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¿Ser homosexual es pecado? Esto ha dicho el Papa Francisco


¿SER HOMOSEXUAL ES PECADO? ESTO HA DICHO EL PAPA FRANCISCO
Redacción ACI Prensa

El Papa Francisco habló sobre la homosexualidad en su entrevista con el periodista español Jordi Évole, transmitida hoy por el canal La Sexta, y reflexionó sobre si es o no pecado.

Consultado por la frase “¿quién soy yo para juzgar?”, el Santo Padre precisó que “las tendencias no son pecado. Si vos tenés tendencia a la ira no es pecado. Ahora, si sos iracundo y haces daño a la gente, el pecado está ahí”.

“El pecado es actuar, de pensamiento, palabra y obra, con libertad, una tendencia”, dijo.

En efecto, tal como señala el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2358, “un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba”.

“Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”, añade el Catecismo, que indica a línea siguiente que “las personas homosexuales están llamadas a la castidad”.

El Santo Padre también se refirió a unas declaraciones suyas en el vuelo papal de retorno de Irlanda a Roma en agosto de 2018, en que aconsejó a los padres de niños que muestren aparente tendencia homosexual recurrir a un psiquiatra.

“Toda persona tiene derecho a tener un padre y una madre, a tener un hogar. Y un padre y una madre tienen derecho a tener un hijo, venga como venga el crío o la cría. Si hay un caso de homosexualidad, yo comprendo que la familia eso provoca dolor, por la cultura actual todas esas cosas. Pero dialogo, dialogo, vos sos papá y mamá, vos sos hija o hijo, pero nunca se echa del hogar a una persona porque tenga tendencia homosexual”.

En esa ocasión, dijo el Papa, “hice una distinción: otra cosa es cuando la persona es muy joven, muy pequeña y empieza a mostrar síntomas raros y ahí conviene ir… y yo dije ‘psiquiatra’. En ese momento te sale la palabra que te sale hablando un idioma que no es el tuyo”.

A lo que se refería, explicó, es que se debe “ir a un profesional, a un psicólogo, que más o menos vea a qué se debe eso antes del diagnóstico”.

“Los medios publicaron el Papa manda a los homosexuales al psiquiatra, y no vieron lo otro. Y eso es mala entraña”, indicó.

“Estoy hablando de un chico que se está desarrollando, los papás empiezan a ver cosas raras. Consulten por favor y vayan a un profesional y ahí se verá a qué se debe, puede ser que no sea homosexual, que se deba a otra cosa”, dijo.

Fuente, ACI prensa

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Oscar Wilde una figura explotada como "ícono gay" pero de la que se silencia su conversión final


ÓSCAR WILDE, UNA FIGURA EXPLOTADA COMO "ICONO GAY" PERO DE LA QUE SE SILENCIA SU CONVERSIÓN FINAL 

La religiosidad de Oscar es a menudo censurado por quienes lo quieren reducir a simple icono gay. 

Oscar Wilde fue uno de los grandes escritores del siglo XIX, y a día de hoy es considerado como uno de los iconos gays más universales. Esto ocurre por el silencio y/o la censura que se ha realizado sobre su lucha interior y posterior conversión al catolicismo que realizó antes de morir. Son muchos los que no conocen este vital episodio de su vida, pero sí sus romances con otros hombres. 

Una nueva película sobre los últimos días del escritor irlandés está levantando gran expectación por todo el mundo. Y en el filme sí aparece este deseo de ser católico, y que finalmente se pudo llevar a término tal y como cuenta en este reportaje La Nuova Bussola Quotidiana: 

El retrato de Oscar Wilde que la vulgata gay esconde 

La reciente película Happy Prince: el último retrato de Oscar Wilde, escrita, dirigida e interpretada por Rupert Everett, uno de los nombres más importantes del cine británico, tiene el gran mérito de presentarnos los últimos días de uno de los más célebres y celebrados escritores de los últimos dos siglos, mostrándonoslo en toda su plenitud, con todas sus contradicciones, su fragilidad ante las tentaciones pero, también, con ese deseo de Dios que lo llevó, antes de morir, a convertirse al catolicismo y a pedir los Sacramentos. 

Un aspecto, el de la religiosidad de Oscar, que es a menudo censurado por quienes lo quieren reducir a simple icono gay. 

Mientras estaba detenido en la cárcel de Reading, condenado a dos años de trabajos forzados, leyó numerosas obras religiosas, entre las cuales todas las obras de John Henry Newman. En la cárcel se reconcilió con su mujer: se abrazaron después de tanto tiempo, hablaron todo el tiempo que les fue posible, sobre todo de los hijos, y Oscar le pidió a su esposa que no los malcriara, que los educara de manera que cualquier cosa que hicieran, incluso la más equivocada, lo importante era que no mintieran y volvieran a ella para contarsela: sólo así les podría enseñar qué era la redención. 

