por caso. Donde prevalecen los grupos proselitistas, evidentemente se tiene que implantar la apologética; donde prevalecen las iglesias históricas separadas, tiene que impulsarse más el ecumenismo y, donde la presencia de las grandes religiones no cristianas es determinante, se tiene que enfrentar con toda seriedad el problema del diálogo interreligioso. 

Ahora, ¿qué aportación específica, en concreto, podría ofrecer la experiencia latinoamericana al mundo católico, agredido por la acción de las sectas? Un buen manejo de los principios de la sana apologética, llevada a cabo sin fanatismo, con la única preocupación de fortalecer la fe de los más débiles (Ez 34; Jn 10).

Y es lo que en la práctica no se está haciendo, por un malentendido ecumenismo y un complejo de inferioridad con relación a la problemática europea y al papel avasallador de la Santa Sede, volcada esencialmente en la línea ecuménica y del diálogo interreligioso. 

SANO EQUILIBRIO 

Al hablar de prioridad, no se está hablando de exclusividad. No es que en América Latina tenemos que preocuparnos "solamente" de la apologética. Tenemos que estar preparados para todo y, cuando se ofrece la oportunidad, tenemos que saber dialogar con los que están abiertos para el diálogo. 

Lo que queremos decir, es que en nuestros ambientes, tan atacados por el proselitismo sectario, lo que más urge es fundamentar la fe del católico de tal manera que se vuelva "impermeable" frente a sus solicitaciones. Es aquí donde tenemos que "dar chispas", para después comunicar a otros nuestra experiencia. 

Ahora bien, querer encerrarse en el diálogo ecuménico, sin siquiera intentar buscar otro camino para enfrentar el problema de las sectas, echando a perder enteras comunidades católicas, es señal de estrechez mental e irresponsabilidad pastoral. Un día habrá que responder de esto frente a Dios y a la historia. 

CONCLUSIÓN 

No siempre la medicina es agradable a la vista y sabrosa al paladar. Y de todos modos, hay que tomarla, si se quiere sanar. Lo mismo pasa con la apologética: aunque no sea del gusto de todos, hay que saberla manejar, si se quiere enfrentar con seriedad el problema de las sectas. 

Por otro lado, ¿no es siempre mejor estar preparados para defender la propia fe y dialogar con los demás? ¿O se prefiere "aventar" a los católicos, sin tener conciencia de la propia identidad? Sería como enviar los soldados a la guerra, sin armas. Mejor estar bien fundamentados en la propia fe y así estar preparados para dialogar con todos y, en caso de necesidad, estar capacitados para "dar razón de la propia esperanza" (1 Pe 3,15). 

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