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¿El Catecismo está al mismo nivel que la Biblia?


Primero, es importante entender que tanto la Biblia como el Catecismo de la Iglesia Católica tienen roles cruciales en nuestra fe, pero no ocupan el mismo nivel en términos de autoridad y función.

La Biblia: La Revelación Divina

La Biblia es la Palabra de Dios. Es la fuente principal y fundamental de nuestra fe. En sus páginas encontramos la Revelación Divina, es decir, la comunicación de Dios con la humanidad. A través de la Biblia, Dios nos habla directamente, nos muestra su voluntad y nos revela su amor infinito.

San Pablo nos recuerda en su segunda carta a Timoteo que "toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia" (2 Timoteo 3,16). Este pasaje subraya la importancia de la Sagrada Escritura en la vida de un cristiano.

El Catecismo: La Explicación Sistemática de la Revelación

El Catecismo, por otro lado, es una herramienta valiosísima que nos ofrece la Iglesia para entender mejor esa Revelación contenida en la Biblia y en la Tradición. Es, podríamos decir, una guía que nos ayuda a profundizar en nuestra fe y a vivirla de manera coherente.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992, es un compendio de la doctrina católica. Fue elaborado bajo la guía del Papa Juan Pablo II y tiene como objetivo proporcionar una exposición clara y completa de lo que la Iglesia cree y enseña. Está dividido en cuatro partes principales: el Credo, los Sacramentos, los Mandamientos y la Oración.

Diferencia en el Nivel de Autoridad

Para entender mejor la diferencia en el nivel de autoridad, podemos hacer una analogía sencilla. Imagina que la Biblia es como el corazón de nuestra fe, el centro vital del que todo emana. El Catecismo, por su parte, es como un mapa detallado que nos ayuda a navegar y entender ese corazón. Ambos son esenciales, pero no son lo mismo.

La Biblia, al ser la Palabra de Dios, tiene una autoridad única y suprema. Es, por decirlo de alguna manera, la "voz directa" de Dios. El Catecismo, aunque es una fuente muy autorizada y confiable, es una interpretación y sistematización de esa voz, hecha por la Iglesia para ayudarnos a comprender mejor la Revelación Divina.

La Relación entre la Biblia y el Catecismo

El Catecismo no es un libro separado de la Biblia, sino que está profundamente enraizado en ella. A lo largo de sus páginas, el Catecismo cita la Biblia constantemente, mostrando cómo todas las enseñanzas de la Iglesia tienen su fundamento en la Escritura.

Por ejemplo, en el prólogo del Catecismo, se dice claramente que "la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto que está consignada por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo" (Catecismo de la Iglesia Católica, 81). Además, el Catecismo también se apoya en la Tradición, que es la transmisión viva de la palabra de Dios, y en el Magisterio, que es la enseñanza autorizada de la Iglesia.

¿Cómo Usar Ambos en Nuestra Vida?

Entonces, ¿cómo debemos usar la Biblia y el Catecismo en nuestra vida diaria? Bueno, una buena práctica es leer y meditar en la Biblia regularmente. De esta manera, permitimos que la Palabra de Dios hable a nuestro corazón y nos guíe.

Además, cuando encontramos pasajes difíciles de entender o cuando queremos profundizar en algún aspecto de nuestra fe, el Catecismo es un recurso excelente. Nos ayuda a clarificar y a entender mejor lo que Dios nos está diciendo a través de la Escritura.

Por ejemplo, si lees sobre los sacramentos en la Biblia y quieres entender más sobre su significado y cómo se celebran en la Iglesia, puedes acudir al Catecismo. Allí encontrarás una explicación detallada y rica que te ayudará a apreciar aún más estos dones de Dios.

Un Ejemplo Concreto

Vamos a tomar un ejemplo concreto para ilustrar esto. Imagina que estás leyendo el Evangelio de San Juan y te encuentras con las palabras de Jesús: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día" (Juan 6,54).

Estas palabras pueden ser un poco desconcertantes al principio. Aquí es donde el Catecismo entra en juego. Si consultas el Catecismo, encontrarás una explicación clara de lo que significa la Eucaristía. En el párrafo 1324, se dice: "La Eucaristía es 'fuente y culmen de toda la vida cristiana'. 'Los demás sacramentos, como todos los ministerios eclesiásticos y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. Porque en la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua'".

Este pasaje del Catecismo nos ayuda a entender mejor las palabras de Jesús y a profundizar en el misterio de la Eucaristía. Nos muestra cómo la enseñanza de la Iglesia se basa en la Sagrada Escritura y nos ofrece una comprensión más completa de nuestra fe.

Conclusión

En resumen, la Biblia y el Catecismo son dos herramientas esenciales para los católicos, cada una con su propio propósito y nivel de autoridad. La Biblia es la Palabra de Dios, la Revelación Divina, mientras que el Catecismo es una guía que nos ayuda a entender y vivir esa Revelación de manera más plena.

Ambos son complementarios y, juntos, nos ayudan a crecer en nuestra fe y a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Así que te animo a leer y meditar en la Biblia regularmente, y a usar el Catecismo como un recurso valioso para profundizar en tu comprensión de la fe católica.

Espero que esta charla te haya sido útil y te haya dado una mayor claridad sobre la relación entre la Biblia y el Catecismo. ¡Que Dios te bendiga y te guíe siempre en tu camino de fe!

Autor: Presbítero Ignacio Andrade.

¿Qué quiere decir el Catecismo cuando habla del "Destino Universal de los Bienes"?

