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¿Existió la papisa Juana? ¿Estuvo realmente una mujer en el papado?


¿EXISTIÓ LA PAPISA JUANA? ¿ESTUVO REALMENTE UNA MUJER EN EL PAPADO?
Por Jesús Mondragón (Saulo de Tarso) 

Una de las leyendas negras más llamativas respecto a la Iglesia Católica es la de la "Papisa Juana", quien aparentemente, fue una mujer que llegó al puesto de San Pedro. 

Quizás, alguna vez usted habrá escuchado hablar de la Papisa Juana. Esa es una acusación muy utilizada por algunos  de los protestantes más fundamentalistas y anticatólicos. ¿Es cierto que hubo una mujer en el papado? O ¿Se trata de una leyenda negra inventada para desprestigiar a la Iglesia? 

LA HISTORIA DE LA LEYENDA NEGRA 

La leyenda de la Papisa Juana es bastante antigua. Aparece por primera vez en el año 1254, por Jean de Mailly, quien sitúa los hechos en el año 1099. 

Pero es Martín de Opava, quien le da a la "historia" su forma actual. Según él, habría sido entre los años 855 y 858, es decir, entre los pontificados de los Papas, León IV y Benedicto III, que la "papisa Juana" existió y habría tomado el nombre de Juan VIII. Según Opava: 

«John Anglicus, nacido en Mainz, fue Papa por dos años, siete meses y cuatro días, y murió en Roma, tras lo cual el Papado estuvo vacante por un mes. Se dice que este John era una mujer, que siendo niña fue llevada a Atenas, vestida con ropas de hombre por un amante que ella tenía. En ese lugar, se volvió excelente en una gran diversidad de ramas del conocimiento, hasta que no tuvo igual y, luego en Roma, enseñó las artes liberales, y tuvo grandes maestros entre sus estudiantes y su audiencia. Se formó una elevada opinión de su vida y enseñanza en la ciudad, y fue elegida Papa. Mientras era Papa, sin embargo, quedó embarazada de su pareja. Dado que se ignoraba la fecha exacta en que se esperaba el nacimiento, tuvo a su hijo en la mitad de una procesión, entre la iglesia de San Pedro y el Palacio Laterano, en un camino conocido alguna vez como la Via Sacra, pero que hoy se conoce como "la calle prohibida", entre el Coliseo y la iglesia de san Clemente. Tras su muerte, se dice que fue sepultada en ese mismo lugar. Los Papas siempre evitan esa calle, y muchos creen que esto se hace por repudio a este evento. Tampoco se le ubica en la lista de los Santos Pontífices, tanto por su sexo femenino, como por lo lamentable del suceso». 

Otras versiones, indican que fue lapidada ahí mismo, en la calle. Otra versión de este texto, dice que la papisa Juana no murió de inmediato. Sino que se retiró por voluntad propia y murió tras muchos años de reclusión y penitencia. Su hijo se habría convertido en obispo (del que nunca se da su nombre) de la ciudad de Ostia y habría ordenado que sepultaran a su madre en la catedral de esa ciudad. 

¿CÓMO ES QUE SUPUESTAMENTE LA IGLESIA CATÓLICA TOMÓ PRECAUCIONES PARA QUE ALGO ASÍ NO VOLVIESE A SUCEDER? 

Pues bien, resulta que a partir del Papa León X (1513 - 1521), se utilizó un método de "comprobación papal" llamado: La sedia stercoraria o "silla para defecar", la cual, era una silla con un agujero, antecesor de nuestros actuales retretes. 

Según esto, cada vez que se elegía un Papa, el pontífice recién electo debía sentarse en la silla, sin utilizar nada debajo de su túnica papal. Entonces, venía un joven cardenal que miraba o palpaba los testículos del recién elegido y una vez comprobada la presencia de éstos, exclamaba: "Duos habet et bene pendientes", o sea: "Tiene dos, y cuelgan muy bien", o también decía: "habet", o sea, "Tiene". Ruego al amable lector que sea sensible a este relato, que aquí sólo estamos presentando lo que la leyenda cuenta, posteriormente analizaremos la veracidad o falsedad del mismo. Paciencia por favor. 

