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Soy intolerante al gluten, ¿cómo puedo hacer para comulgar?


La pregunta sobre cómo comulgar siendo intolerante al gluten es muy válida y comprensible, especialmente cuando se desea participar plenamente en la Eucaristía. Vamos a abordar este tema con toda la seriedad y cariño que merece, considerando tanto la doctrina de la Iglesia como las soluciones prácticas disponibles.

Entendiendo la Eucaristía y la Presencia Real

Primero, recordemos por qué la Eucaristía es tan importante. En la Santa Misa, creemos que el pan y el vino se transforman verdaderamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este misterio se conoce como la Transubstanciación. En San Juan 6,51, Jesús dice: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre". La Eucaristía es el centro de nuestra vida cristiana porque nos une íntimamente con Cristo y con la comunidad de creyentes.

La Cuestión del Gluten

El pan utilizado en la Eucaristía debe ser de trigo, según las normas de la Iglesia. Esto se basa en la tradición y en el hecho de que Jesús utilizó pan de trigo en la Última Cena. Sin embargo, la Iglesia también reconoce que algunos fieles tienen intolerancia al gluten o enfermedad celíaca, lo cual puede hacer que recibir la comunión bajo la forma habitual del pan de trigo sea un problema de salud serio.

Soluciones Prácticas y Aceptables

  1. Hostias de Bajo Contenido en Gluten: La Iglesia ha aprobado el uso de hostias que contienen una cantidad extremadamente baja de gluten. Estas hostias cumplen con los requisitos canónicos porque aún contienen suficiente gluten para ser consideradas pan de trigo. Sin embargo, son elaboradas de tal manera que son seguras para la mayoría de las personas con intolerancia al gluten. Debes hablar con tu párroco para que pueda proveer estas hostias durante la Misa. La Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una carta en 2003 que aclara este punto, asegurando que estas hostias son válidas para la consagración.

  2. Comulgar Solo con el Vino: Otra opción es recibir la Comunión solo bajo la especie del vino. En la Eucaristía, Cristo está presente en cada una de las especies de manera completa, tanto en el pan como en el vino. San Pablo en 1 Corintios 11,28-29 nos recuerda la importancia de discernir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, lo cual implica que comulgar bajo una sola especie es igualmente participar plenamente en el sacramento. Si decides optar por esta solución, nuevamente, es importante comunicarte con tu párroco para asegurarte de que se dispongan las facilidades necesarias para ti.

Coordinación con el Párroco

Es fundamental que hables abiertamente con tu párroco sobre tu situación. La mayoría de las parroquias están dispuestas a hacer los arreglos necesarios para que todos los fieles puedan participar plenamente en la Eucaristía. Aquí tienes algunas sugerencias sobre cómo manejar esta conversación:

  • Explica tu condición médica: Asegúrate de que tu párroco entienda la seriedad de tu intolerancia al gluten.
  • Pregunta sobre hostias de bajo gluten: Consulta si la parroquia ya tiene hostias de bajo contenido en gluten o si pueden obtenerlas.
  • Solicita la opción del vino: Si prefieres comulgar solo con el vino, pide que se haga esta disposición para ti.
  • Establece un plan: Coordina cómo y cuándo recibirás la comunión de manera segura y reverente.

Consideraciones Pastorales

El Papa Francisco ha hablado en numerosas ocasiones sobre la importancia de que la Iglesia sea inclusiva y acogedora para todos. En el caso de las personas con intolerancia al gluten, esto significa hacer ajustes razonables para asegurar que puedan participar plenamente en la vida sacramental. La acogida y la inclusión son valores fundamentales del cristianismo.

Testimonios y Experiencias

Permíteme compartir algunas experiencias de otros fieles que han encontrado soluciones a este mismo problema:

  • Carmen, una madre celíaca: Carmen, una madre de tres hijos y devota católica, descubrió su intolerancia al gluten a los 35 años. Su párroco fue muy comprensivo y ahora recibe la comunión con hostias de bajo gluten. Ella dice: "Es una bendición poder recibir a Cristo sin preocuparme por mi salud. La Iglesia ha sido muy comprensiva y me siento plenamente integrada en mi comunidad parroquial".

  • Juan, un joven estudiante: Juan, estudiante universitario, tiene enfermedad celíaca. Optó por comulgar solo con el vino después de hablar con su capellán universitario. "Al principio me sentía raro, pero luego entendí que estoy recibiendo a Cristo plenamente. Me siento muy agradecido por el apoyo que he recibido", comenta Juan.

Un Llamado a la Comunidad

Si eres parte de la comunidad parroquial y conoces a alguien con intolerancia al gluten, muestra comprensión y apoyo. La comunidad es fundamental en nuestra fe, y ayudarnos unos a otros en nuestras necesidades es una manifestación del amor de Cristo. En 1 Corintios 12,26, San Pablo nos recuerda que si un miembro del cuerpo sufre, todos los miembros sufren con él. Así, estamos llamados a cuidar de nuestros hermanos y hermanas en la fe.