           

Es un placer compartir contigo sobre la riqueza de nuestra fe católica y explorar juntos el significado del "Destino Universal de los Bienes", un concepto maravilloso que nos ofrece una perspectiva única sobre la responsabilidad que todos compartimos en el cuidado y la distribución de los recursos que Dios nos ha confiado.

En primer lugar, déjame decirte que la expresión "Destino Universal de los Bienes" se deriva de la enseñanza social de la Iglesia, que busca guiar nuestras acciones y decisiones a la luz del Evangelio. Si echamos un vistazo al Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2401, encontramos una explicación clara de este principio:

"La propiedad de un bien hace de su dueño el administrador de la destinación universal de los bienes y, por consiguiente, lo obliga a hacer fructificar los bienes y a comunicar sus beneficios a los demás, primero a sus familiares."

Esta afirmación nos invita a reflexionar sobre el hecho de que cuando poseemos algo, no lo hacemos simplemente para nuestro propio placer o beneficio, sino que también compartimos la responsabilidad de administrarlo de manera que sirva al bien común y al prójimo.

Ahora, ¿qué nos dice la Biblia al respecto? En el Libro del Génesis, en el relato de la creación, encontramos que Dios confió a Adán y Eva la tarea de cuidar y cultivar el Jardín del Edén (Génesis 2,15). Esto no solo representa la responsabilidad de la administración de la creación, sino también la idea de que somos colaboradores con Dios en el cuidado de sus dones.

Además, en el Nuevo Testamento, Jesús nos insta a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22,39) y nos enseña el valor de compartir. En el Evangelio de Lucas, en el relato de la multiplicación de los panes y los peces (Lucas 9,12-17), vemos cómo Jesús toma unos pocos panes y peces, los bendice y comparte con una multitud hambrienta. Este pasaje ilustra la generosidad divina y nos muestra cómo nosotros, como seguidores de Cristo, también debemos participar en el compartir de nuestros dones.

La Iglesia nos recuerda que la propiedad privada no es un derecho absoluto, sino que está subordinada al principio del bien común. En el número 2403 del Catecismo, se dice: "El bien común se refiere a la suma de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección."

Esta visión va más allá de la mera acumulación de bienes materiales y apunta hacia el bienestar integral de la comunidad. Así, cuando hablamos del "Destino Universal de los Bienes", estamos llamados a reconocer que todos los bienes materiales tienen una finalidad común: contribuir al bienestar de toda la humanidad.

En la carta encíclica "Centesimus Annus" de San Juan Pablo II, se aborda este tema de manera más profunda. En ella, el Papa nos recuerda que el destino universal de los bienes implica una distribución justa y equitativa de los recursos, de manera que todos tengan acceso a lo necesario para vivir con dignidad. Este principio nos desafía a superar la mentalidad del individualismo y a comprometernos con la solidaridad, reconociendo que somos responsables los unos de los otros.

Ahora bien, es natural que te preguntes cómo podemos vivir esto en la práctica en nuestra vida diaria. Aquí es donde entra en juego la virtud de la caridad. En el número 1889 del Catecismo se nos dice que la caridad es la virtud teologal que nos capacita para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Cuando vivimos la caridad, nos convertimos en instrumentos de la gracia divina, dispuestos a compartir generosamente con los demás.

En el Evangelio de Mateo, en el capítulo 25, Jesús nos habla de la importancia de practicar la caridad. Nos cuenta la parábola de las ovejas y los cabritos, donde señala que lo que hagamos por los más pequeños de sus hermanos, lo hacemos por Él mismo. Esta enseñanza nos muestra que cada acto de amor y generosidad hacia los demás es una respuesta concreta a la llamada de Cristo.

Así que el "Destino Universal de los Bienes" nos invita a vivir con un corazón generoso y a ser buenos administradores de los dones que Dios nos ha confiado. Significa reconocer que, aunque la Iglesia reconoce el derecho a la propiedad privada y que a ésta la debemos defender como un derecho fundamental de la persona humana, también somos responsables no solo de nuestras propias necesidades personales, sino también de contribuir al bienestar de los demás, de toda la comunidad. 

Autor: Padre Ignacio Andrade

¿Quién escribió el Catecismo de la Iglesia Católica?


El Catecismo, una fuente invaluable de enseñanza y guía para los católicos de todo el mundo, fue publicado por la Iglesia Católica en 1992. Fue el resultado de un esfuerzo colaborativo de teólogos, obispos y expertos de diversas partes del mundo.

Uno de los líderes notables detrás de este proyecto fue el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, quien más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XVI. La influencia de Joseph Ratzinger en la creación del Catecismo fue profunda y significativa. Su vasto conocimiento teológico y su profundo compromiso con la ortodoxia católica jugaron un papel crucial en dar forma a este documento fundamental.

Ratzinger, que en ese momento era el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue un defensor apasionado de mantener la autenticidad y la riqueza de la enseñanza católica en un mundo cada vez más secularizado. Contribuyó a asegurar que el Catecismo reflejara fielmente la tradición teológica y moral de la Iglesia, basándose en las Escrituras, el Magisterio y la patrística.

La Biblia también desempeñó un papel central en la elaboración del Catecismo. Las enseñanzas y los pasajes bíblicos fundamentales se incorporaron cuidadosamente para ilustrar y respaldar los puntos doctrinales. Los versículos bíblicos seleccionados ayudan a los lectores a comprender cómo la fe católica está arraigada en las Escrituras y cómo los principios bíblicos fundamentales sustentan la enseñanza de la Iglesia. De algún modo, aunque no se limita a ello, el Catecismo es la interpretación de la biblia.