La leyenda de la Papisa Juana adquirió gran popularidad. Si bien es cierto también que desde un comienzo hubo muchas dudas sobre su veracidad. Ya para el siglo XIII, la leyenda se convirtió en un hecho irrefutable para todos. La usaban como ejemplo en las escuelas dominicales. Bocaccio habló de ella en su colección de biografías de mujeres famosas, De Mulieribus Claris. (Sobre Mujeres Famosas). 

El historiador eclesiástico Adam de Usk, afirmó que la papisa Juana, originalmente se llamó Agnes. Se dice incluso que elaboraron bustos papales para la Catedral de Siena, colocando a la papisa Juana, entre León IV y Benedicto III. 

¿ES VERDAD TODO ESTO? ¿EXISTIÓ VERDADERAMENTE UNA MUJER QUE OCUPÓ EL TRONO DE PEDRO? 

La "historia" era tan sensacional, que no se dudó en absoluto de ella, sino hasta el siglo XVII. Algunos de los argumentos más "sólidos" para fundamentar la existencia real de la papisa Juana son los siguientes. 

FALTA EL PAPA JUAN XX 

El último Papa llamado Juan, fue Juan XXIII, el "Papa bueno". Pero, ¿Sabía usted que no existe un Papa Juan XX? Así es, ¡Falta un Juan! Esto, según los defensores de la existencia de la papisa, "es una clara prueba" de que el "Juan" faltante, ¡Es la famosa papisa Juana! ¿Es verdad esto o es pura invención? Ya lo veremos más adelante. Otro argumento esgrimido por los defensores de la existencia de nuestra papisa es el que sigue 

LA AFIRMACIÓN DE JAN HUS 

Durante el juicio a Jan Hus, en 1415, éste declaró muchas cosas para defenderse de las acusaciones de herejía en su contra. Y cada una de ellas, fue refutada punto por punto, por sus acusadores. Excepto una: Jan Hus, declaró que la Iglesia Católica no necesitaba un Papa, porque durante el pontificado de la "Papisa Agnes", la Iglesia continuó existiendo. Sus acusadores le dijeron que eso no probaba nada respecto sobre la Iglesia, pero respecto a la papisa Juana, ¡No dijeron una sola palabra! Y como quien calla otorga... 

¿ENTONCES, ES VERDAD QUE SÍ EXISTIÓ LA PAPISA JUANA? 

Pues no, la historia no es cierta, no es más que una leyenda, una mentira. Para comenzar: No existe espacio entre los papas León IV y Benedicto III, los cuales son bastante conocidos por los historiadores y sus pontificados están muy bien documentados como para que se haya dado entre ellos el supuesto pontificado de la papisa Juana.

Tras la muerte del Papa León IV, asumió el solio pontificio Benedicto III. Estos hechos resultan conocidos dado que la elección de Benedicto no estuvo libre de controversias, ya que el emperador bizantino intentó ubicar a su propio hijo en el papado. Roma fue invadida y el Papa Benedicto fue arrestado. Ante la protesta romana, Benedicto fue liberado en el mes de septiembre. De este modo, no existen brechas cronológicas para el reinado de un papa imaginario. 

Tampoco hay espacio para la otra fecha señalada para su existencia, o sea, el año 1099. Los inventores de la leyenda, escogieron mal las épocas para intercalar un pontificado ficticio. 

¿Por qué hasta el día de hoy se evita utilizar la Via Sacra para realizar las procesiones, si es el camino más directo entre los aposentos del Papa, y la basílica de San Pedro? Hay una razón muy clara y obvia. El recorrido no se hace por ese sector, porque la calle es demasiado angosta para que pueda pasar una gran procesión, más las personas que se colocan a los lados para observarla. Esto lo puede comprobar cualquier persona, consultando Google Maps.

Sobre la afirmación de Jan Hus. Como ya hemos expuesto, nadie dudaba en esa época de que tal suceso había sido verdad. Era una leyenda muy sensacionalista y popular. Era pues natural, que los refutadores de Jan Hus, asumieran la historia como real, aunque en realidad no lo fuera. Así que la afirmación de Hus, no prueba absolutamente nada. 

¿Y el Papa Juan faltante? Todo comenzó en el año 984. Eran tiempos turbulentos y difíciles para la Iglesia. Cuando el Papa Juan XIV, fue apresado durante cuatro meses, por el antipapa (Papa ilegítimo) Bonifacio VII. Cuando se realizó el registro de su papado, en el "Liber Pontificalis", que era el libro con el registro de los Papas que se usó hasta el siglo XV, anotaron lo siguiente: 

Iohannes m. VIII (Juan, ocho meses).
Iohannes m. IV (Juan, cuatro meses). 