Reflexión Final

En última instancia, lo más importante es tu deseo de unirte plenamente a Cristo en la Eucaristía. Las soluciones prácticas están ahí y la Iglesia está dispuesta a ayudarte. No dejes que la preocupación por tu intolerancia al gluten te aleje de este hermoso sacramento. Tu amor y devoción a Cristo y a la Eucaristía son lo que realmente cuentan.

Recuerda, siempre estamos aquí para apoyarte en tu camino de fe. Si alguna vez sientes dudas o necesitas orientación, no dudes en acercarte a tu párroco o a cualquier miembro del clero. Juntos, encontraremos la mejor manera para que puedas comulgar y seguir creciendo en tu relación con Cristo.

Espero que esta charla te haya sido útil y que encuentres paz y consuelo en saber que hay opciones disponibles para ti. ¡Que Dios te bendiga y te acompañe siempre en tu camino de fe!

Autor: Padre Ignacio Andrade (Presbítero Católico)

¿Cuánto tiempo debo dejar pasar antes de ingerir alimentos luego de comulgar?


Querido amigo,

Primero, permíteme decirte que la Eucaristía es el centro de nuestra vida cristiana. Es el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en el que Jesús mismo se nos da como alimento espiritual. San Juan en su Evangelio nos recuerda las palabras de Jesús: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Juan 6,54). Este misterio es tan grande y sagrado que merece toda nuestra reverencia y respeto.

Ahora, en cuanto a tu pregunta específica sobre cuánto tiempo debemos dejar pasar antes de ingerir alimentos después de comulgar, lo prudente y reverente es esperar al menos unos 30 minutos. Vamos a desglosar un poco el porqué de este consejo.

La razón principal es mostrar un profundo respeto y reverencia por la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Después de comulgar, el pan consagrado se disuelve en nuestro cuerpo y, durante ese tiempo, debemos considerar que Jesús está presente de una manera muy especial en nosotros. Estudios y observaciones médicas han indicado que la forma eucarística (la hostia consagrada) se disuelve completamente en nuestro sistema digestivo en aproximadamente 15 a 20 minutos. Para asegurarnos de que estamos mostrando el máximo respeto y reverencia, extender este tiempo a 30 minutos es una práctica piadosa y prudente.

Pensemos en ello de esta manera: después de recibir a Jesús en la Eucaristía, estamos en un momento de íntima comunión con Él. Este es un tiempo sagrado, un tiempo para orar, dar gracias y reflexionar sobre el gran regalo que hemos recibido. Comer o beber inmediatamente después de comulgar podría distraernos de esta experiencia tan especial y, de alguna manera, trivializar la profunda realidad de lo que acabamos de recibir.

El Catecismo de la Iglesia Católica no da una directriz exacta sobre el tiempo que debemos esperar para comer después de comulgar, pero nos recuerda la importancia de la reverencia hacia la Eucaristía. En el número 1387, se nos exhorta a "respetar la santidad del Sacramento y a prepararnos debidamente para recibirlo". Esta preparación y respeto también incluyen cómo actuamos después de la comunión.

Además, San Pablo en su primera carta a los Corintios nos recuerda la necesidad de recibir la Eucaristía con el máximo respeto: "Por tanto, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Corintios 11,27). Si debemos recibirla con tanta reverencia, también debemos considerarla con el mismo respeto después de haberla recibido.

En la práctica, después de la misa, puedes aprovechar esos 30 minutos para una oración de acción de gracias. Muchos santos han hablado de la importancia de este momento de acción de gracias después de la comunión. Santa Teresa de Ávila decía que este es uno de los momentos más importantes para la oración, ya que Jesús está tan cercano a nosotros. Así que podrías usar este tiempo para hablar con Él, agradecerle, pedirle ayuda para las cosas que necesites, o simplemente estar en silencio en Su presencia.

Recuerda que la Eucaristía es un anticipo del banquete celestial, la comunión perfecta con Dios que esperamos alcanzar en el cielo. Cada vez que comulgamos, estamos uniendo nuestro corazón más profundamente a Cristo, y este acto merece todo nuestro amor y reverencia. Así que tomar esos 30 minutos después de comulgar es una manera pequeña pero significativa de mostrar nuestro amor y respeto por Jesús.

Para cerrar, quiero animarte a seguir profundizando en tu fe y en tu amor por la Eucaristía. Este sacramento es una fuente inagotable de gracia y fortaleza para nosotros. Cada misa, cada comunión, es una oportunidad para acercarnos más a Dios y vivir más plenamente como sus hijos amados.

Espero que esta respuesta te haya sido útil y te inspire a vivir tu fe con más amor y devoción. Recuerda, Jesús en la Eucaristía es nuestro mayor tesoro. Cuidemos de Él con todo nuestro corazón.

Con mucho cariño y oración,

Ignacio Andrade

También vas a disfrutar leer: ¿Por cuánto tiempo permanece Jesús dentro de mi luego de Comulgar?

¿Por cuánto tiempo permanece Jesús dentro de mi luego de Comulgar?