El Catecismo se estructura en cuatro partes: la profesión de la fe (Credo), la celebración del misterio cristiano (Liturgia), la vida en Cristo (Moral) y la oración cristiana. Cada parte proporciona una comprensión profunda y completa de la fe católica, desde las verdades fundamentales del Credo hasta las prácticas espirituales y éticas que guían la vida de los fieles.

La influencia de Joseph Ratzinger en la creación del Catecismo no solo se limitó a su papel en el proceso de redacción, sino que también se evidenció en su dedicación a mantener viva la tradición de la Iglesia en el mundo moderno. Su amor por la verdad y su profundo conocimiento teológico siguen siendo una inspiración para muchos católicos en todo el mundo.

El Catecismo de la Iglesia Católica es un tesoro que refleja la riqueza de nuestra fe y la sabiduría acumulada a lo largo de los siglos. Como guía segura en nuestra vida de fe, nos ayuda a comprender y profundizar en la enseñanza de la Iglesia. 

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿El Catecismo es inspirado por Dios?


Es un placer para mí hablar contigo sobre un tema tan importante y relevante para nuestra fe católica: el Catecismo de la Iglesia Católica. 

Primero, recordemos juntos las palabras del apóstol Pablo a Timoteo en 2 Timoteo 3, 16: "Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia". Esta sagrada Escritura nos dice claramente que toda la Palabra de Dios es inspirada por Él. ¿Cómo se relaciona esto con el Catecismo de la Iglesia Católica? Permíteme explicártelo.

El Catecismo de la Iglesia Católica es una recopilación magistral de la enseñanza católica. No es un libro inspirado en el mismo sentido que la Biblia, pero está profundamente arraigado en las Sagradas Escrituras, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia. El Catecismo no añade nuevas revelaciones a las ya dadas en la Biblia, sino que presenta y explica la fe católica de una manera sistemática y comprensible para todos los fieles.

La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha desarrollado el Catecismo para ayudarnos a entender y vivir la fe de manera más plena. Es una herramienta valiosa que nos ayuda a profundizar en las verdades fundamentales de nuestra fe, como la Trinidad, la Encarnación, la redención y los sacramentos. Además, nos ofrece orientación moral y ética en temas contemporáneos a la luz de los principios eternos del Evangelio.

El Catecismo de la Iglesia Católica se basa en la Palabra de Dios, y muchas de sus enseñanzas están respaldadas por citas bíblicas. Por ejemplo, en el Catecismo, encontramos explicaciones detalladas sobre los Diez Mandamientos, que son un fundamento moral crucial tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Jesús mismo nos dice en Mateo 5, 17-18: "No penséis que he venido para abolir la Ley o los Profetas; no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la Ley, hasta que toda se cumpla". Estas palabras de nuestro Señor Jesucristo nos enseñan la importancia de la Ley de Dios, y el Catecismo nos ayuda a entender cómo vivir estos mandamientos en nuestra vida diaria.

Además de las Escrituras, el Catecismo también se basa en la Tradición Apostólica, que ha sido transmitida de generación en generación desde los tiempos de los apóstoles. Esta Tradición incluye las enseñanzas y prácticas que la Iglesia ha mantenido a lo largo de los siglos y que se fundamentan en la revelación divina. La Patrística, es decir, las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, también es una fuente importante para el Catecismo. Los escritos de los Padres de la Iglesia, como San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, ofrecen valiosas interpretaciones de las Escrituras y ayudan a ilustrar las verdades de nuestra fe.

En cuanto al Magisterio de la Iglesia, este se refiere a la enseñanza autoritativa de los obispos en comunión con el Papa. El Catecismo de la Iglesia Católica es un producto del Magisterio y, por lo tanto, es una expresión auténtica y confiable de nuestra fe católica. La Iglesia, en su papel de custodia de la fe, ha reunido y sintetizado estas enseñanzas en el Catecismo para que todos los fieles puedan tener acceso a la riqueza de nuestra tradición y creencias.

En cuanto a la pregunta específica de si el Catecismo es inspirado por Dios, podemos decir que, aunque no es inspirado en el mismo sentido que la Biblia, ciertamente es una obra que ha sido guiada por el Espíritu Santo. La Iglesia, en su sabiduría divina, ha reunido y presentado estas verdades de fe para ayudarnos a comprender mejor el misterio de Dios y vivir de acuerdo con su voluntad. En palabras del Catecismo mismo, "la Iglesia, 'en quien reside la plenitud del medio de salvación', custodia fielmente la fe. Ella es la que asegura la continuidad de la tradición apostólica; es a ella a quien Cristo confió el depósito de la fe, para que lo protegiera con la ayuda del Espíritu Santo" (Catecismo de la Iglesia Católica, 77).

Mi querido hermano, te animo a que explores el Catecismo de la Iglesia Católica con un corazón abierto y una mente receptiva. A través de sus páginas, encontrarás una riqueza de sabiduría y conocimiento que te guiará en tu camino de fe. Recuerda siempre que la Iglesia, en su amor y cuidado por sus hijos, nos ofrece estas enseñanzas para que podamos crecer en amor a Dios y al prójimo.

Que el Señor te bendiga y te guíe mientras profundizas en la belleza de nuestra fe católica. Estoy aquí para ti, para responder a tus preguntas y para ser un guía en tu viaje espiritual. Que la paz de Cristo esté contigo siempre.