Ambas anotaciones se referían a un sólo Juan, a Juan XIV. Lo que posteriormente provocaría una confusión y se llegaría a pensar que eras dos. 

Después de Juan XIV, vinieron: 

Juan XV
Juan XVI (antipapa)
Juan XVII, que debiera haber sido XVI, pues el anterior no fue considerado legítimo. Siguieron: 

Juan XVIII
Juan XIX 

Hasta que allá por el 1276 apareció Pedro Julião, quien consideró que los Juanes anotados con 8 y 4 meses, eran dos personas, a las que ya en esa época, erróneamente se les consideraba como el Papa Juan XIV, y el Papa Juan XIVbis. 

Y decidió saltarse el número XX (20), y se puso Juan XXI. Así, según él, se arreglaba el problema y reconocía a ese Papa Juan XIVbis, que ahora sabemos, fue sólo un malentendido. 

¿Y la silla? Pues bien, efectivamente, de acuerdo al erudito Alain Boureau, la sedia stercoraria se utilizó al menos para la consagración de los papas Pascal II, Sixto VI y Gregorio XII. Sin embargo, no consta que se haya realizado la ceremonia de "tocación" de los "atributos papales". Y más bien, como nadie sabía el contexto original de esa silla, que estaba ligada al pasado glorioso de la Roma Imperial, es más probable que se utilizara para "subirle el pelo" o sea, aumentar la pompa a la ceremonia. 

¿DE DÓNDE SALIÓ ENTONCES LA LEYENDA DE LA PAPISA JUANA? 

Existen varias hipótesis. Una de ellas, indica que surgió como una burla hacia el auténtico Papa Juan VIII, por su política tolerante hacia los musulmanes, que en esa época (año 872) estaban invadiendo Europa (ese conflicto es mucho más antiguo). O bien, era una burla hacia el papado en general. Según el historiador Johann von Döllinger, se trató de una combinación de factores: esto incluye el intento de explicar el origen de una serie de monumentos y costumbres, originadas justamente alrededor del año 1000 - 1100. Por ejemplo, cerca del Coliseo existía una antigua estatua, que representaba a una mujer con un niño, con la inscripción "Pap. pater patrum P.P.P.". Lo que fue interpretado, por ejemplo, como "El Papa, padre de padres, siendo en realidad papisa, parió un pequeño Papa". Pero en realidad se trataba de una divinidad del culto a Mitra, pues "pater patrum" es el nombre que se les daba a los sacerdotes de ese culto. Y "P.P.P." significa "Lo costeó con su dinero". Así que en realidad, eso significa "[Papirius], sacerdote, costeó esta estatua con su dinero". 

Esto se asoció con el cambio de recorrido en las procesiones, y en la observación de que los papas se sentaban a descansar en una antigua silla romana, justo antes de que comenzara la ceremonia pública de presentación del nuevo papa. Y eso sólo nos muestra que el gusto de los seres humanos por las conspiraciones, no tiene época. 

Se trata de una leyenda que trata de hacer existir a este personaje en siglos diversos, pues como hemos visto, no hay un acuerdo en las épocas de su supuesta existencia (siglos IX, X y XI), como tampoco hay acuerdo en el "verdadero" nombre de nuestra papisa Juana (Agnes, Inés, Gilberta, Ute...). 

DOS PROTESTANTES DEMUESTRAN QUE LA LEYENDA DE LA PAPISA JUANA ES UNA MENTIRA 

Quienes destruyeron la leyenda fueron paradójicamente dos protestantes: por un lado, Pierre Bayle (1647 - 1706) y por el otro, David Blondel (1590 - 1655), que publicó sus resultados en Ámsterdam en 1647 y 1657. En su disertación sobre la papisa Juana, llegó a la conclusión, ahora generalmente aceptada, de que la historia es un mito. David Blondel, fue un protestante calvinista que vivió en Holanda, quien en efecto empleó las primeras herramientas del estudio histórico para desmantelar el mito de la papisa Juana. Al evaluar la historia de los Papas en ese período sin encontrar ninguna mención contemporánea de este hecho que, de haber sido real, hubiese sido explotado por los enemigos papales. Por lo tanto, desestimó la veracidad de esta leyenda. Sus compañeros protestantes no acordaban con Blondel, ya que, como afirmaba Pierre Bayle, "los protestantes necesitaban que la historia de Juana fuera cierta." 