Qué alegría poder charlar contigo sobre algo tan profundo y significativo como la presencia de Jesús en nosotros después de comulgar. Es un tema que toca el corazón mismo de nuestra fe y nuestra relación con el Señor.

La Presencia de Jesús en la Eucaristía

Primero, recordemos que al comulgar, recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este es un misterio central de nuestra fe, conocido como la Presencia Real. Jesús mismo nos lo enseñó en la Última Cena cuando tomó el pan y el vino y dijo: "Esto es mi cuerpo" y "Esta es mi sangre" (Mateo 26, 26-28). Este milagro se repite en cada Misa cuando el sacerdote consagra el pan y el vino, que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Cuando recibimos la comunión, no estamos simplemente realizando un ritual; estamos acogiendo a Jesús mismo en nuestro ser. Esta es una realidad maravillosa y profunda que debería llenarnos de asombro y gratitud.

¿Por Cuánto Tiempo Permanece Jesús en Nosotros?

Ahora bien, ¿por cuánto tiempo permanece Jesús dentro de nosotros después de comulgar? Aunque no hay una respuesta definitiva en términos de minutos u horas, hay aspectos importantes a considerar.

Desde un punto de vista físico, tradicionalmente se ha dicho que Jesús permanece presente en nosotros mientras las especies eucarísticas (el pan y el vino consagrados) se mantienen intactas en nuestro organismo. Esto podría ser aproximadamente entre 10 a 15 minutos, el tiempo que tarda en disolverse el pan en nuestro estómago.

Sin embargo, es crucial entender que la presencia de Jesús en la Eucaristía va más allá de lo físico. La gracia sacramental y la comunión espiritual que recibimos perduran mucho más allá de ese breve tiempo físico. Jesús desea que su presencia transforme nuestras vidas continuamente.

Cada vez que comulgamos, estamos llamados a dejarnos transformar por su amor y su gracia. San Pablo nos recuerda en Gálatas 2, 20: "Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí." Esta transformación no está limitada por el tiempo físico, sino que tiene un efecto duradero en nuestra alma.

Nuestra unión con Jesús no se detiene cuando las especies eucarísticas se disuelven. La comunión nos invita a una unión continua y creciente con Cristo. Esto se logra a través de la oración, la lectura de la Biblia, la participación regular en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, y las obras de misericordia. Vivir nuestra fe a través del servicio a los demás es una manera poderosa de mantener viva la presencia de Cristo en nuestras vidas.

El Catecismo de la Iglesia Católica también nos ofrece luz sobre este tema. En el párrafo 1391, se nos dice: "La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. El principal fruto de la recepción de la Eucaristía en la comunión es la unión íntima con Cristo Jesús." Esto nos muestra que el efecto de la comunión no es efímero, sino que tiene un impacto duradero en nuestra vida espiritual.

Además de la Misa, la Iglesia nos ofrece prácticas devocionales para profundizar nuestra relación con Jesús en la Eucaristía. La adoración eucarística, por ejemplo, es una hermosa manera de pasar tiempo con Jesús, adorándolo y permitiendo que su presencia transforme nuestros corazones. Santa Teresa de Calcuta, conocida por su profunda devoción eucarística, decía: "Cuando miremos al Crucifijo, comprendemos cuánto nos amó Jesús entonces. Cuando miramos a la Eucaristía, comprendemos cuánto nos ama Jesús ahora."

Recuerda que la Eucaristía es alimento para nuestra jornada espiritual. Al recibir a Jesús en la comunión, somos fortalecidos para vivir nuestra fe con mayor fervor y amor. Así que, aunque la presencia física de Jesús en nuestro cuerpo sea breve, su presencia espiritual y la gracia que recibimos perduran y nos llaman a una transformación continua.

Espero que esta reflexión te ayude a profundizar en tu amor y aprecio por la Eucaristía y a vivir cada día en una unión más estrecha con nuestro Señor. ¡Que Dios te bendiga abundantemente!

Autor: Padre Ignacio Andrade.

¿Puede comulgar un protestante en la Iglesia católica?



Esta es una pregunta que genera bastante reflexión y discusión, pero déjame darte mi opinión al respecto. En primer lugar, es importante entender qué significa la Eucaristía para nosotros los católicos. La Eucaristía es el sacramento central de nuestra fe, donde recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo bajo las apariencias de pan y vino. Es un momento sagrado y significativo donde nos unimos más íntimamente con Cristo y con nuestra comunidad de fe.

Ahora bien, la cuestión de si un protestante puede comulgar en la Iglesia católica es un tema delicado. Según la enseñanza católica, la comunión está reservada para aquellos que están en plena comunión con la Iglesia católica. Esto significa que, en teoría, solo aquellos que son católicos y están en estado de gracia pueden recibir la comunión.

La razón detrás de esta enseñanza se encuentra en nuestra comprensión de la Eucaristía como un acto de comunión tanto con Cristo como con la Iglesia. San Pablo lo expresa de manera muy clara en 1 Corintios 10.17, donde dice: "Porque aunque muchos somos uno solo en el pan, somos, todos juntos, un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan".

