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¿Por qué la Iglesia cambió su postura sobre la pena de muerte?


La postura de la Iglesia Católica sobre la pena de muerte ha evolucionado a lo largo del tiempo, y eso es algo que refleja una reflexión profunda sobre la dignidad humana y el valor de la vida.

En el pasado, la Iglesia enseñaba que la pena de muerte podía ser moralmente aceptable en ciertas circunstancias, como la protección de la sociedad contra criminales peligrosos. Esto se basaba en una comprensión de la justicia que a veces incluía la retribución proporcional por los crímenes cometidos.

Sin embargo, con el tiempo, la Iglesia ha profundizado en su comprensión de la dignidad humana y la justicia. A medida que avanzamos en la comprensión de la moralidad y la aplicación de la justicia, hemos llegado a ver que la pena de muerte ya no es necesaria ni moralmente justificable en la mayoría de los casos.

Una de las razones clave detrás de este cambio es lo siguiente: los avances en las tecnologías y las capacidades de la sociedad para mantener a los criminales peligrosos bajo control sin recurrir a quitarles la vida. La capacidad de mantener a los reclusos seguros y aislados, sin poner en riesgo la seguridad pública, ha cambiado la ecuación moral.

Además, la comprensión de la rehabilitación y la redención también ha influido en esta evolución. La Iglesia enseña que todas las personas, incluso aquellas que han cometido crímenes graves, tienen la capacidad de cambiar y convertirse en mejores personas. Por lo tanto, la pena de muerte puede ser vista como una negación de esta posibilidad de redención y reconciliación con Dios.

En cuanto a las bases bíblicas y catequéticas para este cambio, podemos mirar al Catecismo de la Iglesia Católica. En el párrafo 2267, se reconoce que "si los medios incruentos bastan para proteger las vidas humanas del agresor y para proteger eficazmente contra él la sociedad, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos mejor se ajustan a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana". Esto refleja la comprensión de que la pena de muerte ya no es la opción preferida cuando hay alternativas disponibles para proteger a la sociedad.

Además, la enseñanza de Jesús sobre la misericordia y el perdón también influye en esta evolución. Él nos enseñó a amar incluso a nuestros enemigos y a buscar la reconciliación en lugar de la venganza. Esto nos lleva a reflexionar sobre cómo podemos aplicar estos principios en la sociedad y en el sistema de justicia.

Así que en pocas palabras, la Iglesia ha cambiado su postura sobre la pena de muerte porque ha reconocido que, en la mayoría de los casos, ya no es necesaria ni moralmente justificable. Los avances en tecnología nos permiten proteger a la sociedad de manera efectiva sin recurrir a medidas extremas, y la comprensión de la dignidad humana y la posibilidad de redención nos lleva a buscar alternativas que respeten la vida y la dignidad de todas las personas, incluso de las que han dañado en el pasado a la sociedad, pero que también tienen el derecho a ser redimidos y transformados por la obra del Espíritu Santo.

Autor: Padre Ignacio Andrade

Papa Francisco: "La doctrina progresa [...] hoy es pecado tener bombas atómicas; la pena de muerte es pecado"


Ante la pregunta de un joven religioso el Papa Francisco comentó que “vivimos en una sociedad ‘mundanizada’, que a mí me preocupa mucho. Me preocupa cuando la mundanidad se mete en la vida consagrada”.

“Fíjense que la mundanidad espiritual es una trampita que se nos mete a cada rato. Hay que saber distinguir: una cosa es prepararse para dialogar con el mundo – como hacen ustedes con el diálogo con el mundo del arte y de la cultura –, pero otra cosa es meterse en las cosas del mundo, con la mundanidad”, advirtió el Papa sin olvidar que “hay que salir a este mundo con los valores y antivalores que tiene” como el hecho de estar en una sociedad tan sexualizada. Para Francisco, “hoy el problema serio son los refugios escondidos de búsquedas de sí mismo, que muchas veces van por la sexualidad y muchas veces van por otro lado” ante lo que propuso el “examen de conciencia” ignaciano. “Yo no le tengo miedo a la sociedad sexualizada, no; le tengo miedo a cómo yo me relaciono con ella, eso sí. A los criterios mundanos”, recalcó.

La sabiduría de los pobres

“La misma espiritualidad nos lleva a eso, a un compromiso con aquellos que están en el margen, no solo al margen de la religión sino también al margen de la vida”, comentó sobre el compromiso con los pobres. “Hoy en día, la inserción con los pobres nos ayuda a nosotros mismos, nos evangeliza”, subrayó. “Hay mil modos de acercarnos a los problemas sociales. La inserción, probablemente, tiene una dosis de autenticidad muy linda porque es el compartir. Y nos permite conocer y seguir la sabiduría popular”, destacó dentro de las formas de vivir la opción por los pobres.