Fue por eso que la leyenda de la papisa Juana persistió, dado que resultaba útil para las polémicas de la Reforma. La historia de Juana no fue una creación de los reformistas, a diferencia de otras muchas leyendas urbanas católicas. Sin embargo, la Reforma le dio el ímpetu necesario para ingresar en el pensamiento moderno… 

John-Peter Pham en su historia del papado titulada "Los Herederos del Pescador" (Oxford University Press), la papisa Juana es “una mujer Papa legendaria que jamás existió”. 

Edward Gibbon escribió en su obra: "La historia de la decadencia y caída del imperio romano". Refiriéndose a la leyenda de Juana: 

"Fue aniquilada por dos sabios protestantes, Blondel y Bayle[...]" 

¿POR QUÉ SE PERSISTE CON LA LEYENDA DE LA PAPISA JUANA HOY DÍA ENTRE LOS PROTESTANTES? 

Si se intentan la búsqueda en Google de “Papisa Juana” se encontrarán con millones de referencias. La leyenda continúa vigente por la misma razón que todas las leyendas urbanas sobre el catolicismo: son útiles para la propaganda anticatólica contemporánea. Juana ha sobrevivido, pese a que desde los primeros tiempos de la ciencia histórica se ha demostrado que se trata de un mito, porque encaja en la agenda. 

Como Bayle le diría a Blondel, "el interés secular necesita que la historia de Juana sea real." 

Para mayor información, puede consultar las obras siguientes: 

- C. D´Onofrio, Mille anni di leggenda (Roma 1978).
- La papesa Giovanna (Roma 1979).
- M. Praz, La leggenda della papessa Giovanna.
- A. Boureau, La papessa Giovanna, storia d´una leggenda medioevale (Torino 1991). 

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¿Por qué no puede ser sacerdote una mujer?


¿POR QUÉ NO PUEDE SER SACERDOTE UNA MUJER?
Por: P. Miguel Ángel Fuentes

¿Qué dificultades ve la Iglesia en la ordenación sacerdotal de mujeres?

Pregunta:

¿Por qué la Iglesia Católica no acepta la ordenación sacerdotal de las mujeres? ¿No es esto una discriminación que ya han superado algunas confesiones como el Anglicanismo? La actitud de Cristo ¿No debe ser entendida, acaso, como propia de su tiempo y ya caducada?

Respuesta:

El problema de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial es uno de los problemas más candentes en los países con tradición anglicana y allí donde los autores del progresismo católico han tenido o tienen fuerza particular. Así, por ejemplo, E. Schillebeeckx O.P. dice: “...Las mujeres... no tienen autoridad, no tienen jurisdicción. Es una discriminación... La exclusión de las mujeres del ministerio es una cuestión puramente cultural que ahora no tiene sentido. ¿Por qué las mujeres no pueden presidir la eucaristía? ¿Por qué no pueden recibir la ordenación? No hay argumentos para oponerse al sacerdocio de las muje­res... En este sentido, estoy contento de la decisión [de la Iglesia anglicana] de conferir el sacer­docio también a las mujeres, y, en mi opinión, se trata de una gran apertura para el ecumenismo, más que de un obstáculo, porque muchos católicos van en la misma dirección” (1).

Por el contrario, el Magisterio católico ha mantenido de forma firme e invariable, la negativa sobre la posibilidad de la ordenación femenina, y esto en documentos de carácter definitivo (2).

¿Cuál es el motivo último por el que la mujer no puede acceder al sacerdocio ministerial?

1. A partir de la Tradición
El Magisterio apela a la Tradición, entendida no como “costumbre antigua” sino como garantía de la voluntad de Cristo sobre la constitución esencial de su Iglesia (y sacramentos). Esta Tradición se ve reflejada en tres cosas: la actitud de Cristo, la de sus discípulos y el Magisterio; veamos cada una de ellas señalando también las principales objeciones que suelen plantearse al respecto.

1) La actitud de Jesucristo. Históricamente Jesucristo no llamó a ninguna mujer a formar parte de los doce. En esto debe verse una voluntad explícita, pues podía hacerlo y manifestar con ello su voluntad. Jesucristo debía prever que al tomar la actitud que tomó, sus discípulos la interpretarían como que tal era su voluntad.

