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Sobre la Comunión en la mano y con Ministros Extraordinarios; reflexiones de un Sacerdote.


Hace años, cuando aparecieron en las celebraciones eucarísticas los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, no faltó algún feligrés que los rechazara. Si en una misa se colocaban un sacerdote y un laico para distribuir la forma consagrada, la disparidad en las filas receptoras era evidente: frente al clérigo la mayoría, mucho menos con el seglar.

Obvio que había una teología de lo sagrado detrás de esta negación: la idea de que el cura -y sobre todo si es obispo, cardenal o Papa- es más digno para alimentar con Jesucristo hostia a la comunidad que un agente de pastoral no consagrado, aunque sí con un ministerio reconocido, y para el que seguramente se ha preparado.

Llegó la pandemia, y con ella la suspensión del culto por algunas semanas. Ello originó que muchas personas, acostumbradas a la comunión diaria, se molestaran con los obispos por tal negativa. Llegaron, incluso, en algunos países, a acusarlos de complicidad con las autoridades civiles, de cobardía, por impedir que sus almas se nutrieran del pan eucarístico.

Cuando se suavizaron las medidas restrictivas, y se reanudaron las celebraciones litúrgicas, ahora muchos se molestaron por recibir la comunión en la mano. Querían que fuera en la boca, pues no se sentían dignos de tocar el sacratísimo cuerpo de Jesucristo. “Trabajo de cajero en un banco -me dijo uno de ellos-. Y mis dedos están manchados por el contacto diario con el dinero. ¿Cómo voy a tomar la hostia consagrada? Exijo que se coloque en mi boca”.

El dualismo del inconforme es evidente. Su cuerpo, tal y como lo sentenció Platón, es impuro, cárcel de la impoluta alma. Si el pan de los ángeles llega a su lengua sin mediación táctil se sentirá en paz, sin contaminación alguna. No nos detengamos en sus impurezas bucales, ni en sus posibles faltas a la caridad con sus expresiones verbales. Sigue considerando un sacrilegio tocar el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo antes de consumirlo.

Pero, recientemente, me topé con otra serie de quejas en torno a la comunión, sin importar si se reciba en la mano, o en la boca. En cierta parroquia, cuyo párroco es ya anciano y con serias dificultades motrices, un diácono permanente, casado, es quien distribuye el alimento eucarístico. Una persona se quejó de no tener otra opción, pues se resiste a recibir la sagrada hostia de manos de un hombre que con ellas toca a su esposa.

Aquí la dificultad es otra. Ya no estamos ante una determinada concepción de la sacralidad o de la pulcritud, material y espiritual, sino frente a una idea de la sexualidad, muy extendida, que la identifica con el pecado, que la considera como algo sucio, aún entre casados.

En fin. Hay mucho trabajo por delante para combatir estas distorsiones, y como lo acaba de decir Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tänger: “Es más fácil y tranquilizador comulgar en la boca, que abrazar a un pobre”.

Pro-vocación

La editorial PPC me ha hecho el honor de publicar mi reciente libro: ‘El Evangelio de Monterrey… en la pandemia’. La historia de Jesucristo Villarreal Rodríguez. Es una adaptación de los evangelios dominicales, en sus tres ciclos litúrgicos, a la realidad regiomontana durante la contingencia del Covid-19. Disponible en la Curia Arquidiocesana de Monterrey, México.

Autor: Padre José Francisco Gómez Hinojosa

Fieles podrán recibir la Comunión en la boca o en la mano



Las disposiciones sobre la Comunión iniciarán a partir del 4 de septiembre en estas 16 diócesis de México.

A partir del 4 de septiembre de 2022, 16 diócesis de México levantarán la suspensión del precepto de la Misa dominical y también modificarán la forma de recibir la Sagrada Comunión en Misa. Ahora se podrá recibir la Comunión en la boca o en la mano conforme lo soliciten los fieles. 

La entrega de la Comunión se hará “cuidando en ambas modalidades el profundo respeto a la Sagrada Eucaristía, y la oportuna prudencia sanitaria“, señala un comunicado firmado por las 16 diócesis agrupadas en las tres provincias eclesiásticas de México, Tlalnepantla y Toluca. 

Fue en marzo de 2020 cuando, debido a la pandemia de covid-19 y el creciente número de contagios en México, obispos del país anunciaron la dispensa a los fieles de asistir a la Misa dominical y fiestas de guardar, en tanto durara la emergencia sanitaria, así como la disposición de que se diera la comunión en la mano y no en la boca.


“Ahora que lo más difícil de la pandemia ha pasado, que el acceso a la vacuna se ha ampliado y que las actividades han vuelto a la normalidad, hemos acordado y decidido que se retome el precepto de la Santa Misa dominical y de las demás solemnidades prescritas en el Derecho de la Iglesia”, señala el comunicado donde también se informan los cambios sobre la comunión.