Para Francisco “los pobres tienen una sabiduría especial, la sabiduría del trabajo, y también la sabiduría que da el asumir el trabajo y su condición con dignidad. Cuando el pobre se «malea» porque no aguanta sus situaciones –y es comprensible–, entonces ahí puede entrar el rencor y el odio. Ese es nuestro trabajo también: al acompañarlo, hay que evitar que el pobre se vuelque también a eso, con la perspectiva de ayudarlo a caminar, a progresar, y a reconocer su dignidad”. “La pastoral popular es una riqueza, así que, quienes de ustedes están llamados a esto, háganlo de corazón porque eso es un bien para toda la Compañía”, aconsejó.

Frente a los reaccionarios

Francisco comentó la situación de la Iglesia en Estados Unidos donde “hay una actitud reaccionaria muy fuerte, organizada, que estructura una pertenencia incluso afectiva”. La vuelta atrás, para el Papa, “es inútil, y que es necesario comprender que existe una justa evolución en la comprensión de las cuestiones de fe y de moral” ya que “la doctrina también progresa, se consolida con el tiempo, se expande y se hace más firme, pero siempre progresando” con los criterios clásicos. Así, aclaró, “hoy es pecado tener bombas atómicas; la pena de muerte es pecado, no se puede practicar, y antes no era así; en cuanto a la esclavitud, algunos Pontífices anteriores a mí la toleraron, pero las cosas hoy son distintas”.

“Cuando uno se va hacia atrás, forma algo cerrado, sin conexión con las raíces de la Iglesia, pierde la savia de la revelación”, advirtió Francisco. Y es que con esta actitud, apuntó, “se pierde la verdadera tradición y se acude a las ideologías en busca de un apoyo y sostén de cualquier tipo. En otras palabras, la ideología suplanta a la fe, la pertenencia a un sector de la Iglesia sustituye a la pertenencia a la Iglesia”, para lo que Francisco puso el ejemplo de Arrupe. Sobre los grupos tradicionalistas estadounidenses, comentó, “se van a aislar solos. Y en vez de vivir de doctrina, de la verdadera doctrina que siempre crece y da fruto, viven de ideologías. Entonces, cuando uno en la vida deja la doctrina para suplirla por una ideología, pierdes como en la guerra”. “Mirando al futuro, pienso que debemos seguir el Espíritu, ver qué nos dice, con coraje”, señaló frente a quienes cuestionan en Vaticano II. “Mi sueño para el futuro es estar abierto a lo que el Espíritu nos está diciendo, abiertos al discernimiento y no al funcionalismo”, confesó.

Una Iglesia para todos

Frente a una de las expresiones más comentadas de Francisco en la JMJ señaló que “sobre la llamada a ‘todos’ no hay discusión. Jesús en eso es muy claro: todos”, pidiendo “abrir la puerta a todos, todos tienen lugar en la Iglesia”. “¿Cómo va a vivir eso cada uno? Ayudémoslos a vivir de modo que ese lugar sea uno de madurez para ellos, para todo tipo de personas”. En este sentido relató la experiencia de un sacerdote de Roma que trabaja con chicos homosexuales y, denunció, “a mí lo que no me gusta es que esté la lupa puesta en ese ‘pecado de la carne’, como antes estaba puesta en el sexto mandamiento. Si explotabas a los obreros, o si mentías o si estafabas, eso no era importante, pero sí los pecados de debajo de la cintura, esos sí eran relevantes”.

En este sentido añadió que “no hay que ser ingenuos, y obligarles a veces a una pastoral para la cual todavía no están maduros, o no son capaces. Para acompañar espiritual y pastoralmente a las personas se requiere mucha sensibilidad y creatividad. Pero todos, todos, todos están llamados a vivir en la Iglesia: nunca olviden eso”. También relató la visita recibida en una audiencia de transexuales atendidas por una religiosa que atiende un circo de Roma. “La primera vez que vinieron, lloraban. Les pregunté por qué. Una de ellas me dijo: ‘¡no pensé que el Papa me podía recibir!’. Después de la primera sorpresa ya se acostumbraron a venir. Alguna me escribe, y yo le contesto por mail. ¡Todos están invitados! Me di cuenta de que estas personas se sienten rechazadas, y eso es realmente duro”.

Además, Francisco les confió que siente alegría por el proceso de preparación del próximo sínodo. “La alegría de ver cómo de los pequeños grupos parroquiales, los pequeños grupos de iglesias, van surgiendo reflexiones muy bonitas y hay gran fermento”, apuntó. “La sinodalidad no es andar buscando votos como lo haría un partido político, no es una cuestión de preferencias, que si soy de este partido o del otro. En un Sínodo, el protagonista es el Espíritu Santo” y hay que dejar “que se exprese como se expresó la mañana de Pentecostés. Creo que ese es el camino más fuerte”.

El Papa Francisco sobre la pena de muerte: "La existencia de los castigados no puede ser eliminada"



“Que no haya discriminaciones y los derechos humanos fundamentales no sean violados, sino promovidos. Pienso principalmente en el derecho a la vida, en la necesidad de garantizarlo siempre, también en relación a los que son castigados, cuya existencia no puede ser eliminada”. Así se ha expresado el papa Francisco sobre la pena de muerte en su primer discurso hoy en Bahrein ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.

El Pontífice ha recordado que “el desarrollo verdadero, humano e integral se mide sobre todo por la atención hacia los que sufren mayor marginación en la sociedad”. Asimismo, ha clamado: “No dejemos evaporar la posibilidad del encuentro entre civilizaciones, religiones y culturas”.