La Iglesia católica cree que la comunión es un acto de unidad no solo con Cristo, sino también con la comunidad de creyentes que comparten nuestra fe y nuestra comunión eclesial. Es por eso que se espera que aquellos que deseen recibir la comunión estén en plena comunión con la Iglesia católica y crean en lo que la Iglesia enseña sobre la Eucaristía y otros aspectos de la fe católica.

Ahora bien, ¿qué pasa con nuestros amigos protestantes que desean recibir la comunión en la Iglesia católica? Bueno, aquí es donde entramos en terreno delicado. La Iglesia católica reconoce la valiosa fe de nuestros hermanos y hermanas protestantes y respeta su deseo de participar en la Eucaristía. Sin embargo, debido a nuestras diferencias teológicas y eclesiológicas, la comunión plena no es posible en este momento, lo mejor que se puede hacer es invitar a estos hermanos a iniciar su proceso de conversión formal a la Iglesia católica (y en caso de que ya hubieran sido católicos antes, confesarse por su pecado de haberse separado de la Iglesia).

El Catecismo de la Iglesia Católica aborda este tema en el número 1400, donde dice: "La comunión de los cristianos presentes en la Iglesia se expresa, sobre todo, en la participación común en la celebración eucarística, por la participación en una misma mesa, en la que se ofrece el único sacrificio de Cristo, único y definitivo". Aquí vemos cómo la comunión en la Eucaristía está intrínsecamente ligada a la comunión con la Iglesia católica.

Sin embargo, eso no significa que nuestros amigos protestantes no puedan participar de alguna manera en la Eucaristía. Muchas parroquias católicas ofrecen servicios de oración y adoración donde todos son bienvenidos a participar, independientemente de su afiliación religiosa. Además, hay gestos de comunión espiritual que pueden realizar, como rezar junto con la comunidad durante la Eucaristía y recibir una bendición en lugar de la comunión.

Es importante recordar que la restricción a la comunión no es un juicio sobre la fe o la sinceridad de nuestros amigos protestantes, sino más bien una expresión de nuestras creencias teológicas y eclesiológicas. La Iglesia católica sigue abierta al diálogo y al ecumenismo, y esperamos con ansias el día en que todos los cristianos puedan compartir plenamente en la comunión eucarística.

En resumen, mientras que la comunión plena en la Iglesia católica está reservada para aquellos que están en plena comunión con la Iglesia, nuestros amigos protestantes son bienvenidos a participar en la vida de la comunidad católica de muchas otras maneras y pueden experimentar la cercanía de Cristo de diversas formas mientras atraviesan por el proceso de su conversión completa y plena al catolicismo. Sigamos orando y trabajando por la unidad de todos los cristianos, para que un día podamos compartir plenamente en la mesa del Señor.

Autor: Padre Ignacio Andrade

¿Las madres solteras pueden comulgar? ¡Hasta la pregunta ofende!


‘Hasta la pregunta ofende’… decimos cuando la respuesta es tan obvia que vuelve innecesaria la interrogación. Pero, además de inútil, puede tornarse agresiva si se pone en duda nuestra integridad u honestidad.

Me vino a la mente ese dicho al leer, no sin asombro, que un obispo de República Dominicana preguntó al Dicasterio para la Doctrina de la Fe si las madres solteras pueden comulgar.

Imagino la flojera que ha de sentir el cardenal Víctor Manuel Fernández al tener que contestar esa consulta episcopal, basada “en el rigorismo del clero”. Supongo que no todos los sacerdotes del prelado centroamericano son tan severos, pero sí deben conjuntar un número significativo, pues de no ser así, el obispo tendría que confesarse por hacerle perder el tiempo al Prefecto. Pero bueno. Seamos indulgentes y tratemos de encontrar las razones de tal prohibición.

Sabemos, de acuerdo al catecismo tradicional, que para acercarse a recibir la comunión un feligrés debe estar en gracia, es decir, sin pecado mortal. Una madre soltera, que ya se confesó y cumplió la penitencia: ¿no puede comulgar? ¿Será que, no obstante haber acudido al sacramento de la reconciliación, y haber obtenido la absolución por parte del confesor, permanece en su pecado?

No resulta difícil sospechar que detrás de esta exclusión hay una concepción muy distorsionada de la sexualidad. Como la maternidad surge de una relación sexual fuera del matrimonio y, por lo mismo, de un pecado, debe ser condenada… para siempre. No importa si la señora se arrepintió y fue absuelta de su pecado. Deberá cargar con esa mancha como en La letra escarlata, la novela de Nathaniel Hawthorne.

Esos curas tan intransigentes: ¿piensan lo mismo del empresario que explota a sus trabajadores, pero que va a misa los domingos y, sin confesarse -porque business are business- comulga? ¿Le niegan la eucaristía al político corrupto pero muy católico, y asiduo donador para las obras parroquiales?

Las injusticias sí las perdonan esos inclementes padrecitos, pero las faltas a la castidad no.