Comunión en la boca o en la mano

Las 16 diócesis en las que se podrá recibir la comunión en la boca o en la mano a partir del 4 de septiembre, son:

Arquidiócesis de México,

Diócesis de Azcapotzalco,

Diócesis de Iztapalapa,

Diócesis de Xochimilco,

Arquidiócesis de Toluca,

Diócesis de Atlacomulco,

Diócesis de Cuernavaca,

Diócesis de Tenancingo,

Arquidiócesis de Tlalnepantla,

Diócesis de Cuautitlán,

Diócesis de Texcoco,

Diócesis de Nezahualcóyotl,

Diócesis de Valle de Chalco,

Diócesis de Ecatepec,

Diócesis de Teotihuacán

Diócesis de Izcalli

Se levanta dispensa de la Misa dominical

Al levantarse la dispensa a los fieles de asistir a la Misa dominical y fiestas de guardar, que aplicó durante la emergencia sanitaria, los fieles ahora están llamados a acudir a Misa al menos cada domingo, como manda la Iglesia.

Además de la Misa dominical, los fieles están obligados a participar en las fiestas de precepto que, según la Conferencia del Episcopado Mexicano, son: 1 de enero, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios; Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (jueves posterior a la Solemnidad de la Santísima Trinidad); 12 de diciembre, Nuestra Señora de Guadalupe; 25 de diciembre, Solemnidad de la Natividad del Señor.

Sin embargo –aclaran los obispos- las personas mayores y quienes se encuentren enfermos, así como quienes los cuidan, aún están dispensadas de este precepto.

La comunión en la mano

A raíz de la disposición de los obispos de que se diera la comunión en la mano debido a la emergencia sanitaria por covid-19, surgieron quejas y preocupaciones de algunos fieles.

Es verdad que la comunión en la boca es la norma en la Iglesia y el modo preferible, pero comulgar en la mano está permitido por la Iglesia.

La comunión en la boca y el satanismo ¿Qué tienen que ver?


LA COMUNIÓN EN LA BOCA Y EL SATANISMO ¿QUÉ TIENEN QUE VER?
Por P. Luis Santamaría | Fuente: R.I.E.S. (Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas) / Aleteia

La comunión en la mano es posible países cuyas Conferencias Episcopales la han aprobado. Sin embargo, el fenómeno del satanismo, con su consiguiente peligro de sacrilegios realizados con las Hostias consagradas, ha dado lugar a una praxis de precaución.

Aunque en muchos países la Iglesia permite a los fieles comulgar recibiendo el Cuerpo de Cristo en las manos, hay algunos momentos –como las Misas presididas por el Papa u otras celebraciones multitudinarias– en los que sólo se da en la boca, por temor a que las Hostias sean sustraídas de forma sacrílega para usarse en ceremonias satánicas.

1. Comulgar… ¿en la boca o en la mano?

A veces tienen lugar discusiones infructuosas sobre la mejor forma de que los fieles católicos reciban la Comunión: de pie o de rodillas, en la boca o en las manos. Discusiones que a veces buscan una mejor práctica sacramental, pero que en otras muchas ocasiones muestran una peligrosa instrumentalización de algo tan sagrado al servicio de posiciones ideológicas propias (además de utilizar la Comunión para dividir, algo totalmente fuera de lugar). Las normas de la Iglesia dejan bien claro que “los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (CIC 843 § 1). Esto se aplica concretamente a la Eucaristía cuando se dice, por ejemplo, que “no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie” (Redemptionis sacramentum 91).

En cuanto a la forma de recibirla de manos del ministro, el “manual de instrucciones” del Misal Romano –aquí estamos hablando siempre del rito romano– indica que, después de contestar “amén”, el fiel ha de comulgar “en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente” (Instrucción general del Misal Romano, 161). Es decir, que hay países donde la Conferencia Episcopal ha permitido, con la aprobación de la Santa Sede, recibir el Cuerpo de Cristo en las manos, como sucede en España o Italia.

2. Cuando se comulga en la mano…

La regulación eclesial deja claro que lo importante es comulgar de forma reverente, conscientes de que no se está comiendo un trozo de pan común, sino la materia que ha sido transformada sacramentalmente en el Cuerpo de Jesús. En la historia de la Iglesia encontramos testimonios a favor tanto de una práctica como de la otra. Así, frente a los que se oponen duramente a la Comunión en las manos y afirman que es una práctica irreverente impuesta por el modernismo, podemos leer que San Cirilo de Jerusalén instruía a los ya iniciados en la fe, en torno al año 350, llamándolos a comulgar de la siguiente manera: “poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el Cuerpo de Cristo” (Catequesis mistagógica V, 21).