En el amor de Cristo,

Padre Ignacio Andrade. 

Sacerdote Católico

¿Por qué el catecismo dice que el ser humano tiene un "deseo de Dios"?


Me alegra que me hagas esta pregunta sobre el deseo de Dios. El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que todos los seres humanos tenemos un deseo innato de Dios, porque Él mismo ha puesto ese anhelo en nuestro corazón. En el número 27 del catecismo, se nos dice que "el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar".

Este deseo de Dios es algo natural en nosotros, como una especie de vacío o inquietud que solo puede ser llenado por Él. A lo largo de la historia, los hombres y mujeres han buscado a Dios de diferentes maneras y a través de diferentes religiones, pero siempre ha habido un anhelo profundo de encontrar a Aquel que da sentido y plenitud a nuestras vidas.

La Biblia nos muestra este deseo de Dios en muchos pasajes. Por ejemplo, en el Salmo 42,2, el salmista dice: "Como el ciervo sediento busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío". Aquí vemos cómo el salmista compara su anhelo de Dios con la sed de un ciervo en busca de agua fresca. Es una imagen poderosa que ilustra la intensidad y la necesidad que tenemos de estar cerca de Dios.

En el Nuevo Testamento, Jesús también habla sobre este deseo de Dios. En el Evangelio de Juan, Jesús dice: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan, vivirá para siempre" (Juan 6,51). Jesús nos muestra que solo Él puede satisfacer nuestro deseo más profundo, solo Él puede llenar ese vacío en nuestro corazón.

Además de la Biblia, la patrística también nos ofrece una visión profunda sobre este deseo de Dios. Por ejemplo, San Agustín, uno de los grandes padres de la Iglesia, escribió en sus "Confesiones": "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". San Agustín nos recuerda que solo en Dios encontraremos la verdadera paz y satisfacción, y que nuestro corazón seguirá buscando hasta encontrarlo.

El catecismo de la Iglesia Católica también nos enseña sobre este deseo de Dios en el número 30, donde se nos dice que "el deseo de Dios es inherente a la naturaleza del hombre". Este deseo nos impulsa a buscar a Dios y a abrirnos a su amor y a su gracia. Es un recordatorio constante de que estamos hechos para algo más grande, para una relación íntima con nuestro Creador.

Entonces, hijo mío, el catecismo nos dice que tenemos un deseo de Dios porque Él mismo ha puesto ese anhelo en nuestro corazón. Es como si fuéramos un rompecabezas incompleto y solo encajáramos perfectamente en la presencia de Dios. Nuestro deseo de Dios es una invitación a buscarlo, a acercarnos a Él y a permitirle llenar nuestras vidas con su amor y su gracia.

Espero que esta respuesta haya sido útil, hijo mío. Recuerda que Dios te ama y siempre está cerca de ti. No dudes en acercarte a Él en oración y pedirle que te ayude a vivir de acuerdo con su voluntad. ¡Que Dios te bendiga y te acompañe en tu camino espiritual!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Es pecado ponerse implantes de senos?


Como sacerdote católico, es mi deber proporcionar una guía moral y espiritual basada en los principios de la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica. En cuanto a la pregunta de si es pecado ponerse implantes de senos, es importante considerar diversos aspectos desde la perspectiva de la fe católica.

En primer lugar, debemos recordar que el Catecismo de la Iglesia Católica no menciona específicamente los implantes de senos. Sin embargo, la Iglesia nos proporciona principios fundamentales que nos ayudan a tomar decisiones éticas en diversos aspectos de la vida, incluyendo la salud y el cuidado del cuerpo.

El primer principio que debemos considerar es el respeto y cuidado del cuerpo humano como templo del Espíritu Santo. En la Primera Carta a los Corintios, San Pablo nos dice: "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Tomaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una prostituta? ¡De ningún modo!" (1 Corintios 6,15). Estas palabras nos recuerdan que nuestros cuerpos son sagrados y deben ser tratados con respeto y dignidad.

En este sentido, es importante considerar las motivaciones detrás de la decisión de ponerse implantes de senos. Si la razón principal es mejorar la apariencia física por motivos puramente vanidosos o para complacer a otros, podría considerarse como una falta de respeto hacia el don de nuestro cuerpo y una forma de idolatría de la belleza física. La belleza auténtica radica en la integridad y la virtud, no solo en la apariencia externa.

Además, debemos considerar la intención detrás de la búsqueda de los implantes de senos. Si se busca corregir una deformidad física o una irregularidad médica legítima, como puede ser el caso de una reconstrucción mamaria después de una mastectomía, la decisión de ponerse implantes de senos podría ser moralmente aceptable. En tales circunstancias, el objetivo principal no es la vanidad o la búsqueda de una belleza artificial, sino más bien el restablecimiento de la salud y el bienestar.

Otro aspecto relevante es la ética médica y la responsabilidad personal. Si la cirugía para implantes de senos se realiza en un entorno médico adecuado, con el consentimiento informado y bajo la supervisión de profesionales médicos éticos, esto disminuye las preocupaciones éticas asociadas con el procedimiento.

Sin embargo, también es importante destacar que la Iglesia Católica enfatiza el valor intrínseco de la persona, más allá de su apariencia física. La dignidad humana se encuentra en nuestra naturaleza creada a imagen y semejanza de Dios, no en nuestro aspecto externo. San Pedro nos exhorta en su Primera Carta: "Vuestro adorno no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu dulce y sereno, que es de grande precio delante de Dios" (1 Pedro 3, 3-4).