Objeción. La objeción más común es que Jesucristo obró de este modo para conformarse con los usos de su tiempo y de su ambiente (el judaísmo) en el que las mujeres no desempeñaban actividades sacerdotales.

Respuesta. Precisamente respecto de la mujer, Jesucristo no se atuvo a los usos del ambiente judío. Entre los judíos rígidos, las mujeres sufrían ciertamente una severa discriminación desde el momento de su nacimiento, que se extendía luego a la vida política y religiosa de la nación. “¡Ay de aquél cuya descendencia son hembras!”, dice el Talmud. Tristeza y fastidio causaba el nacimiento de una niña; y una vez crecida no tenía acceso al aprendizaje de la Ley. Dice la Mishná: “Que las palabras de la Torá (Ley) sean destruidas por el fuego antes que enseñársela a las mujeres... Quien enseña a su hija la Torá es como si le enseñase calamidades”. Las mujeres judías carecían frecuentemente de derechos, siendo consideradas como objetos en posesión de los varones. Un judío recitaba diariamente esta plegaria: “Bendito sea Dios que no me hizo pagano; bendito sea Dios que no me hizo mujer; bendito sea Dios que no me hizo esclavo”.

Por eso la actitud de Jesús respecto de la mujer contrasta fuertemente con la de los judíos contemporáneos, hasta un punto tal que sus apóstoles se llenaron de maravilla y estupor ante el trato que les brindaba (cf. Jn 4,27). Así:

–conversa públicamente con la samaritana (cf. Jn 4,27)

–no toma en cuenta la impureza legal de la hemorroísa (cf. Mt 9,20-22)

–deja que una pecadora se le acerque en casa de Simón el fariseo e incluso que lo toque para lavarle los pies (cf. Lc 7,37)

–perdona a la adultera, mostrando de este modo que no se puede ser más severo con el pecado de la mujer que con el del hombre (cf. Jn 8,11)

–toma distancia de la ley mosaica para afirmar la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer respecto del vínculo matrimonial (cf. Mt 19,3-9; Mc 10,2-11).

–se hace acompañar y sostener en su ministerio itinerante por mujeres (cf. Lc 8,2-3)

–les encarga el primer mensaje pascual, incluso avisa a los Once su Resurrección por medio de ellas (cf. Mt 28,7-10 y paralelos).

Esta libertad de espíritu y esta toma de distancia son evidentes para mostrar que si Jesucristo quería la ordenación ministerial de las mujeres, los usos de su pueblo no representaban un obstáculo para Él.

2) Actitud de los Apóstoles. Los apóstoles siguieron la praxis de Jesús respecto del ministerio sacerdotal, llamando a él sólo a varones. Y esto a pesar de que María Santísima ocupaba un lugar central en la comunidad de los primeros discípulos (cf. Act 1,14). Cuando tienen que cubrir el lugar de Judas, eligen entre dos varones.

Objeción 1. Puede ponerse la misma objeción: también los apóstoles se atuvieron a las costumbres de su tiempo.

Respuesta. La objeción tiene menos valor que en el caso anterior, porque apenas los apóstoles y San Pablo salieron del mundo judío, se vieron obligados a romper con las prácticas mosaicas, como se ve en las discusiones paulinas con los judíos. Ahora bien, a menos que tuvieran en claro la voluntad de Cristo, el ambiente nuevo en que comenzaron a moverse los tendría que haber inducido al sacerdocio femenino, pues en el mundo helenístico muchos cultos paganos estaban confiados a sacerdotisas.

Su actitud tampoco puede deberse a desconfianza o menosprecio hacia la mujer, pues los Hechos Apostólicos demuestran con cuanta confianza San Pablo pide, acepta y agradece la colaboración de notables mujeres:

–Las saluda con gratitud y elogia su coraje y piedad (cf. Rom 16,3-12; Fil 4,3)

–Priscila completa la formación de Apolo (cf. Act 18,26)

–Febe está al servicio de la iglesia de Cencre (cf. Rom 16,1)

–Otras son mencionadas con admiración como Lidia, etc.