El Dicasterio responde que sí, que sí pueden acercarse a recibir la comunión esas damas, y finaliza su respuesta recordando las palabras de Francisco de Roma en su mensaje al Sínodo, en las que subraya el rostro femenino y materno de la Iglesia, y denuncia las actitudes machistas y dictatoriales de los ministros que se exceden en su servicio y maltratan al pueblo. Y al obispo preguntón le indican: “a usted le corresponde velar para que ese tipo de comportamientos no se den en su Iglesia local”. Órale.

Pro-vocación

Hoy cumple 87 años el papa Francisco. El paso del tiempo es implacable, y ya comienza a hablar de su muerte: le acaba de decir a Valentina Alazraki que desea ser sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor. ¿Estará pensando también en su renuncia? Pronto lo sabremos. Mientras llega cualquiera de las dos: ¡feliz cumpleaños!

Autor: Padre José Francisco Gómez Hinojosa.

¿Puedo comulgar sacramentalmente si llego tarde a Misa?


En primer lugar, es fundamental recordar que la Misa es el sacrificio supremo de Jesucristo en la Cruz, hecho presente de manera sacramental en el altar. La participación plena y activa en la Misa es esencial para los católicos, ya que nos permite unirnos a Cristo y recibir su gracia a través de los sacramentos.

Ahora bien, si llegas tarde a Misa, es importante comprender que la participación plena en la liturgia es deseable pero no absolutamente necesaria para recibir la Comunión. La Iglesia nos anima a llegar a tiempo y participar en toda la Misa, incluyendo la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística. Sin embargo, si llegas tarde debido a circunstancias fuera de tu control, aún puedes recibir la Comunión si cumples con ciertos requisitos.

En primer lugar, debes asegurarte de llegar antes de que comience la Liturgia Eucarística, que es la parte central de la Misa donde se consagra el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Si llegas después de este momento crucial, te has perdido una parte esencial de la Misa y no podrías recibir la Comunión.

Sin embargo, si llegas antes del inicio de la Liturgia Eucarística, puedes participar en la Misa y recibir la Comunión siempre y cuando estés en estado de gracia. Esto significa que debes estar libre de pecado mortal y haber recibido el sacramento de la Reconciliación si has cometido pecados graves desde tu última confesión.

La importancia de estar en estado de gracia al recibir la Comunión se basa en las enseñanzas de San Pablo en la Primera Carta a los Corintios. En el capítulo 11, versículos 27-29, el apóstol dice: "Por tanto, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba el cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación".

Estas palabras nos recuerdan la importancia de acercarnos a la Comunión con reverencia y respeto, reconociendo la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por lo tanto, si llegas tarde a Misa pero estás en estado de gracia, puedes participar en la Liturgia Eucarística y recibir la Comunión.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que llegar tarde a la Misa de manera habitual o intencionalmente puede ser un signo de falta de respeto hacia la liturgia y la comunidad parroquial. La puntualidad refleja nuestro compromiso y amor hacia Dios y los demás. Por lo tanto, es recomendable hacer todo lo posible por llegar a tiempo a la Misa para poder participar plenamente en todas sus partes.

Además, como católicos, debemos recordar que la Misa es mucho más que solo recibir la Comunión. La Liturgia de la Palabra nos permite escuchar y reflexionar sobre la Palabra de Dios, y la Liturgia Eucarística nos ofrece la oportunidad de ofrecer nuestra vida junto con el sacrificio de Cristo. Por lo tanto, es importante participar plenamente en todas las partes de la Misa, incluso si llegas tarde y no puedes recibir la Comunión.

Autor: Padre Ignacio Andrade.

Arzobispo es contundente: Católicos que apoyen el mal llamado "derecho" al aborto NO deben comulgar.

 



El 1 de mayo, comienzo del mes de María, el arzobispo de San Francisco, EE.UU., Mons. Salvatore J. Cordileone, publicó una Carta Pastoral sobre la dignidad requerida para recibir la Sagrada Comunión.

“Es fundamentalmente una cuestión de integridad: recibir el Santísimo Sacramento en la liturgia católica es abrazar públicamente la fe y las enseñanzas morales de la Iglesia Católica y desear vivir de acuerdo con ellas”, escribió el prelado. “Todos fallamos de muchas maneras, pero hay una gran diferencia entre luchar por vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y rechazar esas enseñanzas”.

“Según la disciplina y la enseñanza tradicional de la Iglesia, la cooperación formal y material con el mal, como el aborto, es un impedimento para recibir la Sagrada Comunión”.

“El principio de nuestra fe es claro: los que matan o ayudan a matar al niño (aunque se opongan personalmente al aborto), los que presionan o alientan a la madre para que se practique un aborto, que lo pagan, que brindan ayuda económica a las organizaciones que practican abortos, o que apoyan a candidatos o legislación para hacer del aborto una ‘opción’ más fácilmente disponible están cooperando con un mal muy serio ”, dijo el Arzobispo Cordileone. “La cooperación formal y material inmediata con el mal nunca está moralmente justificada”.