En última instancia, la decisión de ponerse implantes de senos es una cuestión de discernimiento personal y debe ser abordada con una conciencia bien formada y en consulta con profesionales médicos y espirituales.

Es importante tener en cuenta que el pecado no se limita únicamente a acciones específicas, sino también a las actitudes y motivaciones que subyacen en ellas. La vanidad, el deseo de complacer a otros o la idolatría de la belleza física pueden ser considerados pecaminosos desde la perspectiva cristiana.

La Iglesia nos llama a un equilibrio virtuoso en la forma en que nos relacionamos con nuestro cuerpo y nuestra apariencia. En lugar de buscar la perfección física o seguir las tendencias culturales, se nos anima a cultivar la virtud interior, la humildad y el amor hacia nosotros mismos y hacia los demás.

Además, la Iglesia también nos invita a desarrollar una relación saludable con nuestro cuerpo y a cuidarlo adecuadamente, lo cual incluye una atención responsable a la salud física y emocional. Si una mujer se siente afectada negativamente por la falta de autoestima debido a una condición física legítima o a una experiencia traumática, puede ser útil buscar apoyo y orientación para abordar esas preocupaciones en un nivel más profundo.

En resumen, no hay una respuesta clara y definitiva desde la perspectiva de la fe católica sobre si es pecado ponerse implantes de senos. La decisión debe ser tomada con discernimiento, considerando aspectos como las motivaciones detrás de la elección, la responsabilidad personal, la ética médica y la importancia de cultivar una relación saludable con nuestro cuerpo. En última instancia, buscar la orientación de un confesor o un director espiritual puede ser útil para tomar una decisión informada y en línea con los principios morales de la fe católica.

Autor: Sacerdote Ignacio Andrade.

4 niños y su catequista mueren en bombardeo durante lección de Catecismo


4 NIÑOS Y SU CATEQUISTA MUEREN EN BOMBARDEO DURANTE LECCIÓN DE CATECISMO
Redacción ACI Prensa

La fundación pontificia Ayuda a Iglesia Necesitada (ACN) informó que el fin de semana murieron en la ciudad cristiana de Al-Sekelbiya en la provincia de Idlib (Siria), cuatro niños y su catequista durante un bombardeo que ocurrió mientras estaban en una lección de Catecismo.

Jessica, Bashar, Angy, Suheir, niños de entre 6 y 10 años; junto a la catequista murieron tras el ataque que también tuvo al centro catequístico de Al-Sekelbiya como uno de sus blancos. Además de los fallecidos, los misiles dejaron a 6 niños heridos.

En declaraciones a TG2000, el sacerdote franciscano Hanna Jallouf y párroco de la iglesia latina de Knaye, en Idlib, dijo que “los rebeldes bombardearon la ciudad cristiana de Al-Sekelbiya. Golpearon el centro catequético matando a 5 niños (ACN menciona 4) y a su catequista”.

Tras comentar que el funeral ya se realizó, el sacerdote franciscano lamentó que en las últimas semanas hayan atacado diversas zonas de la región y explicó que “la situación es precaria a causa de los enfrentamientos entre el ejército regular y los rebeldes. Por eso muchos han debido dejar sus casas y han venido con nosotros. Viven bajo los árboles. Como cama está la tierra y como cobija el cielo”.

“Mucha gente muere a causa de esta guerra sucia. Esperamos que esta masacre termine pronto”, manifestó.

Según informa la agencia oficial siria Sana, los misiles fueron lanzados el domingo por los yihadistas rebeldes que pertenecerían al grupo extremistas Hayat Tahrir al-Sham, que estaba antes afiliado al grupo terrorista de Al Qaeda.

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La pena de muerte y los cambios al Catecismo de la Iglesia Católica


SOBRE LA PENA DE MUERTE
Por Saulo de Tarso

Algunas personas han pedido mi opinión respecto al actual tema sobre la pena de muerte. Debo aclarar que no pretendo ser dueño de la verdad, pero fundamento mi opinión en la Sagrada Escritura y los documentos de la Iglesia. Habrá sin duda quien no concuerde conmigo, soy respetuoso de eso. Quien desee insultarme por no coincidir con sus ideas puede hacerlo, pero los comentarios insultando al Papa Francisco serán eliminados. Y reitero, ésta sólo es mi humilde opinión. Bendiciones

LA PENA DE MUERTE NO ES NINGUNA LEY NATURAL

Hay personas que justifican la aplicación de la pena de muerte como parte de la ley natural. ¿Según quién? Se trata de meras opiniones teológicas de ciertas personas, la Iglesia jamás ha definido que la pena de muerte es ley natural, la evidencia bíblica niega tajantemente que lo sea.

Ezequiel 33,11

Diles: «Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?»

Ergo, la pena de muerte, no es ninguna ley natural.

LOS ÚLTIMOS PAPAS



La tendencia de los últimos Papas fue encaminada hacia la abolición de la pena de muerte. Hoy el Papa Francisco se ha concretado en completar lo que sus antecesores iniciaron.



En 1969 Pablo VI derogó la disposición del Tratado de Letrán de 1929, entre Italia y la Santa Sede, que establecía la pena capital para la persona que intentara asesinar al Papa.