Jorge Mario Bergoglio ha guiado su alocución en torno al ‘Shajarat-al-Hayat’ (‘Árbol de la vida’). “Cuando me preparaba para este viaje, supe de la existencia de este emblema de vitalidad que caracteriza al país, sobre el que quisiera inspirarme para compartir algunos pensamientos”, ha señalado Jorge Mario Bergoglio sobre esta acacia que sobrevive desde siglos en una zona desértica. ¿Su secreto? Las raíces se extienden por decenas de metros bajo el suelo, alcanzando depósitos de agua subterráneos.

“Bahrein ha sido siempre lugar de encuentro entre poblaciones diversas. Esta es el agua vital de la que todavía hoy se abrevan las raíces de Baréin, cuya mayor riqueza resplandece en su variedad étnica y cultural, en la convivencia pacífica y en la tradicional hospitalidad de la población. Una diversidad que no es uniformante, sino inclusiva, es la que representa el tesoro de todo país verdaderamente desarrollado. Y en estas islas se ve una sociedad heterogénea, multiétnica y multirreligiosa, capaz de superar el peligro del aislamiento”, ha señalado.

Y ha continuado: “Pensemos en el árbol de la vida y en los áridos desiertos de la convivencia humana, y distribuyamos el agua de la fraternidad. ¡No permitamos que se sequen las raíces de lo humano! ¡Trabajemos juntos, trabajemos por todos, por la esperanza!”. “Estoy aquí, en la tierra del árbol de la vida, como sembrador de paz, para vivir días de encuentro. Estos días marcan una etapa preciosa en el proceso de amistad que se ha intensificado en los últimos años con diversos jefes religiosos islámicos. Un camino fraterno que, bajo la mirada del cielo, quiere favorecer la paz en la tierra”, ha subrayado.

¡No al trabajo “deshumanizador”!

El Papa ha recordado que el respeto, la tolerancia y la libertad religiosa “son temas esenciales, reconocidos por la Constitución del país”. Pero, “son, sobre todo, compromisos que han de ser puestos en práctica constantemente, para que la libertad religiosa sea plena y no se limite a la libertad de culto; para que la misma dignidad y la igualdad de oportunidades sean reconocidas concretamente a cada grupo y a cada persona”, ha agregado.

Volviendo al ‘Árbol de la vida’, ha proseguido indicando que “las numerosas ramas de diversos tamaños que lo caracterizan, con el tiempo han generado un frondoso follaje, aumentando su altura y amplitud. En este país ha sido precisamente la contribución de muchas personas de pueblos diferentes lo que ha permitido un considerable desarrollo productivo. Eso ha sido posible gracias a la inmigración”.

No obstante, ha dejado claro que “no se puede olvidar que en los tiempos actuales el trabajo aún es muy escaso, y hay demasiado trabajo deshumanizador”. “Eso no solo conlleva graves riesgos de inestabilidad social, sino que representa un atentado a la dignidad humana. En efecto, el trabajo no solo es necesario para ganarse la vida, es un derecho indispensable para desarrollarse integralmente a sí mismo y para formar una sociedad a la medida del hombre”, ha aseverado.

“Desde este país, atractivo por las oportunidades laborales que ofrece, quisiera señalar la emergencia de la crisis laboral mundial. A menudo el trabajo, valioso como el pan, falta; frecuentemente es pan envenenado, porque esclaviza. En ambos casos, en el centro ya no está el hombre; que, de ser el fin sagrado e inviolable del trabajo, se reduce a un medio para producir dinero”, ha añadido.

En ese sentido, Baréin cuenta con “valiosas adquisiciones”. “Pienso, por ejemplo, en la primera escuela femenina que surgió en el Golfo y en la abolición de la esclavitud. Que este sea un faro que promueva, en toda la región, derechos y condiciones justas y cada vez mejores para los trabajadores, las mujeres y los jóvenes, garantizando al mismo tiempo respeto y atención para los que sufren mayor marginación en la sociedad, como los que han emigrado y los presos”, ha remarcado.

La emergencia climática

El ‘Árbol de la vida’ le ha evocado también al Papa otros dos ámbitos “decisivos”: la cuestión ambiental y la vocación de hacer prosperar la vida. En primer lugar, ha pedido que “no nos cansemos de trabajar por esta dramática emergencia climática, tomando decisiones concretas y con amplitud de miras, adoptadas pensando en las generaciones jóvenes, antes de que sea demasiado tarde y su futuro se comprometa”.

En segundo lugar, ha remarcado que “hoy asistimos, cada día más, a acciones y amenazas de muerte. Pienso, en particular, en la realidad monstruosa e insensata de la guerra, que siembra destrucción en todas partes y erradica la esperanza. En la guerra emerge el lado peor del hombre: el egoísmo, la violencia y la mentira”. Y ha concluido: “Dirijo un pensamiento especial y apenado a Yemen, martirizado por una guerra olvidada que, como toda guerra, no conduce a ninguna victoria, sino solo a amargas derrotas para todos”.

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