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¿El pueblo de Dios es Israel o la Iglesia?


Para entender quién es el pueblo de Dios, necesitamos profundizar en las enseñanzas de la Iglesia y en la Sagrada Escritura.

Primero, hablemos de Israel. En el Antiguo Testamento, Israel fue elegido por Dios como su pueblo especial. En el libro del Éxodo, vemos cómo Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los condujo a la Tierra Prometida. En Deuteronomio 7, 6-8, leemos: "Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios. El Señor, tu Dios, te eligió entre todos los pueblos de la tierra para que fueras su pueblo, su propiedad personal. El Señor no los eligió ni los favoreció porque fueran más numerosos que otros pueblos, ya que ustedes son el más pequeño de todos los pueblos. Más bien, los eligió y los favoreció porque los amaba y cumplió el juramento que había hecho a sus antepasados".

Ahora, hablemos de la Iglesia. En el Nuevo Testamento, Jesús estableció la Iglesia como su cuerpo en la tierra. En Mateo 16, 18, Jesús le dice a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del abismo no prevalecerá contra ella". La Iglesia es el pueblo de Dios en el Nuevo Pacto, formado por aquellos que creen en Jesucristo como Señor y Salvador.

Entonces, ¿quiénes son el pueblo de Dios hoy en día? La Iglesia enseña que el pueblo de Dios abarca tanto a los creyentes judíos como a los gentiles que han sido incorporados a la familia de Dios a través de la fe en Jesucristo. En la Carta a los Gálatas, San Pablo escribe: "No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3, 28). En Cristo, no importa el origen étnico o la condición social; todos somos uno en él.

La Iglesia, por lo tanto, es el nuevo Israel, el pueblo de Dios en el Nuevo Pacto. En la Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, se afirma: "Este pueblo, que antes no era pueblo, ahora es el pueblo de Dios" (Lumen Gentium, 9). Todos los creyentes, judíos y gentiles, son llamados a formar parte de este pueblo elegido por Dios.

Es importante reconocer la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento en la historia de la salvación. La Iglesia no reemplaza a Israel, sino que cumple y perfecciona la promesa hecha a Israel. Como dice San Pablo en Romanos 11, 17-18: "Pero algunas de estas ramas fueron cortadas de la planta de olivo, a ti, que eres un olivo silvestre, te injertaron en su lugar y te hicieron partícipe de la savia de la raíz del olivo. No te envanezcas, pues, ante los otros sarmientos. Y si te envaneces, recuerda que no eres tú el que sostiene la raíz, sino la raíz la que te sostiene a ti".

Así que tanto Israel como la Iglesia son el pueblo de Dios en diferentes momentos de la historia de la salvación, pero en este momento a quien corresponde ese título es a la Iglesia, a todos los bautizados. Israel fue el pueblo elegido en el Antiguo Testamento, mientras que la Iglesia es el pueblo de Dios en el Nuevo Testamento. Sin embargo, hay una continuidad en la historia de la salvación, y la Iglesia incluye tanto a judíos como a gentiles que creen en Jesucristo como Señor y Salvador. Juntos, como pueblo de Dios, estamos llamados a vivir en comunión y amor, siendo testigos del Reino de Dios en el mundo. ¡Qué bendición es formar parte de este pueblo elegido por Dios!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿El bautismo es una especie de muerte y resurrección?


Sí, el bautismo es, de hecho, considerado como una especie de muerte y resurrección en la fe católica. Al ser bautizados, los creyentes son sumergidos en el agua, lo que simboliza la muerte al pecado, y luego son levantados de nuevo, lo que simboliza la nueva vida en Cristo. Este acto está enraizado en la enseñanza bíblica y en el Catecismo de la Iglesia Católica.

El Bautismo como Muerte y Resurrección

El apóstol San Pablo, en su carta a los Romanos, explica el significado del bautismo al decir: "Por tanto, hemos sido sepultados con él por el bautismo para muerte, a fin de que, como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida" (Romanos 6, 4). Esta metáfora de ser sepultados con Cristo en el bautismo y resucitar con él enfatiza la idea de morir al pecado y renacer a una nueva vida en Cristo.

El Catecismo de la Iglesia Católica también enseña que el bautismo es un "baño de agua en el que la persona bautizada es sumergida, simbolizando la muerte al pecado, y luego levantada, simbolizando la nueva vida en Cristo" (Catecismo, 1214). Esta comprensión del bautismo como un acto que simboliza la muerte y resurrección es fundamental en la fe católica.

La Importancia del Bautismo

El bautismo es el primer sacramento para nosotros los cristianos y esencial para la salvación en la fe católica. Jesús mismo instruyó a sus discípulos a bautizar a todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28,19). A través del bautismo, una persona es liberada del pecado original, adoptada como hija o hijo de Dios, incorporada a la Iglesia y hecha partícipe del sacerdocio de Cristo (Catecismo, 1213).

La Muerte al Pecado y la Nueva Vida en Cristo

El apóstol San Pablo, en su carta a los Gálatas, también hace referencia a la idea de morir y resucitar en relación con el bautismo: "Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido" (Gálatas 3,27). Esta idea de revestirse de Cristo a través del bautismo enfatiza la transformación que ocurre al morir al pecado y nacer de nuevo en Cristo.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que el bautismo imprime en el alma un sello espiritual, que configura a la persona al sacerdocio de Cristo y la hace capaz de recibir los otros sacramentos (Catecismo, 1272). Esta transformación espiritual se asemeja a la muerte y resurrección, ya que el bautizado muere al pecado y nace a una nueva vida en Cristo.

En resumen, tanto la Biblia como el Catecismo de la Iglesia Católica respaldan la idea de que el bautismo es una especie de muerte y resurrección. A través del bautismo, los creyentes mueren al pecado y nacen a una nueva vida en Cristo, siendo incorporados a su Cuerpo, que es la Iglesia. Este acto es fundamental para la fe católica y representa el comienzo de un viaje de fe y discipulado en Cristo.

Espero que esta explicación te haya sido útil y que te haya ayudado a comprender mejor el significado del bautismo en nuestra fe. Si tienes más preguntas, no dudes en hacerlas. Estoy aquí para ayudarte en tu camino de fe.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

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