La publicación de la nueva edición del Catecismo realizada en 1992, impulsado por el papa Juan Pablo II, (su redacción corrió a cargo de una comisión encabezada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger), no introdujo una condena tajante de la pena de muerte. Sin embargo, el Catecismo contemplaba la aplicación de la pena de muerte "en casos de extrema gravedad" y sólo como "último recurso". La revisión del Catecismo efectuada cinco años más tarde, en 1997, dejó el texto de la forma siguiente:

"La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas. Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana." Catecismo, nº 2267

Juan Pablo II, en su encíclica Evangelium Vitae (1995), había matizado anteriormente:

"(...) sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes."

La pena debe ser necesaria como último recurso de defensa social y sólo se justifica cuando los demás han fracasado y no antes.

La pregunta lógica que surge es: ¿En qué momento un gobierno, una nación, ha agotado hasta el último recurso? La respuesta es: ¡NUNCA! Siempre hay otra opción. Y tan ésto es así, que ni siquiera la Iglesia definió una lista de los delitos que son merecedores de la pena de muerte.

Por eso la Iglesia siempre dejó a la discreción de los gobiernos y las naciones la aplicación de la pena de muerte, "como último recurso".

En la Exhortación Apostólica “Africae Munus”, el Papa Benedicto XVI dijo:

83...."Junto con los miembros del Sínodo, llamo la atención de los responsables de la sociedad sobre la necesidad de hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital, así como para la reforma del sistema penal, para que la dignidad humana del recluso sea respetada. Corresponde a los agentes de pastoral la tarea de estudiar y proponer la justicia restitutiva como un medio y un proceso para favorecer la reconciliación, la justicia, y la paz, así como la reinserción en las comunidades de las víctimas y de los trasgresores."

LA PENA DE MUERTE "INADMISIBLE" A LA LUZ DEL EVANGELIO

Ya Juan Pablo II lo había adelantado en Evangelium Vitae (1995), el Papa escribió al hablar de éste tema: "El Evangelio del amor de Dios por el hombre, el Evangelio de la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida son un Evangelio único e indivisible"

JESUCRISTO Y LA ADÚLTERA

Éstas palabras han escandalizado a muchos, de igual forma que los fariseos se encandalizaban por los cambios de doctrina realizados por Jesucristo. La ley mosaica era clara, todo adúltero debía de morir, la ley establecía, pena de muerte pero...

Juan 8,3-11
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»
E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»

Las directrices tajantes del evangelio exigen que la pena sea útil, digna y necesaria para el 
bien común y para el bien de los mismos afectados por ella y contribuya a su reinserción social. Y la pena de muerte no cumple con ninguno esos requisitos. Al tratarse de una sanción tan grave la justificación debería ser clarísima. ¡Esa justificación no existe!

Mateo 13,24-30
Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.
Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue.
Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña.
Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?"
El les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?"
Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo.
Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."»

En la administración de justicia, los hombres nos podemos equivocar y adelantarnos a ejecutar a alguien que pudo haberse convertido, cosa que no sucederá nunca aplicando la pena de muerte.

¿INADMISIBLE?

¿Significa que los anteriores Papas estuvieron equivocados?

No, el nuevo numeral del Catecismo no dice eso, ni siquiera se infiere algo así. El nuevo texto dice lo siguiente: 

2267 "Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común.

Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que "la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona" y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo."

En pocas palabras: anteriormente la pena de muerte fue considerado un medio "admisible" hoy no lo es.

Una doctrina que no es un dogma, puede ser ampliada, modificada o anulada, cuando no está comprometida la inerrancia, ni la infalibilidad de la Iglesia.

Los anteriores Papas no se equivocaron. La pena de muerte nunca se presentó como algo bueno, ni positivo, sino como un mal necesario como último recurso que hoy en día ya no es necesario, de ahí su abolición.

PENA DE MUERTE ¿CONTRARIA AL EVANGELIO?

Dejemos que la Biblia responda.

La ley evangelica

I Timoteo 2,3-4
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.

II Pedro 3,9
No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión.

La ley del principio

Ezequiel 33,11
Diles: «Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?»

Así como el divorcio era una doctrina de la ley de Moisés Mt 19,7-8, ésta no era la ley del principio, sino una concesión. La pena de muerte no es querida por Dios, fue una concesión que hoy ya no es necesaria.

LA ESCLAVITUD

El Nuevo Testamento da instrucciones precisas sobre la esclavitud y cómo debe ser el comportamiento de los esclavos.

Colosenses 3,22
Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de este mundo, no porque os vean, como quien busca agradar a los hombres; sino con sencillez de corazón, en el temor del Señor.

I Timoteo 6,1
Todos los que estén como esclavos bajo el yugo de la servidumbre consideren a sus dueños como dignos de todo respeto, para que no se blasfeme del nombre de Dios y de la doctrina.

Tito 2,9
Que los esclavos estén sometidos en todo a sus dueños, sean complacientes y no les contradigan.


La pena de muerte apenas es mencionada en el Nuevo Testamento, en cambio la esclavitud es mencionada con instrucciones precisas. ¿Por qué entonces abolió la Iglesia Católica la esclavitud que es tan clara en la Escritura y la pena de muerte que apenas aparece no puede ser abolida? Simple, porque la esclavitud que terminó a duras penas en el siglo XIX y la pena de muerte fueron concesiones pasajeras de acuerdo a cierta época que hoy son inadmisibles a la luz del Evangelio.