De Profundis

Wilde había podido reflexionar profundamente sobre su historia y su relación con Bosie Douglas, el joven que le había llevado a la ruina. Escribió una larga carta a su ex amigo, que años después fue publicada con el título De Profundis. Era verdaderamente el grito de dolor de Oscar desde lo más hondo de su noche más oscura; una oscuridad que, sin embargo, aún no se había adueñado de su alma. Al contrario: al cabo de mucho tiempo parecía que Oscar podía, por fin, comprenderse a sí mismo, leer entre las líneas de su vida. 

Escribió: "Ahora encuentro, escondido en el fondo de mi naturaleza, algo que me dice que, en el mundo entero, nada está privado de significado, mucho menos el sufrimiento. Ese algo escondido en el fondo de mi naturaleza, como un tesoro en un campo, es la humildad. Es la última cosa que me queda, y la mejor de todas; el descubrimiento final al que he llegado, el punto de partida para una nueva evolución". 

Tras su puesta en libertad, Oscar transcurrió dos años de vagabundeo, de confusión, de soledad. Por desgracia, volvió a ver a Bosie, que lo llevó consigo a Italia, a Nápoles, donde Oscar vio por última vez su malvada naturaleza en acción, truncando definitivamente la relación. No volvió a ver a su esposa, que murió en Génova debido a una lesión en la espina dorsal. Arrastró su vida, marcada por la enfermedad, hasta París. 

Su amigo y su hijo se convirtieron al catolicismo

En París se reunió con él su viejo amigo Robbie Ross, que había sido su primer amante de sexo masculino. Robbie, precisamente gracias a Oscar, había descubierto el catolicismo, se había convertido y había cambiado radicalmente su vida. Ahora, Robbie era para Oscar "sólo" un amigo, una amistad profunda y maravillosa. Con Ross hablaba de sus hijos, que el amigo visitaba con regularidad, y fue feliz de saber que uno de ellos, Vyvyan, se había convertido al catolicismo. 

También él quería dar el gran paso, después de haber esperado toda su vida. Robbie se sorprendió y conmovió, casi no se lo creía. Le preguntó si realmente estaba convencido. "El catolicismo es la única religión en la que moriría", había dicho después de salir de la cárcel y ahora, por una vez en su vida, quería mantener la palabra. 

Toda su vida había vacilado, mientras a su alrededor sus amigos, uno detrás de otro, se convertían: Robbie, Gray, Beardsley y, por último, su hijo. 

Un religioso irlandés para que le diera los Sacramentos

Oscar murió con este consuelo. Cuando Robbie vio que empezaba a agonizar se precipitó a buscar un sacerdote. Se dirigió a un convento cercano de Padres Pasionistas y, por muy increíble que parezca, encontró a un religioso irlandés, el padre Cuthbert Dunne. 

Oscar recibió los Sacramentos de mano de un connacional, un hombre de la Isla del Destino que la Providencia había querido que estuviera con él en ese momento final. Perdió el conocimiento mientras apretaba entre sus manos el rosario del padre Cuthbert. 

Era el 30 de noviembre de 1900 y Oscar Wilde moría en paz. 

Cortesía de nuestra página hermana, Blog Convertidos Catolicos-Religion en Libertad


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¿Es pecado ser homosexual?



¿ES PECADO SER HOMOSEXUAL?
Por Álvaro Molina

Vivimos días en los que hay mucha agitación alrededor del tema de la homosexualidad. Se han levantado grupos tanto a favor como en contra y es inevitable señalar aquellos grupos a favor que quieren ir más allá, e imponer sus ideas y modo de vida encima de los demás, al punto de criminalizar, de la manera más intolerante, a todos aquellos que no compartan sus ideas.

Una de las instituciones más atacadas es la Iglesia Católica. A los cristianos católicos nos han llamado de todo: retrógrados, fanáticos, fundamentalistas, intolerantes, promotores del odio, entre muchos otros. Incluso nos acusan de que la Iglesia le ha cerrado las puertas a los homosexuales y que desde ya les ha condenado al infierno.

La Iglesia Católica es una Iglesia universal, tal como su propio nombre lo indica, ya que católico significa universal. Por eso, las puertas de la Iglesia Católica están siempre abiertas a todo el universo de pecadores. Sin importar el pecado que haya cometido, siempre hay lugar para un pecador más, dentro del catolicismo.