Defendiendo el derecho a la vida

“El derecho a la vida es, en sí mismo, la base de todos los demás derechos. Sin la protección del derecho a la vida, ninguna otra discusión sobre los derechos tiene sentido”, dijo el arzobispo, y señaló que la ciencia tiene “claro” cuándo comienza esa vida. “La vida humana genéticamente distinta comienza en la concepción”.

El arzobispo Cordileone enfatizó en particular que “el aborto nunca es solo un acto de la madre. Otros, en mayor o menor medida, comparten la culpa cada vez que se perpetra este mal”.

También destacó que, como pastor de un rebaño, tiene la obligación de llamar la atención de los fieles que practican el aborto, ya que ellos y él tendrán que responder ante Dios por la sangre inocente derramada. Así, solo aquellos que se arrepientan, confiesen y sean absueltos pueden recibir la Sagrada Comunión.

Al final de su carta, el arzobispo agradeció a quienes en la vida pública defienden firmemente la causa del feto. “Frente a lo que a menudo es una oposición feroz, su postura audaz y firme da valor a otros que saben lo que es correcto, pero pueden sentirse demasiado tímidos para proclamarlo con palabras y hechos”.

¿Puedo comulgar si he cometido pecados veniales?





Por: P. Julio de la Vega-Haza

¿Se puede comulgar si has cometido pecados veniales?

San Pablo expresó con contundencia que no todos están en condiciones de recibir la Comunión: Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz, porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación (I Cor 11, 28-29). Estas palabras ponen de relieve la gravedad del asunto, pero no proporcionan un criterio claro de cuándo uno es digno y cuándo no. Por eso, como tantas otras, esta cuestión también fue sometida a debate.

Da la impresión, sin embargo, que los destinatarios de la carta –los corintios- ya tenían alguna idea al respecto. Es pues importante ver las fuentes conocidas de la vida de la Iglesia primitiva. A finales del siglo I o principios del II se escribió la llamada Didache (o “Doctrina de los Doce Apóstoles”), en la que se habla bastante de la Eucaristía. Tras señalar que el sacramento es solo para los bautizados, añade la siguiente frase: Quien sea santo, acceda; quien lo sea menos, haga penitencia. Aunque necesite una ulterior precisión, sigue siendo un criterio válido, a la luz del cual se entiende lo que está establecido.

Se podría objetar, y con razón, ¿pero quién puede decir que es santo? Libre de todo pecado, nadie. Por eso el acercamiento a la Comunión debe ser penitencial, para purificarnos cuanto podamos. Lo propio es recibir la comunión cuando ya hay una comunión del alma con el Señor.

Ahora bien, hay diversas situaciones, como también hay distintos tipos de pecados. El pecado mortal rompe del todo esa comunión, y en este caso la penitencia requerida pasa por la recepción del sacramento de la Penitencia como condición previa.

Por eso establece el Código de Derecho Canónico que quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental (c. 916) (las excepciones se refieren a necesidades sin posibilidad de recibirlo, en cuyo caso debe haber un acto de contrición perfecta y el propósito de confesarse cuanto antes: o sea, en todo caso se recibe en gracia de Dios, aunque no haya más remedio que posponer la confesión).

Una aclaración al respecto puede ser pertinente: no hay penitencia verdadera ni confesión válida sin propósito de enmienda; es lógico, en caso contrario sería una pantomima. Esto sirve para entender por qué no pueden acceder a la Comunión personas que están y quieren seguir estando en una situación habitual de pecado.

Queda el pecado venial. Nadie escapa de cometer alguno, y pretender estar libre de todo pecado venial resulta presuntuoso. En la historia de la Iglesia existió un puritanismo católico, llamado jansenismo (lo creó un tal Cornelius Jansen), que en este sentido restringía mucho la comunión. Fue rechazado por la Iglesia, pero dejó sentir su influencia, hasta que el Papa San Pío X borró sus vestigios hace un siglo. Con razón: no va por ahí la penitencia requerida.

En estos casos –cuando se está en gracia- la penitencia es la interior, la cual se incluye en la liturgia. El pecado venial no impide la Comunión –al contrario, es alimento interior que da fuerzas para combatirlo-, pero, a la vez, para participar dignamente en los sagrados misterios… comencemos por reconocer nuestros pecados. Palabras familiares para quien asiste a Misa, que van seguidas por un acto de contrición de lo más completo. Luego, la preparación inmediata nos recuerda que vamos a comulgar como invitados y que no somos dignos de recibirle; en cierto modo, también son palabras de contrición. Es interesante comprobar que, en la celebración de la Comunión fuera de la Santa Misa, la liturgia es mucho más breve, pero incluye estas dos partes penitenciales, las mismas.

En resumen. Para comulgar, hay que estar en gracia de Dios. Aún estándolo, nunca somos dignos del todo de recibir al Señor. Eso no es obstáculo para comulgar, pero la dignidad del sacramento postula que procuremos hacernos lo más dignos posible.

¿Cuántas veces al día puedo comulgar?, ¿una, dos, tres…?



Si una persona que va diario a Misa y comulga, asiste a otras Misas en ese mismo día, ¿puede comulgar otra vez?, ¿cuántas veces al día puede comulgar un fiel?