CARTA A LOS OBISPOS ACERCA DE LA NUEVA REDACCIÓN DEL N. 2267 DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA PENA DE MUERTE

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

1. El Santo Padre Francisco, en el Discurso con ocasión del vigésimo quinto aniversario de la publicación de la Constitución Apostólica Fidei depositum, con la cual Juan Pablo II promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, pidió que fuera reformulada la enseñanza sobre la pena de muerte, para recoger mejor el desarrollo de la doctrina que este punto ha tenido en los últimos tiempos.[1] Este desarrollo descansa principalmente en la conciencia cada vez más clara en la Iglesia del respeto que se debe a toda vida humana. En esta línea, Juan Pablo II afirmó: «Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante».[2]

2. En este sentido, debe comprenderse la actitud hacia la pena de muerte que se ha afirmado cada vez más en la enseñanza de los pastores y en la sensibilidad del pueblo de Dios. En efecto, si de hecho la situación política y social del pasado hacía de la pena de la muerte un instrumento aceptable para la tutela del bien común, hoy es cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera luego de haber cometido crimines muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, han dado lugar a una nueva conciencia que reconoce la inadmisibilidad de la pena de muerte y por lo tanto pide su abolición.

3. En este desarrollo, es de gran importancia la enseñanza de la Carta Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II. El Santo Padre enumeraba entre los signos de esperanza de una nueva civilización de la vida «la aversión cada vez más difundida en la opinión pública a la pena de muerte, incluso como instrumento de “legítima defensa” social, al considerar las posibilidades con las que cuenta una sociedad moderna para reprimir eficazmente el crimen de modo que, neutralizando a quien lo ha cometido, no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse».[3] La enseñanza de Evangelium vitae fue recogida más tarde en la editio typica del Catecismo de la Iglesia Católica. En este, la pena de muerte no se presenta como una pena proporcional a la gravedad del delito, sino que se justifica sólo si fuera «el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas», aunque si de hecho «los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos» (n. 2267).

4. Juan Pablo II también intervino en otras ocasiones contra la pena de muerte, apelando tanto al respeto de la dignidad de la persona como a los medios que la sociedad actual posee para defenderse del criminal. Así, en el Mensaje navideño de 1998, auguraba «en el mundo el consenso sobre medidas urgentes y adecuadas… para desterrar la pena de muerte».[4] Un mes después, en los Estados Unidos, repitió: «Un signo de esperanza es el reconocimiento cada vez mayor de que nunca hay que negar la dignidad de la vida humana, ni siquiera a alguien que haya hecho un gran mal. La sociedad moderna posee los medios para protegerse, sin negar definitivamente a los criminales la posibilidad de enmendarse. Renuevo el llamamiento que hice recientemente, en Navidad, para que se decida abolir la pena de muerte, que es cruel e innecesaria». [5]

5. El impulso de comprometerse con la abolición de la pena de muerte continuó con los sucesivos Pontífices. Benedicto XVI llamaba «la atención de los responsables de la sociedad sobre la necesidad de hacer todo lo posible para llegar a la eliminación de la pena capital». [6] Y luego auguraba a un grupo de fieles que «sus deliberaciones puedan alentar iniciativas políticas y legislativas, promovidas en un número cada vez mayor de países, para eliminar la pena de muerte y continuar los progresos sustanciales realizados para adecuar el derecho penal tanto a las necesidades de la dignidad humana de los prisioneros como al mantenimiento efectivo del orden público». [7]

6. En esta misma perspectiva, el Papa Francisco reiteró que «hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado».[8] La pena de muerte, independientemente de las modalidades de ejecución, «implica un trato cruel, inhumano y degradante».[9] Debe también ser rechazada «en razón de la defectiva selectividad del sistema penal y frente a la posibilidad del error judicial».[10] Es en este sentido en el que el Papa Francisco ha pedido una revisión de la formulación del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte, de modo que se afirme que «por muy grave que haya sido el crimen, la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona».[11]

7. La nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por el Papa Francisco, se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica.[12] El nuevo texto, siguiendo los pasos de la enseñanza de Juan Pablo II en Evangelium vitae, afirma que la supresión de la vida de un criminal como castigo por un delito es inadmisible porque atenta contra la dignidad de la persona, dignidad que no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. A esta conclusión se llega también teniendo en cuenta la nueva comprensión de las sanciones penales aplicadas por el Estado moderno, que deben estar orientadas ante todo a la rehabilitación y la reinserción social del criminal. Finalmente, dado que la sociedad actual tiene sistemas de detención más eficaces, la pena de muerte es innecesaria para la protección de la vida de personas inocentes. Ciertamente, queda en pie el deber de la autoridad pública de defender la vida de los ciudadanos, como ha sido siempre enseñado por el Magisterio y como lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 2265 y 2266.

8. Todo esto muestra que la nueva formulación del n. 2267 del Catecismo expresa un auténtico desarrollo de la doctrina que no está en contradicción con las enseñanzas anteriores del Magisterio. De hecho, estos pueden ser explicados a la luz de la responsabilidad primaria de la autoridad pública de tutelar el bien común, en un contexto social en el cual las sanciones penales se entendían de manera diferente y acontecían en un ambiente en el cual era más difícil garantizar que el criminal no pudiera reiterar su crimen.

9. En la nueva redacción se agrega que la conciencia de la inadmisibilidad de la pena de muerte ha crecido «a la luz del Evangelio».[13] El Evangelio, en efecto, ayuda a comprender mejor el orden de la Creación que el Hijo de Dios ha asumido, purificado y llevado a plenitud. Nos invita también a la misericordia y a la paciencia del Señor que da tiempo a todos para convertirse.

10. La nueva formulación del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica quiere ser un impulso para un compromiso firme, incluso a través de un diálogo respetuoso con las autoridades políticas, para que se favorezca una mentalidad que reconozca la dignidad de cada vida humana y se creen las condiciones que permitan eliminar hoy la institución jurídica de la pena de muerte ahí donde todavía está en vigor.