Como se trata de algo sumamente importante, y para evitar una mala praxis, el organismo de la Santa Sede que vela por la liturgia y todo lo celebrativo ayudando al Papa en su misión –la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos– publicó en 1985 una breve Instrucción sobre este tema. Las condiciones que pone para recibir la Comunión en la mano son de sentido común: que se manifieste respeto a la presencia real de Cristo, que el gesto se haga con “nobleza”, que se diga claramente “amén”, que se comulgue inmediatamente y delante del ministro, que sea éste el que ponga la Hostia en la mano del comulgante, que las manos estén limpias, etc.

Entonces, ¿a qué podemos considerar mala praxis? Además de cualquier situación que contravenga lo que dice esa Instrucción, hay casos claros en los que no debería darse la Comunión en la mano. Podemos pensar en casos concretos y reales como los de niños que jueguen con el Cuerpo de Cristo, personas que se dediquen a contemplar la Hostia porque les transmite “energías”, otros que se la lleven “de recuerdo” a casa –ya sea por razones de devoción, ya sea por superstición, como si se tratara de un amuleto– o incluso que la guarden para dársela al ganado. Todos estos casos han sucedido. Pensemos entonces cuánto más puede suceder esto en Misas masivas, sobre todo cuando las ha presidido el Papa y el Santísimo Sacramento corre el riesgo de ser tenido como “souvenir”.

3. El satanismo entra en juego

Y es aquí donde hay que tener en cuenta la presencia y actuación de las sectas satánicas. No se trata de leyendas urbanas ni de teorías conspiranoicas a las que se aferran los tradicionalistas para exigir la Comunión en la boca. Es una realidad. Porque hay ritos satánicos en los que se profana la Eucaristía. Para obtener Hostias consagradas con este fin, las vías principales son tres: que un sacerdote celebre la Misa con esa intención sacrílega, la profanación de un sagrario, o la obtención ilícita mediante una falsa Comunión, que es el tema que nos ocupa. De hecho, como las dos primeras formas son más problemáticas, el tercer camino es el que puede ser más empleado por los adeptos de estas sectas para la realización de sus ritos.

¿De qué ritos se trata? En primer lugar, la llamada comúnmente “misa negra”, una simulación sacrílega de la celebración eucarística de los católicos, en la que se toman muchos elementos de la Misa y se realizan al revés, con un fin que no tiene nada que ver con la religión (puede buscar el sometimiento sexual de una persona, o hacerle un bien, o hacerle un mal, siempre invocando al Diablo). Dejando fuera la complicada discusión sobre si hay sacrificios humanos o no, en estos ritos se puede profanar el Cuerpo de Cristo de diversas maneras (pisoteándolo, pasándolo por el cuerpo desnudo de la mujer que sirve de altar, etc.).

No se trata simplemente de rumores ni de declaraciones exageradas de ex-adeptos poco fiables. Lo podemos leer en sus libros. Por ejemplo, en The Satanic Rituals, Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán, escribe: “quizás la frase más potente de toda la misa es la que sigue a la profanación de la Hostia: ‘desaparece en el vacío de tu cielo vacío, porque nunca has existido, ni existirás nunca’”. Usa expresamente la palabra “profanación” (desecration), porque aunque rechaza la existencia de Cristo, conoce bien el valor que los católicos damos a la Eucaristía y por eso se actúa de esa forma. También explica LaVey que, frente al uso que algunos han hecho de ornamentos católicos en las misas negras, “la autenticidad de una Hostia consagrada parece haber sido mucho más importante”.

4. Y ante esto, ¿qué hace la Iglesia?

Ante todo, la Iglesia cuida como lo más importante que tiene entre manos el Cuerpo sacramental del Señor Jesús, velando con su enseñanza, con su práctica y con sus normas para que la Eucaristía sea respetada como lo que es: presencia real de Cristo, comulgado por los fieles y custodiado en los sagrarios para la adoración y la Comunión de los enfermos. Además, la Iglesia es clara a la hora de considerar penalmente la profanación de la Eucaristía, algo que considera un “delito contra la religión y contra la unidad de la Iglesia”, y afirma sin rodeos: “quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica” (CIC 1367).

Por eso, hay que entender que en algunas ocasiones, como en las Misas multitudinarias –en las que a veces no hay una fila normal de comulgantes–, cuando no se puede asegurar que el Cuerpo de Cristo sea comulgado con normalidad, de forma excepcional se toman las mayores precauciones posibles. Es verdad –dirán algunos– que pueda darse el caso de personas que comulgan en la boca aparentemente, porque luego no tragan la Hostia, y la guardan con un fin sacrílego. A pesar de esto, los ministros de la Comunión deben poner todos los medios posibles para evitarlo, y uno de ellos es depositarla directamente en la boca del fiel. En las Misas presididas en Roma por el Papa convergen dos razones fundamentales: quién es el ministro que ha consagrado el pan ofrecido en el altar (porque de hecho se han llegado a subastar a través de Internet Hostias consagradas por él), y la notable difusión del satanismo en Italia, que legitima un miedo mayor que el que pueda haber en otros lugares.

Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos:




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