Muchos dirán que, en la biblia, San Pablo condena a los homosexuales y que los manda al infierno y que no entrarán en el reino de Dios. Aquí cabe entonces la pregunta, ¿es pecado ser homosexual?

Sin dar muchos rodeos, la respuesta es no. Ser homosexual no es un pecado, de la misma forma que tampoco es pecado el ser alcohólico o adicto, siempre que se haya abandonado el comportamiento pecaminoso y se haya alcanzado el verdadero arrepentimiento, para luego trabajar por la salvación. Profundicemos un poco para entender mejor todo esto.

Un alcohólico nunca deja de serlo, es un estigma que le acompañará toda la vida, aunque ya no se alcoholice. Aun así el alcohólico es bienvenido en la Iglesia Católica, mas no el alcoholismo. Por lo tanto, el alcohólico tiene que alejarse de ese vicio y trabajar para mantenerse sobrio y para alcanzar su salvación. Igualmente sucede con un adicto, quien nunca deja de serlo, aunque ya no se intoxique, pero puede entrar al catolicismo, mas no su adicción. El adicto tendrá que trabajar tan duro como el alcohólico, para mantenerse limpio y alejado de su adicción y para trabajar en su conversión y su salvación.

Cuando San Pablo dice en 1 Corintios 6,9-10 que “los que se echan con varones, no entrarán al reino de Dios”, se refiere al pecador que persiste en su pecado. En algunas traducciones dice que los homosexuales y los afeminados no entrarán al reino de Dios. También menciona a los ladrones, a los avaros, los borrachos, los idólatras, los adúlteros, los ultrajadores y los rapaces. Si bien menciona a las personas y no al pecado cometido, se refiere a las personas que persisten en su actuar pecaminoso. Cuando menciona a los borrachos, son aquellos que se embriagan y no buscan cómo cambiar. Cuando menciona a los adúlteros, se refiere a las personas que persisten en el pecado del adulterio, que no se salen de el, que lo cometen una y otra vez. Lo mismo va para los idólatras, los rapaces y todos los demás.

El pecador que no se arrepiente, que no se aparta de su camino de pecado y que comete faltas una y otra vez, ese pecador es el que no podrá entrar al reino de Dios. El reino de Dios es para pecadores, pero para aquellos pecadores que han corregido sus faltas, para los que se han convertido y se han apartado del pecado.

El pecado nos deja cicatrices que nos acompañarán durante toda nuestra vida. Son recordatorios para que no olvidemos que, aunque estemos en la gracia de Dios, después de habernos confesado y comulgado, seguimos siendo pecadores, solo que nos hemos vuelto pecadores arrepentidos. Nadie está exento de cometer un pecado, por eso debemos trabajar muy duro para mantenernos lo más alejado que podamos de las oportunidades para pecar, no vaya a ser que terminemos perdiéndonos.

Un homosexual tiene las puertas abiertas en el catolicismo, para que trabaje y se esfuerce en ganar su conversión y su salvación. Lo que nunca tendrá la puerta abierta es su homosexualismo. La Iglesia no condena al homosexual, pero sí condena las prácticas homosexuales. Los homosexuales que se mantienen dentro de esa práctica son los que no podrán entrar al reino de Dios, según lo que nos dice San Pablo.

Muchos grupos, lobbies y movimientos quieren que la Iglesia Católica les apruebe su conducta homosexual, pero eso es algo que el catolicismo nunca va a aprobar. Ellos lo saben y a manera de presión, recurren a la calumnia y dicen que la Iglesia Católica odia y condena a los homosexuales. También ellos son los que dicen que la Iglesia considera pecado el ser homosexual. Todo eso es falso. Ser homosexual no es un pecado y definitivamente la Iglesia no promueve el odio hacia nadie.

Un homosexual es tan bienvenido dentro del catolicismo que incluso puede llegar a ser santo. De hecho, puede ser que entre los muchos santos sin nombre que ha habido, de esos cuyos nombres no conoceremos en este mundo, haya algunos que fueron homosexuales en vida, pero que renunciaron a las prácticas homosexuales y abrazaron la santidad.

Cristo es católico, es decir, universal. Cristo es para todos los pecadores que habitamos en todo el mundo. Todos somos bienvenidos dentro de la Iglesia Católica, sin importar el pecado que hayamos cometido. Se recibe con los brazos abiertos y con alegría al pecador arrepentido, mas nunca al pecado.

Sobre la homosexualidad, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña lo siguiente:

CASTIDAD Y HOMOSEXUALIDAD

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.


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