Pero San Pablo hace una distinción en el mismo lenguaje:

–cuando se refiere a hombres y mujeres indistintamente, los llama “mis colaboradores” (cf. Rom 16,3; Fil 4,2-3)

–cuando habla de Apolo, Timoteo y él mismo, habla de “cooperadores de Dios” (cf. 1 Cor 3,9; 1 Tes 3,2).

Objeción 2. Las disposiciones apostólicas y especialmente paulinas son claras, pero se trata de disposiciones que ya han caducado, como lo hecho otras, por ejemplo: la obligación para las mujeres de llevar el velo sobre la cabeza (cf. 1 Cor 11,2-6), de no hablar en la asamblea (cf. 1 Cor 14,34-35; 1 Tim 2,12), etc.

Respuesta. Como es evidente, el primer caso (el velo femenino) se trata de prácticas disciplinares de escasa importancia, mientras que la admisión al sacerdocio ministerial no puede ponerse en la misma categoría. En el segundo ejemplo, no se trata de “hablar” de cualquier modo, porque el mismo San Pablo reconoce a la mujer el don de profetizar en la asamblea (cf. 1 Cor 11,5); la prohibición respecta a la “función oficial de enseñar en la asamblea cristiana”, lo cual no ha cambiado, porque en cuanto tal, sólo toca al Obispo.

3) Actitud de los Padres, la Liturgia y del Magisterio. Cuando algunas sectas gnósticas heréticas de los primeros siglos quisieron confiar el ministerio sacerdotal a las mujeres, los Santos Padres juzgaron tal actitud inaceptable en la Iglesia. Especialmente en los documentos canónicos de la tradición antioquena y egipcia, esta actitud viene señalada como una obligación de permanecer fiel al ministerio ordenado por Cristo y escrupulosamente conservado por los apóstoles (3).

2. A la luz de la teología sacramental

La argumentación central es la anteriormente reseñada; podemos, sin embargo, acceder a otra vía argumentativa que pone más en evidencia que, la tradición que se remonta a Cristo no es una mera disposición disciplinar sino que tiene una base ontológica, es decir, se apoya en la misma estructura de la Iglesia y del sacramento del Orden. Los dos argumentos que damos a continuación apelan al simbolismo sacramental.

1) El sacerdocio ministerial es signo sacramental de Cristo Sacerdote. El sacerdote ministerial, especialmente en su acto central que es el Sacrificio Eucarístico, es signo de Cristo Sacerdote y Víctima. Ahora bien, la mujer no es signo adecuado de Cristo Sacerdote y Víctima, por eso no puede ser sacerdote ministerial.

En efecto, los signos sacramentales no son puramente convencionales. La economía sacramental está fundada sobre signos naturales que representan o significan por una natural semejanza: así el pan y el vino para la Eucaristía son signos adecuados por representar el alimento fundamental de los hombres, el agua para el bautismo por ser el medio natural de limpiar y lavar, etc. Esto vale no sólo para las cosas sino también para las personas. Por tanto, si en la Eucaristía es necesario expresar sacramentalmente el rol de Cristo, sólo puede darse una “semejanza natural” entre Cristo y su ministro si tal rol es desempeñado por un varón (4).

De hecho, la Encarnación del Verbo ha tenido lugar una Persona de sexo masculino. Es una cuestión de hecho que tiene relación con toda la teología de la creación en el Génesis (la relación entre Adán y Eva; Cristo como nuevo Adán, etc.) y que, si alguien no está de acuerdo con ella o con su interpretación, de todos modos se enfrenta con el hecho innegable de la masculinidad del Verbo encarnado. Si se quiere, por tanto, tendrá que discutirse el por qué Dios se encarna en un varón y no en una mujer; pero partiendo del hecho de que así fue, no puede discutirse que sólo un varón representa adecuadamente a Cristo-varón.

Objeción 1. La objeción de los anglicanos proclives a la ordenación femenina es que, según ellos, lo fundamental de la encarnación no es que Cristo se haya hecho varón sino que se haya hecho “hombre”. Por tanto, no es tanto el varón quien representa adecuadamente a Cristo sino el “ser humano” en cuanto tal.