El Sumo Pontífice Francisco, en la audiencia concedida al infrascrito Secretario el 28 de junio de 2018, ha aprobado la presente Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación el 13 de junio de 2018, y ha ordenado su publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 1º de agosto de 2018, Memoria de San Alfonso María de Ligorio.

Luis F. Card. Ladaria, S.I.
Prefecto

+ Giacomo Morandi
Arzobispo titular de Cerveteri
Secretario

_____________________________

[1] Cf. Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco con motivo del XXV Aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica (11 de octubre de 2017): L’Osservatore Romano (13 de octubre de 2017), 4.
[2] Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae (25 de marzo de 1995), n. 9: AAS 87 (1995), 411.
[3] Ibíd., n. 27: AAS 87 (1995), 432.
[4] Juan Pablo II, Mensaje Urbi et Orbi de Navidad (25 de diciembre de 1998), n. 5: Insegnamenti XXI, 2 (1998), 1348.
[5] Id., Homilía en el Trans World Dome de St. Louis (27 de enero de 1999): Insegnamenti XXII, 1 (1999), 269; cf. Homilía durante la Misa en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad de México (23 de enero de 1999): «Renuevo el llamamiento que hice recientemente, en Navidad, para que se decida abolir la pena de muerte, que es cruel e innecesaria»: Insegnamenti XXII, 1 (1990), 123.
[6] Benedicto XVI, Exhort. Ap. postsinodal Africae munus (19 de noviembre de 2011), n. 83: AAS 104 (2012), 276.
[7] Id., Audiencia general (30 de noviembre de 2011): Insegnamenti VII, 2 (2011), 813.
[8] Francisco, Carta al Presidente de la Comisión internacional contra la pena di muerte (20 de marzo de 2015): L’Osservatore Romano (20-21 de marzo de 2015), 7.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco con motivo del XXV Aniversario dela Catecismo de la Iglesia Católica (11 de octubre de 2017): L’Osservatore Romano (13 de octubre 2017), 5.
[12] Cf. Vincenzo di Lérins, Commonitorium, cap. 23: PL 50, 667-669. En referencia a la pena de muerte, tratando acerca de las especificaciones de los preceptos del decálogo, la Pontificia Comisión Bíblica ha hablado de “afinamiento” de las posiciones morales de la Iglesia: «Con el curso de la historia y el desarrollo de la civilización, la Iglesia ha afinado también las propias posiciones morales con respecto a la pena de muerte y a la guerra en nombre de un culto a la vida humana que ella alimenta sin cesar meditando la Escritura y que toma siempre más color de un absoluto. Lo que está debajo de estas posiciones aparentemente radicales es siempre la misma noción antropológica de base: la dignidad fundamental del hombre creado a imagen de Dios» (Biblia y moral. Raíces bíblicas del comportamiento cristiano, 2008, n. 98).
[13] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, n. 4.


PAX ET BONUM


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Papa Francisco hace cambio histórico en el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte


EL PAPA FRANCISCO HACE HISTÓRICO CAMBIO EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA PENA DE MUERTE

ACl prensa.- Papa Francisco ha autorizado la modificación del artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte, declarando “inadmisible” la aplicación de esta condena en cualquier caso, y pide su abolición en todo el mundo.

El texto que regía hasta hoy decía lo siguiente: “La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”.

“Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana”.

“Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo ‘suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos’”.


El nuevo texto del artículo 2267 es el siguiente: “Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común".

Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.

Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona» y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo".


UN CAMBIO COHERENTE 


En una carta explicativa dirigida a los obispos, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Luis Francisco Ladaria, señala que esta nueva redacción del Catecismo es la culminación de un proceso comenzado por San Juan Pablo II y continuado por Benedicto XVI destinado a fijar el compromiso de la Iglesia Católica con la abolición de la pena de muerte.

Aseguró que el nuevo texto sigue los pasos de la enseñanza de San Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae.

En este sentido recordó las palabras del Papa Francisco en la carta al presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte en marzo de 2015 en las que afirmaba que “hoy en día la pena de muerte es inadmisible por cuanto grave haya sido el delito del condenado”. Según afirmaba el Santo Padre, la pena de muerte “implica un trato cruel, inhumano y degradante”.

En coherencia con estas afirmaciones, el Pontífice, según afirmó el Cardenal Ladaria, pidió “una revisión de la formulación del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte”.

De esta manera, “la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por el Papa Francisco, se sitúa en continuidad con el Magisterio precedente, llevando adelante un desarrollo coherente de la doctrina católica”.

Sobre la afirmación de la nueva redacción del Catecismo de que “la supresión de la vida de un criminal como castigo por un delito es inadmisible porque atenta contra la dignidad de la persona, dignidad que no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves”, el Cardenal señala que “a esta conclusión se llega también teniendo en cuenta la nueva comprensión de las sanciones penales aplicadas por el Estado moderno, que deben estar orientadas ante todo a la rehabilitación y la reinserción social del criminal”.

Además recuerda que:“dado que la sociedad actual tiene sistemas de detención más eficaces, la pena de muerte es innecesaria para la protección de la vida de personas inocentes”.

VERSIÓN ANTERIOR 

En la anterior redacción del artículo 2267 del Catecismo aprobado en 1992, y modificada hoy, se señalaba que “la enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”.

Sin embargo, “si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana”.

“Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo ‘suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos”
, señalaba la anterior versión.


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