En una conferencia que pronunció monseñor Julián Herranz, Presidente del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos legislativos, el 16 de septiembre de 2003, dijo:

“Siendo la Eucaristía el más excelso de todos los Sacramentos –porque en él no sólo se comunica la gracia divina, sino que se recibe al Autor mismo de la gracia–, es comprensible que el derecho universal de la Iglesia establezca una serie de normas, algunas ya de derecho divino, tanto para proteger y regular el ejercicio de ese derecho como para limitarlo, cuando así lo exigen la veneración debida al Cuerpo y la Sangre de Cristo, la recta formación de las conciencias y el bien común de la sociedad eclesial.”

Mira ---> Si Dios está en todos lados, ¿por qué tenemos que ir a Misa?

Y más adelante afirmó: “Ante las dudas surgidas al respecto, la suprema Autoridad ha afirmado la imposibilidad –por respeto y veneración a la Eucaristía cuya recepción no puede banalizarse– de recibir la sagrada Comunión más de dos veces al día. Con una Interpretación auténtica, del 11 de julio de 1984, la competente Comisión Pontificia respondió como sigue a la pregunta: ‘Si, a tenor del can. 917, el fiel que ya ha recibido la Santísima Eucaristía, puede recibirla en el mismo día solamente otra vez’…”

Es decir, que quien ya comulgó puede volver a comulgar ese mismo día si asiste, por ejemplo, a una Misa de difuntos o a una boda. Debe tratarse de algo excepcional. No se puede comulgar regularmente varias veces al día porque se corre el riesgo de considerarlo algo banal, algo que se hace sin pensar ni rendir la debida adoración a Aquél que se recibe en la Sagrada Eucaristía.

¿Por qué al comulgar sólo nos dan el pan y no el vino? ¿Cómo es eso de comulgar en una o dos especies?


¿POR QUÉ AL COMULGAR SÓLO NOS DAN EL PAN Y NO EL VINO? ¿CÓMO ES ESO DE COMULGAR EN UNA O DOS ESPECIES?
Por Jesús Mondragón (Saulo de Tarso) 

SI CRISTO DIJO:

Juan 6,54
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.

Surgen una serie de preguntas muy interesantes, que muchas personas se han hecho en algún momento de su vida y que incluso, los no católicos nos hacen también:

¿Por qué no siempre se nos da la comunión bajo las dos especies del pan y del vino?

¿Por qué generalmente sólo nos dan el pan y no nos dan el vino?

La respuesta a esta interrogante es en realidad muy sencilla, pero se debe analizar desde varias vertientes o enfoques.

Comencemos diciendo que al ser consagrados el pan y el vino, Cristo se hace presente en la Eucaristía, NO simbólicamente, sino de forma real, literal y verdaderamente. Es su Cuerpo, pero que se nos es dado en las especies de pan y de vino. De manera que aunque sepan a pan y vino, realmente son su cuerpo y sangre, alma y divinidad. Sabe a pan, pero no es pan. Sabe a vino, pero no es vino.

La substancia se transubstancia, es decir, la substancia se convierte en otra substancia. A eso llamamos: "transubstanciación" o cambio de substancia. Lo que permanece sin cambios por el poder de Dios en la Eucaristía, son los accidentes, especies o apariencias del pan y del vino.

¿Cuáles son los accidentes que permanecen sin cambio después de la transusbtanciación? Son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color, sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino. Sólo cambia la sustancia.

La pregunta es: Si el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ¿Por qué saben a pan y a vino? La respuesta es simple: para creer debes tener fe y como dijo San Pablo:

Hebreos 11,1
La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.

Si los accidentes también cambiaran, todo el mundo creería. ¿Dónde quedaría entonces la fe? El verdadero mérito de la fe no es creer en Cristo, sino el creerle a Cristo. Porque si Cristo dice: "esto es mi Cuerpo" ¿Quiénes somos nosotros para decir como los protestantes: No Señor, no es tu cuerpo, eso es pan nada más?

Otro aspecto importante a considerar, es que el Cuerpo de Cristo que se hace presente en la Eucaristía, no es su cuerpo de carne y hueso con el que vino al mundo, eso sería canibalismo.

Juan 6,52
Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Juan 6,60
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»

Por desgracia, sabemos que son muchos los que no creen, los que no pueden soportar este lenguaje.

El Cuerpo de Cristo que se hace presente en la Eucaristía, es su cuerpo resucitado, glorificado, de forma “sacramental”, no un cuerpo carnal:

Juan 6,63
«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

Sin embargo, muchos que alardean de poseer el Espíritu Santo no le creen a Cristo, aunque aseguran tener mucha fe en Él. ¿Y por qué no creen? Porque realmente no tienen el Espíritu Santo, pues como explica San Pablo:

I Corintios 3,1-3
Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
Os di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni aun lo soportáis al presente; pues todavía sois carnales...

"No pueden soportar el alimento sólido", dice Pablo. Recordemos que los judíos tampoco pudieron soportar ese lenguaje.