Respuesta. El problema de la objeción consiste en un insuficiente concepto de lo que se denomina, en la teología sacramental, “representación adecuada”. Los signos sacramentales tienen que guardar una representación adecuada, es decir, lo más específica posible. Desde este punto de vista, el “ser humano” (varón-mujer) es una representación adecuada de Cristo pero en su sacerdocio común (el sacerdocio común de los fieles), no de Cristo en su Sacerdocio ministerial de la Nueva Alianza. El “ser humano” representa adecuadamente al Verbo hecho carne, pero representa sólo genérica y borrosamente a Cristo sacerdote. De hecho, el carácter sacerdotal (ministerial) es una subespecificación del carácter general cristiano que viene dado a todo hombre (varón y mujer) por el bautismo.

Objeción 2. Cristo está ahora en la condición celestial, por lo cual es indiferente que sea representado por un varón o por una mujer, ya que “en la resurrección no se toma ni mujer ni marido” (Mt 22,30).

Respuesta. Este texto (Mt 22,30) no significa que la glorificación de los cuerpos suprima la distinción sexual, porque ésta forma parte de la identidad propia de la persona. La distinción de los sexos y por tanto, la sexualidad propia de cada uno, es voluntad primordial de Dios: “varón y mujer los creó” (Gn 1,27).

2) El simbolismo nupcial. Cristo es presentado en la Sagrada Escritura como el Esposo de la Iglesia. De hecho en Él se plenifican todas las imágenes nupciales del Antiguo Testamento que se refieren a Dios como Esposo de su Pueblo Israel (cf. Os 1-3; Jer 2, etc.). Esta caracterización es constante en el Nuevo Testamento:

–en San Pablo: 2 Cor 11,2; Ef 5,22-33

–en San Juan: Jn 3,29; Ap 19,7.9

–en los Sinópticos: Mc 2,19; Mt 22,1-14

Ahora bien, esto resalta la función masculina de Cristo respecto de la función femenina de la Iglesia en general. Por tanto, para que en el simbolismo sacramental, el sujeto que hace de materia del sacramento del Orden (que representa a Cristo), y luego el sujeto que hace de ministro de la Eucaristía (que obra “in persona Christi”) sea un signo adecuado, tiene que ser un varón.

Objeción. El sacerdote también representa a la Iglesia, la cual tiene un rol pasivo respecto de Cristo. Ahora bien, la mujer puede representar adecuadamente a la Iglesia; entonces también puede ser sacerdote.

Respuesta. Es verdad que el sacerdote también representa a la Iglesia y que esto podría ser desenvuelto por una mujer. Pero el problema es que no sólo representa a la Iglesia sino también a Cristo y que esto, por todo cuanto hemos dicho, no puede representarlo una mujer. Por tanto, el varón puede representar ambos aspectos, pero la mujer sólo uno, el cual no es el propiamente sacerdotal.

3. Conclusión

Los errores principales giran en torno a dos problemas. El primero es no concebir adecuadamente el sacerdocio sacramental, confundiéndolo con el sacerdocio común de los fieles. El segundo, es dejarse llevar por los prejuicios que ven en el sacerdocio ministerial una discriminación de la mujer y paralelamente un enaltecimiento del varón en detrimento de la mujer; es una falta de óptica: en la Iglesia católica, el sacerdocio ministerial es un servicio al Pueblo de Dios y no una cuestión aristocrática; es más, esto último es precisamente, un abuso del sacerdocio ministerial semejante al que contaminó el fariseísmo y saduceísmo de los tiempos evangélicos. Finalmente, los más grandes en el Reino de los Cielos no son los ministros sino los santos; y –excluida la humanidad de Cristo– la más alta de las creaturas en honor y santidad, la Virgen María, no fue revestida por Dios de ningún carácter sacerdotal.


[1] E. Schillebeeckx O.P., Soy un teólogo feliz. Entrevista con F. Strazzati, Sociedad de Educación Atenas, Madrid 1994, pp. 117-118.

[2] Dos documentos han tocado explícitamente el tema: Instrucción de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Inter insigniores, La cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial, 15 de octubre de 1976. Enchiridion Vaticanum, Volumen 5 (1974-1976), nnº 2110-2147; Carta Apostólica de Juan Pablo II, , 22 de mayo de 1994. A lo que hay que añadir: Card. Ratzinger Ordinatio Sacerdotalis, “Respuesta a la duda sobre la doctrina de la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis”, del 28 octubre de 1995.

[3] Cf. Inter insigniores, nº 2115.

[4] Inter insigniores, nº 2134.

Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos:

http://es.catholic.net/op/articulos/21693/por-que-no-puede-ser-sacerdote-una-mujer.html

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