EL CUERPO DE CRISTO NO PUEDE SER DIVIDIDO

Los judíos acostumbraban a utilizar la expresión "carne y sangre" para denotar la totalidad de la persona humana.

I Corintios 15,50
Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción.

Es decir, la persona humana está compuesta de "carne y sangre". En el contexto bíblico y no podemos separarlos. En circunstancias naturales, un cuerpo sin sangre no es una persona, es un cadáver. La sangre separada del cuerpo no es una persona, no puede sobrevivir. La persona humana es un todo indivisible.

De igual modo Cristo en la Eucaristía, no puede ser dividido, como si por un lado estuviera la carne y por otro la sangre, porque Cristo ya ha resucitado y ha sido glorificado.

Cristo está totalmente entero en la especie del pan y está totalmente entero en la especie del vino, al ser transformados.

A esta doctrina le damos el nombre de “concomitancia” y es por eso que la Iglesia Católica puede dar la Comunión en una o dos especies, pues en ambos casos se recibe entero el Cuerpo del Señor. Si el sacerdote parte en dos o en cuatro la hostia consagrada, el Cuerpo de Cristo está completo en cada partícula y también está completo su Cuerpo en la especie del vino. Porque la enseñanza bíblica es que el cuerpo de Cristo no puede ser dividido.

I Corintios 1,13
¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?

Romanos 12,5
así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros.

I Corintios 12,12
Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo.

I Corintios 10,17
Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.

¿QUÉ MÁS CLARO LO QUIERES?

Quien come el pan o bebe la copa del Señor indignamente, sin reconocer que son el Cuerpo y la Sangre del Señor, ¡SE CONDENA!

I Corintios 11,27-29
Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa.
Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.

Observemos que el Apóstol Pablo dice: "quién coma el pan o beba la copa", no dice "coma y beba" sino "coma o beba", es decir o el pan o el vino, será reo del Cuerpo y la Sangre.

Al comer el pan indignamente, se es reo del Cuerpo y la Sangre.

Al beber la copa indignamente, se es reo del Cuerpo y la Sangre.

Por eso, ya sea que comulgues en una especie: sólo el pan, o sólo el vino. O comulgues en las dos especies, estás recibiendo enteramente el Cuerpo del Señor Jesús.

PAX ET BONUM

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Los ministros extraordinarios de la Eucaristía, comulgar en la mano, no son cosas satánicas



LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA EUCARISTÍA SIEMPRE HAN EXISTIDO, NO ES CUESTIÓN NUEVA, NI DE SATANÁS

COMULGAR EN LA MANO O EN LA BOCA TAMPOCO ES COSA SATÁNICA
Por Frank Morera

Yo comulgo en la boca y aconsejo a todo el mundo que lo haga para evitar posibles sacrilegios y robo, pero recibo mensajes que solo son manifestaciones de soberbia espiritual y desobediencia que fue (Y sigue siendo la madre de todos los pecados)

Los Ministros Extraordinarios de la Comunión no los instituyó el Concilio, ya hay referencia de que los laicos repartían la Comunión en casos especiales en Roma en los primeros siglos, así lo atestiguan textos antiguos y el martirio del niño san Tarsicio, asesinado por llevar la Comunión a los Mártires en las cárceles Romanas en el año 257 DC.

Desde 1973, la Santa Sede autorizó a los obispos el permitir a los laicos católicos la distribución de la santa comunión durante la misa y llevarla a los enfermos.

De acuerdo con el canon 910 § 1, son ministros ordinarios de la comunión el obispo, el presbítero y el diácono. Además, en la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II se incorpora al derecho de la Iglesia un concepto, novedoso respecto al derecho anterior, y es el de ministro extraordinario.

Esta figura fue introducida en 1973, mediante la Instrucción Immensae caritatis de la Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, de 29 de enero de 1973 (AAS 65 (1973) 265-266).

Actualmente está recogida en el canon 910 §2 del Código de Derecho Canónico:

Canon 910 § 2: Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro fiel designado según el c. 230 § 3.

A su vez, el canon 230 § 3 indica lo siguiente:

Canon 230 § 3: Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores, ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada comunión, según las prescripciones del derecho


Esas personas son los así llamados ministros extraordinarios de la sagrada Comunión. Es un ministerio laical contemplado en la Iglesia Católica y nada tiene que ver Satanás con este hecho, sin embargo mucho tiene que ver Satanás con los que critican una instrucción de la Iglesia como esta, eso es DESOBEDIENCIA y Satanás baila de gozo con los que desobedecen a la Iglesia.

Ni Jesús la Cabeza de la Iglesia, ni María la siempre obediente criticarían una acción sellada con la autoridad del Papa. Basta ya de tanta insensatez. Al parecer los que andan siempre criticando el comulgar en la mano tienen la lengua limpia.....

Yo animo a comulgar en la boca, pero no critico una decisión de la Iglesia. Eso es parte de la obediencia, no se es obediente sólo en lo que nos gusta. Eso no es obediencia, es autocomplacencia.

Bendiciones+

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